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lunes, 28 de enero de 2019

LA MURALLA

EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS
Tomo recopilatorio de una breve serie aparecida originalmente por partes en la revista de comics Rambla. Es probablemente la obra más increíble, surrealista, divertida y a la vez dramática de Josep María Beá. Está coloreada en unos tonos de acuarela desvaídos y pastelosos que contribuyen aún más a darle un aire extraño y onírico. Incluso antes de empezar, ya nos encontramos con un prefacio del autor en el que le habla a su gato... y este le contesta. 

La Muralla es la historia de un grupo de seres muy diferentes que, sin saber cómo, han aparecido de pronto a bordo de un gran barco con aspecto de carguero, pero tallado en bloques de piedra. 
El barco flota en el aire a docenas de metros de la superficie de un mundo que ninguno de ellos identifica como el suyo, y que parece estar igualmente tallado en piedra. A lo lejos ven flotar bancos de peces gigantes, moviéndose en el aire como si lo hicieran por el agua. 
Los meses pasan y nada ocurre. No parece haber ninguna finalidad en su presencia allí. Nada parece tener sentido, pero la mente de todos ha sido adaptada para que hablen un mismo idioma y puedan entenderse sin problemas.
El protagonista es Gatony, un gato humanoide proveniente de un mundo de animales antropomorfos calcado a la España de la postguerra. Gran parte de la historia son sueños y recuerdos de Gatony, y sospecho que el autor versionó y adaptó en ellos recuerdos de su propia infancia y adolescencia. 

En un momento crítico de su absurdo viaje, Gatony obtiene una confusa pista: seres poderosos e indeterminados los están sometiendo a todos a una prueba, y solo si alguno de ellos logra cruzar La Muralla podrán ponerle fin. ¿Pero que es La Muralla? ¿Dónde se encuentra? ¿Cómo llegar hasta ella en un barco de piedra cuyo rumbo no pueden alterar ni tienen forma de detener? Todas las respuestas están, como no, más allá de La Muralla.
La Muralla. 1987. Josep María Beá. Toutain Editor S.A.

2 comentarios:

  1. Personalmente los dibujos me parecieron un poco estáticos. Muy detallados y expresivos, pero quietos. Por ejemplo, en la viñeta de "¡Peces! ¿Qué hacéis todos en el cielo?", el personaje (si no recuerdo mal) está disparando a su potencial almuerzo, y sin embargo mí me daba la impresión de que tenía los brazos absurdamente levantados como si estuviera sorprendido. Y así con muchas viñetas en que los personajes se movían, pero parecían recortados y pegados sobre el fondo.
    A pesar de este detalle que no me acababa de convencer, y que el final era un poco resultón, el cómic en general me pareció muy original y divertido, con diálogos impagables ("nos comimos una paella de arroz de puta madre") y una imaginación desbordante.

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    1. El dibujo era extraño, si, pero creo que se trata de algo hecho expresamente para acentuar el ambiente absurdo e irreal que lo impregna todo, para resaltar el sinsentido general de la situación. Las distancias y dimensiones de todo lo que está fuera del barco parecen cambiar continuamente, como si solo el barco y lo que hay en él fueran estables. El tipo al que Gatony le arranca la cara, por ejemplo, debería haber muerto de una infección, pero en lugar de eso el cráneo se le queda repentinamente pelado, convirtiéndolo en un esqueleto con gabardina que no parece sentir dolor ni verse afectado de ningún modo por un trauma físico que debería matar o dejar postrado a cualquiera. Todos parecen estar hambrientos, porque a bordo no hay nada que comer... pero no mueren de hambre a pesar de no haber probado bocado en meses. Todo es absurdo, y el tipo de dibujo, si se empleara para contar otro tipo de historia podría echarla a perder, pero aplicado a esta me parece que encaja perfectamente.
      En cuanto al final, sí es un tanto resultón, pero tampoco me desagrada. Sinceramente, la historia es tan extraña (toda esa parte final en la que está paseándose por los parajes mostrados en varios cuadros clásicos y hablando con los personajes retratados en ellos) que no preveía ningún final concreto. El que eligió Beá me chocó tanto como podría haberme chocado cualquier otro, porque no veía venir ninguno.

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