EL ORÁCULO DE LAS VISIONES ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por... Pecky.
¡Saludos, amigos cinéfagos!
Ayer tuvimos zombis en un comic y al parecer hoy seguimos con ellos. Ya sabéis que estos seres no son fáciles de erradicar por completo. Esta es además una película que nos va muy bien para repasar la evolución del cine de zombis a lo largo de la historia, desde sus orígenes como seres mágicos devueltos a la vida por brujos para emplearlos como esclavos en trabajos comunes y que mataban estrangulando, hasta las actuales plagas de zombis víricos descontrolados que matan mordiendo.
De hecho, aunque el título de The Plague of the Zombies sugiere eso (una plaga, algo masivo provocado por una enfermedad) no veremos nada parecido. La palabra plaga se emplea aquí más en el sentido de propagación. Al contrario de otras películas de zombis más antiguas ya reseñadas aquí, como La legión de los hombres sin alma (1932) o El fantasma de Mora Tau (1957), que tienen lugar en el Caribe y África, esta tiene lugar en un pueblo de Inglaterra. En lugar de personajes europeos o estadounidenses que viajan a las tierras de la magia negra y el vudú, la película nos mostraba que esos rituales habían cruzado el mar y se estaban practicando ya en tierras europeas. La plaga del título es una contaminación cultural, no vírica.
La historia comienza como si de una partida de Los mitos de Cthulhu se tratase. Sir James, catedrático de medicina de la universidad de Londres, está tranquilamente en su casa preparando sus cañas de pescar para unas merecidas vacaciones cuando recibe una misiva de Peter, uno de sus antiguos alumnos. Este le solicita consejo porque se enfrenta a una situación que no puede resolver. Es el médico de cabecera (el único médico, en realidad) de un pueblecito de Cornualles. En cada uno de los últimos doce meses una persona del pueblo ha muerto repentinamente, sin mostrar heridas ni ningún síntoma previo más que apatía, pérdida de apetito y palidez. Además las gentes del pueblo, de carácter puritano, no le han permitido hacer la autopsia de los cadáveres, procediendo a su entierro inmediatamente.
Sir James se dirige allí acompañado de su hija Sylvia, puesto que ésta es amiga de Alice (la esposa de Peter) y desea volver a verla. Cerca del pueblo su carruaje es detenido por un grupo de jinetes. Son unos indolentes nobles de la región que se están divirtiendo cazando a un pequeño zorro. Han perdido su rastro y con muy malos modales le preguntan al cochero si lo ha visto. Sylvia, que sí ha visto al zorrito, les indica a los nobles la dirección contraria por la que este se marchó, para alejarlos de él. Solo por esto ya me cae bien.
A su llegada al pueblo vuelven a ver al grupo de jinetes, que cruzan las calles al galope casi arrollando a la procesión de un entierro. A resultas de esto el ataúd que estaba siendo llevado a hombros por los familiares y amigos del finado termina cayendo al suelo y abriéndose con el golpe, mostrando un cuerpo cuyo rostro parece deformado por una mueca de miedo. Una vez se reúnen con Peter y Alice, ven que ambos están en un terrible estado nervioso. Peter está amargado por no haber podido salvar a ninguno de los afectados ni saber tan solo que les ha matado. Está comenzando a dudar de sí mismo y a abusar del alcohol. Alice padece una crisis de ansiedad y se la ve ojerosa y desarreglada. Las buenas gentes del pueblo, por su parte, están furiosas por lo que está ocurriendo y no pocos echan la culpa al propio Peter, mientras que el cura local lo achaca a un castigo divino a causa de sus pecados.
Sir James tiene claro como debe procederse en este caso. Un autopsia es vital, y puesto que esa misma mañana se enterró un cadáver, deben hacerse con él. No pueden esperar apoyo legal por parte de la autoridad local, ya que esta recae en el terrateniente lord Hamilton, el noble que encabezaba la caza del zorro. La alternativa por tanto es robar el cadáver, desenterrarlo ellos mismos a escondidas para examinarlo.
Sir James y Peter se marchan al cementerio esa noche para llevar a cabo su plan. Mientras tanto, Sylvia ve a Alice abandonar la casa y alejarse del pueblo en la oscuridad. La sigue preocupada pero la pierde de vista rápidamente, y es capturada por los amigotes de lord Hamilton, que la llevan a la fuerza a la mansión de este y sortean a la carta más alta cual de ellos va a ser el primero en violarla.
Lord Hamilton aparece justo a tiempo para detenerlos antes de empezar, los echa de la habitación y se deshace en disculpas. En este momento parece el único medio decente del grupo, pero no tardaremos en comprobar que en realidad es el peor. Se ofrece a que alguien lleve a Sylvia de vuelta al pueblo en su carruaje, pero ella no se fía de ninguno de ellos y prefiere volver a pie. Por el camino, al pasar junto al pozo de extracción de una mina abandonada, ve como una horrible criatura vagamente humana sostiene en sus brazos el cadáver de Alice, y lo arroja hacia ella. Aterrorizada, vuelve corriendo al pueblo.
