EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, luchadores del espacio.
Este mes ya reseñamos la entrega de La saga de los Aznar que tocaba, pero mañana comienza octubre y queremos dedicar el mes entero al terror, así que adelantamos el siguiente título. Además, así no damos tiempo a los infames nahumitas a que aprendan a controlar por completo el Valera.
Comenzamos donde lo dejamos. El libro anterior terminó con Miguel Ángel estableciendo una alianza de palabra con el pueblo de los oceánides. En este, una delegación de valeranos con el propio Miguel Ángel a la cabeza se presenta en la capital de los oceánides para formalizar esa alianza con su rey, Tritón. Si estáis pensando que Tritón es un nombre muy poco original para el rey de una raza subacuática… la verdad es que a mí también me lo pareció, hasta que más adelante explican que el nombre es tradicional. Todos los que toman el gobierno del pueblo de los oceánides adoptan automáticamente el nombre de Tritón, con lo que realmente es más un cargo que un nombre propio.
Miguel Ángel y Tritón entablan conversaciones de forma oficial y todo parece ir bien al principio. Después de todo, el humano salvó la vida de la hija de Tritón, llamada Ondina (quizá también otro nombre tradicional) por lo que de base la predisposición del monarca submarino hacia él es buena. Quien no tiene tan buena predisposición es el joven duque Cloris, heredero legítimo del trono cuando alcance la mayoría de edad. El anterior Tritón era el hermano del actual, el cual ascendió al cargo de rey al morir este, sin tener ningún hijo todavía adulto. El padre de Ondina solo ostenta el poder de forma temporal, hasta que Cloris llegue a la edad adulta, para lo cual solo faltan unos pocos días.
Cloris se muestra a la vez agresivo y cobarde, hablando con desprecio de los humanos y del propio Tritón, negando cualquier apoyo por su parte a ambos, por miedo a una guerra abierta contra los Nahúm. Prefiere gobernar como un rey-títere de los nahumitas, antes que enfrentarse a ellos. Además hay un consejo de ministros que debe aprobar por mayoría los decretos del rey para que estos se conviertan en una realidad.
Miguel Ángel explica su plan a Tritón. Básicamente, pretende apoderarse de un cañón de rayos azules. Estas máquinas son tan masivas que cada planeta nahumita solo dispone de una. Además están pensadas para ser disparadas contra planetas, y no pueden enfocar objetivos mucho más pequeños, como naves de combate. Los nahumitas las emplean cuando se produce una revuelta en uno de los planetas del sistema. El mundo más cercano dispara entonces su rayo azul contra el planeta rebelde, privándolo de energía, de modo que las tropas nahumitas presentes, cuyos vehículos y armas están inmunizados al efecto del rayo azul, someten con facilidad a los sublevados. El enorme tamaño del Valera permitió a los operarios de uno de estos cañones enfocarlos en su mira automática y proyectar el rayo contra ellos, pero no pueden emplearlo para privar de energía sus naves, salvo si estas se encuentran en contacto o en los alrededores de un planeta afectado por el rayo.
Los valeranos carecían de esta información en su anterior encuentro con los nahumitas, pero con estos conocimientos Miguel Ángel ve factible recuperar el Valera. Primero necesita apoderarse de uno de los planetas del sistema en el que haya una de estas máquinas, para a continuación disparar su rayo contra el Valera, ahora en manos de los nahumitas. Cuando este se quede sin energía, volarán con bombas atómicas las sucesivas compuertas estancas que aíslan el interior habitado del Valera de su exterior, para que el oxígeno y el calor escapen de este, asfixiando y congelando a todo ser vivo presente. Con esto pretenden matar a las tropas de ocupación nahumitas. Aun podrían quedar algunos millones de valeranos prisioneros entre ellos, pero eso es un sacrificio necesario para volver a tomar el control del autoplaneta. Hecho esto, las tropas que hayan quedado en el planeta conquistado apagarán el rayo azul para que la energía vuelva al Valera, y se repetirá el truco con el que intentaron liberarlo en la primera ocasión: un comando será enviado a la sala de mandos para poner en marcha los motores y establecer un rumbo de alejamiento del sistema solar de Nahúm antes que (algo que consideran inevitable) sean alcanzados por el rayo azul de cualquier otro de los planetas cercanos. Si cuando esto ocurra el Valera ya está en marcha, la inercia acumulada lo seguirá alejando del proyector de rayos hasta quedar fuera de su alcance.
