EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ! RETOS LITERARIOS 2022
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, ávidos lectores.
Para el punto “una novela gráfica de un autor sudamericano” de nuestro Reto Literario 2022 vamos a comentar El Eternauta, de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López. Se trata de una historia de ciencia ficción bélica ambientada en Buenos Aires. En España lo vimos por entregas en el comic Dossier Negro, entre sus números 151 y 182. Imagino que se habrá vendido también como tomo recopilatorio, pero nosotros lo tenemos en este otro formato. En la versión española, muy poco cuidada, se cambiaron los nombres de algunos personajes y monstruos. Yo emplearé sus nombres originales porque me parecen más adecuados, pero dejo al lado entre paréntesis la denominación que recibieron en España.
Todo comienza con el guionista de comics Héctor Germán sentado tranquilamente en su estudio. Una silla vacía de la habitación cruje de pronto como si alguien se acabara de sentar en ella. La silueta de un hombre toma forma lentamente y se va solidificando hasta convertirse en un desconocido con el que entabla una extraña conversación. El hombre afirma llamarse Juan Salvo (Juan Gálvez), y parece incluso algo extrañado de encontrarse en la Tierra, y en una época que es capaz de reconocer.
Juan explica a Héctor que muchos siglos atrás, él se encontraba jugando una partida de cartas con unos amigos, en la buhardilla de su casa. Uno de esos amigos es Favalli (Ferri) que salvo excepciones ocasionales le acompañará a lo largo de toda su aventura. La radio, que tenían puesta por costumbre, sin prestarle realmente mucha atención, anuncia la presencia de una nube radiactiva que se está desplazando hacia Buenos Aires, presumiblemente como resultado de unas pruebas atómicas norteamericanas.
Poco después la electricidad se corta repentinamente y comienzan a caer unos copos de nieve brillantes que matan al instante a todo ser vivo que entra en contacto con ellos, sea animal o planta. Atrapados en la casa, vivos solo porque de pura casualidad en ese momento tenían todas las ventanas cerradas, Juan, su mujer Elena, su hija Martita, y sus amigos, observan como la nieve cubre las calles, en las que ya se ven tirados varios cuerpos.
Sin electricidad ni comunicaciones, pues todo esto se ha cortado junto con la aparición de la nieve, no tienen más remedio que buscar la forma de adaptarse a la nueva situación, sin saber su magnitud ni posible duración. Improvisan un traje aislante a partir de un neopreno de buceador para estar a salvo de la nieve, y Juan sale a investigar en busca de otros supervivientes, armas, y suministros. Pero han bastado unas horas de falta de autoridad centralizada para que los supervivientes se vuelvan bestias dispuestas a matar por un refugio o una bolsa de comida. El propio grupo de Juan se ve obligado a saquear comercios para sobrevivir. Al principio se muestran reticentes a disparar contra otros supervivientes, pero terminan haciéndolo cuando estos les ponen en peligro.
Pronto descubren que la nieve no es un desastre natural, ni está relacionado con la noticia que dio la radio antes de enmudecer por falta de corriente. La nieve letal solo es la primera fase de una invasión alienígena bien planeada. Un grupo de soldados con trajes aislantes recorren las calles informando a los supervivientes de la situación y reclutándolos, lo quieran o no, para formar una apresurada defensa. A la mujer e hija de Juan se les permite quedarse en casa, pero todos los hombres, incluido un chico de doce años que habían rescatado de una tienda cercana, pasan a formar parte de esta resistencia. A Juan, que tiene un mínimo entrenamiento militar (lo suficiente para saber manejar un arma de fuego con soltura) se le pone al mando de un grupo de milicianos del cual también forma parte Favalli.
Los invasores cuentan con unos proyectores de rayos contra los cuales los soldados poco pueden hacer, y cuando al fin un grupo de ellos logra acercarse lo suficiente a los alienígenas para tenerlos a tiro, descubren que no son en absoluto lo que esperaban. Las criaturas que manejan los complejos cañones de rayos son seres con aspecto de escarabajo que accionan mecánicamente las palancas e interruptores de las armas, y luego avanzan en masa devorando lo que encuentran. Parecen más animales amaestrados que seres inteligentes, y de eso se trata en realidad. Las criaturas, a las que los humanos bautizan como cascarudos (pulgas monstruosas o simplemente monstruos en la versión española) debido a sus durísimos caparazones, resultan ser insectos a los que se ha adosado un mecanismo que los controla. Este mecanismo permite a los verdaderos invasores dirigir a los cascarudos para que vayan de un lugar a otro y ataquen en oleadas, o hacerles manipular los controles de los cañones laser tocando una secuencia de palancas y botones concreta sin saber lo que están haciendo.
