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miércoles, 17 de abril de 2019

LA CIUDAD DE LOS MUERTOS VIVIENTES

EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS
ALERTA DE EXPOILERZ
¡ALERTA DE EXXXTREMERZ!
Siempre que comento un bolsilibro de Berna suelo hacer notar la simplicidad de sus argumentos, lo plano de los personajes, y lo repetitivo de las situaciones. La ciudad de los muertos vivientes no es una excepción: hay diálogos absurdos, hay intentos de chiste bochornosos, escenas de acción sacadas de quicio, y otras que reducen el arte de la seducción al vulgar destape. Pero en este caso la historia en general resulta mejor de lo habitual en este autor.

La trama (esta vez sí puedo usar esta palabra referida a una obra de Berna sin entrecomillarla o sentirme mal al hacerlo) es una vuelta de tuerca a El extraño caso del Sr. Valdemar. Nos presenta a Vogel, un individuo sin escrúpulos, pero con un enorme poder mental, capaz de hipnotizar a personas cercanas a la muerte para evitar que esta se manifieste. 

Haciéndose pasar por un curandero de poderes divinos, asiste a familias desesperadas en las que uno de sus miembros se encuentra en estado terminal, totalmente desahuciado por los médicos. Cuando la muerte del enfermo parece ya cuestión de horas, lo hipnotiza, ordenándole, como en el relato de Poe, no morir. Atrapado en el trance hipnótico, el enfermo queda convertido en una especie de zombi, totalmente dependiente de la voluntad del curandero, pero manteniendo una apariencia de vida. Más pálido, más apático. En realidad, la enfermedad sigue su curso normal, y llegado el momento mata al paciente, pero esto no se manifiesta a nivel físico. La corrupción del cuerpo y todos los procesos paralelos (rigor mortis, pestilencia, etc.) quedan detenidos mientras el control hipnótico se mantenga.

Naturalmente, el curandero presenta esto ante la familia como una recuperación milagrosa. Pero poco después de haberse recuperado, el enfermo, ya un cadáver en realidad, anuncia su deseo de marcharse de casa, agarra cuatro cosas, y abandona a su familia rumbo a Verrault, un pequeño pueblo fantasma. Poco a poco, todos los zombis creados de este modo por Vogel van reuniéndose en aquel lugar.

Esto es también lo que le ocurre a la hermana menor de la protagonista femenina del relato. Cuando esta se marcha de casa a las pocas horas de haberse "recuperado", su hermana y el médico de la familia deciden presentarse en Verrault en busca de una explicación. Lo que encuentran allí es un pueblo ruinoso por el que deambulan los esclavos de Vogel, sin más propósito que obedecer las órdenes de este.

El dialogo que establecen los protagonistas con Vogel en este momento puede que sea el intercambio de palabras entre personajes más inteligente y tenso que he llegado a leer en un libro de Berna. Y hay más cosas que hacen que este libro destaque sobre las otras obras del autor. En los bolsilibros de Berna suele primar el humor, una clase de humor que a mí en particular no me hace gracia, pero la pretensión es esa. Por lo general las muertes que describe pueden ser crueles e implicar un gran sufrimiento, pero tampoco se recrea demasiado con ellas. Este libro es diferente.

La protagonista (no un personaje secundario, sino la protagonista) es violada por el propio Vogel primero y luego por todos y cada uno de los zombis del pueblo (la mayoría de los cuales son mujeres, por cierto) y a continuación, es cosida a puñaladas por el zombi de su propia hermana pequeña. Son tantos los temas escabrosos que se tocan aquí de una sola pasada (violación, necrofilia inversa, lesbianismo forzado, control de la voluntad, tortura, y parricidio) que la escena parece más propia de Adam Surray que de Berna.

Finalmente, el bien triunfará. Tras haber sido el protagonista capturado por los zombis, Dios en persona intercederá por él aflojando sus ligaduras para que escape, o esto se da a entender. Ya libre, dará una sólida ración de muy merecidos puñetazos a Vogel, que morirá con el cráneo machacado por una roca (¿lapidado por brujo?) poniendo fin con ello a la falsa vida que animaba a los muertos vivientes de Verrault.

Al final hay una boda, como de costumbre, pero no con la protagonista. La valerosa chica que acompañó al protagonista masculino durante todo el relato, corriendo los mayores riesgos para salvar a su hermanita, ha muerto. Y ni tansolo ha muerto en uno de esos autosacrificios heroicos reservados habitualmente a los protagonistas, sino de un modo inútil, horrible y humillante. Algo extremadamente raro en estos libros y, por tanto, otro punto a destacar.

El protagonista superviviente se casa con otra que había por ahí, y se van de vacaciones a España. La imagen del país como un paraíso de sol y playa debía venderse incluso al propio público español, y se aprovechaba cualquier medio para ello. Hay varios bolsilibros en los que los protagonistas terminan marchándose a España para huir del horror vivido en países “más deshumanizados y menos hospitalarios” como Francia, Inglaterra, América… en fin, cosas de la época.

Esta presentación es la de Ediciones B/Grupo Z, de 1994. El libro se publicó por primera vez en 1979 como el nº 325 de Selección Terror de Bruguera.

Puedes ver otro libro de este autor pulsando aquí.

La ciudad de los muertos vivientes. 1979. Joseph Berna [José Luis Bernabeu]. Selección Terror nº 59. Edición de 1994 de Ediciones B/Grupo Z. 

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