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viernes, 20 de septiembre de 2024

EL GUERRERO DEL ANTIFAZ (nº 7 a 10). Huida de la fortaleza de Motamid

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, nobles caballeros y damas.

Esta es la tercera reseña que hacemos sobre los comics de El guerrero del antifaz. Y he de decir que, si los datos de seguimiento que me proporciona Blogger son correctos, las dos anteriores despertaron mucho más interés del que esperaba, con un inusualmente elevado número de lectores (más de los que tenemos cuando reseñamos comics de Conan, por ejemplo).   

En general cada día escribimos sobre lo que nos apetece en ese momento, pero también nos guiamos por el número de lecturas que tiene durante su primera semana cada entrada que publicamos, para hacernos una idea de lo que puede interesar más o menos a la gente. Es por eso que vamos a centrarnos un poco más en esta colección.

Algo que notamos al ir avanzando de un número a otro es que en los primeros nos encontrábamos con páginas formadas por cuatro filas de dos viñetas. Esta composición ha ido cambiando hasta que lo normal ha pasado a ser cuatro filas de tres-cuatro viñetas por página. Teniendo en cuenta que a los dibujantes se les pagaba por página entregada y tenían un cupo mínimo semanal con el que cumplir, que Gago aumentara el número de viñetas es un indicativo de que cada vez se estaba implicando más en la historia. Dibujar a los personajes lleva más trabajo que los fondos, y más viñetas en lugar de viñetas más grandes implica dibujar a los personajes más veces en lugar de simplemente dejar más fondo a su alrededor. Vemos así mismo que los diálogos se van volviendo más largos, y los combates pasan de consistir en un par de golpes a una sucesión de fintas y estocadas. Básicamente, para un dibujante de comics, aumentar el número de viñetas por página implica tardar más en hacerlas, pero le permite contar más historia en el mismo espacio.    

Y hablando de contar historias, ahí van unas cuantas más.

Entre las garras del enemigo (nº 7): Don Luis guía a sus hombres en un intento desesperado de abandonar la fortaleza de Alí Kan. Él mismo se queda cubriendo la retirada de los demás, y es capturado junto a Zoraida e Hixem cuando trata de ayudarles. Los que logran retirarse no corren mejor suerte, ya que encuentran tropas enemigas al otro lado del túnel por el que pretendían huir. Poco después Olián llega al castillo llevando al Guerrero también como prisionero. Olián y Alí Khan se reúnen y se jactan de haber capturado a todos sus enemigos, pero no tardarán mucho en darse cuenta que reunirlos en un mismo lugar en vez de dispersarlos es un error.

El Guerrero, una de cuyas habilidades es la facilidad que tiene para soltarse de cadenas y fugarse de celdas (en términos de D&d habría que diseñarlo como un multiclase guerrero/pícaro especializado en escapismo) no tarda mucho en escapar otra vez y aprovecha para liberar a los otros. Tras acabar con unos cuantos guardias y apoderarse de sus espadas y escudos emprenden un intento de fuga, pero Hixem tiene otros planes. Está enamorado de Zoraida y sabe que esta lo está a su vez del Guerrero, así que la toma de la mano y la separa de los demás, huyendo por su cuenta. El dividir sus fuerzas no hace más que debilitarles, y ambos grupos terminan cayendo en trampas por separado y son capturados de nuevo. 

El pérfido Ali Kan aprovecha para revelarle a Don Luis la identidad del Guerrero, creyendo que esto hará que desconfíe de él, pero en realidad lo único que logra es que la amistad entre ambos se fortalezca.

Esta vez, en lugar de en una celda, dejan al Guerrero atrapado en los cepos de un potro de tortura, pero tampoco tarda mucho en liberarse. Aquí vemos aparecer de nuevo a Kaf, que salta sobre él desde una almena solo para ser rápidamente derribado y salir de escena de nuevo, ya definitivamente. El Guerrero salta al patio del castillo y se dedica a esquivar a los guardias que le buscan, acabando con ellos cuando se le presenta una buena ocasión. Finalmente derriba a uno de los hombres de Olián, toma sus ropas y se disfraza con ellas para ir a liberar (otra vez) a los demás.

Hábil estratagema (nº 8): fingiendo ser uno de los guardias de Olián, el Guerrero se presenta en las mazmorras y ordena a los guardias de Alí Kan que liberen a los otros prisioneros. Aprovecha para sembrar toda la discordia posible entre los guerreros de uno y otro caudillo, y provoca a los de Alí Kan hasta que estos le atacan. Entonces reclama a gritos la ayuda de los soldados de Olián, logrando que estos dos grupos se enfrenten entre ellos. Una vez estalla una pelea en un punto del castillo se desplaza a otro repitiendo la operación, creando varios focos de escaramuza en los que sus enemigos pelean entre unos con otros.

