EL ORÁCULO DE LAS VISIONES ¡ALERTA DE EXPOILERZ! ¡ALERTA DE EXXXTREMERZ!
¡Hola, amigos cinéfagos! Que suerte que estéis aquí, en otro de nuestros casi viernes 13, porque hoy me toca comentar una película realmente horripilosa. Tanto, que no me atrevía a verla sin alguien más cerca, por si acaso.
Se trata del inicio de una de las grandes sagas de terror de los 70. Estaba inspirada, como tantas otras, en el caso real de la familia de Sawney Bean, añadiéndole detalles sacados de la vida de Ed Gein, en quien se inspira también Norman Bates (Psicosis). Esta película nos dio a uno de los más brutales asesinos del cine de terror, y consagró a la motosierra como arma ideal del psicópata rural.
Cinco amigos viajan a través de Texas en
una furgoneta. Su intención es pasar un fin de semana en una vieja casa
familiar medio derruida de dos de ellos, y comprobar el estado de las tumbas de
sus abuelos en el cementerio local.
La región en la que se encuentran se nos muestra desde el principio como un territorio casi despoblado. Granjas aisladas y casas muy alejadas unas de otras, comunicadas por caminos de tierra. Un paraje reseco lleno de matojos, sin infraestructuras modernas. Se detienen en una gasolinera a llenar el depósito, pero les dicen que tienen los tanques vacíos. Sin combustible suficiente para el viaje de vuelta, quedan prácticamente varados en el lugar.
Dos de ellos se acercan a una casa en la que oyen funcionar una batería de gasolina, por si les pudieran vender combustible. La casa está en un estado lamentable, pero la batería indica que debe estar habitada. Cerca de ella, de un árbol del que cuelgan objetos comunes como si se tratara de talismanes, vemos brevemente un reloj atravesado por un clavo. Es quizá una forma de indicarnos que en aquel lugar el tiempo, el progreso, hace mucho que se ha detenido.
La pareja se adentra en la casa, que está llena de huesos animales y humanos, algunos montados en forma de muebles o amuletos colgantes. Son atacados sin mediar palabra por un individuo enorme que cubre su cara con una máscara hecha de piel humana y viste un mandil de matarife. Es la primera aparición de Leatherface (cara de cuero): un psicópata gigantesco, demente y caníbal, que mutila a sus víctimas con una motosierra y las convierte en embutidos.
Al contrario de lo que se había visto hasta ese momento, Leatherface no se acerca a sus victimas por la espalda, de improviso, en silencio y escondiéndose en las sombras. Leatherface ataca a plena luz del día, de frente y gritando, como un cazador prehistórico. No intenta ocultarse, y quizá ni tansolo entienda la necesidad de hacerlo. Para él, lo que hace es normal, es la forma de vida en la que se le ha educado: todo lo que no es familia es comida, y no hay nada malo en matar para comer.
A partir de ese momento, el resto de personajes irán siendo cazados, despedazados y convertidos en carne magra. La última superviviente es obligada a pasar por un infierno en manos del clan antropófago al que pertenece Leatherface: una familia de matarifes que comenzaron a procesar humanos cuando el matadero local cerró y toda la región se vio abocada a la ruina y el abandono.
No hay más historia que esa, porque esta no es una película de contar historias, sino de crear ambiente. Y el ambiente está muy conseguido, pero es sucio, sórdido y enloquecedor. El impacto que esta película tuvo en el cine de terror y en el público fue colosal. Dio inicio al género de caníbales rurales como tal y su influencia puede verse en las películas que han tratado de imitarla. También en videojuegos, como los Resident Evil 4 y 7. Su emisión y venta fue prohibida en varios países, en algunos casos, durante décadas.
La interpretación de Sally (la única superviviente) durante la famosa escena en la que asiste al almuerzo familiar es magnífica, y no porque fuera una actriz veterana, sino porque ella misma se privó de sueño durante tres días. Se pasó tres días sin dormir, con gente vigilándola con instrucciones de despertarla bruscamente si empezaba a cabecear. Cuando filmó esa escena y la persecución posterior llevaba más de setenta horas sin dormir, estaba agotada y paranoica, y en ese estado, es posible que no tuviera muy claro cuanto de lo que estaba ocurriendo a su alrededor era real y cuanto parte del rodaje.
