EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.

Saludos, nobles caballeros y damas.
Ayer comenzaron las fiestas de moros y cristianos de Barrio de la Orba (Valencia) en las que se conmemoran una serie de pequeñas escaramuzas que tuvieron lugar en la zona durante la Reconquista. Si bien no hay ninguna gran batalla histórica asociada con esta región en concreto, se considera que las dispersas victorias anónimas logradas en Barrio de la Orba forman parte del conjunto de operaciones que propiciaron la reconquista del Reino de Valencia (en 1238) de las garras de la taifa musulmana de Balansiya.
Estas fiestas tienen algunas particularidades como la “Falsa entrada” en la que la población parodia su propio desfile haciendo una versión caótica y desordenada del mismo. El “Festival de Paellas” en la que el ayuntamiento pone el sitio, materiales e ingredientes para que todo el que lo quiera (y se atreva) prepare su propia versión de la paella perfecta en la vía pública y la someta a la crítica de los transeúntes que se acerquen a probarla. O la llamada “Noche de las antorchas” en la que el fuego toma las calles, rememorando quizá alguna batalla concreta en la que su uso fue determinante.
Desde el lejano Planeta del Espacio nos unimos de forma remota a estas fiestas con la reseña de otros dos números de El guerrero del Antifaz en los que se introduce un nuevo elemento a las historias: los piratas musulmanes que en aquella época infestaban el Mediterráneo y que fueron el motivo por el que, incluso a día de hoy, la expresión “No hay moros en la costa” sigue utilizándose para indicar que todo va bien o que no hay problemas a la vista.
El corsario (nº 34). Estando el Guerrero en la vieja fortaleza de Harum, ahora en manos de Aixa, recibe una visita de Zoraida. Ella junto con sus dos acompañantes han llegado a la fortaleza no sabemos muy bien por qué. La opción que veo más factible es que lo hicieran siguiendo el rastro del caballo de Mozhafi (que Fernando robó) y ese rastro los ha llevado a la fortaleza. También es posible que ignoraran que el Guerrero estuviera allí y se hayan acercado al lugar pidiendo protección. El caso es que Zoraida tiene ocasión de verse de nuevo con el Guerrero, hombre al que idolatra desde que este le salvó la vida, y del que está perdidamente enamorada pese a no haber visto jamás su rostro completo.
Ambos tienen una breve charla en la que el Guerrero le deja claro que no puede tener nada con ella puesto que está enamorado de otra mujer, y cree que esta le corresponde. Aparentemente el Guerrero y Zoraida quedan como amigos y esta le presenta a sus dos acompañantes: el sempiterno Hixem que ya conocemos bien y su nuevo defensor, Mozhafi. Este se ofrece gustosamente a acompañar al Guerrero hasta la actual guarida de Alí Kan y sus bandidos, alegando que también tiene motivos para vengarse de él. En realidad, para Mozhafi esto es una oportunidad de acabar con el Guerrero, al que considera un rival más con el que competir por la atención de Zoraida. Poco después los dos parten hacia las montañas acompañados de Fernando, mientras Zoraida e Hixem se quedan como sirvientes en el castillo de Aixa.
Mozhafí cumple con su palabra de guiar al Guerrero hasta la guarida de los bandidos, pero durante un primer encuentro con un par de estos que estaban apostados como vigilantes, trata de matarlo disparando contra él una ballesta. Cuando la saeta falla, Mozhafi afirma que él apuntaba a los hombres de Ali Kan pero el tiro le salió desviado. Aunque el Guerrero sospecha que no es cierto y Fernando está directamente convencido de ello, siguen juntos en busca de su común enemigo.
Lo que no saben, es que además de Ali Kan y sus hombres, en las cuevas que utilizan como refugio están el pirata Yeir Kan y su tripulación. Yer Kan, del que no se nos había dicho nada hasta ahora, es el hermano de Alí Kan. Este ha oído hablar de la desgracia de su hermano, que en poco tiempo ha pasado de ser uno de los reyezuelos de mayor renombre de las tierras ocupadas, a simplemente tratar de sobrevivir en las montañas a base de robar en granjas cercanas. Yeir Kan le propone a su hermano llevarlo de vuelta a África puesto que en España está acabado.
