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martes, 29 de noviembre de 2022

CANCIÓN DE NAVIDAD

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                  ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              RETOS LITERARIOS 2022

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, ávidos lectores.

Aprovechamos que el siguiente punto de nuestro Reto Literario 2022 es una relectura para reseñar Canción (o cuento) de Navidad, de Charles Dickens, que además encaja bien con estas fechas. 

Nos encontramos en Londres, en la nevada nochebuena de 1843. Ebenezer Scrooge, un anciano y avaro prestamista, es el único dueño de la firma Scrooge & Marley desde la muerte de su socio, siete años atrás. Scrooge es rico, pero no disfruta de su dinero. Es una de esas personas que confunde el ser avaro con ser ahorrador o moderado. No tiene más afición que trabajar de forma obsesiva y reducir sus gastos al mínimo, para maximizar sus beneficios. Enfoca todas sus energías en ganar dinero, pero no tiene aficiones a las que dedicarlo, causas a las que contribuir, personas a las que mantener o proyectos en que gastarlo. 

La suya es una vida vacía, en una casa sin la más mínima comodidad, sin ningún pequeño lujo o capricho que le proporcione una alegría. Vive casi a oscuras y pasando frio por no gastar dinero en aceite o carbón para iluminar y calentar su casa y oficina. “A Scrooge le gustaba la oscuridad, porque la oscuridad es barata”

Naturalmente, aborrece la Navidad, porque la considera una época de banquetes injustificados, de alegrías forzadas, de reuniones familiares innecesarias, y de gastos extra en forma de regalos. Desprecia las energías que la gente dedica a la celebración de la Navidad porque suponen una inversión de tiempo y dinero que no repercute en un posterior beneficio que pueda hacer constar en sus libros de cuentas. 

A Scrooge lo visitan durante el día su sobrino Fred y un par de hombres que están recaudando fondos para los pobres. Fred no es ni de lejos tan rico como su tío, pero disfruta mucho más de la vida, manteniendo el contacto con sus amigos y familiares, gastando (pero sin derrochar) en pequeños lujos y comodidades, como cenas más abundantes de lo necesario y regalos o caprichos más emotivos que útiles. Fred felicita a su tío la Navidad y le invita a pasarla con su familia, cosa a la que este se niega. Lo hace aun no teniendo otros planes ni tampoco motivos para rehuirlo, más allá de no darle la razón a los que no sienten las cosas como él.

Los hombres que llegan buscando algo de caridad son despachados con aún peores maneras que el sobrino. Naturalmente que cada uno es muy dueño de hacer con su tiempo y dinero lo que le venga en gana, pero hay muchas formas de decir las cosas, y una hostilidad y falta de educación innecesarias solo son a fin de cuentas síntomas claros de inseguridad.

Y si las visitas que ha recibido Scrooge durante el día le han resultado pesadas, las que le esperan durante la noche van a ser todavía peores. Nada menos que cuatro fantasmas se presentan ante él para que recapacite sobre su actitud. El primero de ellos es el de Marley, su antiguo socio, que llega únicamente a modo de heraldo para anunciarle la llegada de los otros tres.

A continuación, uno tras otro y sin coincidir entre ellos en ningún momento, aparecen los tres fantasmas restantes. El Fantasma de las navidades pasadas le lleva a través de sus recuerdos a su infancia, a sus primeras Navidades. Le hace admitir que hubo un tiempo en que la navidad era para él una época de desenfadada alegría, de la que fue alejándose poco a poco. Le hace revivir otra vez los años en que se empezó a obsesionar con la riqueza y se fue desconectando lentamente de todo lo demás a medida que enfocaba todos sus esfuerzos en lograrla. Le recuerda la promesa de matrimonio que le hizo a la mujer que amaba, y que fue postergando cada vez más con la excusa de que todavía no era lo bastante rico para poder permitirse el casarse, hasta que la decepcionada joven se cansó de esperarle.

Gracias a este fantasma nos enteramos también que durante su infancia, Scrooge fue pobre, casi miserable. Como el propio Charles Dickens, en realidad, que con doce años trabajaba diez horas al día en una fábrica de betún, para aportar algo de dinero a su familia. En este viaje al pasado Scrooge se reencuentra con el que parece ser el amigo de su infancia, y no se trata de un compañero del colegio ni el hijo de un vecino, sino de Alí-Babá, el personaje de un cuento, con el que quizá fantaseaba vivir aventuras en tierras lejanas. También nos enteramos que la persona a la que más quiso Scrooge en su vida fue su hermana Fan, muerta al dar a luz a su sobrino Fred. Un sobrino que siempre le ha tratado de forma amistosa, pero al que él ignora, quizá porque su llegada al mundo fue acompañada de la partida de ella, y considera la amistad de Fred un pobre sustituto del cariño que sentía por Fan. 

