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sábado, 14 de marzo de 2020

PROFANADORES DE SEPULCROS

EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS
¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, ávidos lectores. 

Por fin, después de muchos días un tanto ajetreados, volvemos a tener tiempo suficiente para leer con tranquilidad y comentar algo de pulp. Uno del gran Curtis Garland, para retomar la lectura con buen pie.

Lo primero que pensé cuando vi la portada de este bolsilibro fue “¿Qué hace Luke Skywalker rebuscando en un ataúd? ¿Qué se le ha perdido en un relato de terror?” porque no me negareis que el parecido es más que razonable.
La historia de Profanadores de sepulcros tiene lugar en un apartado pueblecito de Irlanda. Howard, un vendedor ambulante de material quirúrgico, llega en busca de alojamiento por un par de días. No muy lejos del pueblecito hay un hospital, y al ser esa una región aislada, Howard considera que puede ser un buen lugar para llevar su muestrario.

Se instala en la fonda, donde es bien acogido por los parroquianos. No es la típica población cerrada y refractaria a los extranjeros. Al contrario, Howard es la novedad, por lo que la gente se vuelca en él, proporcionándole toda la información que solicita, y mucha por la que no ha preguntado.

Mientras en el exterior arrecia una fuerte tormenta, Howard se entera que para llegar al hospital tiene que pasar por al lado del cementerio, y que entre uno y otro se ha edificado hace poco una central de tratamiento de residuos radiactivos. Los lugareños también le hablan de los Mason, una adinerada y distinguida familia que al parecer algunos consideran satanistas, porque nunca desde que llegaron al pueblo han ido a la iglesia. 

Así que, nada más empezar, tenemos un protagonista con la cara de Mark Hamil, un paraje aislado, un hospital, un cementerio, una familia de posibles satanistas, residuos radiactivos… la cosa es prometedora. ¿Qué podríamos añadir ahora al conjunto? Veamos… ¿qué tal ladrones de cadáveres?

Sheila, una de las enfermeras del hospital, entra precipitadamente en la fonda, terriblemente asustada. Viniendo del hospital, al pasar junto al cementerio, ha visto a dos hombres llevándose de allí un cuerpo… y los dos hombres la han visto a ella. Durante la noche, uno de los ladrones de cadáveres llega hasta a la fonda y trata de matarla, pero Howard acude presto en su defensa. Mientras persigue al individuo calle abajo, este es expresamente atropellado por un coche que se da a la fuga tras intentar atropellar a Howard también.

Al día siguiente, Howard se acerca al hospital con su muestrario, y consigue vender una buena cantidad de instrumental. Al pasar junto al cementerio de regreso a la fonda, se adentra en él para hacer su propia investigación, porque en los bolsilibros la investigación de los crímenes siempre corre a cargo de los protagonistas, mientras la policía se dedica a ir dando palos de ciego.

El anciano cuidador del cementerio le confirma que el cadáver robado pertenecía a un hombre joven enterrado el día anterior. Un cadáver reciente, fresco, y poco desgastado por la edad. Podemos descartar los ritos satánicos, que suelen precisar huesos viejos, así que las posibilidades más razonables que nos quedan serian tráfico de órganos por parte del personal del hospital, o sujetos de experimentación en la planta de residuos atómicos.

En el cementerio se encuentra también con Vicky Mason, que insiste en presentarle a su familia. Los Mason son bastante más agradables y amigables de lo que le habían contado en el pueblo, y Howard se compromete a ir de nuevo a su mansión, a cenar, antes de abandonar el pueblo.  

Pero muchas cosas van a pasar antes que Howard pueda abandonar el pueblo. Se producen nuevos robos de tumbas. Las lluvias torrenciales provocan un accidente de trafico que llena la morgue de cadáveres. Casi al mismo tiempo, un accidente en la central nuclear provoca la muerte por radiación de varios trabajadores, que son rápidamente trasladados al cementerio para enterrarlos lo antes posible. Howard y Sheila, que han hecho buenas migas y continuan investigando por su cuenta, siguen a unos ladrones de cadáveres a los que sorprenden en plena faena hasta su guarida… la mansión de los Mason. Una vez allí son capturados, y en un alarde de ego desmedido propio solo de villanos mediocres, los Mason les revelan lo que ocurre realmente en el pueblo.