Cuando el Guerrero y sus acompañantes atacan la guarida de Ali Kan, ya en noche cerrada, se encuentran con que las fuerzas que les están esperando son muy superiores a las que creían que iban a encontrar, puesto que no sabían nada sobre los piratas. Mozhafi se asusta y decide huir, pero mientras se aleja él solo de la zona es interceptado por un grupo de guardias, que rápidamente lo reducen y atan. El Guerrero y Fernando se enfrentan a la tropa de bandidos y piratas, pero pronto queda claro que son demasiados para vencerlos a todos.
Yeir Kan, que conoce la fama del Guerrero y ve aquí la posibilidad de aumentar su reputación entre los suyos, le desafía a un combate singular. El Guerrero acepta con la condición de que si lo derrota, se le permitirá enfrentarse a continuación en iguales condiciones a Alí Kan. Yeir Kan le concede eso, convencido de que va a ganar y aumentar así su propia fama, pero pronto se da cuenta que el enconado enemigo de su hermano es mucho más duro de lo que él pensaba
El pirata negro (nº 35). El combate entre el Guerrero y Yeir Kan es feroz. Ambos tienen una fuerza y habilidad muy cercanas una a la otra, y con un tremendo golpe, el pirata logra partir en dos la espada del Guerrero. Sin amilanarse, este prosigue el combate empuñando su cuchillo y tras algunos asaltos más hiere profundamente en el pecho a su adversario. Reclama entonces su derecho a enfrentarse a Ali Kan, pero este se niega a hacerlo y azuza a sus hombres y a los de su hermano contra él. El Guerrero recibe numerosas heridas y es reducido por el aplastante peso de la superioridad numérica. Ali Kan se dispone a decapitarle, pero su hermano (que pese a la cuchillada en el pecho sigue vivo) le detiene. Exige que se le dé muerte al modo de los piratas, es decir, lanzándolo maniatado al mar para que se ahogue. Como el mar está lejos optan por lanzarlo desde lo alto de un barranco a un lago que hay a los pies de este.
El Guerrero es arrojado atado como un fardo y se hunde en el lago. Fernando, que estaba observando a escondidas toda la operación, se lanza tras de él y consigue arrastrarlo hasta una zona que queda fuera del alcance de la vista de los bandidos debido a la oscuridad de la noche. Al día siguiente Fernando registra a los alrededores en busca de algo que comer y se acerca a observar el campamento de los bandidos. Este ha sido apresuradamente abandonado. Han dejado atrás algunos pertrechos entre los cuales hay una cesta con alimentos que lleva al Guerrero para que este reponga fuerzas. A continuación deambula por la zona hasta encontrarse con una patrulla de guardias de Aixa (a la que ahora pertenece ese territorio) y entre todos mediante unas parihuelas logran llevar al malherido Guerrero hasta el castillo de la nueva reina.
Mientras sus heridas son tratadas y él se debate en la inconsciencia, Aixa se atreve a quitar la capucha de verdugo que cubre su rostro para verlo completo. Zoraida, que también estaba rondando el aposento del Guerrero por si pillaba algo, se asoma a la habitación en ese momento. Sorprende a Aixa y ambas tienen una conversación sobre él en la que una vez más nos vuelven a dejar claro que el Guerrero se las lleva de calle a todas, al mismo tiempo que profesa un casto amor por su dama Ana María. Puesto que la nombra a menudo en sus sueños delirantes y febriles, Aixa decide que esa mujer a la que tanto ama el hombre al que ella ama a su vez debe ser informada de su situación. Escribe un mensaje en el que expone la situación del Guerrero, se lo confía a Fernando para que lo entregue en mano a Ana María, y lo envía al castillo de Torres con Osmin y Soleimán como escolta.
