MENSAJE DEL SUPERVISOR GENERAL: todas las fotos que aparecen con la dirección de este blog sobreimpresionada son de artículos de mi propiedad y han sido realizadas por mí. Todo el texto es propio, aunque puedan haber citas textuales de otros autores y se usen ocasionalmente frases típicas y reconocibles de películas, series o personajes, en cuyo caso siempre aparecerán entrecomilladas y en cursiva. Todos los datos que se facilitan (marcas, fechas, etc) son de dominio público y su veracidad es comprobable. Aún así, al final de la columna de la derecha se ofrece el típico botón de "Denunciar un uso Inadecuado". No creo dar motivos a nadie para pulsarlo, pero ahí esta, simplemente porque tengo la conciencia tranquila a ese respecto... ¡y porque ninguna auténtica base espacial está completa sin su correspondiente botón de autodestrucción!

sábado, 1 de mayo de 2021

RABIA

EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                          ¡ALERTA DE EXPOILERZ!

Presentado por... El Supervisor General.

Los libros de Stephen King son fáciles de conseguir. Todos son reeditados y puestos a la venta cada pocos años. Cualquier libro de Stephen King que encarguemos en una librería, salvo uno, nos lo servirán en un plazo razonable. Quizá incluso podamos elegir entre varias portadas, según las diferentes ediciones que queden en stock. 

La excepción es RabiaEste es el único libro de King que nunca se reeditará. Al menos, no mientras él viva, puesto que el retirarlo de la venta fue precisamente decisión suya.

No es de sus mejores obras, en mi opinión, pero el retirarlo de circulación no fue por su calidad, sino por su temática. Narra la historia de un joven universitario que llega a un punto de presión en el que se derrumba, y acude a la siguiente clase con la pistola de su padre en la mochila. 

Ya se habían producidos tiroteos en varias escuelas antes que el libro se publicara. De hecho, la intención del libro parece ser explorar qué los provoca. Pero en varios de los tiroteos que se produjeron tras publicar el libro, un ejemplar del mismo fue encontrado entre las cosas del criminal. Fue la creencia de King de que su obra se había convertido en una fuente más de inspiración para nuevos tiradores lo que le impulsó a negociar con su editor, 1997, su retirada del mercado. También se aseguró que nunca se vendieran los derechos del libro para hacer una película del mismo. Pero en USA, para ver imágenes de un tiroteo en una escuela no es necesario ir al cine, basta con estar atento a los noticiarios. Esta prohibición fue a escala mundial, aunque se tuvo que respetar las licencias de publicación ya vendidas a las editoriales de otros países, por lo que su retirada del mercado fue escalonada.

El libro está narrado a hechos pasados por el propio criminal, Charles Decker, un universitario incapaz de lidiar con su relativamente cómodo y seguro entorno. Es cierto que a diario tiene que enfrentarse a compañeros que solo lo son en nombre y no en actitud, y a profesores prepotentes que emplean su cargo y conocimientos para ridiculizar a los alumnos, más que para enseñarles. Pero, al menos cuando yo estudiaba, eso era lo habitual.   

Charles está agobiado por la presión de la adolescencia: la repentina obsesión por el sexo que aparece casi sin avisar, la necesidad instintiva de encajar e integrase en el grupo que tenemos como animales sociales y gregarios que somos, y a la vez el deseo legítimo de destacar sobre el resto. En su caso, cuenta con la dificultad adicional de un padre sumamente estricto, que le exige demasiado para su edad y lo castiga con excesiva severidad, y una madre sobreprotectora que se lo perdona todo, incluso recompensa sus malas acciones esperando que eso lo hará portarse mejor. Ambas actitudes son incorrectas, y suponen un exceso de señales contradictorias.

Hay que dejar claro que nada de lo que le sucede a Decker está fuera de los límites de lo que un adolescente con la mente bien centrada debería ser capaz de sobrellevar. Creo que más o menos todos nos hemos peleado en nuestros años escolares, algunos solo de palabra y otros a puñetazos. Todos nos habremos encontrado con algunos profesores sin ningún amor por la enseñanza, que se limitaban (en el mejor de los casos) a dar la lección como robots, o (en el peor) a hacer pagar a los alumnos sus propias frustraciones, poniéndolos en ridículo en clase. Todos hemos tenido problemas en casa, porque la adolescencia es una época de grandes cambios mentales y hormonales que nos vuelven locos. Y todo eso en plena juventud, cuando más deseos tienes de hacer cosas, cuando no puedes estarte quieto, cuando lo que necesitas es acumular experiencias, y sin embargo la parte más importante de tu actividad diaria es permanecer sentado en un aula, una hora tras otra.

Creo que todos, en definitiva, hemos pasado por lo mismo que Charles en mayor o menor medida. Y sin duda habremos estallado unas cuantas veces, pagándolo con quien no debíamos, incluso deseando sinceramente matar a alguien. La gran diferencia, es que Charles tiene fácil acceso a un arma de fuego.

Llegado a un punto en que su frágil ego se quiebra, Charles acude a la universidad con una de las pistolas de su padre. Sin motivos reales para ello, sin estar amenazado de ningún modo, mata a dos de sus profesores simplemente porque puede hacerlo. Luego se encierra con otros veinticuatro alumnos en una de las aulas, sin ningún plan sobre que hacer a continuación.

Esto ocurre al poco de empezar la novela, y toda la historia transcurre dentro de ese aula. Gran parte del texto son recuerdos o reflexiones de Charles, o historias contadas por otros personajes, por lo que la trama resulta variada. No se hace aburrida a pesar de lo limitado de los escenarios y situaciones.