A su padre y a Peter no les ha ido mucho mejor. Han cavado hasta el ataúd del hombre recientemente enterrado, solo para descubrir que está vacío. Lo que está matando a la gente del pueblo también está haciendo desaparecer sus cadáveres. Cuando Sylvia les da la terrible noticia, sir James propone a Peter ir en busca del cadáver de Alice para practicarle la autopsia. Peter, que se había mostrado tan contrariado por que los obtusos aldeanos no le permitieran abrir los cuerpos de sus difuntos, es reacio ahora a hacerlo cuando el único cuerpo disponible es el de Alice. Pero finalmente su parte racional vence a la pasional y acepta que su mentor practique la autopsia a su esposa.
Lo único inusual que descubren es que unas manchas de sangre que había en su rostro no eran de sangre humana sino animal, y que no se aprecia el esperable rigor mortis. Preguntando por el lugar en el que encontraron el cadáver averiguan también que es una antigua mina de estaño perteneciente a los Hamilton. La mina era la base de la fortuna familiar hasta que fue abandonada. Pero esta no se agotó sino que fue abandonada porque se producían muchos accidentes y nadie quería trabajar en ella. A pesar de esto, en los últimos tiempos la fortuna de los Hamilton no solo no ha desaparecido sino que parece haberse incrementado, aunque nadie sabe cual es ahora su fuente de ingresos.
Estos datos y otros detalles, como que el actual lord Hamilton pasó una larga temporada en el extranjero (la película tiene más de investigación que de terror, realmente) permiten a sir James establecer una conexión entre la mina y la desaparición de los cadáveres. Y es precisamente la que quizá ya os esté dando vueltas en la cabeza; lord Hamilton se trajo consigo de un viaje al Caribe varios brujos vudú. Desde entonces han estado usando su magia negra para matar mediante maldiciones a la gente del pueblo, y luego transformarlos en zombis que trabajen en la mina. Estos zombis no necesitan abandonar nunca la mina, ni comer o descansar. Lord Hamilton los controla manteniendo en su poder una figurita vudú de cada uno de ellos, encerrada en un pequeño sarcófago en miniatura. Las sospechas de sir James se confirman cuando el zombi de Alice abandona su tumba y él mismo se ve obligado a cortarle la cabeza con una pala. Sir James tiene razones para temer que su hija podría ser la próxima víctima, así que se decide a actuar.
Va solo a la casa de lord Hamilton donde, tras tantearlo en una tensa conversación, finge que se marcha únicamente para volver a colarse justo a continuación, en busca de pruebas que le incriminen. Además de los sacerdotes vudú, lord Hamilton ha creado un pequeño culto con los jóvenes nobles de la comarca, que buscan en ello nuevas experiencias, aburridos de su indolente vida. Uno de estos sectarios sorprende a sir James cuando este registra un escritorio e intenta matarlo. Pero la sorpresa se la lleva el jovenzuelo cuando sir James, que ya está en el mismo borde de la ancianidad, le da una paliza, le prende fuego y lo acuchilla. ¡Así es como se trata a esta gentuza! El cadáver ardiendo del sectario provoca un incendio que empieza a consumir la mansión, pero allí no hay casi nadie para apagarlo. Lord Hamilton, sus sectarios y sus sacerdotes se han reunido todos en la mina, junto con los incansables zombis. Y tienen con ellos a Sylvia, de la que se han apoderado aún viva. Ella no va a ser convertida en zombi, sino sacrificada en un ritual para aumentar los poderes del culto.
Sir James y Peter acuden por separado a la mina para salvarla, y entonces los zombis empiezan a arder. Al quemarse la mansión de lord Hamilton, también las figuras vudú que allí guardaba están siendo devoradas por las llamas. Y al estar mágicamente enlazadas a los zombis, las llamas consumen a estos también. El final es un combate en la mina entre los protagonistas y los sectarios, con los zombis ardiendo dando tumbos de un lado a otro, atacando a quien pillen sin que lord Hamilton pueda controlarlos ahora que las figuritas han sido destruidas. Hoy en día, que parece que ya hemos visto de todo, esto puede ser un final incluso algo lento para algunos, pero cuando esta película se estrenó en cines en 1966, debía ser una de las escenas más grotescas que el público se había echado a la cara. Sir James, su hija y su alumno logran alcanzar las puertas de la mina y las cierran tras ellos, encerrando juntos a brujos, sectarios y zombis en llamas, para que todos ardan.
Una película que no puedo más que recomendar, pero recordando siempre a quien se anime a verla que está más centrada en la investigación que en los combates con hordas de cientos de zombis a los que nos tiene acostumbrado el cine actual.
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The Plague of the Zombies. 1966. Peter Bryan (guion) John Gilling (director) Cecil André Morell, Brook Williams, John Carson (actores principales) Diane Clare, Jacqueline Pearce (actrices principales) Seven Arts Productions & Hammer Film Productions. Editado en DVD por Manga Films en 2002.
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