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martes, 23 de abril de 2019

LA SANGRE DE LOS ZOMBIS

EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS
¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Estamos a 23 de abril, Dia del Libro. En esta fecha solemos reseñar un libro que tenga algo especial, o que trate sobre otros libros. Y no veo motivos para que este no pueda ser un librojuego. Además, hace bastante que no comento uno y siendo los de Lucha Ficción mis preferidos, quería continuar con uno de ellos. Pero en lugar de comentar el siguiente de la lista (lo estaba haciendo en orden, saltándome solo los que no tenía físicamente) voy a pasar al último de la colección.

La Sangre de los Zombis es el Lucha Ficción nº 60, y fue escrito casi veinticinco años después del nº 59 con la intención de conmemorar el 30 aniversario de El Hechicero de la Montaña de Fuego.

La serie solo se tradujo al castellano desde los libros nº 1 al 17, más el 24 (Criatura del Caos) y este otro, probablemente debido a su temática tan de moda… ¡Zombis!¡Montones de zombis!¡Docenas de zombis!¡Cientos (si, cientos, sin exagerar) de zombis! Los zombis son adversarios habituales en los librojuegos de Lucha Ficción, han estado presentes desde el primer número, pero en esta ocasión son los protagonistas indiscutibles.

El libro iba a ser en un principio una continuación más de El Hechicero de la Montaña de Fuego. Parecía algo lógico siendo un numero conmemorativo del 30 aniversario de la serie, pero ya había otros dos librojuegos de esa misma temática, Return to Firetop Mountain y Legend of Zagor. Ian Livingstone quiso probar algo nuevo. Ambientó la historia en la época actual (algo que hasta ese momento solo se había hecho en La Mansión Infernal) y creó una trama de científicos locos y zombis, pero eso si, que tuviera lugar en un vetusto castillo en lugar de en medio de una ciudad moderna, para mantener un poco el sabor de los libros clásicos.

El reglamento cambia totalmente. Es un sistema de juego más sencillo y rápido que el anterior, que al principio choca mucho (y de entrada no me gustó) pero resulta adecuado a la temática.

Puesto que lucharemos empleando principalmente armas de fuego modernas, y nos enfrentaremos a zombis (que no nos devolverán el fuego, si no que se lanzarán en masa a por nosotros mientras los acribillamos), no hay tiradas enfrentadas de combate. Contamos únicamente con puntos de Vida (2d6+20 iniciales) equivalentes a los de Resistencia, pero las puntuaciones de Destreza y Suerte desaparecen.

Cuando tengamos que combatir, se nos dará la cantidad de enemigos a la que nos enfrentamos (por ejemplo, un grupo de doce zombis) y cuanto daño nos hace cada uno si nos hiere (lo más común es -1 punto de Vida). Si no se nos indica lo contrario, realizaremos una tirada (que dependerá del arma que empleemos) para comprobar a cuantos tenemos tiempo de liquidar antes que se nos echen encima y comiencen a darnos zarpazos. 

Si contamos con una pistola automática, por ejemplo, tiraremos 1d6+2 para comprobar a cuantos logramos meter un tiro en la frente antes de agotar el cargador. Si en la tirada obtenemos un 4(+2), conseguiremos acabar con seis de ellos, con lo que otros seis nos alcanzarán y cada uno nos provocará la pérdida de un punto de Vida mientras nos abrimos paso a empellones entre el grupo, buscando otra posición desde la que tengamos unos segundos de tranquilidad, suficientes para cambiar el cargador y acabar con otros 1d6+2 tambaleantes zombis. Siguiendo con este ejemplo, si obtuviéramos ahora un 2(+2), solo conseguiríamos derribar cuatro zombis, reduciendo su número a dos, y sufriendo en consecuencia otros dos puntos de daño por parte de los zombis. Esta dinámica se repite hasta acabar con todos o ser despedazado por ellos. 

Otras armas como escopetas reventarán de golpe a 1d6+5 zombis del grupo cuando vaciemos los dos cañones sobre ellos, con una motosierra cortaremos a trozos a 2d6+3 zombis mientras los demás nos golpean y zarandean, etc. La mejor arma del juego, que solo podremos emplear brevemente ya que se trata de una ametralladora brownig montada en una posición de tiro estática (y no podemos cargar con ella en brazos, como Rambo) acabará con 2d6+15 enemigos mientras vaciamos impunemente el cargador de tambor sobre ellos, pero tras agotarlo deberemos liquidar a los que queden con otra arma. 

