EL
TEMPLO DE LOS PERGAMINOS
¡ALERTA
DE EXPOILERZ!
Reedición
del libro publicado originalmente en 1980 en el que el bueno de Berna nos trae otra de sus
historias eróticas disfrazadas de otra cosa (en este caso, vampiros).
Diálogos absurdos, situaciones ridículas… se que me repito, pero es casi lo único que se puede decir sobre este autor. Este relato en particular tiene cierta gracia
porque parece una de esas películas de adolescentes contra monstruos que
no son exactamente comedias, pero tampoco están pensadas para dar miedo. Se
supone que los protagonistas (un escritor y una periodista) son adultos, pero
realmente se comportan y hablan como preadolescentes faltos de cualquier tipo de
experiencia real en la vida.
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Durante
una fuerte tormenta, un rayo cae sobre un cementerio, destruyendo la lápida y la cruz que han retenido a una vampiresa durante más de doscientos años.
Hambrienta de sangre y sexo, la vampiresa abandona el cementerio tras
encargarse del vigilante nocturno, que pronto se convertirá en otro vampiro. La
vampiresa llama a la puerta de la casa del escritor por simple casualidad, y no
tarda en seducirlo. Esto da lugar a una genuina escena de necrofilia, en la que
el protagonista se acuesta, sin saberlo, con un cadáver de más de doscientos
años. Pero eso sí, doscientos años muy bien llevados.
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Al
día siguiente, la periodista llega (también casualmente) a la casa del
escritor. A pesar de no conocerla apenas (previamente solo había coincidido con ella en una ocasión), el escritor le cuenta con todo lujo de detalles su
aventurilla de la noche anterior. Y ella (que ha leído muchos libros al
respecto) llega a la conclusión que la misteriosa mujer es una vampiresa, y que hay que destruirla a como de lugar.
Tras
un enfrentamiento con la vampiresa, en la que le dejan el trasero marcado como
a una res, apretándole un crucifijo contra la nalga y poniéndola en fuga, la
parejita logra otra proeza aún mayor: convencer a la policía de la existencia
de vampiros en cuestión de minutos, hasta el punto que todos los detectives de
la ciudad se olvidan de sus otros casos, se arman con estacas, y se dedican a
buscar vampiros.
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El
que la acción sea tan estática, situándose casi totalmente en un solo escenario
(la casa del escritor) y que apenas intervengan personajes, contribuye a
aumentar esa sensación de película de bajo presupuesto que no puede permitirse pagar más que un set de decorados y a cuatro o cinco actores. Y siguiendo con
el símil de la película, mejor no digamos nada del guionista.
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Al
final los vampiros son encontrados mientras duermen, estacados sin resistencia
alguna, y a continuación la parejita protagonista se casa. En realidad, el
desmesurado interés que pone la periodista en la destrucción de la vampiresa
parece indicar que terminar liada con el escritor era su intención desde el
principio, y veía a la vampiresa más como una amenaza para su posible relación con éste, que como un ser maligno y sobrenatural que debía ser destruido por el bien de
la humanidad.
Puedes ver otro libro de este autor pulsando aquí.
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¡Morded,
vampiros, morded! 1994. Joseph Berna [José Luís Bernabéu]. Selección Terror nº 57. Ediciones B/Grupo Z.
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