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miércoles, 30 de noviembre de 2022

LA LARGA LLUVIA

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                  ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              RETOS LITERARIOS 2022

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, ávidos lectores.

Casi a contrarreloj, para publicarlo dentro del mes que toca, reseñamos este relato de Ray Bradbury cubriendo con ello el punto “un libro en el que tenga algún protagonismo la lluvia” del Reto Literario 2022

No es una novela, sino un relato corto incluido en un libro, pero es lo más adecuado que tenemos localizado en nuestra biblioteca. Además consideramos que vale para el reto porque aunque sea un relato corto, la lluvia está presente en todo momento, mucho más de lo que podría estarlo en uno o dos capítulos lluviosos de una novela con otra temática.

Los cuatro tripulantes de una pequeña nave espacial vagan por la superficie de Venus buscando una cúpula solar, el nombre que reciben las bases humanas esparcidas por el planeta. No se nos revela que le ha ocurrido a su nave, pero hemos de suponer que alguna clase de avería les ha impedido aterrizarla cerca de una de estas cúpulas y han tomado tierra donde buenamente han podido.

El gran problema al que se enfrentan, es la lluvia. En esta ficción, la atmósfera de Venus es respirable pero la lluvia cae continuamente. Nunca deja de llover, y lo hace además de forma torrencial. La lluvia cae con tanta fuerza que duele. El continuo impacto de las gotas de lluvia aturde, y no cesa jamás. 

Los cuatro hombres llevan al parecer un par de días andando bajo la lluvia. Uno de ellos dice más adelante que son cuatro semanas, pero esto es con toda seguridad una alucinación suya. El azote de la lluvia les impide dormir o descansar y nubla su percepción. Además, la vegetación de Venus parece consistir principalmente en hierbas, plantas bajas y moho, por lo que no hay donde refugiarse. Estas plantas crecen muy rápido, incluso sobre ellos, tan pronto como se detienen unas pocas horas. Deben, por tanto, mantenerse en movimiento para evitar que las plantas enraícen en sus ropas y en sus cuerpos.   

El paisaje es fantasmal. La falta de luz solar debido a las nubes de tormenta que se forman eternamente hace que las plantas sean blancas, carentes de clorofila. Algún elemento presente en la lluvia destiñe también sus uniformes, su cabello y hasta su piel. Los hombres se ven unos a otros convertidos en espectros blancos y empapados, arrastrando los pies sobre el barro, agotados bajo el inclemente azote de una lluvia perpetua. 

Con los ánimos destrozados y la locura llamando ya a su puerta, aun tienen que enfrentarse a un peligro más. Una gigantesca nube de tormenta eléctrica se mueve hacia ellos, descargando sin cesar cientos de rayos contra el suelo. Uno de los hombres es alcanzado por uno de los rayos y queda convertido en un guiñapo calcinado, sobre el cual comienza a crecer moho casi inmediatamente. El resto logra llegar hasta una cúpula, pero su decepción es total cuando descubren que está abandonada. El techo se ha hundido y la lluvia se ha apoderado del lugar. El moho crece por todas partes, y no queda allí ningún alimento ni equipo útil. 

El grupo emprende penosamente la marcha hacia el siguiente refugio. Otras ocho horas bajo la lluvia, que uno de ellos no logra soportar. Se rinde a la lluvia y se arrodilla en el suelo a esperar su muerte, que otro acelera disparándole con una pistola, para ahorrarle tiempo. Los dos supervivientes continúan en busca de una cúpula, de su calor, de su luz, de la ropa seca y la amistosa acogida que saben que recibirán en ella, del humo de tabaco y el aroma a café caliente que sin duda la llenan. 

El mismo hombre que disparó contra su compañero, dispara también contra su propia cabeza, desesperado, cegado y ensordecido por el continuo repiqueteo del agua. El único que queda intenta cubrirse la cabeza con hojas de plantas, pero la humedad hace que estas se pudran casi al instante al quedar separadas del tallo. Intenta comer alguna planta para recobrar fuerzas, pero estas igualmente se pudren en su boca mientras las mastica. Cae al suelo agotado y se plantea seriamente el quedarse allí, dejar que el moho lo cubra y la lluvia lo ahogue, pero vuelve a ponerse en pie… y finalmente logra llegar al calor y la seguridad de una de las cúpulas… o quizá sigue tirado en el barro y se lo está imaginando todo mientras la consciencia le abandona. 

El final puede interpretarse de cualquiera de las dos formas, así que el destino del personaje queda en las manos (o la mente) del lector. Y será por la proximidad de la Navidad o porque creo que el esfuerzo debe recompensarse, pero en lo que a mí respecta, ese hombre está ahora mismo dentro de la cúpula disfrutando de una taza de chocolate caliente, una pipa de tabaco negro, y mucha conversación.   

Esta ha sido (otra vez) nuestra lectura para el punto “libro donde tenga algún protagonista la lluvia”, en sustitución de la ya comentada Tormenta y Eco, que al final resultó ser inadecuada. El resto del libro lo comentaremos otro día, porque tenemos mucho y muy bueno que leer y decir sobre Bradbury. 

The Long Rain. 1950. Ray Bradbury. Incluida en el libro recopilatorio El hombre ilustrado, publicado por Ediciones Minotauro en 2002. 

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