EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS
¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.

Saludos, ávidos lectores.
La cuarta aventura de El Reto de las Galaxias comienza de forma un tanto
abrupta. Somos llamados a presencia del Capitán Polaris, nuestro superior, para
que nos desplacemos al sector X-7793A a investigar la desaparición de unas
cuantas estrellas, sin más explicación que esa.
No es mucho para empezar a
trabajar, pero órdenes son órdenes, y como dijo don Calderón de la Barca
refiriéndose a los Tercios españoles: «La más principal hazaña, es
obedecer». Así pues, acompañados de nuestro robot 2-Tor, nos trasladaremos
teleportados o a bordo de nuestra nave Challenger a dicho sector.
Y no sé a vosotros, pero a mí el sector X-7793A siempre me dio mala espina.
No hay un solo motivo para la desaparición de las estrellas, sino que
este irá cambiando según las decisiones que tomemos. Esto nos da un montón de
microhistorias, muy breves pero muy variadas, en lugar de una sola trama
general. Hay una que parece muy prometedora al principio, en la que los puntos
donde deberían encontrarse las estrellas que han desaparecido siguen un patrón
que, en la inmensidad del universo, forman una señal de SOS.
Vamos a detenernos a reflexionar un segundo, porque… ¿Qué ser con la capacidad
de hacer desaparecer estrellas enteras con aparente facilidad puede necesitar
ayuda? ¿Y contra qué?
Esta trama es una pequeña decepción porque se trata simplemente
de dos razas enzarzadas en una batalla espacial con naves disparándose entre
ellas, y uno de los bandos estaba apagando estrellas como maniobra de
distracción hacia la otra. Nuestra llegada para investigar hace que esa otra flota
desvíe hacia nosotros parte de su potencia de fuego, dando ventaja y la
victoria a la que apagó las estrellas… que luego simplemente vuelve a
encenderlas. No tengo muy claro cómo funciona eso, ni si nuestra intervención
ayuda al bando correcto, pero tampoco llega a explicársenos gran cosa.
Hay una trama que me ha gustado especialmente, que es la del capitán Bront. Se trata d un
rudo y amargado capitán de una nave llamada El Centauro Errante, una especie de
nave fantasma dentro de la cual nadie envejece, como si fuera un Holandés Errante espacial. El capitán Bront parece estar también inspirado en el
capitán Ahab de Moby Dick; tiene medio cuerpo cibernético en lugar de una pata
de palo tallada en marfil. Y está obsesionado con cazar a un behemótico monstruo cósmico con forma
de oruga conocido como el Starsnipe que (en esta versión) es quien está
devorando las estrellas. Snipe es un verbo inglés sin una equivalencia exacta al español que significa «atacar desde un sitio oculto», por eso a los francotiradores se les llama snipers. La traducción más aproximada que le podríamos dar a Starsnipe sería Acechador Estelar.
Si, en lugar de tratar de ayudar al Capitán Bront, nos oponemos a él
y llegamos a noquearle, nos enteraremos demasiado tarde de la verdad. Todo, no
solo el Starsnipe sino también el Centauro Errante, sus tripulantes, Nébula y
nosotros mismos, solo somos parte de algo con lo que Bront estaba fantaseando
en ese momento. Al quedar súbitamente inconsciente, olvida de golpe esa
fantasía y desaparecemos. Pero fuimos nosotros quienes noqueamos a Bront, así
que… ¿el que lo derrotáramos forma también parte de su fantasía?
El Starsnipe, de hecho, aparece en otras versiones de la historia en las
que no es una fantasía de Bront, sino un monstruo real que también puede ser
(según las decisiones que tomemos) una simple bestia que devora soles por su
mera naturaleza o un ser con una inteligencia desarrollada, e incluso amistoso.
Hay algunas decisiones completamente antintuitivas. Hay una, en
particular, en la que hemos sido capturados por una raza invasora que pretende destruir Nébula
y nos amenaza para que le demos información sobre esta. Las opciones son
traicionar a Nébula y darles la información, o no hacerlo. Si elegimos la
«opción cobarde» de darles los códigos que piden, estos son
malinterpretados por los ordenadores de sus naves y se destruyen entre ellas,
llevándonos a uno de los finales buenos. Si elegimos la «opción noble» de no
traicionar a Nébula, nos eliminan, lo que evidentemente es un final malo.
Hay otra versión en la que conocemos a una raza alienígena formada por
una mente colmena de pequeños insectos. Es posible que lleguemos a acordar un
pacto con ellos para ayudarles en sus investigaciones sobre dimensiones
paralelas. El problema es que no saben mucho sobre dimensiones paralelas y nos
presentarán dos portales dimensionales, sin estar seguros de cuál es el
correcto. Parece una de esas decisiones al 50%... pero no.
La mente colmena sabe tan poco
sobre portales dimensionales que ambos son erróneos, y elijamos el que elijamos
nos enviará a una dimensión con leyes físicas tan diferentes a las nuestras que
seremos eliminados casi instantáneamente. La única forma de sobrevivir a esto
pasa por no cumplir nuestra parte del trato, lo que provoca la destrucción de
su mundo. De hecho, hay varios finales, tanto buenos como malos, en los que
nuestras acciones aniquilan razas alienígenas enteras. ¡Al final va a resultar que somos más peligrosos para la galaxia que la amenaza que estamos tratando de detener!
Es muy rápido de jugar y está lleno de situaciones muy imaginativas, pero le falta de consistencia. El culpable del problema que
se nos plantea cambia en función de las decisiones que tomemos. Vería mejor que
cada trama nos llevara a solucionar uno de los componentes de ese problema o a
paliar en mayor o menor medida sus efectos, o que los distintos caminos
llevaran a distintas formas de resolverlo. De este modo el conjunto formaría
una macro historia en lugar de ser un montón de microhistorias con poca
relación entre ellas. Al final te quedas con la impresión de haber presenciado
una de esas peleas de pareja en las que los hechos y el culpable cambian en
función de a quién le preguntes sobre por qué estaban peleando.
Puedes repasar otro libro de ésta colección pulsando aquí.
No se indica el título original. 1984. Christopher Black (texto) Maelo Cintron (ilustraciones). El Reto de las Galaxias nº 4. Publicado en 1986 por Susaeta Ediciones S.A.


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