El siguiente que se presenta es el  Fantasma de las navidades presentes, que le lleva a través de muros y techos, convertidos ambos en seres invisibles e inmateriales, a visitar la ciudad. Se mueven como invitados e intrusos entre los barrios pobres, observando como celebra la navidad cada uno. Con más o menos recursos, con más o menos gente, Scrooge ve como en las casas o hasta en las calles todo el mundo parece pasarlo mejor que él. 

Visitan también la casa de Fred, llena de familiares y amigos, y el caso es que Scrooge disfruta genuinamente oyendo sus conversaciones y observando sus juegos. Es decir, que en realidad, en el fondo, sí le gusta todo ese ambiente, lo que ocurre es que se niega a admitirlo y le molesta que los demás se enteren. Y visitan la casa de su único empleado, Bob Cratchit. Este disfruta junto con su numerosa familia de un pequeño pavo asado del que se permiten dejar sin comer una minúscula migaja, para poder decirse a sí mismos que aún les sobró cena. 

Finalmente, le llega el turno al Fantasma de las navidades futuras, una sombra viviente, un oscuro espectro junto al cual Scrooge deambula por un mundo en el que él ya ha desaparecido. A nadie parece importarle su muerte, excepto a los que se alegran de esta. Algunos de sus conocidos, que no amigos, empeñan cosas que han aprovechado para robar de su casa. La gente habla de su mal genio, bromean sobre su tacañería, y Scrooge no se reconoce a sí mismo en esas palabras, porque a lo largo de la noche su modo de ver la vida ha cambiado. Los que contrajeron deudas con él se sienten aliviados por su muerte, puesto que no creen que estas puedan ser transferidas a un cobrador más severo e implacable de lo que Scrooge fue. 

Tras la visita de este último espíritu, Scrooge despierta en su cama, como si todo hubiese sido solo un sueño, producto de su mala conciencia. Y eso es lo que ha ocurrido, con toda probabilidad, pero el cambio ya se ha producido. 

Scrooge, lleno de energías y de ganas de vivir la vida que le queda, comienza a sacar partido del dinero que hasta ese momento solo se ha preocupado en acumular por acumular: compra un pavo enorme para la familia de su empleado, le sube el sueldo, hace una generosa donación a los hombres que se presentaron a su oficina el día antes, y (lo que más le cuesta, porque implica tragarse su orgullo, pero lo hace igualmente) acepta la invitación a cenar de su sobrino. En definitiva, recupera el tiempo perdido.  

Los cuatro fantasmas que llegan a interactuar con Scrooge son también algo a analizar. El primero, Marley, se nos describe encadenado a libros de contaduría y cajas de caudales que está condenado a arrastrar. La representación clásica de los fantasmas es con un grillete en el tobillo unido a una bola de presidiario, porque esta simboliza su condena a quedar anclado al mundo de los vivos. La larga cadena fantasmal que envuelve el cuerpo de Marley no lo une a una bola de presidiario, sino a libros de cuentas y cofres de monedas porque no supo alejarse de estos en vida y ahora no puede separarse de ellos en la muerte. Marley está condenado por haber malgastado su vida, dedicándola de forma obsesiva al trabajo y la acumulación de riqueza, sin llegar realmente a disfrutarla. Sin emplear esa riqueza para alegrar o mejorar aun levemente la vida de otros seres más desfavorecidos que él.

El Fantasma de las navidades pasadas es a la vez un niño y un anciano. Un ser pequeño, blanco y traslúcido, porque representa el recuerdo que nos queda de los años que hemos dejado atrás. Un recuerdo cada vez más difuso, por lo cual su imagen es menos clara y más cambiante que la de los otros. Habla pausadamente, casi en susurros, porque su voz nos llega desde muy lejos. Su cabeza emite un fulgor cegador, que solo se mitiga hasta hacerse tolerable cuando se coloca su gorro, pues en nuestro pasado también hay recuerdos incomodos y dolorosos que debemos ser capaces de mitigar sin olvidar, para poder convivir con ellos.

