MENSAJE DEL SUPERVISOR GENERAL: todas las fotos que aparecen con la dirección de este blog sobreimpresionada son de artículos de mi propiedad y han sido realizadas por mí. Todo el texto es propio, aunque puedan haber citas textuales de otros autores y se usen ocasionalmente frases típicas y reconocibles de películas, series o personajes, en cuyo caso siempre aparecerán entrecomilladas y en cursiva. Todos los datos que se facilitan (marcas, fechas, etc) son de dominio público y su veracidad es comprobable. Aún así, al final de la columna de la derecha se ofrece el típico botón de "Denunciar un uso Inadecuado". No creo dar motivos a nadie para pulsarlo, pero ahí esta, simplemente porque tengo la conciencia tranquila a ese respecto... ¡y porque ninguna auténtica base espacial está completa sin su correspondiente botón de autodestrucción!

martes, 18 de septiembre de 2018

CASI REAL

JUNTO A LA FOGATA

Hace poco, alguien (cuando lo atrape...) que me conoce personalmente y sabe de mi afición a la escritura, me sugirió que colgara en el blog alguno de mis relatos. Como los "mejores" estoy tratando de publicarlos en un libro recopilatorio, y tengo unos cuantos que no considero que valga la pena tratar de publicar en papel, creo que soltarlos para que vaguen libremente por El Planeta del Espacio es una buena forma de darles salida. Aviso desde ya que aunque la mayoría serán (o intentarán ser) de terror o ciencia ficción (que sería lo más adecuado para este blog) no siempre será así. Aviso también, por si acaso, que todo lo que publico aquí tiene su correspondiente registro de copyright.  

Este relato lo escribí para el concurso Folio en Blanco organizado por Fnac y los talleres de cursos Yo Quiero Escribir, que consiste en presentar un relato que ocupe (a pesar del nombre del concurso) no un folio, sino una página (es decir, una sola de las caras del folio) y con unas dimensiones de hoja, tipo de letra y espaciado determinados. Hacía tiempo que no escribía nada y el que se me limitara tanto la extensión del relato fue lo que me impulsó a intentar escribir otra vez, mientras me preguntaba ¿Qué maldito tipo de historia puedo desarrollar en una página como máximo? Esto es lo que salió, a partir de una idea (mas bien una sensación) que estaba ocupándome sitio en la cabeza desde hacía algunos días. Fue rechazado, pero escribirlo con un ojo en el teclado y otro en el cada vez más cercano borde de la página resultó interesante.


Me despierto con la sensación de haber dormido demasiado y no haber descansado nada.

Me he quedado hundido en el sofá. Otra vez. La luz está apagada y la habitación en penumbras. Parece que he dormido desde después de comer hasta la caída de la noche. Me duelen el cuello y la espalda por la mala postura en que he permanecido todas estas horas.

Hago ademán de levantarme y algo cruje, haciéndome renunciar. ¿Ha sido el sofá o mis vertebras? No lo sé. Demasiado somnoliento todavía para distinguir una cosa de la otra.

Me estiro, tumbado tal como estoy, bostezando ruidosamente mientras fragmentos de algo que he soñado se balancean al borde del abismo, aferrándose con uñas y dientes a mi cerebro. Retengo imágenes de un lejano lugar. Una cabaña, quizá. En un paraje apartado, junto a un lago congelado. Altos árboles, con las copas cubiertas de nieve.

-Ya era hora- murmura divertida Sara, a mi espalda, al otro lado de la habitación. Ni tan sólo había notado que estuviera aquí, conmigo –No sabía si avisarte para cenar. Al final cené si ti.

-Bien… bien. Hiciste bien. Estaba completamente frito- murmuro con voz pastosa, amodorrado todavía. Me recoloco en el sofá, cerrando otra vez los ojos ¿He llegado a abrirlos del todo? Las esquirlas del sueño vuelven. Revolotean alrededor de mi cabeza como polillas en torno a una vela.

Recuerdo más detalles. Sensaciones, olores incluso. Uno de esos sueños que son casi reales. He leído en algún lugar que todo el proceso del sueño profundo, el tiempo durante el cual soñamos, dura apenas unos instantes. Y, sin embargo, la sensación que me queda es la de haber estado días, años… toda una vida en esa cabaña. Una vida de paz y serenidad. Quizá debería haberme dado cuenta que soñaba, pero para la mente, el sueño es la realidad mientras tiene lugar. El cerebro no distingue entre una cosa y otra.

-¡Te vas a quedar frito otra vez, gandul!- ríe Sara detrás de mí. Su voz me hace sonreír. Lucho por abrir los ojos, pero los tengo como pegados. Una letal combinación de modorra y legañas.