Charles adopta inmediatamente el papel de superioridad que tanto odia en los profesores, algunos de sus compañeros, y su padre. Su forma de rebelarse contra lo que no soporta es convertirse en ello. 

El tener un arma de fuego en una situación en el que nadie más la tiene, lo convierte en un dictador. Toda el aula queda instantáneamente a su merced. Solo uno de sus compañeros se atreve a echarle en cara la innecesaria muerte de los profesores, pero Charles se burla de él con la misma crueldad con la que los profesores se burlaban de Charles y otros alumnos.

Y lo que es peor, muchos de los alumnos le ríen la gracia, y se burlan también del único de ellos que ha demostrado valor. Es la típica sumisión al poder que mucha gente padece, el mostrarse obediente o complaciente con el poderoso (el popular de la clase, el político, el famoso, el rico, el triunfador) que impele a ciertas personas a darle la razón al que manda, tanto si creen que la tiene como si no. Una forma de cobardía muy extendida, por desgracia.   

Es más, al no atreverse a oponerse al tipo que les está amenazando a todos, los alumnos liberan su miedo y frustración atacándose unos a otros: surgen los insultos, las puyas, los odios mucho tiempo reprimidos por esa necesidad de convivir lo mejor posible. Y Charles, naturalmente, anima esto, porque la mejor forma de hacer que aquellos a los que estás oprimiendo no se rebelen contra ti, es hacer que se peleen entre ellos. Es algo que se está viendo mucho últimamente, con esa obsesión que parece haber en dividir a la gente en grupos identitarios cada vez más específicos, y enfrentar estos grupos unos con otros, todo eso en el marco de sociedades que ya habían dejado atrás sus diferencias en estos aspectos. 

Charles, por ejemplo, hace que dos de las alumnas que estaban insultándose una a la otra desde sus pupitres salgan al frente de la clase y se peleen a golpes, dando a entender que quizá mate a la que pierda. También incita a todos a que humillen al único que se opone a él, y vemos como los rehenes disfrutan con ese fragmento de control de la situación que el que manda comparte con ellos. 

Charles no llega a matar a ninguno de los alumnos, pero a pesar de haberles hecho maltratarse entre ellos, de haberles hecho presenciar la muerte de dos profesores, y de estar reteniéndolos a punta de pistola, no deja de afirmar que no pretende hacerles daño. Incluso él mismo parece creer sinceramente que no se lo está haciendo, que todos sus actos son de algún modo, justos.

Los alumnos desarrollan rápidamente el Síndrome de Estocolmo, la empatía hacia su captor. Se sienten cada vez mejor con la situación, y empiezan a ver a Charles como una especie de líder revolucionario que les está enseñando la forma correcta de reaccionar ante "el sistema". Porque darle la razón y reírle las gracias al poderoso, el mostrarse sumiso, permisivo, y quitar gravedad a sus delitos, reduce las posibilidades de que el poderoso ejerza ese poder sobre ellos.

Al mismo tiempo, la proximidad de una muerte probable hace que los alumnos se sinceren unos con otros. Empiezan a contar sus traumas, a decirse lo que siempre se han querido decir, y llegan a casi olvidarse que están encerrados con un tipo armado que se considera a si mismo el bueno de la historia.

Finalmente, cuando le llega el inevitable bajón de la adrenalina, Charles los deja libres a todos y trata de hacer que la policía lo mate, para dar un final épico a su historia. Termina en el hospital con varias balas en el cuerpo, pero vivo. Meses después, en su celda, recibe una carta de uno de sus compañeros de clase, en el que le cuenta lo mucho que lo echan de menos, las ganas que tienen de volver a verlo, y que todos le apoyan. Pero justo antes de esta carta, tenemos la oportunidad de leer una nota en la que uno de sus médicos anuncia a otro que el paciente “está catatónico profundo y con signos de deterioro”. Es una forma de decirnos que esa carta y su contenido son solo otra construcción de la fantasía de Charles, que sigue viéndose a si mismo como una especie de héroe o justiciero. Y también hace que nos preguntemos cuanto hay de  realidad y cuanto de fantasía en los traumáticos recuerdos que nos ha estado revelando a lo largo de la historia. 

Siendo honestos, la historia de Charles es solo una más. Hoy en día se da mucha importancia al maltrato escolar o bullying, y se intenta paliarlo. Yo recuerdo estar dándome puñetazos con otro alumno en el patio del colegio y tener a tres metros de distancia a un par de profesoras mirándonos, riéndose y cuchicheando entre ellas, mientras daban vueltas mecánicamente a las cucharillas de sus vasos de café con leche. Y eso era lo normal. Al final, quien no es capaz que lidiar con su adolescencia, tampoco será capaz de lidiar con su adultez. La diferencia, es que los chavales de mi pueblo no podíamos llevar a clase una pistola cargada de un día a otro si se nos cruzaban los cables. 

Personalmente, considero un error que King retirara este libro de circulación. En una sociedad donde, en la etapa más confusa de la vida mucha gente no encuentra apoyo ni en su familia ni en sus compañeros ni aún en sus profesores (y además las armas de fuego son fáciles de conseguir) echarle la culpa a los libros (o las películas, o la música heavy, o los videojuegos) es como cerrar los ojos para fingir que eres ciego.

Puedes ver otro libro de este autor pulsando aquí.

Rabia. 1977. Richard Bachman [Stephen King]. Publicado por Plaza & Janes Editores en 2001.

No hay comentarios:

Publicar un comentario