ALMACÉN DE MUNDOS COMPRIMIDOS
Saludos, vertebrados.
Aquí estamos
otra vez, y con una versión en cartas de un juego que ya vimos por aquí en
tablero, el Laberinto de Ravensburger. La pegatina blanca que vemos en la caja
nos informa que, además de en inglés, las instrucciones vienen en islandés,
porque es allí donde lo consiguió nuestro Supervisor General. Nos ha asegurado que lo
estuvo buscando en invertebrés y no les quedaba ninguno, así que nos
conformamos con este.
El juego se
compone de cincuenta losetas que muestran diferentes segmentos de un laberinto.
Al inicio del juego se colocan cuatro de estas al azar formando un conjunto de
2x2 en el centro de la mesa. Se establece un orden de turnos y
se reparten dos losetas a cada jugador. El resto se dejan a mano en un montón
boca abajo. Cada jugador solo puede ver sus propias losetas, además de las que
estén en juego.
Siguiendo el
orden de turnos establecido, cada jugador, en su turno, juega una loseta y a
continuación roba otra. El objetivo del juego es recolectar la mayor cantidad
de tesoros posible. Esto se consigue colocando nuestras losetas de forma que
podamos trazar un camino despejado desde uno de los tesoros mostrados en la loseta
que acabamos de jugar, a otro tesoro idéntico que se muestre en una de las
losetas ya sobre la mesa. Si conseguimos hacer esto, nos quedamos con todas las losetas sobre las que cruce el camino más directo entre ambos elementos.
El reglamento es
muy parco en lo que se considera un tesoro y lo que no. En el juego de tablero
todos los símbolos que debíamos localizar tenían el mismo valor, y aquí no se
especifica nada al respecto. Parece que el termino tesoro se emplea de
forma general en las instrucciones para referirse a cualquier objeto o criatura
representada por los dibujos, pero como se deja tan en el aire, queda a
elección de los jugadores. Es una buena forma de ajustar la dificultad; jugar algunas
veces considerando como bueno cualquier par de objetos o seres que podamos
reunir, y luego ir limitando los objetos válidos a solo algunos determinados.
Supongamos que el primer jugador, al que llamaremos, por ejemplo, Wormy, no tiene ninguna loseta que muestre un símbolo que coincida con alguno de los mostrados en las losetas que ya hay sobre la mesa. Debe igualmente añadir una loseta al laberinto, por lo que juega una de las suyas (la que, en la foto, añadimos más a la izquierda de las otras) a continuación roba otra del mazo y el turno pasa al siguiente jugador. Las losetas siempre deben añadirse de forma que conecten con alguno de los caminos abiertos.
Supongamos también
que el siguiente jugador, al que nos referiremos como Leechy, tiene en su mano una loseta
con el dibujo de un cuervo juglar. También la loseta jugada en el turno anterior
por Wormy muestra un cuervo juglar, por lo que Leechy puede hacerse con él.
Leechy podría colocar
su loseta con el cuervo juglar de esta forma, debajo de la anterior. Puesto que puede trazar un
camino sin interrupción entre ambos cuervos juglares, Leechy recogería ambas losetas
y las colocaría descubiertas (boca arriba) en su lado de la mesa. A continuación,
robaría otra loseta del mazo común, y pasaría el turno al siguiente jugador.
Pero tras
observar detenidamente el laberinto ya formado, Leechy decide astutamente situar
su loseta en este otro lugar, arriba del todo. Igualmente puede formar una línea sin
interrupción desde “su” cuervo juglar al que ya está sobre la mesa, pero esta línea
pasa sobre otras dos losetas, además de las que muestran ambos cuervos. Por tanto,
colocándola aquí, Leechy recoge cuatro losetas en lugar de solo dos, y deja
únicamente otras dos para el resto de jugadores.
También puede ocurrir que un jugador coloque una nueva loseta y no se de cuenta que puede trazar un camino desde un elemento de su loseta hasta otro igual en el laberinto ya formado. Si él mismo no indíca que forma un camino, y los otros jugadores no se lo hacen notar, pierde la oportunidad de reclamar las losetas que le correspondan. En la foto de abajo, por ejemplo, si un jugador coloca la loseta de más a la izquierda y no se percata que puede trazar un camino entre ambos sacos de oro, perderá ocho buenas cartas para su montón.
El juego
continúa de este modo con todos los jugadores haciendo crecer el laberinto o
bien apoderándose de partes de él, hasta que el mazo común se agote y todos se queden sin losetas en la mano. Cuando esto ocurre, el juego termina. Cada uno
cuenta la cantidad de losetas en su montón, y vence quien tenga más. Las losetas
del laberinto que queden sobre la mesa sin reclamar, no puntúan para nadie.
Aunque la
mecánica es diferente, estéticamente recuerda mucho a Laberinto, y es
básicamente una versión portátil del mismo. Y como todos los juegos, podemos
añadirle reglas propias para hacerlo todo lo complejo que queramos.
Puedes echarle
un vistazo a la versión en tablero pulsando aquí.
Labyrint,
the card game. 2001. Max. J. Kobbert (reglamento) Andreas Härlin, Joachim
Krause (ilustraciones). Revensburguer. De dos a seis jugadores a partir de
siete años.
Ricardo, tengo este juego y nosotros usamos unas reglas diferentes, en la que sólo te llevas la carta que ya está en el tablero y la tuya se queda en la mesa, siempre que no desconecte partes del laberinto. Leeré de nuevo las instrucciones (en mi caso en alemán) a ver si es que lo leímos mal. Desde luego así como tu lo presentas es más interesante, igual es por eso que no me gusta este juego especialmente. Saludos!
ResponderEliminarPues lo cierto es que lo he reseñado de memoria porque tengo la hoja de instrucciones en inglés extraviada, y de la que viene en islandés no entiendo ni J. En islandés solo aprendí a pedir café, y ya no recuerdo como era ^_^U
EliminarEstoy bastante seguro que se jugaba así, pero a veces la memoria engaña. Si ves en tus instrucciones que he puesto algo mal, avísame y lo corrijo.