EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.

Saludos, navideños lectores.
Nos encontramos ya en la recta final hacia Navidad, así que estos últimos tres días los vamos a dedicar exclusivamente a obras acordes con la época. Empezaremos con El grillo del hogar, un libro de Charles Dickens no tan conocido como su Cuento de Navidad pero a mi gusto igual de bueno.
En este caso, no tanto por la temática, que considero menos interesante, como por la forma en que fue escrito y que por desgracia un apresurado resumen como este no es capaz de reflejar. Es una de esas obras en que cada frase es una delicia, no solo la forma en que están construidas sino todo lo que evocan, el humor que arrastran y la sensación que provocan.
El grillo del hogar (El grillo en el corazón sería una traducción más aproximada del título original) nos narra las vivencias y problemas de una familia común durante los días de Navidad. En su casa, en alguna grieta de la pared u oscuro rincón, vive junto a ellos un grillo cuyo canto se ha convertido en parte fundamental de sus rutinas. No es uno de esos grillos tipo Disney, humanizados y parlantes. Es un grillo normal y corriente, si bien su canto parece extraordinariamente alto para su diminuto tamaño. Como si se tratase de algún tipo de banda sonora personal, el canto del grillo es algo tan omnipresente para la familia que todos en la casa lo relacionan con algún sentimiento o recuerdo positivo. El canto del grillo es uno de los sonidos más de la casa, como el tic-tac del reloj de pared, el crujido de las tablas del suelo, el chirriar de determinada puerta o ventana, el crepitar de los leños en la chimenea, o el tip-tip de esa gotera que nunca hay tiempo de arreglar.
La historia empieza con la olla del puchero puesta al fuego por Dot, la madre. La olla empieza a hervir, y su burbujeo parece despertar al grillo, que inmediatamente hace sonar su estridente canto. A medida que la temperatura del puchero aumenta y su burbujeante sonido crece, el grillo aumenta también la velocidad y volumen de su música, como viendo en el sonido de la olla un competidor al que batir.
Dot es una mujer pequeña (no tanto como el grillo, claro, pero bastante menuda) lo cual contrasta mucho con su marido John Peerybingle, un hombretón alto y fornido que trabaja de carretero (los camioneros de la época). Además de Dot y John (y el grillo, porque lo podemos considerar uno más de la familia) en la casa vive el bebé de ambos (cuyo nombre no llega a revelársenos), el perro Boxer, y una muchacha a la que han contratado como niñera llamada Tilly.
John llega a casa con el carro cargado de paquetes y mercancías que ha ido a recoger a un extremo de la ciudad y que al día siguiente ha de ir a entregar en el otro. Dot le ayuda a entrarlos en la casa por no dejarlos toda la noche en el carro. Algo cotilla por naturaleza, va echando un vistazo a la dirección que cada paquete lleva anotada, y se sorprende al ver a quien va dirigido uno de los encargos. Se trata de la caja de una gran tarta de boda, enviada desde la pastelería a la casa del sr. Tackleton, que para entendernos con pocas palabras, es otro sr. Scrooge u otro sr. Burns: un viejo amargado, rico, cascarrabias y avaro. Tackleton tiene una fábrica de juguetes, pero los odia tanto que a la muerte de su socio, cuando pasó a tener el control total de la empresa, ordenó que todos los muñecos que representasen gente trabajando en algún oficio tuvieran rostros grises y tristes, para deprimir a los niños que jugaran con ellos.
Entre los paquetes que John ha llevado a casa hay un pasajero, un vagabundo que se encontró por el camino y le pagó por el transporte de sí mismo hasta esa calle, como si fuera un fardo más a enviar. Comportándose con una familiaridad y un desparpajo que deja a todos boquiabiertos, el desconocido les dice que, como la mercancía que es, puesto que como tal ha pagado su pasaje hasta allí, se quedará en su casa unos días hasta que el destinatario acuda a recogerlo. A John no le parece adecuado que un desconocido se instale en su casa y se dispone a echarlo amablemente. Se sorprende cuando Dot, a la que ya ha visto observar embobada al vagabundo, acepta acogerlo y corre a prepararle una cama.
