EL ORÁCULO DE LAS VISIONES ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por... Pecky.
¡Saludos, amigos cinéfagos!
Hoy quería hablaros de un modesto y poco conocido film de terror, pero al que yo le veo un encanto especial. Se trata de El fantasma de Mora Tau. El título en español es muy engañoso, porque lo que sale no es un fantasma sino un zombi. Y en realidad no es uno, sino diez. Bueno, once. Pero la película es de finales de los cincuenta, de antes que George A. Romero redefiniera el concepto de zombi a su versión actual.
En esta época los zombis estaban en un estado impreciso. En algunas películas eran seres vivos sometidos a un fuerte control mental. En otras este control se conseguía a base de drogas que anulaban la voluntad. En otras eran una especie de espíritus ambulantes a los que las balas no afectaban porque pasaban limpiamente a través de ellos sin dañarle. Y había también algunas en las que las balas se enterraban en su carne, pero debido a su estado de zombi las heridas no dolían ni sangraban, por lo que era muy difícil detenerlos así. En esta película son muertos vivientes malditos condenados a proteger el mismo tesoro que intentaron robar.
Tras diez años sin ver a su abuela, la joven Jan viaja hasta África para visitarla. Por el camino hasta la hacienda, cercana a la costa, el chofer que han enviado a por ella atropella a un hombre de mirada ausente y ropas empapadas, cubiertas de algas, y sigue conduciendo sin darle importancia. Jan, aterrada, le insiste al conductor que se detenga, que deben comprobar si pueden hacer algo por él. El conductor se niega a hacerlo, y afirma con calma que ni tan solo se trataba de un hombre, sino de uno de ellos.
Cuando al fin Jan se reúne con su abuela, la Sra. Peters, le cuenta excitada todo el incidente, pero para su sorpresa esta le da la razón al chofer. Lo que han atropellado en el camino no era más que otro de los zombis que pululan por el lugar. Está tan habituada a ellos que ya los ve como algo más molesto que aterrador.
Esa misma noche, un mercante llega a la costa. En el viajan el sr. Harrison y su equipo: su esposa Mona, el doctor Eggert, y el buceador Jeff. Buscan unos diamantes que se hundieron en la zona junto con el Susan B, el barco que los transportaba, sesenta años atrás. El sr. Harrison solicita a la Sra. Peters permiso para alojarse en su hacienda mientras buscan los diamantes, por ser la única casa cercana al punto de la costa donde se hundió el Susan B, en muchos kilómetros.
En realidad, hospedarse en casa de la Sra. Peters es una especie de tradición. El del sr. Harrison es el sexto intento de recuperar los diamantes, y desde el primero, los hombres siempre se han hospedado en la hacienda de la Sra. Peters.
Esta recibe al sr. Harrison y los suyos, pero para dejarles las cosas claras, los lleva a visitar su cementerio particular. Allí están enterradas las cinco expediciones de rescate anteriores, al completo. También les cuenta una historia: sesenta años atrás, su marido era el capitán del Susan B. Descubrió un templo indígena en el que había una enorme fortuna en diamantes, y llevó hasta él a todos sus hombres para robarlos. Los nativos atacaron los marineros, y el propio capitán y nueve de sus hombres murieron. El resto de la tripulación logró llevarse los diamantes hasta el barco. Esa misma noche, el capitán y los nueve marineros muertos volvieron a bordo en forma de zombis. Treparon por los costados del barco mientras este se alejaba ya de costa, y masacraron a toda la tripulación. Sin gobierno, el Susan B chocó con unos arrecifes y se hundió, lleno de cadáveres y diamantes. La Sra. Peters, enviudada poco después de casarse, viajó hasta África tan pronto como conoció los detalles de la muerte de su marido y levantó su hacienda en el punto de costa más cercano al naufragio.
Con el tiempo fue juntando información sobre las leyendas locales y ha llegado a la conclusión que los marineros del Susan B están condenados a proteger los diamantes que intentaron robar, y que son ellos los que dieron muerte a los miembros de las cinco expediciones anteriores. Lo que no les cuenta, es el motivo por el que ella está siempre dispuesta a acoger a los equipos de rescate que persiguen los diamantes: está esperando a que alguno los recupere para arrebatárselos y destruirlos, en la creencia de que cuando los diamantes desaparezcan, se permitirá descansar en paz a su marido y el resto de marineros malditos.
El sr. Harrison es supuestamente un empresario, pero se comporta como un mafioso, y su esposa Mona es solo una vividora que está con él porque le paga los lujos. El doctor está obsesionado con la historia del Susan B (pretende escribir un libro al respecto) y no parece prestar atención a nada más. Jeff, el buceador, es el más razonable del grupo (y dicho sea de paso, el mas guapote y buen mozo) por lo que Jan hace buenas migas con él desde el inicio. Le convence para ir en busca del hombre atropellado, que ella continúa negándose a creer que pueda ser un zombi. Jeff le sigue el juego, y termina peleando no con un zombi, sino con los diez, para salvar a Jan de sus garras. A pesar de ello, el grupo continúa decidido a encontrar los diamantes.