Tritón confía plenamente en Miguel Ángel a pesar que su plan depende de una serie de operaciones y que el fracasar en solo una de ellas lo lanzará todo al traste. Intenta convencer al consejo, pero los miembros de este se ponen de parte de Cloris, puesto que saben que heredará el trono en pocos días y no quieren enemistarse con el futuro (e irascible) monarca. Cloris logra incluso que Tritón sea destituido y se le nombre a él como el nuevo rey Tritón antes de tiempo, declarando a su tío como mentalmente incompetente.
Miguel Ángel y su delegación se ven obligados a huir de las tropas del nuevo rey Tritón, que los declara traidores y ordena matarlos. Junto con ellos escapan Ondina y un puñado de soldados y científicos leales. Ondina está especialmente interesada en quedar fuera del alcance de Cloris debido a que este ya había manifestado su deseo de casarse con ella cuando fuera rey. Y sí, Cloris y Ondina son primos… pero ya sabéis como van estas cosas con la realeza, todo lo de mantener la pureza de la sangre real y eso.
Miguel Ángel y su grupo no tienen más remedio que abrirse paso a tiros entre las tropas del pueblo con el que pretendían aliarse. Logran llegar hasta su nave y vuelan las compuertas de la ciudad submarina para escapar de ella. La explosión atómica resultante mata a una gran cantidad de soldados oceánides que tienen la desgracia de encontrarse a pocos kilómetros del punto de impacto de las cabezas nucleares, arruinando definitivamente cualquier posibilidad de un tratado en un futuro a corto plazo.
De regreso con su flota, la armada valerana emerge de las aguas pasando al espacio en dirección a Ragul, el planeta nahumita que más conviene a sus propósitos. Al acercarse a este mundo son interceptados por unos quincemil cruceros de combate, casi el doble de los que dispone Miguel Ángel. Sin embargo, las estrategias de guerra naval nahumitas son terriblemente básicas, y sus naves son tecnológicamente inferiores a las humanas. Para mantener subyugados a los mundos que conquistan, los nahumitas no permiten a la población nativa tener naves espaciales de ninguna clase. Su supremacía espacial es absoluta, lo ha sido durante siglos, y esto ha atocinado a sus almirantes, los ha vuelto confiados, y no les ha dado motivos para mejorar significativamente sus diseños. La flota nahumita es totalmente destruida mientras que la valerana pierde poco más de ochocientas naves. Carentes de la protección de la armada espacial, las tropas de tierra no tienen nada que hacer frente a bombardeos orbitales, y todas las instalaciones vitales de Ragul son tomadas o destruidas en cuestión de horas. De este modo los humanos se apoderan del proyector de rayos azules de este mundo.
Dejando una pequeña dotación de naves y hombres en Ragul, la flota valerana pone entonces rumbo a Valera. Son interceptados por una flota de otras veinte mil naves enemigas, pero esta vez son modelos humanos, parte de la flota del propio Valera, controlada de forma remota desde el autoplaneta y con varios millones de humanos encerrados en su interior, sin acceso a los mandos. Ahora tienen ante sí a una flota que los iguala en blindaje y armamento, los supera en número, y está llena de humanos a los que matarán si disparan contra ella.
Esto, que pretendía ser una jugada maestra de algún general nahumita, es en realidad el peor error que cometen en todo lo que se refiere a este conflicto. Miguel Ángel ordena a sus tropas de ocupación de Ragul dispara ya el rayo azul. Tras varios minutos viajando por el espacio, el rayo azul impacta en el Valera, lo que lo priva de energía, y por tanto del control remoto sobre la flota capturada. Al quedar estas naves sin gobierno, Miguel Ángel se apodera de ellas mediante el Control Maestro del Montevideo, casi triplicando de este modo sus fuerzas iniciales. Tras desbloquear las puertas que retienen a los prisioneros, devolver a estos el control de las naves, y organizar su nueva flota, esta prosigue su viaje hasta el Valera.
Miguel Ángel encuentra a varios familiares a los que creía muertos en las naves recuperadas, entre ellos a su madre. No hay mucho tiempo que perder en celebraciones, porque el combate contra su propio autoplaneta es inminente. Los cruceros nahumitas que escoltaban al Valera, al ver a este alcanzado por el rayo azul, se han aproximado a su superficie para quedar dentro del radio de acción del rayo, frente al cual están protegidas. Al quedar dentro del halo del rayo azul no pueden ser alcanzadas por los torpedos de las naves humanas, puesto que estos se desactivan al instante tan pronto como entran en la luz azul, antes de llegar hasta las naves nahumitas. Los propios torpedos nahumitas, al igual que sus naves, están inmunizados al rayo, por lo que disparan impunemente desde el halo del rayo azul, que para ellos actúa como una barrera protectora.
