LA DESPENSA
¡Saludos, hambrientos y hambrientas!
Cada vez queda menos para terminar octubre, y la proximidad de fechas de Halloween y El Dia de los Muertos hace que estas dos fiestas se entremezclen, como ocurre en este caso.
Estos vasitos de plástico se venden llenos de chuches para Halloween, pero llevan impresa iconografía propia del Dia de los Muertos mexicano. Incluso su nombre oficial es Vasos Catrinas, para no dejar lugar a dudas.
Los vasos (solo conocemos estos tres modelos) presentan un cráneo decorado como imagen principal, siendo el resto un esquema de flores.
Cada vaso contiene dos chicles mega-acidos, dos tubos de pastillas de pica-pica prensado, dos sobres con tres pastillas tipo Escalofríos (más pica-pica prensado), una piruleta plana, una redonda (tipo Chupachup) y un chupete de caramelo. Son bastantes cosas, pero… pero la mitad inferior del vaso está rellena de espumillón de plástico. Podemos pensar bien y entender que esto se ha hecho para que el contenido del vaso sobresalga y se vea mejor lo que contiene, o pensar mal y entender que se ha hecho para dar la impresión que debajo de todo esto todavía había más cosas. Eso ya queda al carácter de cada uno.
Como de costumbre, salvo alguna chuche que nos veamos en el deber moral de probar para verificar su calidad (¡qué buena excusa!) el resto irá al tributo de los monstruos de este año, mientras que los vasitos irán a nuestra colección.
El fabricante, Miguelañez, es una empresa española, y hoy en día está muy en boga ese concepto tan erróneo de la apropiación cultural. Según este concepto, utilizar ropa, complementos, esquemas de maquillaje, decoración o cualquier cosa propia de otra cultura, es ofender a esa cultura. Esto es un contrasentido tan grande que cae por su propio peso. Atendiendo a eso de la apropiación cultural, nadie nacido en África o América que no sea descendiente de europeos, debería poder vestirse con pantalones, escribir con un bolígrafo, volar en avión, o usar un ordenador, por ejemplo.
Y solo los chinos deberían ir a comer a los restaurantes chinos, y solo los norteamericanos deberían poder comer pizza. Si nos ponemos en ese plan, hasta leer un libro escrito por un autor extranjero se considerará antes o después apropiación cultural. En el fondo, el pretender que únicamente las personas pertenecientes a una determinada cultura puedan disfrutar de los logros de ésta (en un mundo tan interconectado como el nuestro, en el que todos nos influimos unos a otros) no es apropiación cultural, sino segregación cultural.
Para paliar en lo posible toda esta tontería, en El Planeta del Espacio hemos acuñado el término aceptación cultural. Porque cuando a una persona le gusta tanto un elemento (ya sea un tipo de ropa, un peinado tradicional, un plato típico, una festividad, etc.) de una cultura ajena a la suya, no está haciendo más que demostrar su capacidad de aceptar lo bueno que tienen otros países y otras gentes, en lugar de encerrarse a cal y canto en su entorno más inmediato.
Por nuestra parte, seguiremos ejerciendo la aceptación cultural en lugar de la segregación cultural y acumulando cosas relacionadas con las catrinas, porque sinceramente encontramos su iconografía bellísima y divertida.
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