EL ORÁCULO DE LAS VISIONES ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
¡Hola, amigos cinéfagos!
This is not a Test es otra de las películas de monstruos atómicos que se hicieron tan populares en los 60 y 70. Al igual que la que comentamos ayer, la de La bestia de Yucca Flats, en este caso el monstruo no es un insecto o reptil agigantado por la radiación, que era lo más común en estas películas. Lo que hace interesante a Esto no es un simulacro, es precisamente que la explosión atómica crea al monstruo antes de producirse, y no después. Veamos como ocurre esto.
Una noche cualquiera, en una carretera cualquiera, un policía cualquiera recibe la orden de bloquear el paso. No se le dan más explicaciones, pero cumple con su obligación. Cruza su coche patrulla en la carretera, coloca bengalas de señalización, y detiene el paso de todos los vehículos que circulan, ya sea en un sentido u en otro.
En poco tiempo se juntan en ese punto varias personas. Una pareja de camino al aeropuerto, un matrimonio algo quemado por la vida, un abuelo con su nieta, un camionero que ha recogido a un autoestopista… todos están cansados, tienen un sitio al que ir y un horario que cumplir, pero aceptan la autoridad del policía y detienen sus coches. Este recibe otro comunicado por la radio de su vehículo, que todos los civiles reunidos en torno a él, pueden escuchar:
-“A todas las unidades, a todas las unidades. Situación 13-10. Operación Entusiasta. Alerta amarilla. Esto no es un simulacro”.
El policía les informa entonces que es el código clave para un ataque ruso con misiles nucleares, y que hay un protocolo a seguir para esas situaciones. Lo primero que hace es empuñar una escopeta y ordenarles a todos que les entreguen las llaves de sus coches. La población no debe circular por las carreteras para despejar el paso en lo posible a los equipos de emergencia. Justo acaban de entregárselas cuando la radio del coche patrulla recibe otro comunicado:
-“A todas las unidades, a todas las unidades. Situación 13-10. Operación Dispersión. Código rojo. Esto no es un simulacro”.
Tras valorar la posición en la que se encuentran (a tantos kilómetros de la ciudad más cercana, a tantos de una base aérea, a tantos de una refinería…) el policía determina que lo mejor es buscar refugio allí mismo, ya que no tendrán tiempo de llegar a ningún lugar seguro antes de que caigan las bombas. Puesto que uno de los vehículos detenidos es un camión de transporte, ordena a todos que lo vacíen para usarlo como refugio contra la radiación durante las próximas dos semanas. Entre las mercancías del vehículo hay alimentos, pero sobre todo bebida y mercancías de lujo.
Algunos empiezan a beber mientras descargan el camión, y las mujeres aprovechan para quedarse con cosas como abrigos de piel y joyas. Rápidamente, los miedos y miserias de cada uno van saliendo a la luz, pero también sus cualidades. Son un grupo de desconocidos enfrentados a lo impensable: la devastación atómica inminente. Y ante esa situación, el policía, hasta entonces devoto servidor de la ley, pasa a convertirse en el único dotado de autoridad y armas de fuego, y eso le convierte rápidamente en un tirano. Sus razonadas instrucciones no tardan en convertirse en ordenes incuestionables dadas a gritos. La bomba atómica aún no ha caído, pero su “radiación” ya ha creado a un monstruo.
Cuando llega el momento de encerrarse en el camión junto con las cajas de bebida y comida, es cuando realmente se dan cuenta que van a pasarse las siguientes dos semanas mirándose las caras unos a otros y haciendo sus necesidades delante de todos. Mientras descargaban el camión estaban ocupados en algo, pero ahora todo molesta. Quien dice qué, quien mira a quien, las conversaciones, los silencios... Uno prefiere suicidarse antes que entrar. Otros que se habían alejado del camión deciden probar suerte en las montañas, lo más alto que puedan subir. Y el resto queda en el camión, a merced del policía y su creciente paranoia.
Y llega el momento en que las bombas caen… y arrasan con el camión y todo su contenido como si fuera la casita de papel de Los tres cerditos, evidenciando lo inútil de las medidas y precauciones tomadas ante un poder de tal magnitud como el atómico.
Me encantan esas viejas películas en las que una explosión atómica descongela un dinosaurio, o agiganta una mantis, pero definitivamente esta de hoy es mucho mejor. Quizá no para verla tantas veces como las otras, pero sí para verla con más atención.
Los productores, sin embargo, no quedaron contentos con el resultado. Quizá la encontraron demasiado derrotista, demasiado depresiva... o puede que demasiado realista. El caso es que decidieron no emitirla en salas de cine, con lo que solo pudo verse en algunas televisiones locales y en unos pocos autocines, en esos pases de madrugada a los que no asistía casi nadie.
This is not a Test. 1962. Fredric Gaddet, Peter Abenheim, Betty Lasky (guion) Fredric Gaddet (director) Seamon Glass, Thayer Roberts, Norman Winston (actores principales) Mary Morlas, Carol Kent (actrices principales). Editado en DVD en 2010 por Matinee.
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