El rayo lo controlan los humanos, pero no quieren arriesgarse a apagarlo todavía ya que ignoran si los nahumitas que lo ocupan han encontrado en modo de operar las poderosas armas defensivas externas del autoplaneta. Los humanos han aprovechado los datos que recogieron cuando examinaron el proyector del rayo azul en Ragul para modificar durante el viaje unos pocos miles de torpedos, inmunizándolos contra el rayo. Pero no pueden emplearlos contra las naves nahumitas guarnecidas en la rayo porque necesitan todos estos torpedos para volar las compuertas.
Los torpedos especiales son disparados contra las compuertas para reventarlas, mientras los torpedos convencionales se emplean únicamente para interceptar los torpedos nahumitas cuando estos salen de la influencia del rayo azul. Las compuertas son destruidas una tras otra hasta lograr exponer al vacío el interior habitado del Valera. Esto desata un apocalipsis en el mundo hueco. Miles de toneladas de atmosfera se pierden cada segundo. El calor remanente del sol artificial, ahora apagado por el efecto del rayo azul, se desvanece. Los mares, bosques y animales salvajes que los habitaban son expulsados al espacio, junto con la mayor parte de los habitantes, ya fueran tropas nahumitas o prisioneros valeranos. Solo sobreviven las dotaciones de las naves nahumitas que quedan en el interior, aguardando la entrada de las naves humanas, y las tropas de tierra enfundadas en armaduras de combate estancas.
Pero la guerra está ganada ya. Una vez logrado esto, Miguel Ángel ordena a las tropas de Ragul que vuelen en pedazos en proyector del rayo azul y poner rumbo al Valera para reunirse con ellos. En cuanto desaparece el efecto del rayo, los cruceros de combate nahumitas que estaban resguardándose en este reciben una descarga masiva de torpedos por parte de los humanos y son aniquilados. Las naves humanas se adentran en el Valera por las mismas compuertas que han volado, combatiendo a las naves nahumitas del interior y desembarcando comandos que ocupan rápidamente las salas de control. Reactivado nuevamente, el Valera se aleja del sistema solar nahumita a toda velocidad, mientras la flota humana sigue su estela como mejor puede.
El Valera queda libre así del sistema solar de Nahúm. Atrás quedan los millones de prisioneros humanos llevados como esclavos a diversos mundos nahumitas y el pueblo de los oceánides, ahora bajo el mando del despótico Cloris. Volveremos a ver que tal les va en noviembre.
Por cierto, además de todo lo anterior, que es a grandes rasgos lo más relevante, hay mucha interacción entre Miguel Ángel y Ondina. Puede tener la piel verde, el cuerpo cubierto de minúsculas escamas, las manos y pies palmeados, y respirar por branquias, pero es una mujer después de todo. Se nos deja claro que Ondina está desesperadamente enamorada del humano que la salvó de las fieras del circo en Mares tenebrosos. De hecho, la última frase del libro está dedicada a informarnos que los científicos que trajo con ella le operan los pulmones para hacer que respire aire en lugar de agua, quizá a fin de pisar el mismo suelo que su salvador y no separarse nunca de él, si puede evitarlo. Veremos también en que queda esto en noviembre.
Otro tema que se toca es el de la extrema juventud e inexperiencia del protagonista. Cuando esta trama comenzó en Invasión nahumita Miguel Ángel acababa de salir de la academia militar. Tiene veintidós años, y estamos hablando de una época en la que los humanos han extendido su promedio de vida hasta más de doscientos. Miguel Ángel se ve de pronto dando órdenes a Comandantes y Almirantes que en algunas ocasiones quintuplican o sextuplican su edad, y que le obedecen solo por el peso y la fama que su rama familiar aún tiene en la humanidad. Al chaval le han tocado unas botas muy grandes para llenarlas en muy poco tiempo.
¡Próximamente en sus kioscos, La guerra verde!
Contra el imperio de Nahúm. 1974 (reescritura del texto original de 1955). George H. White [Pascual Eguídanos]. La saga de los Aznar nº 17. Editorial Valenciana S. A.
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