EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, ávidos lect…hay, madre… ¿otro de Berna?
Ejem… es decir. ¡Saludos, ávidos lectores! Hoy
repasaremos otro de los ejemplares de nuestra bolsibiblioteca. Se trata de El
castillo de los ahorcados, de Josep Berna.
Teniendo en cuenta que este autor lo reduce
casi todo a una sucesión de supuestos chistes y supuestas escenas eróticas,
cabe preguntarnos que es exactamente lo que ahorcan en este castillo ¿personas?
¿gansos? Si hay alguien que realmente tenga interés en averiguarlo, que siga
leyendo. No miraremos mal a ninguno de los que abandonéis el planeta en este mismo
instante. De verdad. Comprenderemos que lo hacéis impulsados por el mero instinto de proteger vuestra salud mental.
Steve y Larry son dos desempleados que vagan
por Hyde Park pensando en alguna forma de mejorar su economía. Eran camioneros,
pero fueron “injustamente despedidos" (según ellos) por abandonar el camión de su empresa a un lado de la carretera, durante una hora, para acostarse entre los arbustos de la cuneta con un par de chicas que hacían autoestop. ¡Menudo ogro su jefe, despedirles
solo por dejar abandonado una misera hora el camión y su cargamento, por un
motivo tan justificado como ese! Nuestros dos protagonistas, en cambio, son unas bellísimas
personas, cuya conversación se reduce a insultarse y amenazarse
mutuamente.
El caso es que, paseando por el parque, presencian
como dos matones intentan robar a un hombre bien vestido. Salen en su defensa y
tras intercambiar puñetazos con los matones, los ponen en fuga. Agradecido, el
hombre les ofrece dinero y también un trabajo. Hace poco ha ganado un castillo
medieval en una partida de póker. Quiere convertirlo en un parador de turismo, y los contrata como vigilantes del castillo durante el tiempo que duren las
obras.
Así pues, Steve y Larry se dirigen al
castillo, y se ponen a explorarlo. Uno de ellos encuentra una puerta secreta y
se pierde por las catacumbas, mientras que el otro se mete en una habitación
donde se topa con un hombre colgando del techo, con una soga al cuello. Este es
el ahorcado del título y el único que aparecerá en toda la historia, a pesar
que se nos prometieron "ahorcados", en plural.
Cuando ambos se reencuentran, aparece en
escena un tercer personaje, una chica, que ya nos hacía falta una para poder dar
pie a los típicos chascarrillos bernianos. La muchacha, Caroline (una veinteañera de formas perfectas) resulta ser
la hija del tipo que los ha contratado. Esta les
cuenta que su padre le habló del castillo y de su encuentro con Steve y Larry,
y decidió pasar de visita. Un prodigio de inteligencia, la moza,
meterse en un edificio en ruinas, alejado de todo, con la única compañía de dos
hombres que su padre conoció un par de días antes, y a los que les especifica
que no le ha dicho a nadie que pensaba ir al castillo.
El ahora trio protagonista sigue explorando el lugar. Uno de los hombres cae por una inocua trampa de foso… el otro y la chica se encuentran con el ahorcado (el mismo ahorcado de antes, que se ve que el presupuesto no daba para ahorcar a nadie más)… el que cayó al foso se topa con cuatro esqueletos vivientes correteando de aquí para allá...
Nadie sufre daño, con
la excepción de los golpes que se dan unos a otros. Porque, una característica muy
común a los personajes de Berna, que creo que todavía no he comentado, es
que habitualmente los amigos se agreden unos a otros por llevarse la contraria
en las opiniones o decisiones más banales, y las chicas rompen cosas en la cabeza
de los hombres o les machacan las costillas a codazos por la más mínima. A menudo, el protagonista de un bolsilibro de Berna está más seguro rodeado de
monstruos que en manos de su novia, o aún de una chica que
conoce desde hace cinco minutos.
Tras alargar el paseo por el castillo lo máximo posible, los personajes terminan descubriendo que los esqueletos son matones disfrazados que pretenden alejar a la gente del lugar (¿igual que en La mansión de los esqueletos vivientes?) para quedarse ellos con el castillo. Steve y Larry solucionan el problema dándoles una paliza (si, definitivamente, igual que en La mansión de los esqueletos vivientes) y una vez desesqueletizado el lugar pasan a ocuparse de las cosas importantes; uno se acuesta con Caroline y el otro con la camarera de un motel-restaurante de carretera en el que se han detenido a pasar una noche, en su camino de vuelta a la ciudad.
Y… fin… afortunadamente, porque si esta lectura llega a alargarse más, yo también habría amanecido ahorcado del techo.
Puedes ver otro libro de este autor pulsando aquí.
El castillo de los ahorcados. 1978. Joseph Berna [José Luís Bernabéu] (texto) Prieto Muriana (portada). Terror nº 113. Editorial Andina S.A.
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