EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, ávidos lectores.
Hoy os traigo otro episodio de la peculiar Fantasía S.A. que nos narra la guerra que una ex-emperatriz alienígena y un oficinista terrestre eternamente al borde del despido, libran contra un ejército de robots.
Wilbur lleva algún tiempo sin saber nada de Damaris, y empieza a sentirse molesto. Lo que en un principio percibió como una alianza ahora le parece más servidumbre. Damaris puede establecer una comunicación telepática con él y teleportarse a su lado cuando le necesita, pero él no puede iniciar una comunicación con ella ni ir en su busca. Debido a esto se siente en inferioridad respecto a ella, pese a que en realidad es ella quien lo necesita a él y no al revés. Sumida en sus propios asuntos, Damaris únicamente se comunica con Wilbur cuando quiere encargarle alguna tarea, y no por el simple hecho de verle o hablarle.
Estando en este plan, en horas de oficina, Wilbur recibe uno de los comunicados telepáticos de Damaris. Una nueva nave de los robots a llegado a la Tierra y emite algún tipo de señal que ha bloqueado todos los ordenadores de su base subterránea, impidiéndole incluso salir de ella. Sin interesarse por él lo más mínimo después de su largo silencio, empieza a darle instrucciones, lo cual a Wilbur le sienta bastante mal. Aun así accede a ayudarla una vez más.
Damaris ha tenido la precaución de esconder armas y grandes cantidades de dinero terrestre en varios lugares, y guía mentalmente a Wilbur hasta uno de ellos, un banco. Wilbur deja la mano suelta para que Damaris la controle telepaticamente, firmando con la letra de ella para tener acceso a su caja de seguridad. Allí obtiene uno de los potentes micro-desintegradores, un artefacto explosivo, y enormes fajos de billetes.
Los movimientos de Wilbur no pasan desapercibidos a los robots, que lo tienen en observación desde la primera vez que ayudó a Damaris. Como esta podría percibir la presencia de los robots cerca de Wilbur cuando está conectada mentalmente a él, lo que hacen es contratar a un asesino profesional humano en lugar de encargarse ellos mismos de matarlo.
El asesino, Caín, suplanta a uno de los revisores del tren en el que Wilbur viaja hacia el punto en el que ha aterrizado la nave. Se trata de Inverness, en Escocia. Esto nos permite situar la acción en un lugar concreto, ya que en el primer comic no se llegaba a decirnos donde estaba ocurriendo todo.
Caín trata de matar a Wilbur durante el viaje. Le persigue por algunos vagones, disparándole con una pistola con silenciador, hasta que Wilbur se decide a plantarle cara y le amenaza con el micro-desintegrador. Caís se ríe de él, y vemos que no le cree. Los autómatas no le han hablado de este arma, y probablemente tampoco de muchas otras cosas. Para Caín esto es solo otro trabajo más.
Durante el forcejeo que sigue el micro-desintegrador se dispara abriendo un enorme boquete en el costado del vagón. Caín, hasta ese momento muy confiado, se da cuenta de pronto de lo peligroso que puede resultar su adversario y se lanza a estrangularlo. Pero mientras el aire se agota en los pulmones de Wilbur, este maldice mentalmente a Damaris; va a morir por una mujer que lo ha estado usando como un títere para su causa, sin preocuparse realmente por él. En ese momento, los robots (que parecen tener la capacidad de leer los pensamientos de Wilbur) detectan esto y ordenan a Caín que no lo mate. El resentimiento que está experimentando Wilbur hacia Damaris puede convertirlo en un agente doble que podrían emplear para acabar con ella.
Wilbur pierde la conciencia por la falta de aire, y despierta en el interior de la nave que debía sabotear. Los robots le proponen que trabaje para ellos. Le ofrecen no matarle, un sueldo de cincuenta mil dólares mensuales, y la seguridad de que no están interesados en invadir la Tierra y solo se encuentran allí porque es donde se ha refugiado Damaris. A Wilbur, la duda entre volverse rico o morir no le dura mucho. Y su decisión de cambiar de bando, en ese momento, es sincera.