Son caníbales. Toda la familia lo es. Ellos encargan a sus matones el robo de los cadáveres recién enterrados para llenar su despensa. Howard y Sheila son llevados a la cocina para ser convenientemente despiezados y cocinados. ¡Los Mason habían invitado a Howard a asistir a un cena, después de todo! Pero repentinamente la mansión se inunda de una cacofonía de gritos y disparos. Varios de los cadáveres robados recientemente por los descuidados matones de la familia pertenecían a los trabajadores muertos en el escape radiactivo. 

Naturalmente, como no podía ser de otro modo en las películas, comics, y bolsilibros de los 80, la radiación hace que los muertos vuelvan a la vida convertidos en zombis hambrientos de carne humana. 

Dejando aparte la ironía de que los humanos que robaban cadáveres para comérselos sean a su vez devorados por los cadáveres que han robado, el caos que su aparición produce permite la huida de Howard y Sheila de la casa, de la que se alejan en un coche mientras el número de zombis se multiplica.

El final de los bolsilibros solía incidir en tres puntos que eran casi inevitables, a saber; trama cerrada sin cabos sueltos, el bien triunfando sobre el mal, y la pareja protagonista casándose o comprometiéndose a hacerlo en breve. Aquí no pasa nada de eso. La historia termina con los protagonistas, aterrados, conduciendo hacia el pueblo en plena y tormentosa noche, y sin nada en mente más lejos que una propuesta de matrimonio. Mientras, los muertos del cementerio se alzan por la radiación ambiental que se filtra a través del suelo…

Otro autor se habría limitado a un solo tema. Garland nos tiene inmersos en una trama detectivesca de robo de cadáveres hasta el final, en el que, de sopetón, después de habernos hecho creer que lo dicho sobre la central nuclear era una pista falsa, barre con todo lo anterior y nos lanza un puñado de zombis atómicos encima. 

De no haber robos de cadáveres en el pueblecito ni una familia caníbal, el accidente de la central se habría producido igualmente, ya que no son hechos relacionados unos con otros, y los zombis se habrían alzado de todos modos. La trama podría haber girado en torno a la investigación de Howard y Sheila sobre las actividades de la central nuclear, sin la presencia de los Mason. O prescindir de la central, y hacer que ambos escaparan de algún otro modo de los caníbales. Pero ¿por que elegir entre caníbales y zombis, pudiendo tener a ambos? 

Puedes (intentar) ver otro libro de este autor pulsando aquí.

Profanadores de sepulcros. 1982. Curtis Garland [Juan Gallardo Muñoz]. Selección Terror nº 480. Editorial Bruguera S.A.

3 comentarios:

  1. ¿Es una crítica el hecho de haber mezclado robos de cadáveres, canibalismo y zombies radiactivos? Yo lo considero acertado. Con el título del libro ya sabes que hay robos de cadáveres, pero no sabes por qué. En el momento que lees que hay una planta de tratamiento también sospechas, pero no sabes qué petará primero. Y encima ¡sorpresa! Te invito a cenar y ¡la cena eres tú! La verdad es que me parece muy entretenido y que si sólo se hubiera centrado en uno de los temas habría sido más previsible y monótono.

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    1. No era una crítica, al contrario, quería resaltar precisamente eso, que te "marea" dando pistas falsas como lo de la planta de residuos, te hace descartarlas con lo del canibalismo "Ah, vale, entonces lo de la planta no tenía nada que ver" y luego las recupera para mezclarlo todo. Juan Gallardo fue el mejor escritor de pulp español, con diferencia. Y eso que este ni tan solo es de sus mejores bolsilibros.

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  2. Ah, perfecto!!!!! Pues lo comparto por entero!!!

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