Presentado por...Zag.
¡Extra! ¡Extra! ¡Al parecer un anciano se está haciendo pasar por Santa Claus! ¿Qué es lo que pretende conseguir con eso? ¡Descubra cuáles son sus verdaderas intenciones!
Santa quería ser Santa Claus. Un anciano de barba blanca mal arreglada, vestido con ropa vieja y desgastada, pasea por las calles indiferente a los copos de nieve que caen sobre él. Carga con un abultado saco a su espalda lleno de cajitas de cartón envueltas en papel de colores y adornadas con lazos. Un grupo de niños corre hacia él al verlo y le pide regalos, pensando que es Santa Claus.
Este reparte entre los niños sus cajitas envueltas, pero cuando estos las abren están vacías. El anciano ya ha gastado todo su dinero comprando juguetes para regalarlos a los niños, y no le queda nada más que dar. Él entrega las cajitas vacías quizá pensando que los niños las van a conservar tal cual, por la mera ilusión de que representan un regalo. Pero los niños son impulsivos, rasgan el papel de colores y tiran al suelo las cajitas, decepcionados y confundidos al no encontrar nada en ellas.
El anciano entra a una tienda de juguetes con la esperanza de poder comprar algo con las pocas monedas que le quedan, pero es solo calderilla y no le alcanza para nada. Desesperado, trata de robar algo, pero es descubierto y empujado a la calle donde cae al suelo entre gritos e insultos. Una pequeña y gentil mano le ayuda a levantarse. Es la mano de Kurumi. El hombre se presenta como Santa, pero aclara que su verdadero nombre es Ta y es el tercer hijo que tuvieron sus padres. A él le gusta hacerse llamar Santa en lugar de San Ta. “San” es “tres” en japonés, por lo que “San Ta” vendría a ser “Ta, el tercero”.
San Ta y Kurumi charlan un poco, y este le cuenta su vida. De pequeño nunca recibió regalos de Navidad, y cuando él mismo se casó y tuvo hijos, tampoco les hizo regalos. Se centró en trabajar todas las horas posibles y ganar todo el dinero que pudo. Pensaba que ser un buen padre era eso, pero descuidó a su familia en otros aspectos y no llegó a crear verdaderos vínculos afectivos con ellos. Su esposa murió de una enfermedad siendo todavía joven y sus hijos se marcharon de casa tan pronto como pudieron hacerlo. San Ta se quedó solo en una casa grande llena de muebles y electrodomésticos, de cosas prácticas y funcionales, pero sin ningún recuerdo asociado.
Un día vio a una niña llorando en un parque y, para animarla, le compró un globo. Casualmente era Nochebuena, y él se había dejado crecer por descuido una barba canosa. La combinación de regalo (el globo), la fecha y la barba blanca hizo que la niña le llamara Santa Claus.
Esto cambió algo en el cerebro y corazón de San Ta, y decidió a partir de ese momento emular al verdadero Santa Claus como una forma de compensar el trato que había dado a su familia. Y eso es lo que ha estado haciendo San Ta desde entonces: gastando su dinero en comprar juguetes para regalárselos a los niños por la calle en fechas navideñas, para convertirse a sus ojos en Santa Claus. Pero el dinero que tenía ahorrado se ha terminado, y ya solo puede regalar cajas vacías.
Kurumi se despide de él y se marcha. San Ta trata de repartir sus cajas de regalo una vez más, pero ya ningún niño las quiere porque saben que están vacías. A la noche, deprimido, se acerca a un último par de niños que juegan en el parque y les ofrece sus cajitas, advirtiéndoles desde el principio que no contienen nada. Los niños aceptan las cajas porque son bonitas, y pese a que se les ha dicho que están vacías las abren como un juego, para participar de la ilusión del viejo. Y encuentran juguetes dentro de las cajas. Los niños se marchan con los juguetes dándole las gracias mientras el anciano se sienta en un banco, tratando de entender lo ocurrido. Su edad y la nieve que vuelve a caer sobre él le amodorran. Se queda dormido en el banco, bajo la nieve, para ya no despertar jamás.
Una última secuencia de viñetas nos muestra que tanto Kurumi como Santa Claus están cerca, como si el hacer aparecer juguetes en las cajitas fuera cosa suya. Un regalo de su parte pero no para los niños que los han recibido sino para el anciano, que ha muerto creyendo que los ha entregado.
Esta me ha parecido una historia preciosa y brutal a la vez. La autora es conocida en el mundo del manga como “La reina del terror”, pero en historias como esta y algunas de las otras que vimos antes lo que hace es convertir los pequeños terrores cotidianos (la soledad, la culpa, el tiempo desperdiciado, las oportunidades perdidas) en algo tierno. En el instante en que San Ta reconoce su, llamémosla, deuda afectiva y decide tratar de enmendarla se convierte aunque sea durante unos segundos antes de morir en un Santa Claus genuino. El “milagro navideño” aquí no es que aparezcan juguetes dentro de las cajas, sino que San Ta consigue que un par de niños le sigan el juego, le acepten las cajitas y las abran ilusionados pese a que ya se les había dicho que estaban vacías.
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Present. 1993-1998. Kanako Inuki. Publicado en 2006 por Mangaline Ediciones S.L.



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