Warhammer
Fantasy es un complejo juego de estrategia con miniaturas,
que se juega sobre un decorado en lugar de sobre un tablero. Cuenta con una
interesante variedad de ejércitos disponibles cuya composición puede alterarse al gusto dentro de ciertos límites para que cada jugador luche en igualdad de
condiciones con el bando y las tropas que prefiera. Cada tipo de guerrero o
monstruo tiene un coste en puntos, y esto permite a cada jugador escoger las
tropas que quiera tener a sus órdenes, siempre que el valor de puntos total de
esas tropas no supere un límite preestablecido.
Este
juego aúna muchas aficiones, además del propio juego en sí: el pintado y
modificación de las miniaturas, el diseño del ejército, las novelas e historias
basadas en su trasfondo, la construcción de escenografía…
Admito
que no he jugado nunca una verdadera batalla. Solo hice un par de partidas de
prueba con un ejercito de 500 puntos (lo normal son ejércitos de 2000 puntos)
contra un jugador veterano que estaba tratando de
enseñarme. Pero lo cierto es que el sistema de juego de Warhammer nunca
me ha gustado y no lo volví a intentar. Aun así, tengo muchas miniaturas (de
vez en cuando pinto alguna) y varios de los Libros de Ejército, porque me gusta
el trasfondo y la intención del juego, aunque no su mecánica.
Nagash, supremo señor de los muertos vivientes, es mi personaje preferido de todo el universo de Warhammer Fantasy. En
este entorno, la magia nigromántica fue creada por Nagash cuando aún era un
muchacho egipcio (o kemriano, la cultura equivalente a la egipcia en Warhammer)
iniciado en el culto funerario de los momificadores. El joven Nagash nunca rindió
culto con verdadera devoción a los dioses de su pueblo. Aunque sabía que eran
reales, no veía motivo para adorarlos y hacerles sacrificios ¿Qué necesidad podían
tener unos seres todopoderosos e inmortales de ser reverenciados? ¿Qué sentido tenía
servirles y respetar sus leyes durante toda la vida a cambio de recibir algún pequeño don, que estos entregaban casi a desgana como quien lanza un puñado de monedas a un mendigo? Nagash decidió que no quería servir a los
dioses, ni ser uno de ellos. Le bastaba con desarrollar su propio poder.
No
solo fue el primer nigromante, también creó el elixir de la inmortalidad
destilado a partir de sangre humana, dando
lugar con los siglos a la raza de los vampiros. Él dejó de depender de la sangre cuando, expulsado de sus tierras y tras varios días de vagar por el desierto, reducido
ya casi a puros huesos, bebió de las aguas mutantes del Mar Sulfuroso. Esto lo transformó en una criatura sin vida y a la vez inmortal que no precisaba
sustento alguno, y aumentó sus poderes, dando inicio a su verdadero reinado.
A lo largo de su extensa y extraña existencia, Nagash llegó a controlar a los mayores ejércitos del mundo, fue el más poderoso hechicero
inimaginable, erigió las dos mayores estructuras de la civilización (la Pirámide
Negra y Nagashizzar), y acumuló una cantidad de conocimientos y
experiencias tan vasta que no podría haber sido condensada ni en un millar de libros. En la
cima de su poder, fue capaz de lanzar un conjuro que devolvió a la vida y puso
a su servicio a todos los cadáveres del planeta a la vez. Espantados ante esto,
los propios dioses huyeron a lejanas dimensiones dejando a los mortales
abandonados a su suerte. Su dominio de los muertos era tal, que acudía al campo
de batalla acompañado dragones-zombi y regimientos completos de Reyes Funerarios (momias de
faraones) a los que usaba como mera infantería. Si hay algún personaje en
Warhammer cuya historia sea realmente fascinante, ese es Nagash.
En
la época en la que salió este Libro de Ejercito, todos los muertos vivientes
estaban agrupados en él. Mas tarde, Nagash se aburriría del mundo y se
retiraría a meditar unos cuantos siglos a su fortaleza de Nagashizzar, desapareciendo
de la escena y dando lugar a la división del ejercito No Muerto en dos libros
diferentes: Condes Vampiro y Reyes Funerarios.
Algunas
tropas tenían particularidades que después perdieron en los libros siguientes,
donde se tendía a simplificar. Los necrófagos, por ejemplo, cuando derrotaban a
sus adversarios y los ponían en fuga, no les perseguían, porque se echaban al
suelo a devorar a los muertos y heridos que el enemigo había dejado atrás en su
retirada, ignorando la batalla que seguía desarrollándose a su alrededor. Esto se
eliminó en el siguiente libro, con lo que los necrófagos se volvieron una tropa
más útil a la hora de combatir, pero menos caracterizada, menos única. Un necrófago
debería diferenciarse de un humano en algo más que en ir desnudo en lugar de llevar una armadura, o en luchar empleando un fémur en lugar de una espada.
Dos
de los personajes que podían añadirse al ejército eran Vlad e Isabella Von
Carstein, un matrimonio de vampiros. Si ambos tomaban parte en la batalla y uno
era destruido pero el otro no, debía hacerse una tirada especial al finalizar
esta para comprobar si el superviviente prefería suicidarse antes de seguir
existiendo eternamente sin el otro. Otro detalle muy característico que fue simplificándose
o directamente desapareció en versiones posteriores.
De
todos los Libros de Ejército dedicados a los muertos vivientes (tengo otros cuatro) este es
el primero que leí, y es con diferencia mi preferido. Es el que contiene las mejores
historias de trasfondo y se nota que todavía estaba hecho con cierto amor por
el producto, que no era una excusa para sacar más y más material vendible. De
vez en cuando tomo el libro de su estante y lo repaso. Lo he leído más veces
que cualquiera de los otros, porque tiene un encanto especial del que los otros
carecen. Al igual que los monstruos y personajes en ellos descritos, los propios libros fueron vulgarizándose en las sucesivas ediciones.
¡El ejército de No Muertos se escinde! Comprueba las consecuencias pulsando aquí.
Ejércitos
Warhammer: No Muertos. 1994. Jervis Johnson y Bill King (autores principales).
Games Workshop S.L.
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