Poco a poco, los bonaerenses se van organizando y aprendiendo a combatir a sus enemigos. El grupo de supervivientes está cada vez mejor armado y preparado a pesar de las bajas que sufren con cada enfrentamiento. Pero cada vez que parece que empiezan a darle la vuelta a la situación, surge una nueva amenaza. A los cascarudos y sus cañones de rayos se suman vehículos voladores armados con versiones más potentes del rayo, y otros que provocan alucinaciones masivas. También hacen su aparición los hombres-robot, humanos capturados que son controlados mentalmente y obligados a luchar contra el resto.
Tras varias escaramuzas, Juan y uno de los guerrilleros llegan a capturar a un mano (kol), humanoides dotados de una elevada inteligencia y manos de catorce dedos, que parecen ser los que dirigen la invasión.
El mano muere poco después de ser capturado, pero antes les revela que los mano, al igual que los cascarudos y los hombres-robot, son simplemente otros esclavos de la misteriosa fuerza invasora a la que se refiere como ellos. A los mano se les implanta una glándula que bajo ciertas circunstancias llena su organismo de veneno, para evitar de este modo que se rebelen contra ellos. El mano parece incluso alegrarse de haber fracasado en su misión de servir a ellos, ya que eso significa que va a morir, y que puede volver a pensar y hablar libremente.
A medida que la guerra progresa Juan Salvo y Favalli van acumulando experiencia y conocimientos sobre sus enemigos, pero también el invasor lo hace. Los hombres-robot, que al principio solo eran rígidos autómatas que se movían mecánicamente disparando sus armas, pasan a hablar y comportarse como humanos normales y son empleados como señuelos para guiar a los supervivientes hasta trampas. También hacen su aparición los gurbos, gigantescas criaturas de piel blindada que son inmunes incluso a los disparos de tanques y a la artillería, y que se dedican a demoler sistemáticamente los edificios de la ciudad por el simple procedimiento de embestirlos.
Solo han transcurridos algunos días desde el inicio de la invasión, pero la ciudad ya está prácticamente reducida a ruinas. Los gobiernos de otros países, al comprender que Buenos Aires es la cabeza de puente de una invasión mundial lanzan contra ella misiles atómicos en un intento de destruir lo que ellos suponen es el cuartel general alienígena. Ninguno de los misiles atómicos estalla porque su carga explosiva es neutralizada en pleno vuelo por una máquina instalada en el centro de mando de los mano. A pesar que saben que hacerlo supondrá el fin de su ciudad, Juan, Favalli y uno de los soldados se infiltran en el puesto de mando para destruir desde dentro la máquina que neutraliza los misiles, y luego huyen rápidamente del lugar.
Finalmente uno de los misiles hace blanco, convirtiendo el centro de Buenos Aires en un hongo atómico que desorganiza y dispersa tanto a los invasores como a los guerrilleros humanos. Los mano mueren, envenenados por sus glándulas de control, mientras que los hombres-robot deambulan al azar, inofensivos, a la espera de recibir órdenes que ya nadie les da. Los cascarudos y gurbos, libres también del control de ellos, retoman su comportamiento natural, volviéndose menos peligrosos como conjunto, pero mas impredecibles individualmente. Y entonces, como si ellos quisieran volver a empezar la invasión desde cero, cae una segunda nevada letal, de mayor intensidad que la anterior, matando a todo aquel que no estuviera a cubierto, ya sea humano, mano, hombre-robot o gurbo. Un borrón y cuenta nueva en el que ellos demuestran un desprecio absoluto no solo por las vidas de sus adversarios, sino por la de sus propios servidores.
