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Splatterhouse es una
saga de videojuegos que, hasta el momento de publicar esta entrada, cuenta con
cuatro entregas oficiales (cinco, si contamos una versión SD) y alguna que otra hecha o modificada por aficionados.
Splatter es una voz inglesa que significa literalmente “salpicadura”, así que una traducción literal de Splatterhouse seria algo así como “Casa salpicante” o “Casa de las salpicaduras”. Pero splatter se emplea amenudo en el ámbito cinematográfico como sinónimo de gore, es decir, el subgénero del terror basado en el asco y la exhibición grotesca y exagerada de sangre y tripas. Una traducción de Splatterhouse más acorde con la intención del nombre vendría a ser “La casa del destripamiento” o “de la matanza”.
Podemos considerarlo como el primer videojuego netamente gore de la historia. Tendrían que pasar cuatro años para que alguien se atreviera a hacer algo tan sangriento como esto, con títulos como Doom o Mortal Kombat, ambos del 92.
El juego que muestro en la
foto es la versión para Xbox 360 de la cuarta entrega, que en realidad es un
remake de la primera adaptada a las nuevas tecnologías.
Aunque me gustó bastante esta nueva versión, el principal motivo por el que compré el juego es porque incluía las versiones sin censurar de los tres primeros Splatterhouse, que aparecieron originalmente para recreativas y se adaptaron (algo censurados) a las consolas.
Como realmente el CD contiene los cuatro juegos, esta reseña estará dividida en cuatro partes, porque me apetece comentar por separado cada uno de ellos.
Empezamos por el primer Splatterhouse.
Este lo pudimos ver en los salones de máquinas recreativas allá por 1988. En él
controlamos a un personaje claramente inspirado en Jason de Viernes 13. En
realidad, mucho de lo que vemos en el juego, desde monstruos a escenarios,
recuerdan a diversas películas de terror y gore de la época.
La historia de Splatterhouse,
es la mil veces repetida en las películas de terror: una inocente y joven pareja perdida en medio del bosque corre a refugiarse de una tormenta en una mansión. ¿Qué hacían en medio del bosque, para empezar? Aunque esta es una cuestión
que se respondió en entregas posteriores, en el 88 no lo sabíamos, porque la
recreativa no nos lo contaba. Simplemente estaban, como suele decirse, en el
lugar equivocado y en el peor momento posible.
En la introducción, los vemos cruzar
corriendo la puerta de la mansión. Poco después oímos el desgarrador grito de
la chica y se nos muestra una escena donde el chico está tirado en el suelo. Una
máscara flota sobre su cuerpo, y termina adhiriéndose a su cara. Esta máscara es
un ser vivo y diabólico, que proporciona al protagonista, Rick, la fuerza y
resistencia necesaria para enfrentarse a los monstruos que plagan la mansión. La
máscara recibe el nombre de La Mascara del Terror en los juegos, aunque aparecía
como Mascara del Infierno o Máscara de la Furia en los manuales de algunas
versiones.
El juego es un arcade lineal
en el que nos desplazamos de izquierda a derecha de la pantalla acabando con
todos los seres que nos salen al paso: murciélagos, zombis, grandes larvas
carnívoras, manos cercenadas, cuerpos ahorcados que cuelgan del techo,
humanoides de fango… A lo largo de diversas
pantallas, recorreremos la mansión reventando a golpes a cuanto horror se interponga
entre nosotros y nuestra novia.
Además de la ayuda que nos proporciona La Máscara del Terror (gracias a la cual podemos partir en dos a un enemigo de un solo puñetazo) encontraremos armas que nos facilitarán las cosas: desde simples garrotes a cuchillos de carnicero, hachas, arpones, y hasta escopetas que harán saltar en pedazos la cabeza de los adversarios.
El juego es difícil, a pesar que la resistencia del personaje se repone al máximo al finalizar cada fase, y el número de enemigos en pantalla a la vez suele ser reducido, siendo dos o tres lo normal. En nuestra contra tenemos que Rick tiende a ser más lento que sus adversarios, tanto al andar como al saltar. Casi siempre que somos dañados es por desplazarnos de forma incorrecta o saltar a destiempo, quedando a merced de los ataques de los monstruos.
Las criaturas contra las que
combatimos tienen un aspecto repelente, seres desollados y aberrantes. La mayor
parte de ellos son inclasificables amasijos de carne que al ser golpeados
estallan en una marea de entrañas. Todo el ambiente es abominable: el decorado
de las salas incluye cosas como cuerpos mutilados que se sacuden espasmódicamente,
seres deformes encadenados a los muros, masas de cuerpos en un estado tal de putrefacción
que es imposible distinguir unos de otros…
Hay que entender que, en esta época,
los juegos de lucha con scroll horizontal tenían como protagonistas a jóvenes musculosos
o artistas marciales que se enfrentaban a punks y gamberros. Cuando los golpeabas
aparecía una estrella de impacto y cuando los derrotabas simplemente caían al
suelo. En Splatterhouse la sangre salía a borbotones y los enemigos se reducían
a una sopa de huesos y mugre licuada. Nunca habíamos visto nada parecido a esto
en los salones recreativos. Era un juego donde controlabas al terrorífico Jason
(o a alguien que recordaba mucho a él) y a pesar de ello eras “el bueno” de la
historia, porque todo lo que te encontrabas era horripilante comparado contigo.
