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domingo, 25 de abril de 2021

MORTAL ZOMBI

EL ORÁCULO DE LAS VISIONES                                                                                  ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              ¡ALERTA DE EXXXTREMERZ!

Presentado por... Pecky.
 

¡Hola, amigos cinéfagos!

Tercera parte de El regreso de los muertos vivientes, y en mi opinión, la mejor de la pentalogía. Escondida bajo el maquillaje de una película de zombis, nos encontramos con la historia de un amor imposible que critica temas como la ciencia desvirtuada, la lucha generacional, y la drogadicción. Y todo eso sin dejar de ser una aventura a la vez tierna y sangrienta, una especie de versión zombi de Romeo y Julieta.  

Nuestros protagonistas son Curt y Julie, una pareja de jóvenes con toda la vida por delante. Están en esa edad de rebeldía adolescente en la que pasamos de pensar que nuestros padres son infalibles, a creernos más inteligentes y experimentados que ellos, antes de que ambas ideas lleguen a un punto de equilibrio intermedio. 

El padre de Curt es un Coronel al cargo de una instalación donde se trata de dar un enfoque militar al Trioxin, el gas zombificador que es el nexo de unión de toda la saga. En esta película se nos revela que en realidad el gas fue creado como agente deforestador, para destruir las grandes plantaciones de cocaína, y que el reanimar a los muertos fue un efecto secundario inesperado. 

Julie está convencida que en la instalación se experimenta con animales, y convence a Curt para entrar a echar un vistazo. Aprovechando que los guardas de la base lo conocen por ser el hijo del jefe, y valiéndose de un pase de seguridad que le ha robado a su padre, Curt y Julie entran a escondidas al laboratorio.

Allí presencian un experimento de reanimación en el que un cadáver es devuelto a la vida. El ejército ha desarrollado un arma que dispara balas de gel congelante que paralizan a los zombis indestructibles del Trioxin, y utilizan al zombi recién creado como blanco. Tras ver esto, Curt y Julie huyen horrorizados del laboratorio.

Poco después deciden fugarse de sus casas y vivir juntos. No tienen nada planeado, y no se llevan con ellos más que la ropa que tienen puesta, la moto de Curt, y un par de baquetas. Con la excitación del momento Julie se pone juguetona y distrae a Curt, provocando un accidente. La moto termina en la cuneta, Curt recibe unos pocos rasguños, y Julie se rompe el cuello y muere al instante. Con el cadáver de su gran amor entre los brazos, y el pase de seguridad del laboratorio donde se resucita a los muertos aún en su poder, Curt toma la peor decisión de su vida.

Como ya estaréis suponiendo, Curt se infiltra denuevo en el cuartel. Teniendo en cuenta el peligro potencial que supone el Trioxin, la facilidad con la que lo hace (cargando además con el cadáver de Julie) es pasmosa. Pero es una de esas convenciones que hay que aceptar para que la historia avance a buen ritmo y pueda contarse entera en hora y media.

El caso es que usa el Trioxin para revivir a Julie. Su muerte es reciente, el cerebro no ha sufrido daños, y un fuerte vínculo la une a Curt, por lo que en un primer momento todo parece ir bien. Pero Julie comienza a degradarse muy rápidamente, y siente los espasmos y rigidez propias de la muerte. También la irresistible hambre de carne y cerebros humanos se hace presente, y descubre que puede mantenerla a raya a base de dolor. El dolor físico le calma momentáneamente el hambre, por lo que comienza a autoinfligirse todo tipo de heridas, clavándose alambres, cristales y trozos de metal por todo el cuerpo. 

Vemos aquí un paralelismo claro con el efecto de la abstinencia en los drogadictos. Julie se comporta como una yonki, alternando estados depresivos con otros de rabia, temblores, y escalofríos. Solo encuentra alivio cuando se pincha con un clavo u otro objeto punzante, en lo que quizá sea otra alusión a la droga inyectada.

Esto, sin embargo, solo es una solución temporal, y cada vez menos efectiva. Durante su huida por la ciudad, Julie va provocándose un daño cada vez mayor, destrozándose literalmente a si misma, tratando de no sucumbir al hambre. El ejército los persigue, y también una pandilla de matones con los que han tenido un altercado. Y, además, el hambre incontrolable de Julie va dejando algunos cadáveres mordisqueados a su paso, que se reanimarán convertidos a su vez en zombis frenéticos y ultraviolentos.