También encontraremos granadas. Lanzar una contra el grupo de zombis nos permitirá volar por los aires a 2d6+1 fétidos cadáveres ambulantes antes de comenzar a disparar contra los que queden (por lo que tras esta pérdida inicial de 2d6+1 zombis, el grupo no nos herirá). 

Todo esto es algo muy diferente a lo visto hasta ahora, y hay que llevar un control estricto de todos los zombis que liquidemos… ya que en el Castillo Goraya (¡Vaya nombre!¡Casi mejor que Mansión Spencer!) hay exactamente 333 zombis. 

Si sobrevivimos hasta lograr escapar del castillo, pero no hemos logrado acabar con todos, si uno solo de ellos queda deambulando por el lugar, antes o después terminará llegando hasta una desprevenida población cercana y mordiendo a alguien… iniciando una plaga que se extenderá por todo el mundo. Aparte de esta auténtica horda de zombis, tenemos también animales mutantes y adversarios vivos de los que nos debemos cuidar (pero que no son contagiosos y no requieren ser destruidos a toda costa).

La puntuación de Suerte ha desaparecido, pero no así las pruebas de suerte, solo que esta vez son verdaderas tiradas de azar totalmente imprevisibles e incontrolables. A menudo se nos indicará que lancemos un solo dado, y que pasemos a una u otra sección dependiendo del resultado. No hay una puntuación de Suerte que podamos aumentar con pociones. Esta vez se trata de azar puro. Y estas tiradas de Azar, que no de Suerte, pueden tener consecuencias fatales, como perder nuestra mejor arma o morir automáticamente.

A falta de pociones o provisiones, recuperaremos nuestros preciosos puntos de Vida curándonos con pequeños botiquines o comiendo lo que encontremos. Hay un momento en que recuperamos un par de puntos de Vida bebiendo a morro agua del grifo en un lavamanos, hasta saciarnos ¡Luchar contra zombis da muchísima sed!

La historia que se nos cuenta es muy inmersiva, y el villano a batir, un aristócrata demente llamado Gringrich Yurr, un adversario memorable. Por poner un ejemplo, en uno de los finales posibles, Yurr nos atropella con su coche cuando tratábamos de alcanzar a la carrera las puertas del patio del castillo para huir. Tras aplastarnos, da varias vueltas al patio conduciendo en círculos con un brazo alzado, como un corredor de cuadrigas romano celebrando su victoria en la pista y recibiendo los vítores de un público inexistente. A ese tipo de loco nos enfrentamos.
M
La sangre de los zombis es sin lugar a dudas el librojuego más personal de su autor, hecho expresamente para sus viejos seguidores, y está lleno de referencias y bromas privadas. En varias ocasiones a lo largo del recorrido por el castillo Goraya nos encontramos con elementos tales como cajas llenas de figuras de acción, comics, libros sobre mitología, disfraces, revistas de juegos, miniaturas de plomo, barajas de cartas, música de los 60, juegos de mesa… ¡Incluso una colección de librojuegos de Lucha-Ficción! En la ilustración correspondiente a la sección 204, entre las partituras de música desperdigadas por el suelo hay una titulada “Oda a Ian”. En la correspondiente a la sección 301, podemos ver un ejemplar de El hechicero de la Montaña de Fuego y otro de El bosque tenebroso entre los estantes de libros de una biblioteca. Una postal que encontramos durante la partida lleva escrito “Felices 30, Zagor”, y nuestro personaje interroga a su compañera de aventuras sobre el posible significado de esto (Zagor es el nombre propio del hechicero que gobernaba la Montaña de Fuego en el primer libro)… hay montones de cosas así.

Más que a sí mismo o a su obra, a mi este libro me ha parecido un homenaje a sus lectores.

Puedes ver otro librojuego de esta colección pulsando aquí.

Blood of the zombies. 2012. Ian Livingstone (texto) Greg Staples (portada) Kevin Crossley (ilustraciones). Lucha Ficción nº60 (sin numerar en la edición española). Publicado en 20133 por Grupo Editorial Mundos Épicos.

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