Debí quedarme dormido en el sofá, porque
es allí donde me desperté.
Seguramente me senté un instante, sólo
para descansar unos segundos. Un entrecerrar de ojos… un parpadeo largo… y sin
darme cuenta, el sueño se apoderó de mí.
¿Qué hora debía ser? Me sentía
descolocado, confuso… miré mi muñeca, buscando la hora en mi reloj, pero no
tenía reloj ¿Dónde me lo había dejado? Llevaba puesto mi pijama blanco. Debía
haberme levantado de la cama a medianoche, quizá para ir al baño, y en lugar de
volver al dormitorio, había terminado allí, en el sofá, con las luces del salón
apagadas.
No me apetecía volver a la cama. Ya estaba
desvelado, así que cogí el mando a distancia del televisor, que estaba a mi
lado sobre el sofá, y lo encendí. Más que ver algo, tenía curiosidad por
enterarme de la hora. Las cadenas no emitían más que programas de
videncia, sorteos, e interminables anuncios de teletienda. La típica basura de
madrugada.
Estaba a punto de volver a silenciar el
aparato cuando, cambiando de canal al azar, encontré un informativo local en
directo. La noticia ya estaba empezada, pero por lo que pude entender, un loco,
un maníaco esquizofrénico, se había escapado de un hospital psiquiátrico
situado en las colinas, no lejos de mi urbanización. La policía afirmaba que se
trataba de un individuo muy peligroso, que no se podía razonar con él, que
mataba sin motivo, sin pensar y sin dudar. Y también advertían que tenía una
inusual facilidad para entrar en las casas.
Un escalofrío me recorrió la espalda ¡A buena hora se me ocurrió ver la
televisión! Ya no podría conciliar el sueño en lo que quedaba de noche.
Fue entonces cuando oí unos leves pasos a
mi espalda. Alguien moviéndose sigilosamente tras de mí, avanzando lentamente…
Me quedé helado ¿Qué debía hacer? Permanecí
inmóvil, en silencio. Cambié de canal con el mando un par de veces, tratando de
aparentar que no había oído nada, pero con los sentidos más alerta que nunca.
Otra vez. Otros dos pasos a mi espalda,
amortiguados. Pasos de alguien que se acercaba a mí con una precaución
infinita.
Aterrorizado, me levanté de un salto del
sofá al tiempo que me giraba. Allí, a apenas un metro de mí, un hombre mayor,
cubierto con una bata de hospital, me miraba con desorbitados ojos de loco y el
pelo cano alborotado mientras aferraba con ambas manos un bate de beisbol. Al
verse descubierto, alzó el bate dispuesto a abrirme la cabeza a golpes.
Me moví por instinto, rodeando el sofá y
lanzándome sobre él. Lo único que tenía en mente era no darle tiempo a
reaccionar. Terminamos los dos por el suelo, golpeándonos, rodando, luchando
por el control del bate, mientras el gritaba sin cesar palabras sin sentido,
como un poseso. A pesar del miedo que sentía, yo era claramente más
joven y fuerte, y finalmente, el bate terminó en mis manos. Sin pensar en lo
que hacía, guiado por el puro y simple miedo, descargué el garrote una y otra
vez sobré su cuerpo hasta que dejó de moverse.
Luego corrí al teléfono, llamé a la
policía, y entre jadeos les conté lo ocurrido, sin ocultarles nada, rogándoles
que vinieran lo antes posible. Había sido defensa propia después de todo. Nadie
podría negarme eso. Un claro caso de defensa propia.
Sin embargo, cuando me preguntaron la dirección desde donde llamaba, solté el
teléfono, dándome cuenta de pronto que no la sabía.
Llevo varios minutos reflexionando sobre
ello… y sobre el extraño logotipo que he descubierto sobre el pecho de mi
pijama… porque ahora, observando con calma el cadáver del anciano, me he dado
cuenta que lo yo creí que era la bata de un hospital, se trataba en realidad de
un simple albornoz.
Me ha gustado la idea, pero he de reconocer que se me ha hecho previsible. Igualmente, no dejes de escribir, los relatos que vas publicando son muy chulos :)
ResponderEliminarA una ávida lectora como tu (más aún, lectora de historias de misterio e investigación) la conclusión de un relato sencillito como este ha debido hacerse muy previsible, claro. Pero es una de esas cosas que escribes cuando no tienes nada concreto en mente, cuando empiezas a escribir por ver que sale, por el mero placer de escribir, así que tampoco se le puede pedir mucho ^_^
EliminarMe ha recordado a un relato de Alfred Hitckok presenta... me ha gustado pero creo que el dueño de la casa no debería preguntar cosas del tipo ¿quien es usted? Si va con un bate de base ball solo debería decir cosas del tipo : fuera de mi puta casa
ResponderEliminarBueno, si ^_^U El ¿Quién es usted? hubiera quedado mejor de tener el anciano un arma de fuego, pero ya tenía otro relato con una situación parecida (intruso en casa de anciano, o anciana en ese caso) y la anciana apuntaba al intruso con una pistola pequeña. Le puse un bate en las manos al anciano de esta otra historia para no repetirme mucho y al final quedó un poco raro. Pero tampoco es un relato que me haya trabajado mucho, en realidad.
Eliminar¿Recuerdas el titulo del relato de Hitchcock que comentas? Me gustaría darle un vistazo.