¡ALERTA DE EXPOILERZ!
La primera
película de Final Fantasy, estrenada en 2001, sufrió un rechazo terrible por parte del público. Para
mí es una cinta magnifica, una obra de arte incomprendida. Estoy convencido que
la mayor parte de ese rechazo vino de gente que culpó a la película de un error
cometido por ellos mismos.
Me explico. En 1997
apareció el juego Final Fantasy VII para PlayStation. Todos los FF anteriores nos habían llegado para SuperNintendo, con gráficos 2D diminutos y pixelados, y con suerte, en inglés en lugar
de en japonés. Eran juegos complicados. Sin internet para buscar trucos o guías,
y (en muchos casos, como en España) leyendo los larguísimos diálogos del juego en otro idioma, terminarlos requería
una gran dosis de perseverancia. A pesar de ser juegos excelentes, no tenían ni de lejos tanto publico como merecían.
El FF VII supuso un cambio radical en el estilo de estos juegos. Cambiaron a gráficos
3D (los mejores de la época), los polígonos sustituyeron a los píxeles, tuvimos
acceso a guías tanto en papel como (unos pocos) en la red, y el juego nos llegó traducido al
castellano… un castellano que daría vergüenza ajena a la primera versión del
traductor automático de Google, pero castellano, al fin y al cabo.
En 1999 y en 2000 llegaron el FF VIII y FF IX respectivamente. Muchos de los jugadores que habían descubierto esta franquicia por el FF VII todavía estaban
rejugándolo, por lo que muy pocos sintieron interés por jugar a los FF de SuperNintendo habiendo nuevos
títulos con gráficos y efectos cada vez mejores para PlayStation. Esto significa que para ellos, los Final Fantasy que conocían cuando salió la película se limitaban a la séptima, octava y novena entregas.
El error que cometió gran parte del público (y algunas revistas, tanto de cine como de videojuegos, que lo
anunciaron así) fue dar por supuesto que La
Fuerza Interior sería una película sobre alguno de estos tres
videojuegos de PlayStation, y que veríamos a los protagonistas de alguno de ellos (se rumoreaba con mayor insistencia que del FF VIII) en la gran pantalla.
Que les esperaba un mundo enorme y colorido lleno de monstruos variados y espectaculares y
un gran despliegue de hechizos y superpoderes. Pero La
Fuerza Interior (o El Espíritu entre
Nosotros como se la tituló en varios países de habla hispana) no era una película
sobre uno de estos juegos, si no simplemente sobre FF en general.
Los jugadores
veteranos de FF sabrán que todos estos juegos tienen una serie de elementos comunes. O al
menos, los tuvieron hasta el FF VII. No he jugado a ninguno posterior a ese, y hace tiempo que estoy bastante
desconectado de ellos, por lo que no puedo asegurar que estos elementos comunes
se mantengan en la actualidad. Los tres elementos comunes más representativos
de los FF eran: un científico, ingeniero o piloto de nave llamado Cid, un
meteorito cuyo impacto con la Tierra había desencadenado o iba a desencadenar
un apocalipsis, y la presencia de unas criaturas espirituales que íbamos encontrando
repartidas por todo el mapeado a veces como aliados y otras como enemigos. Esos
tres elementos están presentes en La Fuerza Interior, y la historia que se nos cuenta (escrita por Hironobu Sakaguchi, cofundador
de Square y
creador original de la saga FF) no desmerece para nada la épica habitual de estos juegos.
La historia
comienza en el 2065, treintaicuatro años después que un enorme meteorito se
estrellara contra la Tierra. El impacto no fue especialmente destructivo. La humanidad
se podría haber repuesto rápidamente de esto de no ser por los fantasmas.
Los fantasmas eran unas extrañas formas de energía alienígena con aspecto de seres orgánicos
de naturaleza desconocida. De muchos tipos y tamaños diferentes, invisibles al
ojo humano pero detectables mediante cierta tecnología, los
fantasmas surgieron del cráter del impacto y se esparcieron por todo el mundo, moviéndose
perezosamente por el aire, inmateriales y letales. El contacto de cualquier fantasma
con un ser vivo privaba a este de su energía vital de forma instantánea. No solo
lo mataba si no que, aparentemente, le arrancaba el alma. Se los llamó fantasmas por su naturaleza inmaterial, que hacía que ningún arma convencional les afectara ni ningún tipo de obstáculo pudiera ser empleado para impedirles el paso. Miles de ciudades quedaron despobladas
cuando los fantasmas buscaron la presencia de los vivos y los mataron al entrar en contacto con ellos.
Un científico,
el profesor Cid, logró desarrollar una tecnología que permitía generar unas
pantallas de energía que los fantasmas no podían atravesar. Las ciudades hasta
los que estos todavía no habían llegado fueron protegidas a toda prisa con estos escudos de energía, y la humanidad pudo sobrevivir.
Es en este punto
en el que comienza la historia, más de tres décadas después de este suceso. El mundo
es un erial, puesto que el contacto con los fantasmas mata todo lo vivo, incluyendo
animales, insectos y plantas. Los habitantes de las ciudades-escudo han seguido
perfeccionando esa fuente de energía creando vehículos y armas que funcionan
con ella. De hecho, se ha creado un arma orbital, un gigantesco cañón capaz en teoría
de destruir el meteoro fantasma desde el espacio mediante un disparo masivo de energía.
Pero es el
propio profesor Cid, alma mater del proyecto, el que comienza a dudar de él
cuando ya está casi listo para usarse. Sus investigaciones acerca de los fantasmas
le hacen sospechar que el propio planeta, la misma Tierra, esté imbuida de una energía
similar, un “alma” que sería afectada y tal vez destruida por la energía del
cañón. La destrucción del meteorito podría ocasionar también la
extinción de la fuerza vital de la Tierra, y nada vivo volvería a nacer jamás
en su superficie, ni dentro ni fuera de las ciudades-escudo, ni animales, ni plantas, ni
humanos.
