EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, ávidos lectores.
Hoy es siete de enero ¡Dia Internacional del Coleccionista! Me parece bien que se dedique un día a recordar a los coleccionistas. Actualmente se conservan muchas cosas que forman parte de nuestra cultura y que de no ser por los coleccionistas se habrían perdido para siempre, desde sellos y monedas fuera de circulación a juguetes, cromos o pins únicos de su época.
Pero no todos los coleccionistas son igual de respetables. Ya vimos un ejemplo en el bolsilibro El coleccionista de cabezas de Joseph Berna, y tenemos otro buen ejemplo en este otro bolsilibro, curiosamente, del mismo autor.
Si algo puedo decir a favor de Berna, es que sus personajes masculinos solían ser menos épicos que los del resto de autores. Por lo general, los protagonistas de bolsilibro eran periodistas, detectives privados o abogados, y con menor frecuencia artistas, policías, médicos, o ricos herederos sin necesidad de trabajar. Siempre ocupaciones relativamente bien vistas por el grueso de la sociedad. En cambio, los personajes de Berna incluían con más frecuencia camioneros, boxeadores de barrio, ladronzuelos, o simplemente desempleados. Y también taxistas, como en el caso de Rory Nolan, el protagonista de esta historia.
Rory aterriza su taxi (que estamos en el futuro, oiga, y en el futuro los taxis vuelan) en la terraza de un edificio, pero no va a recoger un cliente. Se está tomando el resto del día libre para ir a visitar a Eleyne Varsi “una preciosa muchacha de solo veintidós años de edad, cabellos dorados como el trigo maduro, ojos intensamente azules y una boca que no parecía hecha para comer y beber sino para…” bueno, solo vamos por el primer párrafo y la cosa promete.
Como decía, Rory aterriza su taxi en la azotea y va en busca de Eleyne, que no es todavía su novia formal pero por lo que parece ambos están tanteando el terreno en ese sentido. Tras diez páginas de coqueteo algo penosas, Rory invita a Eleyne a cenar y ambos se montan en el taxi. Sin embargo, poco después de despegar algo toma el control del taxi de forma remota, haciendo que se desvíe de la ruta prevista. El taxi se aleja de la ciudad y va directamente al claro de un bosque, en el que se ha posado una gran nave espacial con forma de cangrejo (quizá de los mismos fabricantes que las naves espaciales con forma de escorpión de Las bucaneras del espacio).
El taxi se posa frente al cangrejo, el cual procede a desintegrar parte de la cabina del pequeño vehículo y atrapar a sus ocupantes con las pinzas, llevándolos hasta su interior. A continuación, despega reuniéndose con otra nave mucho mayor que la espera oculta en la órbita de la Tierra. Os estaréis preguntando como es posible que la nave se mantuviera oculta en la órbita en esta historia futurista si ya actualmente no hay avión, cohete, satélite o meteorito que se mueva por la atmosfera o incluso el sistema solar sin ser detectado. Pues el autor nos revela la astuta argucia de los alienígenas para evitar ser detectados por los terrestres… tenían las luces exteriores de la nave apagadas… ¡así cualquiera! Espero que los de la DGT les pongan una buena multa por ir circulando sin luces.
Su captor se presenta ante los terrestres. Se trata de un ser de apariencia totalmente humana, de unos dos metros de altura y con la calva coronada por una cresta de punk roja. Siguiendo con la tradición de Metallo, el hombre de metal y Titano, el hombre de titanio, este personaje tan alto se presenta con el nombre de Altor. Afirma ser el gobernador de no se qué planeta y que, por simple aburrimiento, se está dedicando a coleccionar seres humanoides inteligentes de todas partes del universo. Los especímenes son abducidos de sus mundos (siempre parejas jóvenes y fértiles) y encerrados en su nave-zoológico en celdas transparentes, donde pasan el resto de su vida. Ese resto de su vida puede ser muy corto si los especímenes no se reproducen en un plazo de tiempo razonable, en cuyo caso ambos son eliminados y sustituidos por otros.
