Presentado por...Zag.
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Reto 8: Usando el desapego como pretexto, el reto de hoy es la historia de una separación, pero NO AMOROSA. Dejar atrás algo, dejar ir a alguien a nivel amistoso, familiar, laboral... dejar ir un sitio, una fantasía, una pesadilla... En tiempo presente.
PIEZA DE MUSEO
- ¿Quieres verlo, Ross?
- preguntó el anciano.
Su invitado acusó
un pequeño sobresalto.
- Ah, pero… ¿lo
tienes aquí, Marcus?
Marcus lanzó una
risita que no tardó en convertirse en un patético carraspeo. Un tembloroso dedo
accionó un mando de su silla y esta comenzó a desplazarse, maniobrando para
abandonar el salón.
- Sí, sí, está aquí.
Mi última adquisición- volvió a reír- Ven, te lo enseñaré. Después de todo, tendrás
que acostumbrarte a su presencia, como los demás.
Ross se levantó de
su sillón, apoyándose en un bastón de marfil. Los ancianos abandonaron el
acogedor salón. Tan pronto como salieron al corredor, sintieron la falta del calor
de los leños que crepitaban en la antigua chimenea de piedra. Marcus, dueño de
todo aquello, desplazó con una habilidad fruto de la costumbre la silla de ruedas con motor eléctrico en la que llevaba tres décadas enclaustrado. Su amigo lo siguió, renqueando, apoyado
en su bastón.
Cruzaron un largo
pasillo, tenuemente iluminado por antiguas lámparas de gas. Uno de los criados
de la mansión de camino a alguna de sus tareas se cruzó con ellos, deteniéndose
respetuosamente a un lado del corredor para dejarlos pasar.
La silla de Marcus
llegó hasta unas puertas dobles. Este tocó otro botón de uno de los paneles que
había en los reposabrazos de la silla, y las puertas se abrieron lentamente con
un chasquido.
- Magia…- bromeó
el anciano, riéndose de su propia ocurrencia.
- Sí- suspiró
Ross- La magia de la tecnología.
La sala a la que
daban las puertas era una amplia galería que recordaba a un museo. De hecho, rebosaba
de piezas que muchos de los grandes museos del mundo envidiaban.
- Está al fondo-
dijo Marcus, y hacia allí se dirigió.
Pasaron junto a
varias vitrinas vacías que llamaron la atención de Ross.
- ¿Qué ha pasado
con tu colección de cerámica etrusca?
- Ah… la vendí.
- ¿La… la
vendiste?
- Mi… última
adquisición resultó ser muy cara. Y, además, están todos los gastos adicionales.
Piensa que solo seis personas en todo el mundo, por el momento, tienen algo
parecido. Y mi fortuna está invertida. En empresas, valores, acciones… tenía
que renunciar a algo que me diera mucho dinero, muy rápidamente, y que no
minara mi estabilidad financiera.
- Lo sé, lo sé,
pero… jamás pensé que pudieras desprenderte de eso.
Marcus lanzó otra
de sus secas risas.
- Oh… teniendo en
cuenta de lo que voy a desprenderme dentro de poco, eso no es nada.
Pasaron junto
varias vitrinas vacías más. Ross conocía bien su antiguo contenido, por todas
las tardes que había pasado en esa estancia charlando con su amigo.
- ¡Tu colección de
monedas de la primera dinastía! ¡Las dagas sirias! ¡Por el amor de Dios, Marcus...!
¡Las máscaras Ainu!
- Chatarra… baratijas... caprichos… quizá se puedan recuperar más adelante- se justificó el anciano, pero su voz sonaba amargada.
Llegaron hasta la
sección de estatuas. Varios de los pedestales aparecían vacíos también.
- El Hércules de
Fidias… La Venus de Linae…- gimoteó Ross.
- Viejos amigos
que han de marcharse…- la silla se detuvo al fin- …para dar la bienvenida a uno
nuevo.
Sobre uno de los
pedestales, se erguía una figura apolínea, de estatura cercana a los dos
metros. Representaba a un hombre musculoso, desnudo, excelentemente formado. El estilo era
griego clásico. Su cabeza estaba ligeramente ladeada, y su mirada sin pupilas
se perdía en el infinito. Los bucles de su cabello, tan sólido como el resto
del cuerpo, simulaban rizos en torno a su rostro.
- Parece hecho en mármol
¿verdad? Pero es un polímero ultra flexible, moldeado sobre un esqueleto de
titanio articulado. Puede adoptar cualquier pose, y tanto el color de la piel
como de los cabellos, hasta las facciones del rostro, se podrán alterar al
gusto en cuestión de pocas horas una vez el proceso esté terminado.
- ¿Y cuándo…?
- Dentro de dos días.
- ¿Y por esto has
renunciado a…?
- Por esto, renunciaría
a mucho más. Entiéndelo.
- Intento
entenderlo, amigo… Y dime ¿Qué harás con…? - no fue capaz de terminar la frase.
Marcus puso en
marcha su silla nuevamente, dirigiéndose hacia otra sección de la galería. Por
primera vez, Ross contempló con horror aquella colección de animales disecados
que conocía tan bien.
- ¡No puedes estar
hablando en serio!
- Pues sí. Piensa
que esto es todavía algo muy nuevo. La legislación es aún confusa. Legalmente,
a lo que queda no se lo considera un cadáver, pues no ha habido una muerte como
tal. No podré enterrarlo, y la única opción que se me da, es incinerarlo, como
un residuo biológico.
Se detuvieron
frente a una gran vitrina. Estaba decorada como un escenario. Una réplica de
parte del salón en el que habían estado conversando poco antes, con una
chimenea de imitación, un estante con libros falsos, un suelo alfombrado… y un
espacio vacío justo en el centro.
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