Cid concibe un plan alternativo, una forma de neutralizar la energía de los fantasmas
creando una reacción en cadena que los haga desaparecer a todos. A este fin, envía
a una de sus asistentes, Aki, a localizar a unas pequeñas fuentes de energía viva
que de algún modo siguen existiendo fuera de las cupulas, en plena zona de
fantasmas. Son seres vivos, quizá pequeños animales, quizá raquíticas plantas,
que por alguna razón los fantasmas no han matado, como si algo en ellos, en su
misma energía vital, los repeliera. El profesor Cid está convencido de poder
crear un nuevo tipo de energía con ellos que modifique el patrón energético de
los fantasmas haciéndolos desparecer para siempre.
Este plan alternativo
es llevado a cabo medio en secreto, ya que los líderes de las ciudades-escudo están
impacientes por usar el cañón y poner fin a toda la situación. Mientras busca
los espíritus, como se ha convenido en llamar a estos seres vivos aparentemente
inmunes a los fantasmas, Aki tiene continuos sueños que parecen querer
mostrarle algo. Es mediante estos sueños como llega comprender cual es el
verdadero origen de los fantasmas.
No son una
fuerza invasora, como siempre se creyó, y ni tan solo pretender dañar a nadie. El
meteorito es todo lo que queda de un lejano mundo que estalló debido a la estupidez
de sus propios habitantes. Enzarzados en una guerra planetaria, uno de los
bandos usó un arma tan devastadora que destruyó literalmente todo el planeta, pulverizándolo
y matando a todos sus habitantes. El meteorito que chocó con la Tierra trajo
consigo a las almas en pena de los que murieron en esa conflagración de
energías. Los llamados fantasmas son realmente fantasmas.
Como en las ilustraciones
medievales de estos, en los que arrastraban una cadena con una bola de
presidiario como representación de su condena eterna, los fantasmas de aquel
mundo quedaron encadenados al único fragmento de éste, arrastrados por
él en su vagar por el espacio, hasta que se estrelló en la Tierra. Ignorando su
nueva naturaleza, los fantasmas se sentían instintivamente atraídos por todo la vivo y buscaban interactuar con los terrestres, matándolos
en el proceso al entrar en contacto con ellos.
Aki y un
reducido grupo de soldados, que han decidido confiar en ella y en el plan de Cid, tratan de reunir todos los espíritus necesarios y llevarlos al cráter del
meteoro fantasma. Mientras tanto, se aprueba el uso del cañón orbital cuyo
disparo causará más daño al ya debilitado espíritu de la Tierra que al propio
meteorito.
El final, dotado
de una épica extrema como pocas veces he tenido el placer de ver en el cine,
llega cuando estando atrapados en el fondo del cráter, Aki y el capitán Gray,
que en el pasado mantuvieron una relación y estaban volviendo a recuperarla, comprenden
que la única forma que tienen de enlazar la energía de los espíritus a
la de los fantasmas es creando un puente entre ellas. Uno de los dos deberá
estar en contacto a la vez con los espíritus y los fantasmas para
que la energía de ambos se mezcle y neutralice mutuamente… lo que implicará
también su muerte, puesto que, al tocar a un fantasma, su alma le será
arrancada del cuerpo en el proceso.
La película fue
un sonado fracaso. Apenas llegó a recaudar la mitad de lo que costó hacerla, arruinó para siempre a Square, y está
muy mal considerada por el público en general.
Para mí la historia es lo que
cuenta, y la de La Fuerza Interior me parece extraordinaria. Creo que todos aquellos a los que esta película
decepcionó en su momento porque se esperaban otra cosa, deberían volver a verla
sin esperar nada esta vez, conscientes de que no sigue la historia de ninguno
de los juegos, si no que tiene una historia propia, maravillosa, trágica y
emocionante como pocas. Y eso, por no hablar de los gráficos CG, que siendo del
2001, resultan muy superiores a la mayoría de los que se ven actualmente.
Puedes ver reseñada otra pelicular de animación pulsando aquí.
Final Fantasy: The Spirits Within. 2001. Hironobu Sakaguchi (historia y dirección). Columbia
Pictures.
Nunca he jugado a ningún FF ni nada,pero en serio aparece el n° 8 así: IIX? El 8 en romano siempre ha sido VIII. Mi no entender.
ResponderEliminarNop, fallo mío. Debo tener los cerebros descoordinados. Lo corrijo alegremente.
EliminarA mi me gustó bastante, tiene momentos muy buenos y momentos bueno...Gran parte de la mala critica que se llevo fue principalmente por que era la primera película de animación "seria", empezó el rumor que ya no iban a hacer falta actores para las películas si no solo gráficos generados por ordenador. Era cierto que el pelo de la doctora Aki estaba muy bien echo pero otras animaciones faciales (creo que todavía no estaba la tecnología de captura de movimientos) no estaban muy conseguidas. Una pena que las películas que arriesguen haya que esperar el paso del tiempo para que se reconozca la genialidad que fueron como paso con Krull o Dune.
ResponderEliminarSi, es la parte mala de innovar: si rompes los esquemas la gente lo va a adorar o lo va a aborrecer. Por eso hay tantos guionistas y directores que optan por hacer simplemente más de lo mismo y mantenerse en medio que arriesgarse con algo nuevo y quizá arruinarse en el proceso. Y hablando de Krull, hay rumores de un remake... espero que no se confirmen, es uno de los pocos grandes clásicos que aún no han profanado.
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