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jueves, 15 de octubre de 2020

LAS BRUJAS DE WOODSVILLE

EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                              ¡ALERTA DE EXPOILERZ¡                                       

                                             Presentado por… el profesor Plot.

Saludos, ávidos lectores. 

Otro bolsilibro de temática brujeril, que son los más adecuados para estas fechas. El autor es Adam Surray, el más gore de los autores de bolsilibro que, sin embargo, en esta ocasión no es tan cruel o sangriento como es habitual en él.

Dos hombres de negocios, Mark y Jeffrey (este segundo será nuestro protagonista) disfrutan de un día de pesca en un yate. Están alejados de costa, pero aún a la vista de ésta. Los acompañan dos jovencitas que han conocido en el mismo club náutico donde alquilaron el yate. Mark, que comenzó desde la absoluta pobreza y llegó a rico a base de estudio y esfuerzo, está concentrado en la pesca. Jeffrey, que ha sido rico desde que nació, está más interesado en echarle el anzuelo a las chicas (lo cual, todo hay que decirlo, demuestra ser mucho más sencillo que pescar).

Tonteando con una de las cañas, la “novia” de Jeffrey deja el anzuelo enganchado a algo del fondo. El grupo bromea con que quizá sea un cofre del tesoro, y Jeffrey se sumerge para comprobar en que se ha enredado realmente el anzuelo.

Se trata de cuatro cajas rectangulares de metal, del tamaño de ataúdes. Están unidas a una esfera metálica central, formando una cruz. Pensando que quizá sea algún tipo de antigüedad, y careciendo de medios para izar a bordo el artefacto, lo remolcan a costa y contratan a un grupo de hombres para llevarlo hasta la playa.

La gran cruz de hierro llama inmediatamente la atención de los bañistas. Un grupo de curiosos se arremolina en torno a ella mientras los hombres contratados por Jeffrey la limpian de algas y moluscos. La policía local acude al ver el revuelo que se ha formado en la playa, e informa a Jeffrey que necesita un permiso del ayuntamiento para sacar grandes objetos del mar y que, en cualquier caso, sea lo que sea, al encontrarse dentro de las aguas nacionales el objeto pertenece al gobierno.  

Ignorando las advertencias de la policía, Jeffrey ordena a los trabajadores abrir las cajas. En su interior hallan los cuerpos incorruptos de un hombre y tres mujeres, decapitados, y vestidos con ropas sacerdotales. No hay rastro de las cabezas.

Esto provoca una conmoción en la ciudad, que depende en gran parte del turismo. La idea de estar bañándose en una playa en la que hay cadáveres sumergidos hace que muchos hoteles se vacíen y sus ocupantes marchen en busca de otras costas.

La esfera que hace de punto de unión de los cuatro sarcófagos tiene una inscripción que da a entender que esta forma de ejecución y entierro fue un castigo por prácticas de brujería. Poco después comienzan a ocurrir sucesos extraños. El cadáver decapitado del hombre, perfectamente conservado, como los otros, comienza a sangrar por el corte del cuello: sangre fresca. No mucha, pero fluida. El forense afirma incluso haberlo visto agitarse.

El peor suceso de esta índole, es el asesinato de una de las chicas del yate, que es encontrada con el cuello roto y desangrada hasta morir en su habitación del hotel.

A la noche siguiente, paseando por la playa y reflexionando sobre lo ocurrido, Jeffrey ve algunas luces en su yate, anclado lejos de costa y teóricamente abandonado. Llega hasta él en un pequeño bote con la intención de sorprender a los posibles intrusos (¿Llamar a la policía? ¿Para qué?) y descubre que el intruso es una intrusa. Lo veíamos venir, porque ya estaba haciendo falta una chica con algo de carácter e iniciativa para tomar el papel de la protagonista femenina.

La joven que está registrando su yate, llamada Dawn, le cuenta que es la hija de un famoso investigador de lo paranormal. Desapareció hace cuatro años mientras trataba de localizar las cabezas de los mismos cuatro cuerpos que ha encontrado él. Se habla de ellos en un tratado medieval llamado Malleus Maleficarum (Martillo de Brujas). El hombre decapìtado fue un adorador del diablo, y las tres mujeres sus discípulas. Las cabezas se enterraron por separado en la creencia que si estás se reunían con  los cuerpos, volverían a la vida. Por este motivo los cuerpos fueron lanzados al mar y las cabezas sepultadas lejos de costa.

Cuando regresan a tierra firme, Jeffrey y Dawn se enteran que los cadáveres decapitados han desaparecido de la morgue, robados o… mejor no pensar demasiado en ello.

Jeffrey y Dawn deciden tomar cartas en el asunto. Es algo personal para ambos. Dawn busca a su padre, y Jeffrey se siente responsable de la muerte de la joven del yate. Viajan a Woodsville, la localidad en la que fue ajusticiado el brujo y sus discípulas.

Se acercan a explorar el antiguo castillo (teóricamente abandonado) donde estos hacían sus rituales y sacrificios. En el castillo encuentran más de lo que esperaban: un nuevo culto se ha formado en torno a los cadáveres. Un sacerdote y siete brujas discípulas tienen intención de devolver a la vida los cuerpos incorruptos, tan pronto como localicen también las cabezas. Las brujas se abalanzan sobre Jeffrey y Dawn con largos cuchillos de carnicero, dispuestas a hacerles pedazos. Por fortuna, Jeffrey se ha guardado un pequeño as bajo la manga.

Esta historia es… rara para ser de Surray. Tiene sus toques sangrientos, pero no son tan exagerados como en otras ocasiones. Es más cómoda de leer, pero también se hace más lenta. Las brujas no se comportan como brujas. No las vemos hacer ningún conjuro ni ritual. Solo el wicca (el brujo varón que preside los aquelarres de brujas) demuestra tener algún tipo de poder hipnótico. Las brujas que dan título al bolsilibro, son más bien como un grupo de fanáticas de una secta. 

El final es precipitado y realmente no lleva a nada. Los protagonistas sobreviven, las brujas son eliminadas (quizá) y los cuerpos decapitados se pierden entre las ruinas del castillo.

Todo parece terminar bien, pero, detalle importante: según el Malleus Maleficarum, al estar los cuerpos encerrados en metal y sumergidos en el mar, estos no podían ser localizados (o algo así) por los espíritus contenidos en las cabezas, y de ahí que se los mantuviera separados de este modo. Sin embargo, la historia termina con los cuerpos en tierra firme, sin su envoltura de metal. Quizá con algunas toneladas de escombros encima, pero nada que algunas docenas de sectarios fanáticos no puedan resolver con algo de tiempo.

Puedes ver otro libro de este autor pulsando aquí.

Las brujas de Woodsville. 1981. Adam Surray [José López García] (texto) Antonio Bernal (portada) Selección Terror nº 442. Editorial Bruguera S.A.

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