MENSAJE DEL SUPERVISOR GENERAL: todas las fotos que aparecen con la dirección de este blog sobreimpresionada son de artículos de mi propiedad y han sido realizadas por mí. Todo el texto es propio, aunque puedan haber citas textuales de otros autores y se usen ocasionalmente frases típicas y reconocibles de películas, series o personajes, en cuyo caso siempre aparecerán entrecomilladas y en cursiva. Todos los datos que se facilitan (marcas, fechas, etc) son de dominio público y su veracidad es comprobable. Aún así, al final de la columna de la derecha se ofrece el típico botón de "Denunciar un uso Inadecuado". No creo dar motivos a nadie para pulsarlo, pero ahí esta, simplemente porque tengo la conciencia tranquila a ese respecto... ¡y porque ninguna auténtica base espacial está completa sin su correspondiente botón de autodestrucción!

miércoles, 11 de agosto de 2021

MELANY

JUNTO A LA FOGATA
Presentado por... Mr. Yuk.
¡¿Creíais que os habíais librado de mí?! ¡Wa-ah-ah-ah! 
No tendréis tanta suerte esta vez. Hoy publicamos otro relato de nuestro Supervisor General, el penúltimo que ha escrito. Tiene un grave defecto: no salen ratas. Los relatos con ratas nos han parecido demasiado largos para publicarlos aquí. El más corto tenía más de cuatromil palabras. Este en cambio no llega ni a las mil cuatrocientas palabras... ¡y ya veréis como se os hace largo igualmente, jajaja! Se trata de una pequeña historia a la que hemos titulado...

MELANY

La puerta se deslizó a un lado con su típico siseo hidráulico. El anciano que ocupaba aquel sorprendentemente estrecho laboratorio ni tan solo volvió la vista para ver quien osaba entrar en su reino.

-¿Todavía aquí, Val?

A la mujer no le extrañó que aquel hombre, que le daba la espalda, inclinado sobre un microscopio, la hubiera reconocido sin ni tan solo mirarla.

-Algún día tendrá que explicarme como lo hace, doctor Gibbons.

Ahora sí se incorporó, apartándose de la mesa de trabajo.

-No tiene ningún misterio, Val. Cada persona tiene una diferente cadencia al andar, un olor de perfume o loción habitual… por no hablar que los tacones de los zapatos de mujer, aunque sean bajos, no suenan igual que los zapatos de hombre. Si a eso añadimos el crujido de la ropa, el aura particular de cada uno, la…

-¿El aura?

El anciano se volvió, sonriendo.

-¿Qué haces tan tarde por aquí? Ahora que te has reconciliado con tu marido deberías volver antes a casa y pasar más tiempo juntos.

-¿Cómo sabe que…?

-Llevas ese perfume otra vez. El que él te regalaba por vuestro aniversario. Dejaste de usarlo cuando rompisteis, y lo cambiaste por esa otra cosa que olía a garrafón.

-¡El Pearls of seduction no olía a garrafón!

-Pero tenía un olor más fuerte. Más dulzón. El que llevas ahora es.. es… sereno.

-¿Sereno?

-Un aroma tranquilo. El de una mujer satisfecha con su vida.

Valeria se ajustó las gafas al tiempo que soltaba un largo y sonoro suspiro, pero sonrió al hacerlo.

-Doctor Gibbons…

-Val, por favor, creía que ya habíamos superado la fase de “Doctor Gibbons”

-Lo siento, pero… me resulta difícil referirme a un genio de ochenta años como Tim.

El anciano levantó un dedo, puntualizando.

-Primero, tengo setentainueve. No me sumes años, ya tengo al tiempo trabajando en ese asunto. Y segundo, Tim me llamaba con cinco años, Tim me llamaba con quince, Tim me llamaba con cincuenta, y Tim sigo llamándome ahora.

-Como quiera… ah, como quieras, Tim. En realidad, me marchaba ya. Solo quería saber si lo tenías todo listo para la presentación de mañana. Dicen que puede que venga incluso el presidente.

-¿El presidente de qué?

-Tim…

Un agudo y casi inaudible ¡miiiii! hizo que Valeria bajara la cabeza. A sus pies, un minúsculo gatito negro la miraba intensamente con sus ojos azul oscuro.

-¡Pero…! ¿Y este pequeño ninja? No sabía que tuvieras una mascota.

-Hace casi un mes que lo tengo. Solo es un poco mayor que eso, y hasta ayer, cuando oía abrirse la puerta, se escondía. Ahora le puede la curiosidad. Se llama Melany.

-¿Melany te llamas, cosita?- dijo Valeria agachándose a recogerla. La gatita se puso en guardia, pero se dejó agarrar con docilidad. Era una suave bola de pelo, ligera como el aire.

-¡Miiiii!

-¡Es una preciosidad, Tim! Me cuesta creer que le hayas puesto un nombre normal, en lugar de alguna referencia a una aleación o una formula química.

-Todos los gatos tienen los ojos azul oscuro cuando nacen. Luego a algunos se les clarean, y a otros le cambian de color. Los gatos que son completamente negros, como este, lo son por una deficiencia de melanina, y eso es también lo que hace que casi todos los gatos negros tengan los ojos amarillos cuando crecen.

-Melanina… Melany. Debí suponerlo- contestó Valeria acariciando la gatita una última vez antes de dejarla con cuidado en el suelo. Melany se escabulló

-Sí, debiste suponerlo. Eres lo bastante inteligente y me conoces lo bastante bien para haberlo supuesto. Tienes la cabeza en otro lado. Quizá en casa, donde te espera tu…

-¡Doctor! ¡Ya está bien de eso! He venido a ver si necesitaba algo para la presentación de mañana. El Ministerio de Defensa está impaciente por ver en que se ha gastado sus millones.