Ahora bien, este tipo de cosas eran relativamente frecuentes en la época. Se adherían puñados de gusanos y lombrices vivas a las caras de los actores que hacían de zombis. Y se los bañaba con sangre y tripas de cerdo reales, compradas a los mataderos, porque eran más baratas y quedaban mejor en cámara que las falsas. En las escenas en las que alguien quedaba envuelto en llamas, se le colocaba ropa de amianto bajo la ropa común y se le pegaba fuego de verdad.
Ese tipo de dedicación al cine ya no existe, y lo cierto es que lo veo bien. Nunca hay que exponer a un trabajador a enfermedades o quemaduras por cosas como una película. Pero por otra parte, un cuerpo envuelto en llamas infográficas nunca dará la misma imagen en pantalla que uno envuelto en llamas reales, y prácticamente ningún actor moderno se saltaría ni su siesta para parecer genuinamente cansado en una escena.
Es una película de terror que aún hoy sigue siendo sobrecogedora y (si se me permite usar esta expresión en una trama de canibalismo) difícil de digerir. Ninguna película actual, con todos sus efectos especiales, logra transmitir un miedo tan sincero como el que provoca aquí el simple chirrido de los oxidados dientes de la motosierra. Y contrariamente a lo que pudiera parecer, teniendo en cuenta que veremos mutilaciones o gente todavía viva colgando del techo atravesada en ganchos de carne, no resulta especialmente sangrienta. La película no te muestra mucho, pero hace que te imagines demasiado.
Fue seguida por varias continuaciones, de calidad muy dispar. Y aunque algunas de ellas tienen méritos propios por los que tenerlas en cuenta (y otras no, claro) ninguna te atrapa del mismo modo que esta primera.
Se da la feliz circunstancia que este año no solo tenemos un viernes 13, en agosto, sino que contaremos también con otros tres casi viernes 13, además de este. Espero que os guste la saga de La Matanza de Texas, porque aprovecharemos este año para ver las cuatro películas de estas que tenemos disponibles.
Puedes ver la siguiente entrega de esta saga pulsando aquí.
Texas Chainsaw Massacre. 1974. Kim Henkel, Tobe
Hooper (guion) Tobe Hooper (director) Marilyn Burns (actriz principal) Gunnar
Hansen, Jim Siedow (actores principales). Vortex.
¿Era necesario que la chica fuera sin camiseta?
ResponderEliminarSi que lleva camiseta ^_^U lo que pasa es que solo cubre la parte de delante y solo se sujeta por el cuello (que no se ve porque lo cubre la melena) y los pantalones. No se como se llaman ese tipo de camisetas, pero vista de espaldas sí que da la impresión de no llevarla.
EliminarEsta película, sin duda alguna, marcó un hito en las películas de terror. Fué algo brutal.
ResponderEliminarNunca antes se había hecho algo así y creo que nunca se conseguirá hacer otra igual.
Sobre todo porque no habían efectos especiales como los de ahora.
En aquellos años los efectos eran todos " naturales " con grave riesgo para la salud de los actores y con máquinas y herramientas de las de verdad.
Esta película junto con la de Spicosis no tienen parangón, según creo yo.
La ví en el cine con un grupo de amigos y cuando salimos a la calle, aunque nadie dijo nada, todos queríamos irnos a nuestras casas - yo la primera - y cerrar bien la puerta con todos los cerrojos posibles.
No he vuelto a verla porque creo que no se ha presentado la ocasión pero sí he visto otras que se hicieron después siguiendo su estilo.
Para mí la mejor fué esta LA PRIMERA, con mayúsculas.
Se ha intentado repetir el éxito de La Matanza de Texas muchas veces, pero ni tansolo las continuaciones oficiales lo han conseguido (y de hecho, tienden a ser cada vez peores). Hoy en día una película de terror puede impresionar más o menos, pero no dejan esa intranquilidad, esa sensación de querer "encerrarte en casa y echar todos los cerrojos" que dices.
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