Tardan algunos días en llegar, pero cuando lo hacen se encuentran ante la absoluta negativa del Conde de Torres a que el mensaje pase a manos de su hija. Las noticias y rumores que corren sobre el Guerrero son cada vez mayores y más escandalosas, y puesto que aún no se conoce su verdadera identidad y este no puede reclamar los títulos y tierras de su padre, técnicamente no tiene nada que ofrecer a su hija; ni linaje, ni riquezas, ni reino. El Conde de Torres ha decidido unilateralmente que su hija se casará con don Fernando pues este es un caballero de estirpe reconocida con numerosas victorias a sus espaldas. Pese a todo, Fernando cuenta con la ayuda de Sarita, la joven a la que rescató no hace mucho del territorio ocupado por Olián y que Ana María tomó bajo su protección como sirvienta personal. Sarita lo conduce rápidamente a presencia de su señora, y Fernando le cuenta de palabra todo lo que decía la nota que ha quedado en manos de su padre. Ella le ruega a su padre que le permita ir a reunirse con el Guerrero, pero éste se niega de plano. Fernando se despide de Sarita y junto con los hermanos Kir vuelven a la fortaleza de Aixa.
A todo esto el Guerrero lleva a aproximadamente una semana de reposo y al menos ya ha recuperado la conciencia y dejado de delirar, si bien todavía se encuentra débil. Por consejo de Aixa, Fernando únicamente le dice al Guerrero que él fue a ver a Sarita, y Ana María le dio recuerdos para él, sin más drama que eso. Aixa teme que de haberle contado toda la verdad al Guerrero este habría partido aún sin restablecerse de todas sus heridas hacia el castillo del Conde de Torres. Días más tarde, cuando el Guerrero ya se ha repuesto totalmente, él y Fernando parten de nuevo en busca de Alí Kan.
Por lo que les cuentan los aldeanos de un pueblo saqueado, este pasó junto con su hermano y las tropas de ambos arrasando el lugar antes de hacerse a la mar en la flota del pirata. Además de los objetos de valor y el dinero que encontraron se llevaron a varias jóvenes del poblado para venderlas en los mercados de esclavos de Túnez, y una de las mujeres raptadas es la hija del Marqués de Peñaflor. El Guerrero consigue que el marqués le escriba una nota de autorización para que él pueda subir a bordo de unos barcos que se están pertrechando rápidamente para ir en persecución de los piratas. Así es como el Guerrero y Fernando se hacen a la mar por primera vez en estos cómics, y zarpan rumbo a las misteriosas costas de África.
Poco antes de que las galeras cristianas den alcance a la flota de Yeir Kan, esta es interceptada por una flota aún mayor de un corsario tunecino conocido como el Pirata Negro. Este y Yeir Kan son rivales. Ambos son los piratas más fuertes del Mediterráneo, pero el Pirata Negro lo es más que Yeir Kan. No lo es tanto, sin embargo, como para vencerle sin perder en el proceso la mayor parte de sus barcos y hombres, por lo que ambos criminales se toleran el uno al otro en una especie de falsa cordialidad.
Cuando ven aparecer las velas de los barcos cristianos en el horizonte, Yeir Kan propone al Pirata Negro unir fuerzas para derrotarlos. Pero este prefiere enfrentarse a los cristianos él solo, ya que de este modo no tendrá que repartir el posible botín con su enemigo. Como el interés inmediato de Yeir Kan es simplemente quitarse de encima a sus perseguidores, acepta encantado que el Pirata Negro se ocupe de contenerles o derrotarles mientras él prosigue su camino hacia Túnez. Es así como la flota de Yeir Kan se aleja de la cristiana, mientras que la del Pirata Negro vuelve proas hacia ésta.
Y aquí nos quedamos por hoy. Podéis repasar los números anteriores en orden desde el primero pulsando aquí.
Otras colecciones de Manuel Gago
Nuevas aventuras del Guerrero del Antifaz
El Guerrero del Antifaz. 1944. Manuel Gago (guion y dibujo). Reeditado en 1972 por Editorial Valenciana S.A.
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