El anciano soltó un bufido.

-Ministerio de Defensa… suena más bonito que Ministerio de Ataque, pero significa lo mismo. Y eso de “sus millones” …

-Tim, por favor…

-Está bien, está bien…- levantó una mano, conciliador – Todo está listo, Val. El mono amaestrado dará su función y el público reirá, aplaudirá, y se alegrará de haber pagado el costoso boleto de entrada cuando vean el juguete que van a recibir a la salida.

Valeria no quiso insistir más. Miró a su alrededor para echar un ultimo vistazo a la gatita, pero no la vio por ningún lado. Se dio la vuelta para salir del laboratorio.

-Tim, en serio… este sitio es minúsculo. No se como puedes tener todos tus archivos y tus cosas aquí ¿Trabajas cómodo con tan poco espacio?

El hombre lanzó una ahogada risita.

-Querida, cuando tengas mi edad agradecerás que tu entorno sea lo más pequeño posible, créeme. Cuanto menos tengas que andar para llegar hasta donde quieras ir, mejor. Las casas y despachos pequeños están muy subvalorados.

Valeria sacó su tarjeta de seguridad del bolsillo de la bata. Se disponía a pasarla por el sensor de la puerta, pero se detuvo.

-Tim… sé que no puedes decirlo. Sé que no puedes decírselo a nadie hasta mañana, pero dame una pista. ¿Es… un arma?

-Puede emplearse como una, desde luego.

-No es nada atómico ni vírico…

-No, Dios me libre.

-¿Inteligencia Artificial?

-Reconozcamos que nunca superara a la Inteligencia Natural.

-¿Nanotecnología?

-Sin aplicaciones prácticas reales, de momento.

-¿Una… varita mágica que lanza mini agujeros negros teledirigidos?

-Interesante. Quizá el año que viene…

-Me rindo. Hasta mañana, Tim.

Pasó la tarjeta por el sensor. Durante el segundo que la puerta tardó en abrirse, dedicó otro vistazo al laboratorio, buscando la gatita. La localizó bajo una mesa, mirándola fijamente.

La puerta se cerró tras ella con un siseo. El anciano regresó lentamente a su microscopio. Durante algunos minutos estuvo cambiando las placas y observándolas, hasta que la puerta volvió a abrirse.

Se volvió inmediatamente. Antes de verlo, ya sabía que no conocía al hombre que se iba a encontrar. Llevaba un mono de trabajo como el de los técnicos de mantenimiento del centro, pero no era ninguno de ellos. No se molestó en preguntar cosas como ¿Quién es usted? o ¿Qué hace aquí? La pistola con silenciador que sostenía en una de las manos ya contestaba a eso. La otra mano estaba guardando algo en un bolsillo del mono de trabajo. Tampoco hacía falta preguntar como había logrado abrir la puerta.

-Tiene la tarjeta de la doctora Valterra, claro. ¿Le ha hecho daño?

El intruso se limitó a decir:

-Su trabajo, doctor. Lo de mañana, sea lo que diablos sea. Si puede transportarse, me lo llevaré. Si no, le matare y derretiré todo esto. Tengo un pulverizador de ácido en el bolsillo.

-Cállese, estúpido. Le he preguntado si ha hecho daño a Valeria.

-Y yo le he dicho que…- el intruso se calló de golpe. Había avanzado un paso y alzado el arma para apuntar al anciano directamente a la cara. O lo había intentado. Su movimiento, como sus palabras, se habían congelado a la mitad. El codo del brazo que sostenía la pistola comenzó a doblarse. La muñeca giró, apuntándose a su propia cabeza.

-¡¿Qué… que está haciendo?!

-¿Yo? Nada, Dios me libre.

El tubo del silenciador se apretó contra una sien en la que el sudor había aparecido de pronto. El intruso trató de mover su otra mano para apartar el arma de su cabeza, pero descubrió que tampoco podía controlarla. Oyó un suave “¡miiiii!” cerca de él, y tan pronto como lo escuchó la cabeza comenzó a dolerle como no le había dolido ni en la peor resaca de su vida.

-Debió haberme contestado. Ella entiende todo lo que decimos, y Val le ha caído bien. Ahora la ha hecho enfadar.

Parecía imposible que el dolor de su cabeza pudiera empeorar más, pero lo hizo. Se extendió por la columna quemándole cada nervio. Supo que su dedo índice se iba a doblar sobre el gatillo, y se dio cuenta que no tenia modo de evitarlo.

-¿Quería mi trabajo? Muy bien, ahí lo tiene. Se llama Melany. Pesa doscientos gramos. Llévesela si es capaz.  

Se escuchó un sordo estampido amortiguado por el silenciador, y el intruso se derrumbó manchando de sesos la pared y el suelo. El anciano fue hacia el cuerpo y buscó en su bolsillo. Sacó de este una tarjeta de seguridad en la que se podía leer Valeria A. Valterra escrito en relieve junto al correspondiente código numérico.

-Voy a llamar a Seguridad. Tú busca a Val y comprueba como está.

Mientras el anciano arrastraba los pies hacia el teléfono, la gatita salió de debajo de la mesa. Se quedó mirando fijamente el sensor de la cerradura electrónica de la puerta. Esta se abrió con un siseo, y el animalito trotó por el pasillo.

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