Durante diez días los robots lo retienen en la nave, poniendo a prueba su lealtad. El propio Caín, al que deben haberle hecho una oferta similar a la de Wilbur, se convierte en su instructor de combate y le entrena intensamente para hacer de él otro asesino. Dentro de la nave Wilbur está aislado de las transmisiones mentales de Damaris, por lo que ella no puede contactarlo.
La intención de los robots es liberarlo una vez esté lo suficientemente entrenado, para que ella se reúna con él confiadamente y él pueda matarla. Como una prueba más de lealtad, el micro-desintegrador y el explosivo son dejados a la vista sobre una mesa, en una sala cuya compuerta está completamente abierta. Wilbur pasa por delante de la puerta cuando va de camino a la sala de entrenamiento, sin manifestar el deseo de apoderarse de ellos y cumplir la misión que le encargó Damaris.
Sin embargo, un día Wilbur está pensando en sus cosas y se le pasa la hora de uno de sus entrenamientos. La voz del ordenador resuena imperiosamente por la megafonía de la nave indicándole que va retrasado respecto a su horario programado. Wilbur hecha a correr, en un principio para llegar lo antes posible a su entrenamiento… pero a medida que corre se siente tan controlado por los robots como se sentía antes controlado por Damaris. La liberación que sintió al principio al oponerse a ella ha desaparecido, y ahora ve que simplemente ha cambiado una servidumbre por otra. Y esta vez, cuando pasa frente a la sala en la que están sus armas, las toma por instinto y empieza a disparar el micro-desintegrador contra cada ordenador y máquina a su alcance, dañando la nave todo lo posible. Luego activa el explosivo sin tener claro cuánto tardará en detonar y echa a correr, buscando una salida que ni tan solo sabe donde está.
Los daños provocados en la nave paralizan a los robots. La capacidad de autoreparación de estos es muy alta, y el hecho que todos permanezcan inmóviles podría indicar que la están concentrando en reparar la nave. Para detener a Wilbur envían a Caín. Aunque Caín es bastante mejor luchador que él, Wilbur consigue engañarle simulando que va a darle un golpe que el propio Caín le enseñó, sabiendo que este se anticipará para cubrirlo, y luego le golpea en otro lugar. En ese momento el explosivo estalla destruyendo toda la nave y a sus ocupantes… excepto a Wilbur, que es rescatado por Damaris. Uno de los ordenadores que destruyó al azar con el micro-desintegrador era el que enviaba la señal que bloqueaba todos los aparatos de Damaris, incluido su teleportador. En cuanto Damaris se dio cuenta que sus equipos se habían desbloqueado, los usó para localizar a Wilbur y llevarlo a su lado.
Por fin Damaris manifiesta auténtica preocupación por Wilbur. Este sigue molesto y se pregunta si su rebeldía ante el control de los robots no fue por influencia telepática de ella. Pero la comunicación telepática de esta no se restableció hasta que él destruyó los ordenadores de la nave. El volver a ponerse de su lado, ya fuera una idea consciente o inconsciente, salió de él en todo momento.
Puede que Damaris no le pague cincuenta mil dólares al mes y que en realidad no haga más que meterle en problemas… pero seguro que le ofrece algún otro tipo de compensación por sus esfuerzos que decanta la balanza a su favor 🤭
Ya solo nos queda otra aventura de Fantasía S.A. por comentar (no es fácil conseguirlas completas, la verdad) por lo que hasta que la reseñemos, puedes repasar también la anterior pulsando aquí.
Al diablo con todo. 1975. Andreu Martín i Farrero (guion) Edmundo Fernández Ripoll (dibujo). Publicado integro en 1985 en Mortadelo Especial nº 199.
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