EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ! ¡ALERTA DE EXXXTREMERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, fieros filibusteros.
¿Que toca hoy? ¿Piratas? ¿Comics? ¡Comics de piratas, claro que sí! Ya hace demasiado tiempo que no repasamos ningún buen comic ni nada sobre los clásicos piratas caribeños, y para enmendar ambas cosas, vamos a recordar esta colección. Es de hace más de veinte años, pero no importa porque los piratas nunca pasarán de moda. No del todo, almenos.
La colección (con guiones de Enrique Sánchez Abulí) se compuso de una serie de historias breves autoconclusivas recopiladas en (que yo sepa) dos únicos volúmenes. Hay una cierta confusión respecto a ellos. En los propios comics, el título original aparece como Capitaine LaGuibote, y la editorial original como Editions Albin Michel / Sefam, mientras que la impresión y edición física la llevó a cabo una empresa americana, y en algunas páginas especializadas en comics aparece clasificado como un comic de origen español. Pero bueno, ya sabemos que las tripulaciones piratas solían ser bastante heterogéneas.
El primer volumen está fechado como publicado en el año 2000, aunque alguna viñeta aparece firmada como Abulí+Rossi 98. Suponemos que las historias cortas aparecieron primero en alguna revista de comics, y el 2000 es la fecha de publicación del tomo recopilatorio.
El capitán Patapalo y su tripulación de cortagaznates son la tripulación pirata más abyecta, sanguinaria e irreverente del Caribe. Excepto el propio Patapalo y el grumete Blondin (rubito o rubiales) que es el narrador y verdadero protagonista, el resto de ellos son feos, sucios, y unos borrachuzos salvajes, asquerosos y analfabetos. No son como los piratas heroicos de las novelas y las películas clásicas, que surcan los mares en busca de una justa venganza o por el simple amor a la aventura. Son de los que matan para robar con el fin de gastárselo todo en ron y prostitutas, siendo esa su única ambición en la vida. Este es el tipo de comic que le da una patada en el trasero a la corrección política y la envía de vuelta a la letrina de la que nunca debió salir.
Las historias que aparecen en este primer tomo son las siguientes:
El oro y el moro: Patapalo y sus piratas llevan dos semanas en mar abierto, en la ruta de un barco español al que pretenden abordar. Uno de ellos ve una botella a flote, y lanzan al mar a Bavard para que la traiga. Bavard es mudo, y al no poder quejarse es el “voluntario” habitual para este tipo de labores.
La botella contiene una carta de amor, enviada por un náufrago, con la esperanza de que de algún modo pueda llegar hasta su amada. La carta es tan explícita que la imaginación de los piratas se dispara, y de pronto ya no les interesa el oro y tienen prisa por volver a puerto en busca de mujeres. Patapalo logra mantenerlos a raya hasta que aparece el barco que pretendían abordar, pero al mismo tiempo aparece un barco musulmán. Todavía con la cabeza llena de fantasías, los piratas atacan al barco musulmán en lugar de al español dando por supuesto que llevará un harén completo de hermosas moras.
Tras el abordaje descubren que no hay ni una sola mujer a bordo. Lo que el barco sí lleva es un vestuario completo de gasas y velos. A modo de consolación, los piratas ponen a un superviviente del barco musulmán a bailar cubierto de sedas y encajes, para mantener la imaginación activa mientras vuelven a puerto.
La isla del tesoro: Cháchara es un capitán pirata que debe su mote a que no cesa de hablar sin parar, y además sin llegar a decir nada relevante. Ha perdido una enorme cantidad de oro en una partida de dados contra Patapalo, y para saldar su deuda, ha guiado a este a una pequeña isla donde dice tener un tesoro enterrado. El problema es que además de ser un charlatán, Cháchara tiene una pésima memoria, y no recuerda donde lo enterró.