Y de ese sueño que todavía no estoy preparado para dejar marchar. La sensación de lo feliz que era en ese sueño. En mi cabaña rodeada de árboles con las copas nevadas. ¿Qué más había allí? Un estante lleno de libros, por supuesto. Una chimenea donde ardían algunos troncos. Troncos que yo mismo había cortado. Afuera se oía ladrar un par de perros, cuya principal preocupación era jugar a perseguirse uno a otro en espera del siguiente plato de comida. ¿Qué más había? La sensación comienza a esfumarse. Se borra de mi memoria a pasos agigantados. No quiero perder esa sensación, pero es bien sabido que no puedes llevarte nada del mundo de los sueños. En ocasiones, ni tan solo el recuerdo.

-¿Te preparo algo?- pregunta Sara a mi espalda. Un momento… 
¿A mi espalda? El sofá en el que estoy tumbado siempre ha tenido el respaldo contra la pared. Me despejo de golpe y me incorporo, mirando en todas direcciones. Pero Sara ya no está. ¿Cómo pude pensar que estaría? Ella era parte de la cabaña de mi sueño. Una parte que perduró en ese instante durante el cual el cerebro efectúa todas las conexiones necesarias, para ponerse en marcha de nuevo.

Me levanto. Sé que no la voy a encontrar en mi pequeño y desordenado piso, y aún así la llamo y miro en los otros cuartos. No está. Mi Sara ha vuelto a la cabaña en la que pasamos aquellos felices años. Años en su mundo y segundos en el mío. ¿Cómo puedo sentir tristeza por haber perdido a alguien que jamás ha existido? Busco un bolígrafo y una libretita, y comienzo a escribir mi sueño, para no olvidar lo que todavía retengo de él.

Quizá algún día soñaré otra vez con esa cabaña junto al lago congelado. Mis perros saldrán dando brincos a recibirme. Cruzaré la puerta y Sara estará allí, atizando el fuego.

Y sonriéndome con cara de reproche por haber tardado tanto en volver a su lado.

4 comentarios:

  1. Muy bueno, creo que todos hemos tenido esa sensacion alguna vez, me ha encantado lo de "no puedes llevarte nada del mundo de los sueños" creo que define el relato. No lo amplies más por que el relato debe ser como el sueño...breve y efimero.
    PD: No se que parametros inflingistes para que te lo rechazaran, ¿leiste el que gano? ¿era algo comercial? Estamos malditos y esa es nuestra ruina y nuestra fortaleza

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    1. Gracias, viajero Skaeflock. El ganador de ese año se titulaba si mal no recuerdo "Las camisas de Charlie". Describía la casa del tal Charlie desde el punto de vista de uno de sus vecinos (que por alguna razón que no recuerdo, tiene acceso a ella) poniendo énfasis en el hecho que la tiene llena de camisas blancas colgando en perchas por todas partes. El mismo Charlie nunca está en casa, si no que la casa parece tener como única función servir de hogar a la camisas, como si Charlie creyera que son personas. Tiene una asistenta que va a limpiar la casa y planchar las camisas todos los días, hay comida dispuesta en las mesas, etc, pero Charlie no aparece nunca por casa. He de decir que me pareció muy bien escrito, algo recargado quizá, pero desde luego bien escrito. Lo que no me atrajo fue la temática, la verdad... un hombre obsesionado con coleccionar camisas blancas y tratarlas como personas que necesitan una casa para vivir... no me pareció que contara una historia en realidad, si no que todo el texto era la descripción de la casa y las camisas. Hace años que lo leí y puede que no lo recuerde bien, pero esencialmente era eso.

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    2. Pues tienes razon no veo ninguna historia en la camisas de Caharlie, deberia haberlo llamado: "Mi piso de soltero cuando no tenia armarios Ikea". Me da igual que el otro ganara, tu historia esta mucho mejor. Por cierto algunas de las mejores historias salieron de un sueño o una pesadilla como Frankestein.

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    3. Efectivamente. Muchas grandes historias fueron inspiradas por sueños... o algo parecido: al parecer el germen de Frankenstein se le ocurrió a Shelley como parte de un delirio inducido por una mezcla de opio y absenta. La mayor parte de las obras de Poe fueron el resultado de pesadillas originadas por su alcoholismo. La base de Terminator llegó a la mente de James Cameron cuando se encontraba febril debido a una enfermedad transmitida por la picadura de un insecto. Las alucinaciones provocadas por la deshidratación cuando su avioneta se estrelló en el desierto dieron vida a El Principito de Antoine Marie Jean Baptiste. Y George Lucas afirmó en una ocasión que toda la trama original de Star Wars pasó ante sus ojos en unos segundos mientras se encontraba aturdido tras un accidente de coche. Y seguro que hay miles de casos parecidos. Es como si nuestras mentes trabajaran de forma más eficiente cuando no intervenimos conscientemente en el proceso.

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