El Fantasma de las navidades presentes vocifera y ríe estruendosamente, porque es lo que estamos viviendo en este mismo momento y es lo que nos parece más real y tangible. Es enorme, corpulento, lleno de energía, pero de vida breve, pues el presente nace cada día y muere al final de ese mismo día. Se manifiesta sentado sobre una montaña de manjares, haciendo gala de abundancia, calidez, color y alegría. Pero agazapados entre sus pies, ocultos a la vista de todos, se esconden un niño y una niña harapientos, raquíticos y mugrosos, llamados Ignorancia y Necesidad. Su hediondez no se percibe, ahogada entre los más amables aromas del pavo asado y el pudding de chocolate caliente, pero ahí están. El fantasma se refiere a ellos como “los hijos de los hombres”, una realidad que la misma alegría y derroche de las fiestas parece ocultar, pero que el fantasma se ocupa de que no olvidemos.

Y finalmente, el Fantasma de las navidades futuras es sombrío, tenebroso y desolador, pues a todos nos aguarda la muerte. Es silencioso y oculta su rostro, pues el futuro no está escrito y nada tiene que decirnos. Sin pronunciar palabra, el fantasma muestra posibilidades, las peores situaciones que podrían derivar de nuestros actos y actitudes. Lo hace para que reflexionemos sobre ellos, para que busquemos el modo de cambiar ese futuro si no nos gusta lo que vemos. Es el fantasma más cruel, pero por ello también el más sincero, el que más debe ser tenido en cuenta. No intenta hacerse el simpático ni se muestra comprensivo o consolador, sino que se limita a mostrarnos el final del camino que estamos voluntariamente recorriendo, para que nos sentemos a pensar si es realmente allí a donde queremos llegar.  

La aceptación que tuvo esta obra fue tan enorme que cambió la misma percepción que la gente tenía de la Navidad, haciendo que pasara a verse más como una celebración de la felicidad y una ocasión para reunir a la familia que como una mera fiesta religiosa. Muchas personas ajenas al cristianismo empezaron a celebrar la Navidad, porque después de todo, la Navidad, bajo otros nombres, es anterior al cristianismo. Es la suma de muchos ritos, costumbres y religiones anteriores, cada una de las cuales añadió algo propio a lo que ya había antes, tal como también lo hizo este mismo cuento. La expresión “¡Feliz Navidad!” a modo de saludo o despedida en estas fechas se popularizó a raíz de este libro, y el Diccionario Oxford, considerado el más prestigioso y completo de la lengua inglesa, añadió “Scrooge” a los sinónimos de “avaro”.

Esta ha sido nuestra lectura de hoy. Y esperamos que contribuya, ya sea mucho o poco, a que todos aquellos que aún no la han leído se decidan a hacerlo un día de estos. Para el próximo punto del reto iremos de cabeza a prisión para hacerle compañía a Oscar Wilde en su celda, mientras escribe De profundis.

A Christmas Carol. 1843. Charles Dickens. Publicado en 1983 por Editorial Planeta.

5 comentarios:

  1. Creo que ya lo comenté en otra entrada del blog, pero mi única aproximación a esta obra es la película que hicieron con Los Teleñecos y me encanta. Además, por lo que leo en tu reseña, veo que está muy bien adaptada, pues los fantasmas son tal como los describes, a excepción de Ignorancia y Necesidad que no salen.
    Toca ya un revisionado, aunque estas fechas tampoco sean para mí una alegría.

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    1. Sí, lo comentaste el año pasado en la reseña de "Los Teleñecos en Navidad".
      Lamento que estés pasando una mala época. Espero que sea solo algo temporal.

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    2. Gracias, yo también lo espero 🙂

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    3. Me encanta el libro, y para todos los temas que trata, y lo bien hilado que está, sorprende lo corto que es. Me gustaría ver alguna adaptación en cine, creo que hace muchos años vi Los fantasmas atacan al jefe, pero me refiero a algo más canónico. Buena opción para estas fechas.
      Por cierto, vas a tope con los retos (con ambos) y recuerdo que en enero no parecías muy contento (es especial por la arbitrariedad de algunas categorías del reto largo). Al final los vas a hacer todos, y yo me alegro. Saludos!

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    4. Una versión que me gusta mucho es una de animación del 2009 en la que Jim Carrey hizo algunas voces. Es muy fiel al texto y muy entretenida, pero está descatalogada y pillarla por un precio razonable es complicado. Acabo de comprobarlo y se puede ver en Youtube, aunque la calidad de la imagen es baja.
      Y con los retos estos tengo una relación de amor-odio, jaja. En enero me salté uno que creo que no llegaré a hacer al final, y aún tengo que buscarme un libro publicado este mismo año para el último punto. Es probable que ese quede también sin cubrir, porque confieso que para comprar libros nuevos soy un poco Scrooge 😅

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