Rory le demuestra a Altor que no está para nada de acuerdo con sus planes dándole una soberana paliza, a él y a sus servidores kuyos. Los kuyos son otra raza alienígena con aspecto de pepinos con brazos, piernas, un solo ojo de gran tamaño y cerca de un metro de altura. Tras baldar a golpes a Altor y media docena de kuyos, Rory es finalmente alcanzado por el disparo de un arma de energía que lo deja inconsciente.
Cuando despierta está junto con Eleyne en una bonita celda bien amueblada. Hay una cama, mesas, un cuarto de baño completo… pero todas las paredes son transparentes. La prisión es un largo pasillo de celdas idénticas, todas con muros transparentes, por lo que tienen a la vista y están a la vista de los prisioneros de las celdas de enfrente y de los vecinos que tienen a ambos lados. Esto, junto con el hecho de que los kuyos les arrebatan toda la ropa, los obliga a comer, dormir, hacer sus necesidades y tratar de concebir hijos so pena de muerte a la vista de todos los demás prisioneros. Apenas diez horas después ya no les queda nada por ver o mostrar, así que dejan de darle importancia al asunto y se centran en tratar de escapar.
Al día siguiente Altor (que tiene un mal perder) hace que los kuyos lleven a su presencia a Rory y lo paraliza hipnotizándolo con un péndulo. Luego, estando Rory consciente pero incapaz de moverse, lo machaca a golpes para resarcirse de la pelea que tuvieron y lo manda de nuevo a su celda. Todo esto da una idea a Rory para su plan de fuga. No esperéis algo muy elaborado porque, bueno… es Berna, y los planes de sus personajes suelen consistir en salir corriendo o atacar todos a la vez cuando alguien grite “¡Ya!” y cosas a ese nivel. En este caso, lo que hace Rory es pedirle a Altor un combate de revancha. Este acepta, y cuando se dispone a hipnotizarlo otra vez, Rory no mira directamente al péndulo pero finge que sí lo hace.
Aprovechando un momento de descuido de Altor, que lo cree completamente hipnotizado y paralizado, Rory corre hacia un fusil de rayos que hay colgado de la pared y encañona con este a Altor. Lo de que el héroe encuentre armas colgadas de la pared justo en la misma sala en la que va a tener lugar la lucha final es otro recurso habitual en este autor. Supongo que así se ahorraba el tener que desarrollar cómo las conseguía o transportaba con él hasta que le hicieran falta. En sus bolsilibros de terror se trata de espadones, hachas, alabardas o mazas medievales. Aquí, lo suyo es un fusil de rayos.
Tras desintegrar a unos cuantos kuyos que aparecen por ahí, obliga a Altor a dirigir la nave hacia la Tierra (con las luces largas encendidas, imagino) y entregarse a las autoridades. Los alienígenas de las celdas son repatriados a sus respectivos planetas, y Rory y Eleyne se casan. Sobre eso último no había dudas, claro. Personalmente, la duda con la que me quedo es si el seguro del taxi le cubre a Rory la desintegración de media cabina por parte de una nave esclavista extraterrestre.
Básicamente, tiene el mismo fallo que casi todo lo de Berna: te lo venden como ciencia ficción, o terror, pero solo lo es un 10 o 15%, mientras que el resto es una especie de novela erótica muy ligera. Es un género que tendrá su público, naturalmente, pero no me parece la colección adecuada para publicarlo. Tanto Bruguera como ECSA tenía varias colecciones de bolsilibros románticos y eróticos. Los primero textos publicados de Corín Tellado, por ejemplo, lo fueron en estas colecciones. Y puesto que los trabajos de Berna tenían mucho más de este tema que de otra cosa, creo que es en esas colecciones donde les correspondería estar. Pero bueno, sus historias pueden resultar hasta graciosos, si no se es muy exigente en lo que respecta a la verosimilitud o a la mera lógica interna de la trama.
Puedes ver otro bolsilibro de este autor pulsando aquí.
El coleccionista de seres. 1980. Josep Berna [José Luis Bernabeú]. Héroes del espacio nº 37. Ediciones Ceres S.A.
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