No se nos explicaba nada sobre
la mansión ni el origen de los seres. Daba la impresión de ser una típica mansión encantada, porque
nos encontrábamos con poltergeist y fantasmas, pero muchos de los seres parecían
más bien experimentos de laboratorio, como el enorme humanoide con motosierras
implantadas en lugar de manos. Otro detalle curioso es que en ciertos puntos teníamos
la opción de elegir camino, pudiendo abandonar la pantalla en la que estábamos por
una escalera ascendente u otra descendente, lo que era también algo muy poco
habitual en los arcades.
Una de las pantallas más
extrañas era una capilla privada dentro de la mansión. Mientras avanzábamos por
ella hasta su altar, éramos atacados por cabezas cortadas con aspecto de Mad balls que flotaban alrededor
de un crucifijo invertido. Cuando lográbamos destruir este, las cabezas restantes
se reducían a polvo y una luz celestial iluminaba la capilla, como si esa
parte de la mansión hubiera quedado a salvo del mal.
En un juego de lucha
convencional, la partida termina al rescatar a la novia del héroe. Pero aquí, cuando
encontramos a la chica esta se transforma en una bestia poseída que intenta matarnos,
y a la vez nos suplica que la ayudemos durante unos breves momentos de lucidez.
Tras derrotarla, su cuerpo se desintegra. El juego prosigue entonces con Rick descendiendo a lo más profundo de la mansión, donde suelo, muros y techo han adquirido una consistencia orgánica y una masa de carne late como si fuera un corazón. La destrucción de ese elemento provoca que toda la mansión estalle en llamas y se derrumbe (el final clásico de tantas películas de terror).
Pero esto sigue sin ser el
final del juego. Aun tendremos que recorrer otra pantalla donde todo está ardiendo y avanzaremos esquivando vigas de madera en llamas y monstruos que huyen despavoridos mientras
arden vivos, sin preocuparse por atacarnos.
Tras esto nos
espera el último enemigo… la esencia maligna de La Máscara. Porque, aunque durante
todo el juego nos ha ayudado a tratar de rescatar a Jennifer primero y a vengarla
después, dándonos su fuerza y resistencia sobrenatural, La Mascara es un ser
esencialmente maligno. El mal que acumula a medida que nos ayuda a matar debe
ser purgado regularmente, como también veríamos en las siguientes entregas. Una
gran parte de este mal acumulado escapa de La Máscara dando vida a un ser
gigantesco, que constituye el enemigo final del juego. Durante este combate
Rick sigue llevando La Máscara y esta sigue prestándole su fuerza, pero cuando
el ser es derrotado, La Mascara parece estallar en
pedazos. Una imagen fija nos muestra a Rick alejándose de la mansión en llamas…
y a los pedazos de La Máscara, ya purgada de la mayor parte del mal, recomponiéndose.
La Máscara irá tomando cada vez más
protagonismo en las siguientes entregas de Splatterhouse, a lo largo de las cuales
se nos irían revelando detalles sobre esta (como su origen como máscara de sacrificios
azteca) y la extraña simbiosis que establece con Rick.
La historia continúa en Splatterhouse 2.
Splatterhouse. 1988. Mr.
Yokoyama (director) M. Ishida (artista principal) Namco LTD. Aparecido como extra desbloqueable en el juego Splatterhouse de Xbox 360.
¡Fantástico ese Splatterhouse! Al que yo he jugado es al que tengo: la versión de Sega Mega-Drive, Splatterhouse 2. El ambiente tétrico, junto con la música, para mí son uno de los grandes atractivos del juego. Y el parecido del protagonista con Jason es genial. Sin embargo, en la ilustración de la carátula del juego me recuerda más a Casey Jones de las Tortugas Ninja. Se nota, en el diseño del videojuego, la influencia del cine fantástico y de terror de los años 80 sobre todo.
ResponderEliminarSin duda fue un juego que rompió moldes... moldes, cabezas, torsos... y estaba lleno de pequeñas referencias muy bienvenidas.
EliminarLa máscara es ligeramente diferente en cada juego. Lo explican contando que cada vez que es destruida y se reconstruye su aspecto cambia (quizá acorde con el tipo de "mal" que predomina en esa época). Una forma tan buena como cualquier otra de justificar que adapten el diseño a lo que esté más de moda en ese momento ;)
Por cierto, el comentario de Splatterhouse 2 ya está en el horno. En breve lo verás por aquí.