Le da a Patapalo una indicación errónea tras otra, y los piratas llenan de agujeros la islita hasta que esta parece un queso de gruyere, sin encontrar el tesoro. Patapalo se harta y se dispone a matar a Cháchara, que tras unas interminables últimas palabras le pide ser enterrado a la sombra de una palmera. Patapalo le mete un plomo en el pecho y ordena a sus hombres cavar una fosa junto a una palmera para enterrarle. Estos se quejan, porque ya han cavado un montón de agujeros buscando el cofre de Cháchara y alegan que pueden darle tierra en cualquiera de ellos, pero Patapalo ha prometido cumplir la última voluntad del finado.
A regañadientes, los piratas cavan una fosa para enterrar a Cháchara junto a una palmera… y encuentran por pura casualidad el esquivo cofre. A la vista del oro se olvidan de la promesa hecha a Cháchara, y Bondin lo entierra a toda prisa, dejando el trabajo a medias para no quedar abandonado en la isla cuando los demás se marchan en el bote.
El canje: esta es la historia más divertida de todas para mi gusto. También la más bestia. Son cosas que suelen ir juntas, después de todo. Patapalo y un capitán español acuerdan encontrarse en una isla para intercambiar prisioneros que tienen del otro bando. Cada uno ha de llevar once prisioneros, pero el español se presenta solo con diez, explicando que uno murió por el camino. A Patapalo esta explicación no le vale, y para igualar las cuentas, mata a uno de los prisioneros españoles.
El capitán español no puede consentir que se mate a uno de sus hombres en su presencia sin vengarlo, por lo que mata a su vez a uno de los prisioneros que trae con él. Como las cifras vuelven a estar desparejadas. Patapalo ejecuta a otro de los prisioneros españoles, y así siguen uno y otro hasta acabar con todos, y quedarse sin prisioneros que canjear.
El amor y la mar: Patapalo ve a Blondin pensativo y taciturno, y el grumete le revela no haber conocido nunca a sus padres. Esto impulsa a Patapalo a contarle una historia ocurrida muchos años atrás.
Una joven y bella dama inglesa que viajaba en un barco cayó en manos de una tripulación pirata. Su feroz capitán, El Pocho, dio a la dama la opción entre salvar su honor saltando al mar o salvar su vida saltando a los brazos de su tripulación. La joven no se lo pensó mucho y se quedó a bordo del barco, convirtiéndose en la amante de todos los piratas, que establecieron un orden de turnos para acostarse con ella.
Nueve meses después la joven tuvo un hijo. No había forma de saber quién era el padre, pero todos los piratas vieron o quisieron ver algo de sí mismos en el bebé, y hasta el último de ellos se autoproclamó como el padre de la criatura. Esto desató una pelea entre los feroces piratas, que empezaron a endosarse cuchillazos y hachazos unos a otros hasta que el barco quedó casi despoblado.
Para terminar con el asunto, El Pocho desembarcó a la inglesa con su bebé en el puerto más cercano.
Durante toda la historia, Blondin ha creído que el bebé era él, y que por tanto es hijo de una dama inglesa y un capitán pirata, pero al final Patapalo le revela que esa es su propia historia.
La reyerta: Patapalo y Petit (uno de sus piratas, que es enano) están hinchándose a ron en una de las muchas tabernas de Tortuga, y Blondin está con ellos. El grumete trata de empaparse del ambiente para llegar a ser un feroz pirata, pero claramente es algo muy ajeno a su tierna forma de ser. Dos piratas de otra tripulación se enzarzan en una pelea con Patapalo y Petit, y a Blondin, que quería participar en la pelea, lo echan de la taberna para que no moleste.
Blondin vaga por la playa y se pone a jugar con un grupo de niños y jóvenes, algo con lo que se siente mucho más en su terreno. Durante el juego, tres hombres lo capturan, desnudan y tratan de violarlo. Blondin logra escaparse de ellos y corre en busca de ayuda a la taberna, temiendo que quizá Patapalo y Petit habrán muerto luchando contra los otros dos piratas… pero se encuentra a los cuatro cantando a coro en medio de una inmensa borrachera.