La distracción le sirve para iniciar otra huida con sus compañeros. Esta vez van todos juntos, pero Zoraida es atrapada por unos guardias y llevada a presencia de Abú Kir, un tercer caudillo musulmán que aparentemente estaba en la fortaleza con una pequeña escolta, del que no sabíamos nada. Abú es un tipejo que quiere incluir a Zoraida en su harén. Y a pesar de tener todo un harén, se ve que muy hombre no es. Cuando ve aparecer al Guerrero retrocede de espaldas, balbuceando, hasta chocarse con la pared.

 

El Guerrero ni tan solo se toma la molestia de matarlo y lo despacha de un sopapo. Literalmente, ha tenido enemigos anónimos que le han durado más que Abú Kir.

Tras rescatar a Zoraida, regresa junto a Don Luís, que está liberando a sus hombres de las mazmorras. Con un pequeño ejército cristiano dentro de los muros del castillo y otro mucho mayor que ha ido congregándose fuera para asediarlo, la plaza es finalmente tomada. Ali Kan y Olián logran huir para seguir molestando más adelante.

En cuanto tienen un poco de tranquilidad, los personajes se sinceran. El Guerrero admite ante Don Luís que ama a Ana María y que esta le corresponde, aun sabiendo que él también la pretende. Zoraida le confiesa su amor al Guerrero, y este le deja claro que no está interesado en ella en ese sentido. Esto, más que una aventura de El Guerrero del Antifaz, ya parece La Venganza de Don Mendo; “Todas por mí como un trapo, y con igual pretensión. Ah, infeliz del varón que nace, cual yo, tan guapo”.

Por su parte el capitán Rodolfo le dice sin ambages al Guerrero que le desprecia, por muy aliado que sea. Igualmente, Hixem se declara enemigo del Guerrero, por acaparar la atención de Zoraida. Y don Luís, a pesar de lo que supone para él que su mejor aliado y su única amada se quieran, se comporta como el caballero que es y no permite que esto interfiera ni en su misión ni en la amistad que mantiene con ambos.

Aclarado todo lo que valía la pena aclarar, y suponiendo que Alí Kan habrá ido junto a Olián a lamerse las heridas en la fortaleza de Motamid, pone rumbo a esta, solo. La fortaleza se erige en lo alto de un peñón fácilmente defendible, en la zona ocupada. Va a reclamarle el derecho a enfrentarse personalmente con Alí Kan y a llevárselo prisionero si gana. Aunque esto es como meterse en la boca del lobo, Motamid resulta ser un tipo de fiar (cuando está de buen humor, al menos) y a pesar que el Guerrero está sirviéndole su propia cabeza en bandeja de plata, lo recibe como un invitado en lugar de como un enemigo. Quiere convertir ese duelo en un gran acontecimiento en el que se convocará a luchar a todos los grandes capitanes cristianos y caudillos moros de la región, y acepta a las demandas del Guerrero si este a su vez acepta aguardar algunos días a que el organice el espectáculo. 

Olián aprovecha ese tiempo para presumir de la inexpugnabilidad de la fortaleza de su padre ante el Guerrero, lo cual a su vez aprovecha este para ir tomando buena nota de todo lo que se le revela. Entre otras cosas, Olián le muestra al Guerrero unas águilas gigantes adiestradas para cazar a los prisioneros fugados, leones, y un violento gorila.  

Entretanto, Zoraida tiene la ocurrencia de ir tras el Guerrero en plan grupie acosadora. Al grito de “¡Dejadme pasar! ¡Soy una mujer!” consigue que la dejen salir del castillo cristiano, pero no tarda mucho en ser capturada por una patrulla musulmana, para la cual ese único argumento carece de valor.  

Fuga desesperada (nº 9): Zoraida es llevada a presencia de Motamid, que básicamente se parte de risa al verla, porque todos sus enemigos se están poniendo a su alcance ellos solos. Ha recibido con buenas maneras al Guerrero, pero sin planes de dejarlo salir vivo de su fortaleza. A Alí Kan también tiene la intención de quitarlo de en medio cuando más le convenga para quedarse con los restos de sus territorios. Y ahora tiene en su poder a una mujer que interesa a ambos, aunque por distintos motivos. Por lo pronto, la manda llevar a su harén, junto a sus otras esclavas, y además se jacta de ello informando tanto a Ali Kan como al Guerrero de que sus hombres han capturado a la joven.

Esa misma noche, Ali Kan hace creer al Guerrero que Olián planea asesinar a su padre y Don Luís cuando acudan a tomar parte en el torneo. Esto incita al Guerrero a atacar a los guardias que le vigilan continuamente para tratar de salir de la fortaleza y advertirles, pero no puede marcharse dejando allí a Zoraida. Se abre paso luchando hasta el harén, donde le aguarda Omar, un corpulento eunuco. 