Entre la nevada y la radiación lo poco que queda de Buenos Aires se vuelve inhabitable, y en la radio anuncian la formación de centros de refugiados en las montañas, en zonas que están a salvo de la nieve artificial. Se anima a los supervivientes a reagruparse en ellos, y Juan, Elena, Martita y unos pocos amigos, logran llegar a una de las zonas seguras… solo para descubrir que no lo es en absoluto. El mensaje de radio fue retransmitido por los invasores, probablemente usando para ello a hombres-robot, por sus voces humanas. El objetivo de la transmisión es reunir a los humanos que queden en los alrededores de la ciudad en puntos concretos donde puedan ser capturados fácilmente, para formar con ellos un nuevo ejército de hombres-robot.
Los amigos de Juan son capturados y convertidos, y huyendo a la desesperada, rodeado de enemigos por todas partes, se esconde junto con su mujer e hija en una nave de los invasores aparentemente desprotegida. En un intento de hacerla funcionar, a falta de una salida mejor, Juan pulsa botones del panel de mandos al azar, tratando de comprender lo que hace cada uno. Lo único que consigue es activar un sistema de desplazamiento dimensional que traslada a cada uno de ellos a un diferente momento y lugar aleatorio del infinito. El propio Juan termina apareciendo en un planeta en el que un mano libre le informa de lo ocurrido. Elena y Martita han sido proyectadas al presente, pasado o futuro de alguna de las infinitas dimensiones paralelas, y puesto que manipuló los mandos al azar, es imposible saber donde están. Es este mano el que bautiza a Juan como El Eternauta o El Vagabundo del Infinito, pues sabe (quizá porque para él esa no es la primera vez que tal encuentro tiene lugar) que Juan va a dedicar toda su existencia a buscarlas, aunque ello implique viajar eternamente al azar por un numero infinito de dimensiones.
En la edición española, en una de las mayores muestras de falta de respeto hacia los autores y también hacia los lectores que se pueden hacer al adaptar un comic, se fueron saltando viñetas a lo largo de la historia, imagino que para acomodar mejor los capítulos al numero de páginas que tuvieran disponibles. Varias viñetas de la conversación final entre el mano y Juan se eliminaran también. Son las que aparecen bajo estas líneas, extraídas de un PDF hecho a partir de la historia original, y las añado porque me parecen especialmente interesantes.
Juan queda así desvinculado de la historia de la invasión de ellos a la Tierra, y no sabemos como termina esta. Cuando Héctor le pide que concrete en que fecha tuvo lugar esa supuesta guerra, este le dice que fue en 1963, y Héctor replica entonces que se encuentran en 1959 (que es, efectivamente, el año en que se terminó de publicar este comic). Al oír esto, Juan sale corriendo a la calle y se da cuenta que reconoce el lugar. Es una calle de Buenos Aires, muy cercana a la suya. Corre hasta su casa, seguido de cerca por el cada vez más desconcertado Héctor. Cuando Juan está ya a pocos pasos de su casa se calma de pronto y algo cambia en él, como si se hubiera integrado a esa línea temporal. Ni tan solo reconoce a Héctor cuando lo ve, y reacciona ante la presencia de su mujer y su hija con lógica alegría, pero no como un hombre desesperado que lleva siglos buscándolas.
¿Cómo debemos interpretar esto? Es posible que ambas murieran en algún lejano confín del tiempo y del espacio y que, por tanto, la única forma real que tuviera de reencontrarse con ellas fuera regresando a su propio pasado y “fundiéndose” con el Juan Salvo de esa época. Una búsqueda de siglos que le deja con un margen de cuatro años de tiempo para disfrutar de su victoria, antes que la invasión (cuyo recuerdo se ha borrado de su mente) se produzca. Héctor, conmocionado por la sola posibilidad de que todo lo que Juan ha contado pueda ser real, vuelve a su casa lentamente, preguntándose que debe hacer.
Puesto que el comic se publicó, debemos suponer (siguiéndole el juego al autor) que Héctor sabe que si lo cuenta a las autoridades se reirán de él, o lo tomaran por loco, así que lo cuenta a su modo, en forma de un comic. Un comic llamado El Eternauta, sobre una invasión alienígena a Buenos Aires. Algo que la gente leerá por mera diversión. De este modo, si pasados cuatro años lo que le contó Juan no ocurre, ahí quedará todo. Pero si resulta ser real, al menos los que leyeron el comic ya estarán sobre aviso a cerca de la nevada letal, los hombres-robot, los mano, y todo lo que él mismo ha llegado a saber sobre la invasión.
