¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Un hombre que se
suma por error a una fiesta a la que no estaba invitado termina siendo testigo
de un horrible asesinato con tintes rituales. Y como siempre ocurre en los
bolsilibros, se lo toma como algo personal y decide, junto a la dueña de la
casa, encontrar por su cuenta al responsable y llevarlo ante la aparentemente
inexistente policía local.
Asesinatos
similares se van sucediendo mientras los dos jóvenes descubren a medida que
investigan que el abuelo de ella, del que heredó la casa y al que tenía por
poco menos que un santo, no lo era en absoluto. La casa, una propiedad de
dimensiones nada despreciables está llena de pasadizos ocultos, y en alguna de
sus cámaras secretas aguarda, al parecer, una fortuna en lingotes de oro,
producto de los oscuros tejemanejes del anciano.
La historia me
ha gustado, me ha parecido interesante, pero no apasionante. La facilidad con la que el protagonista, un
escritor de ensayos sobre sociología, desarma a un grupo de gánsteres grandes
como armarios y acostumbrados a la violencia, es muy forzada y muy tonta, pero
es el único detalle que no me ha cuadrado en una trama en la que poco a poco se
va viendo como un montón de personajes, que aparentemente no tenían ninguna
relación, acaban estando todos conectados por un mismo complot criminal. Pero,
como dije antes, es interesante, pero no apasionante. Se echa en falta algo que
imprima mayor fuerza al conjunto.
Lo que da nombre
a la historia es el único elemento sobrenatural de la misma. Elemento del todo
prescindible, ya que sin él la historia no variaría en nada importante. Al
inicio del relato, el hombre, que ha acudido a la casa equivocada, se encuentra
con un extraño personaje. Buscando un lugar tranquilo en el que resguardarse
del alboroto de la fiesta cuasi orgiástica que tienen montada, el protagonista
entra en un dormitorio vacío.
Casi de inmediato, una trampilla en el suelo, oculta bajo la alfombra, se abre y de ella surge un extraño personaje con pequeños cuernos, barbita de chivo y un tridente en la mano, quejándose de que el ruido de la fiesta no le deja trabajar tranquilo.
Dando por supuesto que se trata de otro de los invitados, que ha acudido disfrazado, el protagonista entabla una breve y desenfadada conversación con él, que termina cuando este vuelve a ocultarse bajo su trampilla.
El diablo (que realmente lo es), no volverá a aparecer hasta el
final de la historia, cuando todo esté ya resuelto, aunque hay un momento en el
que aparentemente susurra al protagonista, que estaba buscando un mapa oculto
en la casa, donde puede encontrarlo.
La aparición de este diablo, que sobra totalmente, es sin embargo lo que más me ha gustado del relato: un elemento sobrenatural innecesario y que no influye apenas en el desenlace, pero que está ahí como para recordarnos que en los bolsilibros de terror las fuerzas de la oscuridad, la magia y lo sobrenatural existe, aunque no siempre tenga algo que ver con lo que esté ocurriendo.
La segunda y última
aparición del diablo es, de hecho, para despedirse, puesto que su trabajo en la
casa (recolectar las almas de todos los que sabía que iban a ser asesinados en
ella o sus alrededores) ya está cumplido.
Al final, la
pareja protagonista se casa. También sellan todos los pasadizos secretos,
tienen un bebé y adoptan un perro. Así me gusta, sin cabos sueltos.
Puedes ver otro libro de este autor pulsando aquí.
Un diablo bajo la alfombra. 1981. Clark Carrados [Luís García Lecha]. Selección Terror nº435. Editorial Bruguera S.A.
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