EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, ávidos lectores.
Estamos reseñando pocos libros últimamente porque hace demasiado calor hasta para leer. Apetece más ver películas con una horchata en la mano que dejar marcas de sudor en las páginas de los libros, pero no queremos perder la costumbre de reseñar libros con regularidad. Así que ahí va un bolsilibro, que son cortitos y entretenidos.
Norman Sheares se halla en su casa del bosque, disfrutando de la tranquilidad y la calidez del hogar mientras la tormenta azota el exterior. Alguien llama a la puerta, y al abrirla, a Norman se le hecha encima una mujer joven, aterrorizada, completamente desnuda y empapada por la lluvia. ¡Bueno, a todos nos ha pasado eso alguna vez!
Norman, como un caballero, no se deja impresionar demasiado y sienta a la joven junto al fuego, la provee de mantas y café, y no la atosiga con demasiadas preguntas. Tampoco es que tenga tiempo para mucho más que eso, porque vuelven a llamar a la puerta y esta vez lo que hay al otro lado es un tipo enorme de mirada inquietante. El tipo afirma llamarse Robur y ser médico, y le anuncia que va a llevarse a la mujer puesto que es una de sus pacientes, en tratamiento por desordenes nerviosos.
Norman no pone ningún inconveniente a las pretensiones del individuo porque es la propia joven la que manifiesta su deseo de irse con el hombre. Ambos agradecen su ayuda a Norman y se marchan, todavía lloviendo. De vuelta a la casa que Robur emplea como clínica privada, éste extrae toda la sangre a la joven, hasta matarla, para hacerle una transfusión a otra mujer. A medida que esta otra recibe la sangre, una nueva vitalidad recorre su cuerpo, postrado por lo que hasta ese momento parecía ser una enfermedad terminal en su última fase. Robur advierte a la mujer que esa nueva fuerza se mantendrá durante unos cuatro meses, y que tras estos deberá regresar para una nueva transfusión.
Un par de días después, Norman va hasta el pueblo más cercano a hacer un encargo de provisiones. Allí conoce a una tendera llamada Elsa que pasa de los treinta años y se nos describe como una chica robusta, no guapa pero muy atractiva por su simpatía, y viuda. Se caen bien de inmediato e incluso inician una relación intermitente. Tenía la esperanza que esta fuera nuestra fémina protagonista, porque habría sido de lo más original. Las heroínas de bolsilibro suelen rondar los veintipocos, ser extremadamente hermosas, solteras sin compromiso, y trabajar como periodistas, enfermeras, detectives, secretarias o artistas. Que la protagonista de este pudiera romper ese esquema siendo una tendera viuda en su treintena y con un rostro “del montón”, le subió varios puntos el interés a la historia… pero no. Falsa alarma. La verdadera protagonista, Audrey Linsday, aparece poco más tarde y es la clásica veinteañera escultural soltera y sin compromiso que trabaja para una agencia de detectives. Audrey está buscando a una mujer desaparecida en esa zona algunos meses atrás.
En el pueblo, Norman conoce también a Alitha, la paciente milagrosamente restablecida de Robur… con la que también inicia poco después una relación intermitente, simultánea a la de Elsa y simultáneas ambas al tonteo casi inmediato que se da entre él y Audrey. ¡Pues aún suerte que fue a ese lugar buscando tranquilidad!
Un detalle original que sí tiene esta historia, es que Norman y Audrey no se ponen a investigar juntos el caso de la mujer desaparecida así por las buenas, como suele ocurrir. Tras hablar con Norman, tal como ha hablado con otras personas del pueblo, Audrey se marcha y Norman sigue con lo suyo. Más tarde vuelven a encontrarse en otra ciudad, y mucho después Audrey regresa al pueblo con una pierna rota y enyesada, que arrastrará durante la mayor parte del texto. Sus encuentros están separados por semanas o meses, y sus pesquisas van a trompicones, avanzando poco y de forma torpe.
Nosotros, como lectores, ya sabemos desde el principio de que va el asunto; el doctor Robur se dedica a engañar a mujeres jóvenes y sanas para extraerles la sangre hasta dejarlas secas, e inyectársela a Alitha para mantenerla con vida, pero Norman y Audrey son los últimos en enterarse. Literalmente, los últimos. Incluso una amiga de Audrey, hermana de una de las desaparecidas, lo averigua por su cuenta antes que los protagonistas y es quien acaba realmente con Robur y Alitha, sacrificándose en el proceso.
Cuando Audrey, revolver en mano y acompañada por Norman, se presenta en la clínica de Robur dispuesta a resolver el asunto y detenerlo se lo encuentra muerto. La amiga de Audrey padecía una rara enfermedad terminal de la sangre. Fingiendo haberse dejado engañar por Robur, acepta un empleo de sirvienta en su clínica, sabiendo que le van a extraer la sangre. Tan pronto como Alitha recibe la sangre enferma, Robur descubre su error y se lo comunica a su paciente: nada podrá frenar las dos enfermedades terminales que ahora corroen su organismo. La inmensa fortuna con la que Alitha financiaba los experimentos de Robur ya no sirve de nada. Ya no puede comprar más vidas ajenas para extender la suya. Loca de rabia y de miedo, Alitha mata a tiros a Robur. A continuación, obsesionada con la idea de que la sangre le dará la vida, se lanza sobre su cadáver bebiendo la que le mana a borbotones de los agujeros de bala.
Así es como los encuentran Norman y Audrey cuando entran a la casa… y así es como los dejan cuando esta empieza a hundirse. Cual si la de Usher se tratara, la casa (edificada en una zona de pozas de lodo hirviente) se hunde en ese momento como si hubiese estado esperando a que el drama llegara a su último acto para hacerlo. Y toda evidencia de los experimentos de Robur se hunde en una poza de lodo que se abre justo bajo la casa y la engulle entera. Un final bastante extremo para el desarrollo más bien lento y tranquilo que tiene la mayor parte del texto.
Resuelto este asunto, y atendiendo a una de las más estrictas tradiciones del bolsilibro, Norman y Audrey se confiesan su mutuo amor (Norman aprovecha también para confesar que le hubiese gustado ser maquinista de tren, aunque no venga al caso) y fin.
En cuanto a la momia londinense de la portada, que parece estar harta de oír hablar a una vendedora de enciclopedias… convengamos que es una ilustración interesante, aunque no tenga nada que ver con el texto.
Puedes ver otro bolsilibro de este autor pulsando aquí.
Compradora de vidas. 1981. Clark Carrados [Luís García Lecha] (texto) Martín (cubierta). Selección Terror nº 445. Editorial Bruguera S.A.
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