Cuando el Guerrero trata de echar abajo la puerta del harén, Zoraida le exige a Omar que la abra. Pero parece haber olvidado que para su propia gente los deseos de una mujer carecen de valor, así que Omar se limita mandarla al suelo de un bofetón antes de encararse con el Guerrero, que al fin logra echar abajo la puerta.

Tras un intenso combate en el que el Guerrero termina estrangulando a Omar, él y Zoraida escapan por una ventana. En el número anterior el Guerrero estuvo dándole cuerda a Olián para hacerle hablar sobre las defensas de la fortaleza, y ahora aprovecha el conocimiento que obtuvo de él para escapar, sabiendo lo que le espera. Con Zoraida tras él avanza hasta toparse con otro duro adversario, Abdalá, que guarda una sólida puerta de hierro. En cuanto el Guerrero lo derrota Zoraida se hace con su cimitarra. Y esta es la primera de una larga serie de damas luchadoras que aparecerían cada vez con más frecuencia en la colección. Algunas muy competentes y otras (como en el caso de Zoraida) más guerreras en espíritu que en destreza con las armas, pero todas ellas bastante inusuales para los comics de la época. 

Personalmente (y más aun viendo la vida que lleva) creo que cualquiera de ellas habría sido mejor pareja para el Guerrero que Ana María, pero claro, es él quien debe decidir eso.

Lucha en el abismo (nº 10): siguiendo con su huida y tras haberse librado de los leones de Motamid y unos pocos más de sus guardias, el Guerrero y Zoraida descienden tanto por los sótanos que llegan hasta el punto donde estos comunican con los túneles naturales del peñón sobre el cual el castillo se asienta. Los muros de bloques de piedra y puertas cerradas dan paso a cavernas irregulares y túneles inclinados. Uno de ellos los lleva hasta el exterior, pero al asomarse descubren que aún no han descendido lo suficiente para llegar a nivel del suelo. El túnel da a una de las laderas casi verticales del peñón, por donde resuelven tratar de descender.

Entre las tropas de Olián solo hay un guerrero que puede sacarles ventaja moviéndose por ese peligroso terreno; el gorila amaestrado que vimos antes, llamado Turka. Olián lo libera y lo azuza contra ellos. Turka, que parece más inteligente que alguno de los adversarios humanos a los que el Guerrero se ha enfrentado anteriormente, mantiene la distancia con sus presas colocándose en una posición ventajosa por encima de ellos y dedicándose a lanzarles grandes rocas que desgrana de la propia ladera. El Guerrero reacciona lanzándole la única daga que lleva con él. El arma le acierta, y aunque no basta para matar a Turka sí lo enfurece lo suficiente para que este reaccione abandonando toda precaución. El simio se abalanza sobre el Guerrero, que precariamente agarrado a un saliente de piedra lo recibe con un espadazo en la cabeza, precipitándolo ya cadáver al vacío.    

Tras esto el Guerrero y Zoraida llegan a un estrecho sendero por el que pueden seguir descendiendo a pie, en el cual son interceptados por otro grupo de soldados de Olián. Éste los ha enviado como distracción mientras preparaba al siguiente adversario “serio” del Guerrero; sus tres águilas gigantes. Son aves de presa realmente enormes, hasta el punto de poder clasificarlas como el primero de los escasos elementos sobrenaturales con los que contó esta colección. Pero son animales a los que Motamid ha acostumbrado a cazar esclavos fugitivos, débiles y desarmados, y no esperaban que sus presas les plantasen cara. El Guerrero logra matar a la primera que les ataca. Cuando hiere a la segunda, ésta remonta el vuelo para huir, y la tercera la sigue.  

Consiguen descender a nivel del suelo, y allí se topan con otro grupo de guardias apostados. A estos podrían haberlos esquivado y alejarse a pie, pero el Guerrero les ataca para apoderarse de sus caballos y provisiones. Finalmente, tras matar a decenas de soldados, hacer saltar de sus goznes unas cuantas puertas reforzadas y despachar a la colección de animales amaestrados, el Guerrero y Zoraida escapan de la fortaleza de Motamid. Y creo que es un buen punto para dejarlo por hoy. 

Puedes repasar las aventuras de El Guerrero del Antifaz desde el inicio pulsando aquí, o echarle un vistazo a El Aguilucho (otra de las obras de Gago) pulsando aquí.  

El Guerrero del Antifaz. 1944. Manuel Gago (guion y dibujo). Reeditado en 1972 por Editorial Valenciana S.A.

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