Caleb, un buen amigo de John y Dot que trabaja para el sr. Tackleton, tiene una hija ciega llamada Bertha. Como él, Bertha fabrica muñecos. Ella lo hace al tacto, confeccionando muñecas preciosas que nunca podrá ver. Su trabajo está acompañado del canto del grillo que vive en su propio hogar, y aquí el autor nos dice que en realidad, ignorados por la mayor parte de la humanidad, los grillos son en realidad un tipo de hadas protectoras de las casas y familias. Caleb es tan pobre que ha llegado a alegrarse de que su hija sea ciega, porque así puede describirle la casa en la que viven como modesta pero limpia y hermosa, cuando la realidad es que manchas de humedad llenan las paredes, los mueble son viejos y desparejos, y la ropa que él lleva está siempre sucia. Caleb tenía también un hijo llamado Edward, pero hace mucho que no se sabe nada de él y se dice que murió trabajando en el continente americano.
El reciente anuncio de la boda de su jefe, el sr. Tackleton, le supone un trago amargo a Caleb. El sr. Tackleton ha elegido como futura esposa a May, la joven de la que estaba enamorada su desaparecido hijo. May es una jovencita cándida y hermosa que no quiere saber nada del desagradable Tackleton, pero su madre es pobre y no rechazará la posibilidad de quedar emparentada con el rico juguetero.
Mientras los preparativos de la boda se organizan a toda prisa, la presencia del vagabundo en su casa está llenando de malas ideas la (por lo general) alegre y despreocupada cabeza de John. El modo en que Dot lo mira, lo rápidamente que ella decidió que éste se quedara en la casa, el modo en que ha empezado a evitarle a él como si le ocultara algo… John está cada vez más convencido que Dot se ha encaprichado del vagabundo, y todo tipo de ideas turbias le invaden. Quizá ya se conocían de antes, quizá es un antiguo pretendiente, quizá son amantes en secreto, quizá debería matarlo… llega incluso a descolgar una escopeta que tiene en la pared y prepararla para entrar en el dormitorio de invitados que han cedido al vagabundo y pegarle un tiro, pero el canto del grillo siempre suena oportunamente para borrarle esas ideas de la cabeza. Sus sospechas parecen confirmarse cuando ve a ambos a través de una ventana. El vagabundo se ha quitado una canosa peluca que le hacía parecer mucho más viejo, y habla animadamente con Dot. Ambos se han tomado de la cintura y se sonríen y abrazan cálidamente.
Tras la impresión inicial, John decide no levantar la mano contra ninguno de los dos. Si Dot ya no le ama y quiere marcharse con el vagabundo, lo permitirá sin montar un drama. Pero el mismo día de la boda del sr. Tackleton con May, Dot les confiesa tanto a John como a Caleb y Bertha la verdad. El vagabundo al que acogió en su casa es Edward, el hijo/hermano perdido de estos últimos. No murió en las américas y ha regresado para casarse al fin con su amada May. A medida que se aproximaba a la ciudad escuchó los rumores primero, luego ya noticias confirmadas, de la boda de ésta con el sr. Tackleton. Ocultó su identidad bajo una peluca cana, suciedad y maquillaje para parecer un anciano y no ser reconocido hasta estar seguro de cuales eran los sentimientos de May hacia él y hacia su prometido. Como quería estar cerca de su padre y hermana, pero no demasiado, buscó cobijo en casa de los mejores amigos de estos, John y Dot. Pero Dot creyó reconocerlo a pesar del disfraz y el tiempo trascurrido, y es por ello por lo que lo miraba tan intensamente y accedió de inmediato a que se quedara con ellos. La escena que en mala hora John presenció a través de una ventana, en la que el vagabundo y Dot se sonreían abrazados, era el momento en que Edward acababa de revelar a Dot su verdadera identidad y el motivo de su presencia allí.
La tan anunciada boda no llega a celebrarse porque cuando el sr. Tackleton acude a la iglesia, Edward y May ya se han casado en una ceremonia mucho más modesta apenas un par de horas antes. Y básicamente esa es la historia. Y como comentaba al principio, su valor literario no está tanto en la trama en sí como en la forma en que está narrada, que mucho me temo que no he sido capaz de transmitir correctamente.
Es una lectura que recomiendo para estas fechas, si ya tenéis muy vista la de Canción de Navidad.
The Cricket on the Hearth. 1845. Charles Dickens. Biblioteca Básica Salvat.
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