MENSAJE DEL SUPERVISOR GENERAL: todas las fotos que aparecen con la dirección de este blog sobreimpresionada son de artículos de mi propiedad y han sido realizadas por mí. Todo el texto es propio, aunque puedan haber citas textuales de otros autores y se usen ocasionalmente frases típicas y reconocibles de películas, series o personajes, en cuyo caso siempre aparecerán entrecomilladas y en cursiva. Todos los datos que se facilitan (marcas, fechas, etc) son de dominio público y su veracidad es comprobable. Aún así, al final de la columna de la derecha se ofrece el típico botón de "Denunciar un uso Inadecuado". No creo dar motivos a nadie para pulsarlo, pero ahí esta, simplemente porque tengo la conciencia tranquila a ese respecto... ¡y porque ninguna auténtica base espacial está completa sin su correspondiente botón de autodestrucción!

martes, 18 de julio de 2023

EL HORMIGUERO FELIZ

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, ávidos lectores.

Un título bastante intrigante el de este bolsilibro. El desarrollo se me ha hecho algo lento y poco emocionante, pero no está mal, y reconozcamos que el título es genial. Titulo y portada son los grandes anzuelos que los libros tienden para pescar a los posibles lectores, y en el caso de los bolsilibros, las portadas muchas veces eran ilustraciones al azar, sin relación con el contenido. 

El protagonista es Rob Tower. Es el último superviviente de una pequeña nave colonizadora en la que tan solo diez parejas fueron enviadas a un lejano planeta para tratar de levantar allí una nueva civilización. Lo cierto es que los otros eran unos indeseables de los que la sociedad estaba deshaciéndose de ese modo, enviándolos lejos a un mundo con unas condiciones de vida tan duras que sus posibilidades de prosperar o aun de sobrevivir fueran muy escasas.

Tower es el único que quizá no merecía estar en esa nave. No se nos especifica mucho al respecto. Nos dicen que todos eran colonos voluntarios, pero por lo que nos cuentan de ellos parece más bien que escogieran el convertirse en colonos para librarse de algo peor, para huir de una vida de delitos. 

Mientras que los otros diecinueve eran prácticamente un atajo de psicópatas, Rob es un tipo decente, al que quizá se incluyó en el lote por error o por completar el cupo y deshacerse cuanto antes de los otros. 

El motivo por el que es también el único que queda con vida, es por los sirkhs, los nativos del planeta. Los sirkhs son una forma de vida aparentemente vegetal, que además se vuelven invisibles al recibir la luz del sol. Los sirkhs han matado a los otros diecinueve colonos por el procedimiento de envolverlos con sus hojas y tentáculos hasta asfixiarlos. Rob sabe que va a ser el siguiente, pero cuando un sirkh se le echa encima, duda a la hora de dispararle. Entonces el sirkh le habla telepáticamente. Le dice que han percibido que él no es malvado como los demás, y que le van a permitir marcharse con vida.

Rob regresa a la nave y activa el piloto automático para que le lleve de vuelta a la Tierra, siguiendo el camino inverso al que hicieron para llegar allí. Este es el punto que más me chirría de la historia, porque deshacerse de una nave espacial para alejar de la Tierra a veinte indeseables me parece un gasto inmenso. No solo eso, sino que dejas la valiosa nave en manos de los tipos de los que te quieres librar. Si la nave fuera lo mínimo imprescindible para hacer un viaje y una vez en su destino no tuviera la capacidad de volver a despegar, sería otra cosa. O si llevara a los colonos en las típicas cápsulas de hibernación, las dejara caer en el mundo de destino junto con algunas cajas de víveres y herramientas, y retornara en automático a la Tierra, pues también tendría más sentido. Pero nos dicen que la nave, tras su viaje de ida hacia ese planeta, aún tenía combustible para viajar entre mundos durante un par de años más. Me parece un desperdicio enorme (y un riesgo considerable) poner una nave por completo funcional en manos de unos tipos de los que te quieres deshacer si luego estos pueden seguir usando esa nave a su antojo para dirigirse a otro mundo habitado, o volver cuando quieran a aquel del que partieron. 

El caso es que Rob regresa a la Tierra, sabiendo que se le pedirán explicaciones por abandonar su misión y por la muerte de los demás. Aterriza en un astropuerto dispuesto a afrontar su destino, pero este se halla abandonado. En el año y medio que ha estado fuera de la Tierra, el planeta al completo ha sido invadido por una especie parasitaria que ha infectado a todos los humanos. Los parásitos tienen el aspecto de un parche o moneda grande de carne que se adhiere al centro del pecho de cada humano. No lo controla totalmente pero sí le induce a tener un patrón de comportamiento común. 

