EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, nobles caballeros y damas.
Seguimos con las aventuras de El Guerrero del Antifaz, y por fortuna vemos que van volviéndose ya un poco más variadas. El cambio que veremos aquí es el desarrollo del carácter de Motamid, el primer enemigo importante de la colección que no es un villano plano, simplemente malvado. Motamid es obstinado y terco, pero leal a su palabra y noble a su manera.
¡Apresada por el enemigo! (nº 11): poco después de escapar junto a Zoraida de la fortaleza de Motamid, el Guerrero se encuentra con una de las columnas de soldados que van hacia ella para participar en el torneo. Los líderes de esta columna, a la cabeza de sus respectivos ejércitos, son el conde de Roca (verdadero padre del Guerrero), el de los Picos (don Luís), y el de Torres (padre de Ana María). Los acompaña el caudillo árabe Alhamar y su escolta, haciendo las funciones de guía.
El Guerrero les detiene y advierte que se dirigen a una trampa, acusando a Alhamar de traidor. En realidad nada de esto es cierto porque la intención de Motamid sí es llevar a cabo el torneo, pero el Guerrero se ha tragado hasta el fondo el engaño de Alí Kan.
Las acusaciones de traición que se cruzan los condes cristianos y el Guerrero con Alhamar hacen que este reaccione espoleando a sus hombres contra las personalidades que escoltada.
Entre esas personalidades está Ana María, que acudía como público al torneo. Alhamar trata de llegar hasta su calesa para tomarla como rehén, sabiendo que no tiene suficientes hombres para vencer a los ejércitos de los tres condes, pero es rechazado y se ve obligado a huir hacia la fortaleza. El Guerrero, por su parte, empuja a Zoraida al interior de la calesa de Ana María para mantenerla a salvo, lo que hace que las dos mujeres se conozcan e identifiquen en la otra a una rival por la atención del Guerrero. Sin embargo, el capitán Rodolfo saca a rastras a Zoraida de la calesa, y esta se monta a la grupa del caballo del Guerrero, prefiriendo arriesgarse a luchar junto a él en primera línea que mantenerse a salvo lejos del combate.
Combate que, por cierto, se extiende a lo largo de otras once páginas, en las que vemos como los caballos de la calesa de Ana María y su aya se desbocan a causa del fragor de la batalla y se internan entre las filas enemigas. Varios caballeros van tras ellas, pero tanto la montura del conde de Torres como la del capitán Rodolfo son alcanzadas por flechas y los jinetes ruedan por el suelo. Mientras que el primero se pone en pie de inmediato para seguir peleando, el segundo se arrastra entre unas rocas y matojos y se queda observando la batalla desde ahí, tratando de pasar inadvertido.
El Guerrero deja a Zoraida con su padre y corre también en busca de la calesa. Por el camino encuentra al conde de Torres y lo rescata de un grupo de soldados musulmanes que lo tenían rodeado. Los mata a todos, acabando con el último, que trata de huir, lanzándole a la nuca la propia maza que éste había dejado atrás. El capitán Rodolfo, que ha observado toda la escaramuza desde su escondite, empieza a sentir algo parecido al respeto por el Guerrero por su pericia como luchador, pero esto no aumenta sus simpatías hacia él. La refriega, sin embargo, retrasa al Guerrero lo suficiente como para que la calesa y las damas en ella caigan en poder del enemigo.
Tras otra serie de trifulcas (que el hombre este siempre anda metido en alguna) el Guerrero, aún buscando a Ana María por su cuenta se topa con don Luís y el capitán Rodolfo, disfrazados de árabes, que están tratando también de llegar hasta ella haciéndose pasar por mensajeros. Juntos consiguen llegar a la falda del peñón sobre el que se alza la fortaleza de Motamid, y con su reciente experiencia en ella, el Guerrero guía a los demás a su interior.
El castillo de Motamid (nº 12): los tres intrusos se enfrentan ahora a los mismos peligros que ya conocemos de cuando el Guerrero y Zoraida escaparon de ese mismo lugar no hace mucho; guardias especialmente corpulentos vigilando los puntos clave, trampas que llevan a fosos llenos de leones, y puertas de metal que solo pueden ser abiertas desde uno de los lados.
Viendo que el camino por el interior no va a ser sencillo, el Guerrero opta por hacer un trecho trepando por el exterior, haciendo el camino inverso a cuando descendió pero sin el inconveniente de tener que lidiar con el gorila y las águilas gigantes. Don Luís y el capitán Rodolfo prefieren seguir avanzando por los corredores, y a consecuencia de esto caen en una emboscada y son capturados
Tras esquivar algunas flechas y guardias, el Guerrero llega hasta el harén personal de Olián y rescata de allí a Ana María y su aya. Olián no andaba muy lejos y se lanza espada en mano contra el Guerrero. Tras un feroz combate en el que Olián es herido varias veces, se derrumba medio muerto y entonces aparece su padre Motamid. Este y el Guerrero llegan a un acuerdo: la vida de su hijo por la libertad de sus amigos, una tregua y un salvoconducto que les permita cruzar con seguridad por el territorio ocupado. El Guerrero y Motamid aprovechan también para aclarar lo ocurrido y ambos concluyen que los recientes combates se deben a los tejemanejes de Ali kan, que ha huido oportunamente de la fortaleza con un puñado de hombres. Pero Motamid tiene una condición a las demandas del Guerrero, adicional a la vida de su hijo: una vez ponga a salvo a las damas y sus amigos, deberá regresar para enfrentarse mano a mano con él, tal como estaba previsto.
El Guerrero y los demás abandonan la fortaleza sin que nadie se lo impida, y las patrullas que van encontrándose respetan el salvoconducto de Motamid. Sin embargo, cuando ya se han perdido de vista la fortaleza, son atacados por Ali Kan y sus hombres. Una lanza golpea de refilón al Guerrero y lo descabalga. Don Luis se detiene para ayudarle, mientras la calesa de las damas, conducida por el capitán Rodolfo, sigue adelante.
Y tras esta visita relámpago a la fortaleza de Motamid, lo dejamos por el momento porque ya se pasa a otro enemigo principal. El gran problema que tiene reseñar las aventuras de El Guerrero del Antifaz, al menos en estas primeras etapas, es que eran un todo, algo continuo. Resulta difícil encontrar u momento adecuado para meter el corte porque a menudo en un mismo numero terminaba una subtrama y se empataba de inmediato con otra sin ninguna clase de transición.
Puedes repasar las aventuras de El Guerrero del Antifaz desde el inicio pulsando aquí, o echarle un vistazo a El Aguilucho (otra de las obras de Gago) pulsando aquí.
El Guerrero del Antifaz. 1944. Manuel Gago (guion y dibujo). Reeditado en 1972 por Editorial Valenciana S.A.
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