Finalmente, Curt y Julie terminan en unas alcantarillas, acosados por los matones, que también van transformándose en zombis uno tras otro. El padre de Curt, al que este había llamado “monstruo” al irse de casa, aparece al mando de un pelotón y logra reducir a los zombis mediante el arma experimental que los congela. Aunque se ha dado la orden de no discriminar entre los zombis y los humanos encontrados cerca de estos, el coronel no dispara contra Curt ni permite que nadie lo haga. Porque, monstruo o no, es su padre después de todo.

   

La situación logra controlarse y todos los zombis son congelados y atrapados. De vuelta al laboratorio, Curt, ya al tanto de todo, pasea por las instalaciones mientras su padre coordina el inminente cierre y traslado de las mismas. Entra en una sala donde están llevándose a cabo una ultima prueba, adosando exoesqueletos a los zombis. La intención de los militares es crear una especie de ciborgs con ellos, que puedan dirigir a voluntad y desconectar y almacenar ente guerra y guerra. 

Varios zombis se debaten enfurecidos dentro de jaulas, esperando su turno de recibir los implantes. En la última de las jaulas, desnuda y encadenada como los demás, está Julie. En la etiqueta de su jaula leemos un escueto “Espécimen 32”, pues ya no es legalmente una persona, sino un producto más del laboratorio.

Curt, que sigue perdidamente enamorado de ella a pesar de su estado, no puede resistir la tentación de liberarla de su jaula, y todo vuelve a empezar. Un nuevo brote estalla dentro del laboratorio, y esta vez todo se descontrola. Un protocolo de seguridad automático comienza a sellar el laboratorio, encerrando juntos a zombis, científicos y militares, condenando a todo aquel que no consigua escapar a tiempo. Y en medio del caos, Curt y Julie luchan por llegar hasta la única salida que les queda.

La historia maneja tantos conceptos que habría que comentarla casi minuto a minuto para reflejarlos todos. El más evidente es la alegoría a la drogadicción, en la que Julie seria una yonki sufriendo el mono de la abstinencia y Curt el amigo o familiar que intenta ayudarla, pero a la vez se niega a admitir totalmente la realidad. 

Los piercings como mero adorno estaban ya estableciéndose como una moda en los 90, y ver a Julie haciéndose perforaciones y clavándose cosas por todo el cuerpo a lo largo del metraje se interpretó en su momento como una reivindicación de este movimiento estético. 

Tenemos también la lucha generacional de Curt con su padre, al que comienza poco menos que odiando y al que queda más unido que nunca al final, tras todo por lo que ambos pasan.

Uno de los temas más recurrente de las películas de zombis o científicos locos, el de la experimentación con humanos, solo se toca de pasada aunque de una forma muy explicita. Pero otro, el de la mezquindad de la gente, que en situaciones de crisis se preocupa más de quitarse culpas o sacar beneficio que de buscar soluciones, se explota continuamente. Lo vemos en un tendero al que Curt prácticamente deja morir teniendo la oportunidad de salvarlo. En el jefe de los pandilleros, que con uno de los suyos gravemente herido da prioridad a buscar a la pareja para darles una paliza antes que ponerlo a salvo. Y en una militar que aprovecha el fallo de seguridad provocado por Curt para escalar puestos y hacerse con el control del proyecto de su padre.

Si hay un personaje realmente destacable, ese es el hombre del rio, un vagabundo que acoge a la desgraciada pareja en su alcantarilla. Medio loco y medio filósofo, el hombre del rio se nos presenta como una especie de Caronte, chapoteando en el fluir de las alcantarillas, guiando a un vivo y una muerta a través de ellas. Según la leyenda, a Caronte había que pagarle una moneda para que te llevara al otro lado del rio Estigia, pero aquí es el hombre del rio quien entrega una moneda a Kurt. Es una moneda del Mardigrass, el Carnaval del Nueva Orleans, fuertemente influenciado por el Vudú. Estas son monedas de aluminio sin valor real, pero ligadas a la tradición Vudú, con lo que se añade un leve toque místico al personaje, que no le queda mal del todo.

En fin, que más decir… un peliculón. Vedla si tenéis oportunidad. Si no la habéis visto antes, disfrutadla sin pararos a analizarla la primera vez. Ya habrá tiempo para eso, porque esta es una de esas películas que pueden verse una vez al año, y no llega a cansar. Al contrario, cada vez encuentras un matiz nuevo en el que hincar el diente.    

Por cierto, la compañía juguetera Bandai puso dinero para esta película. Una lástima que no aprovecharan también para sacar una línea de juguetes de los personajes y (sobre todo) de los zombis.

Más películas de zombis pulsando aquí.

Mortal zombie. 1993. John Penney (guion) Brian Yuzna (director) Mindy Clarke, Sata Douglas (actrices principales) J. Trevor Edmond, Kent McCord (actores principales). Bandai Co. Ltd, Ozla Pictures.

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