Hasta aquí es lo que nos cuenta el comic, que me parece de por sí una historia magnifica a pesar que no suelen gustarme los finales cíclicos donde "todo vuelve a empezar". Un final cíclico me parece equivalente a un "todo era un sueño"; son dos malos recurso para cuando no sabes como terminar una historia. En este caso el final cíclico sí se puede justificar como adecuado ya que, honestamente, teniendo que buscar una por una en todas las épocas de infinitas realidades, volver a su propio pasado es probablemente la única forma que tenía Juan de reencontrarse con su familia.
Ahora bien, lo verdaderamente valioso de la obra, es lo mucho que incita a la reflexión. El dibujo puede resultar menos dinámico de lo que los comics americanos y el manga nos tienen acostumbrados, pero las conversaciones que los personajes mantienen entre ellos, así como los cuadros de texto que nos trasmiten sus sentimientos y pensamientos, son insuperables. Toda la obra desprende una enorme añoranza por lo cotidiano. Un amor por las cosas sencillas y hasta vulgares que solo pueden sentir con verdadera intensidad aquellos cuya monotonía ha sido interrumpida por una guerra, un desastre natural, o una gran pérdida personal que ha puesto toda su realidad patas arriba.
Una de las mejores escenas que hay a este respecto es durante la lenta agonía del mano que han capturado, que se muestra feliz de morir entre un montón de cacharros (en particular, de una cafetera) que para él son una hermosa muestra de inteligencia y civilización.
Otra cosa que también contribuyó a la gran acogida popular que tuvo El Eternauta fue que la acción tuviera lugar en calles y lugares públicos bien conocidos como el estadio de futbol de la ciudad, que los personajes fueran gente normal sin poderes ni habilidades extraordinarias, y la forma en la que una amenaza concreta les une.
En la primera etapa de la invasión, durante la nevada letal, los supervivientes reaccionan como salvajes matándose unos a otros por los recursos que puedan acaparar. Pero cuando los cascarudos, las primeras tropas que los alienígenas envían a la ciudad hacen acto de presencia, el miedo y la inseguridad que les atenazaba a todos adquiere de pronto rostro y nombre. Se convierte en algo tangible a lo que es posible odiar y combatir, y esto hace que los mismos supervivientes que horas antes se rapiñaban unos a otros se unan como una sola fuerza, puesto que ya tienen algo concreto a lo que culpar de su situación. Y de estos enemigos, en realidad, en ningún momento llegamos a conocer a los que dirigen la invasión, puesto que todos aquellos a los que los humanos se enfrentan no son más que insectos, animales o seres civilizados de otros planetas, esclavizados por los misteriosos ellos, que permanecen a salvo en todo momento.
Esta historia tuvo un éxito enorme a lo largo de los dos años que se estuvo publicando como complemento dominical, y ha dado pie a muchas continuaciones, versiones y reinicios, nada de lo cual ha tenido ni de lejos el éxito del original. Se han hecho también muchos estudios sobre las posibles interpretaciones de El Eternauta, una de las cuales alude al poder del pueblo unido contra un enemigo al que al fin es capaz de identificar. Aunque el protagonista es Juan, lo es solo por ser el que narra la historia, ya que no destaca en nada sobre los otros personajes. La acción le sigue a él, pero él siempre forma parte de un grupo que es el que logra los objetivos, con mayor o menor intervención por su parte. Esto resulta especialmente interesante de leer hoy en día, que tanto empeño parece haber en dividir a la gente en grupos identitarios, cuanto más pequeños, fragmentados y enfrentados entre ellos mejor, en lugar de hacer todo lo posible para que la gente esté unida en una verdadera convivencia. Entrar en este tema requeriría otro post y se saldría bastante de la intención principal del blog, por lo que lo dejaremos aquí.
Para el próximo punto de nuestro reto continuamos con el tema bélico con Los Panzers de la muerte, de Sven Hassel.
El Eternauta, 1959. Héctor Germán Oesterheld (guion) Francisco Solano López (dibujo) Dossier Negro nº 151 al 182.
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