La isla de la tortuga: ¡Patapalo se enfrenta a un motín! Junto a Blondin y sus piratas leales, es arrojado por la borda mientras los amotinados se llevan su barco. El grupo logra llegar a nado a una diminuta isla de arena en la que se alza una solitaria palmera como todo signo de vida. Pasados unos días se han comido la palmera entera, empezando por las hojas y terminando por las raíces enterradas, y siguiendo la llamada Ley del Mar (en altamar, todo lo que es necesario, es legal) llega el momento de comerse a uno de ellos para dar otros dos o tres días de plazo al resto.
Esto nos sirve para consolidar más a los personajes, porque en la tripulación de Patapalo hay piratas que son fijos y aparecen de forma habitual y otros que son solo relleno de fondo y cambian a cada historia. Así, vemos que los más leales, los que podemos considerar protagonistas secundarios, son cinco. Está Buda, un cocinero chino al que proponen matar en primer lugar porque, al ser pagano, no es pecado comérselo. Está también Petit (pequeño) el enano, que es el más fiero y duro de todos después del propio Patapalo, y aún más malhablado. Jocko es el típico pirata brutal, recio y chaparro con un garfio en lugar de mano. Joao es un anciano huesudo que lleva toda su vida siendo pirata, puesto que en esa época la edad de jubilación coincidía con la de defunción. Y por último, está Bavard, el mudo, que como no puede hablar su opinión no suele ser tenida en cuenta.
Patapalo decide a suertes quien será el afortunado (haciendo trampas para no serlo él) y le toca a Petit, pero cuando van a matarlo y comérselo aparece en la isla una gran tortuga marina. Antes de darse cuenta de lo que está ocurriendo, la tortuga ya ha sido degollada y devorada cruda a excepción del duro caparazón. Y esto da a una idea a Patapalo. Empleando el caparazón como balsa y la propia pata de madera del capitán como remo, Petit, que es del tamaño de un niño, se hace a la mar en busca de ayuda… y suponemos que la encuentra, porque esta es la última historia del tomo, y en el siguiente volvemos a tener a todos los piratas haciendo de las suyas otra vez a bordo de un barco.
Les dejaremos en la isla unos pocos días antes de comentar el segundo volumen, que es aún más bestia que el primero.
Capitaine LaGuibote. 2000. Enrique Sánchez Abulí (guion) Christian Rossi (dibujo). Publicado en 2000 por Norma Editorial.
Me gustó muchísimo este cómic. Como bien describes, es muy bruto y por ello muy realista; creo que es lo más parecido a lo que fueron los piratas de verdad, tan distintos de romántica imagen que Errol Flynn popularizó en su día, y que Disney acabó de consolidar. Me encantaba lo colorido y variado del lenguaje de los piratas y su actitud resolutiva ante las diferencias de criterio.
ResponderEliminarMis partes favoritas, de lo que recuerdo, eran de "El amor y la mar", cuando los piratas, en un acto de inusual justicia, hacen elegir entre uno y otra a las dos mujeres a las que cogen prisioneras... y rugen de alegría cuando la que decide arrojarse ella misma por la borda es la fea y no la guapa; y de "Patapalo", cuando, en otro acto de justicia antes de aplicar la ley del mar, dejan que cada uno argumente por qué no debería ser comido.
Lo único que no me parece creíble de las historias es que al joven y atractivo Blondin no le haya pasado ya en el barco lo que está a punto de pasarle en "La Reyerta"; supongo que siempre encuentran a tiempo algún barco con mujeres a bordo que lo libra de esa suerte.
Ignoraba que hubiese un segundo tomo, ¡y por la **** de oros que deseo leerlo!
Pues en un par de días comentaré el segundo volumen😁para que no te prives de conocer el resto de las "aventuras" de la tripulación de Patapalo.
Eliminar