Tras algunos intentos infructuosos, logran subir una arqueta con los diamantes a bordo del barco del sr. Harrison, pero esto es lo peor que podían hacer. Los zombis no solo se pasean por la costa, también lo hacen bajo las olas, ya que no necesitan respirar. Trepan al barco e invaden la cubierta, matando a parte de la tripulación y haciendo que el resto lo abandone para salvarse. Jeff, Harrison y el doctor están entre los que logran escapar y corren a refugiarse en la hacienda de la Sra. Peters, donde esta y Jan les conminan a destruir los diamantes. Harrison no está dispuesto a renunciar a ellos, y en principio Jeff tampoco, por todo lo que ha tenido que pasar para conseguirlos. La diferencia está en que Jeff quiere compartirlos también con la Sra. Peters y Jan, y Harrison en cambio ni tan sólo piensa darle a Jeff la parte que acordó con él.
A punta de pistola, Harrison se lleva la arqueta y a su esposa (que ha sido convertida en zombi) y trata de huir con ambas cosas. No le sirve de mucho porque Jeff ya ha sacado los diamantes, cambiándolos por otra cosa para que la arqueta pese lo mismo, y el estado zombi de Mona es irreversible. Es la propia Mona zombi quien lo mata. Literalmente, Harrison muere por tratar de llevarse un cofre sin diamantes y un cuerpo sin alma. Muere por nada.
Finalmente la Sra. Peters logra convencer a Jeff para que renuncie a los diamantes. Éste se los entrega y la anciana, con lágrimas rodando por sus mejillas, los arroja de vuelta al mar. Cuando el último de ellos se hunde, los zombis se desvanecen, dejando únicamente sus ropas vacías.
La historia termina con Jeff quejándose de que jamás será rico, con Jan besándole a modo de respuesta, y con la Sra. Peters cumpliendo al fin su autoimpuesta misión de dar la paz a su marido, tras sesenta años esperando pacientemente la oportunidad para hacerlo.
¿Qué puedo decir? Me gusta. Me gusta mucho a pesar que casi todas las críticas que he leído sobre ella la dejan por los suelos. ¡Sinceramente, no se que espera la gente de una película de 1957 con un presupuesto bajísimo, como es esta! Yo encuentro la historia de los diamantes y el barco hundido bastante interesante. Y vemos a los zombis pasear bajo el mar mucho antes de los famosos zombis subacuáticos de Shock Waves o Nueva York bajo el terror de los zombis.
Y aunque nos presentan a Jan y Jeff como los héroes de la historia, para mí lo es en todo momento la voluntariosa y abnegada Sra. Peters, personaje cargado de fuerza donde los haya, verdadero motor de la trama, y por largo la mejor interpretación de la película.
Tiene también sus puntos oscuros. Durante toda la película nos están recordando que los diamantes deben ser destruidos para acabar con la maldición que mantiene en este mundo a los zombis, pero luego basta con lanzarlos al mar. Podemos interpretarlo como que el lanzarlos al mar, el renunciar voluntariamente a ellos cuando ya los tienes en las manos, es una acción equivalente a destruirlos. En ambos casos los diamantes deben estar en tu poder primero, y debes ser capaz de renunciar a ellos. Aun así, estás esperando ver que los machaquen con un martillo, o los quemen en un horno o algo parecido y cuando ves que basta con tirarlos por ahí, la sensación que deja es un poco extraña, como de trabajo a medio hacer.
Otro detalle que no cuadra mucho, es que Mona se convierta en zombi en un punto de la película, cuando no vemos zombis de ninguna otra victima, ni de las anteriores expediciones ni de la actual, de la que no queda prácticamente nadie. No parece haber ningún motivo razonable, a nivel de trasfondo o lógica interna, para que Mona se convierta en zombi, más allá de crear una pequeña subtrama en torno a ello. Sí es cierto que hay un momento en que la Sra. Peters dice que a los que mueren a manos de los zombis “hay que enterrarlos rápido”. Podría ser por esto, porque si se tarda mucho en enterrarlos se convierten en nuevos zombis indestructibles. Pero Mona se convierte en zombi apenas un par de horas después de morir por el ataque de otros zombis, y dudo que los cuerpos de todos los miembros de las cinco expediciones anteriores pudieran ser encontrados y enterrados con un margen de tiempo tan breve.
Y también está el hecho de que la película se llame Zombies of Mora Tau, porque ese nombre suena más a polinesio que a africano… pero la historia tiene lugar en África, y la trama es de zombis, que son originarios de las islas caribeñas. Es una mezcolanza un poco rara, pero funciona.
Puedes ver otra película de zombis de un tono por completo diferente pulsando aquí.
Zombies of Mora Tau. 1957. Bernard Gordon (guion) Edward L. Cahn (director). Gregg Palmer, Joel Ashleyn (actores principales) Autumm Russel, Marjorie Eaton (Actrices principales) Sam Katzman Productions. Editado en DVD en 2013 por Sony Pictures Home Entertainment.
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