En esta nueva sociedad ya no se emplea el dinero y cada vez que alguien quiere ropa, comida o cualquier artículo que necesite, simplemente va a la tienda que corresponda y se lo lleva gratis. Cada uno se instala a vivir en la primera casa que encuentre desocupada, y puede entrar libremente en la de los demás si le apetece, pues las puertas ya no pueden cerrarse. Si necesita ir a algún sitio, se sube al primer vehículo que vea, ya que al parecer todo el mundo se deja las llaves puestas. El sexo es libre hasta el punto de que nadie puede negarse a mantener relaciones sexuales con cualquiera que se lo solicite, le apetezca o no. El negarle el sexo a alguien y el no ser el anfitrión de un parásito parecen ser las únicas dos cosas que se consideran un delito en esta nueva sociedad. 

Además, los parásitos también condicionan a los anfitriones a denunciar a cualquiera que se comporte de forma contraria a la impuesta, o directamente a formar turbas de linchamiento para matarlos a golpes en plena calle. La exploración espacial y la ciencia en general han sido abandonadas por completo, por lo que la sociedad parece condenada a quedar estancada por siempre en ese sistema. 

Naturalmente, para que esto pueda darse (el llevarse los productos sin pagar y sin dar nada a cambio, el que la energía siga fluyendo gratis a todos los hogares, etc.) todos los humanos están obligados a trabajar desde que cumplen los diez años hasta que mueren, en aquello que se les asigne. Todos consumiendo al mismo nivel sin importar si el trabajo que hacen es más duro, o más peligroso, o precisa una especialización mucho mayor que el de otros que prácticamente no contribuyen en nada. 

Es el fin de la libertad personal y la meritocracia, un perfecto paraíso comunista en el que no se puede elegir a qué se va a dedicar la vida, y no se valora el esfuerzo ni los logros personales, solo la obediencia ciega y la sumisión absolutas. El “hormiguero feliz” del título… salvo por el pequeño detalle de que los parásitos tienen la capacidad de perforar el corazón de su anfitrión y matarlo en cuanto quieran, si ven que se está desviando de ese proceder general obligatorio. 

Rob se da cuenta rápidamente de lo peligroso que puede ser carecer de este parásito, pero no está dispuesto a dejar que se le enganche uno. Disimular su falta tampoco es fácil, porque (quizá para que el parásito respire o vea, quizá para que sea evidente si alguien no lo tiene) toda la población debe ir desnuda de cintura para arriba. Rob recorta un círculo de cuero de un traje del mismo color que los parásitos y se lo pega al pecho para poder pasar desapercibido por las calles. Resuelto esto, empieza a tratar de ponerse en contacto con cualquier persona que pueda ayudarle a revertir la situación. 

Los parásitos son capaces de percibir las acciones de la gente, sus movimientos físicos, y también sus patrones generales de pensamiento, pero no parecen entender las palabras, o no tienen la capacidad para oírlas. Esto permite a los humanos parasitados hablar entre ellos, incluso conspirando contra los parásitos, pero estos reaccionan inmediatamente punzándole el corazón a su anfitrión si intentan arrancárselo o si desobedecen el patrón de conducta que les han impuesto. Basándose en esto, Rob encuentra una forma de deshacerse de los parásitos sin darles tiempo a reaccionar, usando cigarros encendidos para quemarlos y que se desprendan. Los parásitos no encuentran nada sospechoso en el hecho de que un fumador encienda un cigarro y lo sostenga con la mano a la altura del pecho, y cuando les queman el lomo con la brasa, su reacción instintiva es desprenderse del anfitrión y tratar de huir, en lugar de perforarle el corazón. En El Planeta del Espacio no fumamos, pero reconocemos que a día de hoy, el dar una función positiva al hecho de fumar en una historia no estaría nada bien visto.  

Como el ir quemando con cigarros a todos los parásitos del mundo no es una opción muy práctica, se recurre a lo típico en estos casos: un enorme parásito maestro del cual todos los demás son extensiones, que morirán si el parásito maestro es destruido. El resto de la historia nos explica como Rob logra llegar hasta ese parásito maestro para acabar con él y devolver su libre albedrío a la humanidad. Un libre albedrío que podrá estar lleno de errores y malas conductas, y que en algunos aspectos será peor que el control parasitario que tenían antes, pero que es también de donde surgen las grandes ideas, el arte, las innovaciones, los avances sociales y la creatividad.

Puedes ver otro bolsilibro de este autor pulsando aquí.

El hormiguero feliz. 1980. Clark Carrados [Luís García Lecha]. Héroes del espacio nº 23. Editorial Bruguera S.A.

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