EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Estamos decididos a comenzar este año con buen pie, y por tanto, lo hacemos leyendo. Tenemos aquí otro de esos relatos numismáticos, como el ya reseñado Trece monedas de muerte. Ambos son, por cierto, del mismo autor, al que la temática de las monedas malditas parece gustarle.
En esta ocasión es solamente una la moneda maldita ¡pero vaya una! Esta moneda queda al inicio de la historia en manos de nuestro protagonista masculino, Lee Taylor.
Desempleado y a solo unos pocos pasos de la indigencia, Taylor tiene la ocurrencia de darle sus últimos dólares a un anciano mendigo que ve sentado en una esquina. Después de todo, él es aún joven, confía en encontrar en breve algún trabajo y tiene un par de cosas en su maleta que podría vender, pero al anciano no le queda más remedio que pedir limosna. Agradecido, el mendigo le entrega una vieja moneda a cambio, afirmando que es un amuleto que le traerá suerte. Taylor la acepta pensando que es una forma del anciano de sentirse mejor consigo mismo, de no recibir dinero a cambio de nada.
Cuando vuelve a la pensión en la que debe ya varios meses de alquiler, la casera le recibe con otra serie de amenazas de echarle si no le paga de una vez, y le arroja una abultada carta que ha llegado para él. Al abrirla, pensando que se trata de facturas, Taylor descubre que está llena de billetes de cien. Un viejo amigo le devuelve una cantidad de dinero que le prestó años atrás, y con la cual ya no contaba. El dinero viene acompañado con una oferta de trabajo en la empresa que este amigo logró salvar de la ruina con el préstamo de Taylor.
Al día siguiente, tras saldar su deuda con la temible casera y resarcirse del hambre que había estado pasando últimamente, Taylor acude en busca de Mike, su amigo. Lo recibe Norma, la hermana de este, que se encuentra ausente. Mientras habla con ella sobre los detalles de su nuevo trabajo, la moneda que le dio el anciano sale casualmente de su bolsillo y cae al suelo. Norma, aficionada a la numismática, la reconoce de inmediato. Se trata de un siclo de plata auténtico. Los siclos eran una moneda judía, pero este lleva la efigie del emperador Augusto, siendo por tanto una moneda acuñada durante la ocupación romana, es decir, exactamente el mismo tipo de moneda con el que se pagó a Judas por vender a Jesús.
Paralelamente a todo esto, se nos va contando la historia de Hohnill, otro de los trabajadores de la empresa de Mike. Este se encuentra realizando mediciones en un bosque cuya propietaria, Antonia Mawbenne, quiere acondicionar para que pierda su mala fama. Los lugareños de los pueblos colindantes afirman que está maldito, que uno de los árboles del bosque (una descomunal higuera) mata a los que se adentran en la espesura y se bebe su sangre. El bosque tiene recursos cuya explotación controlada beneficiarían a toda la región, pero muy pocos son los dispuestos a trabajar en un lugar conocido popularmente como El Bosque Maldito.
Hohnill dedica varios días a recorrer el bosque comprobando la nivelación del suelo y marcando árboles viejos y muertos para ser talados, hasta que se topa con la famosa higuera. Mide treinta metros de alto y su tronco tiene al menos siete de diámetro. Sus ramas son tan largas y pesadas que se inclinan hasta tocar el suelo, como apuntalándola. Y cuando se acerca para examinarla en más detalle, el árbol comienza a extender lianas hacia él. Hohnill desaparece, tragado por el bosque, como tantos otros antes.
Aunque la dueña de los terrenos del bosque es Antonia, estas tierras pertenecieron durante mucho tiempo a una familia local extrañamente longeva, de la que solo queda vivo un tal Sixtus Vanderbusch. El padre de Sixtus, endeudado por su alcoholismo, vendió estas tierras al padre de Antonia, pero Sixtus sigue considerando que “le pertenecen por tradición”. No duda en amenazar tanto a Antonia como a Mike, al que ésta ha contratado, para forzarles a que mantengan el bosque intacto. En realidad, un antepasado de Sixtus hizo un pacto con el Diablo: su familia cuidaría y alimentaría con sacrificios de sangre a la higuera, y a cambio estos gozarían de vidas antinaturalmente largas.
Mike, Norma y Taylor se hospedan en la mansión de Antonia para continuar con los trabajos interrumpidos por la desaparición de Hohnill. Sixtus, que por algún extraño entresijo legal es el administrador de las finanzas de Antonia, ha extendido su influencia sobre esta hasta el punto de alojarse permanentemente en su mansión, y se ha asegurado que esta no pueda despedirlo ni sustituirlo por otro. La presencia de estos tres “intrusos” hace que su influencia sobre Antonia se reduzca enormemente. Al ver que sus amenazas veladas ya no surten el efecto de antes, pasa directamente a los intentos de asesinato.
Taylor tiene ocasión de comprobar que algo en él repele de forma extraordinaria a Sixtus. Lo repele físicamente, quiero decir, impidiendo que le toque. Lo mismo ocurre con la higuera cuando la encuentra. Ésta trata de aferrarlo con sus ramas y lianas, pero algo la repele, obligándola a soltarlo de inmediato. Taylor llega a la conclusión que solo puede tratarse de la moneda, el siclo de plata, que lleva colgada al cuello como un amuleto. Investigando más sobre ella, alguien le habla sobre una leyenda en torno a los siclos de plata entregados a Judas. Treinta exactamente, puesto que eso era lo que solían cobrar los comerciantes judíos por un esclavo de trabajo común.
Al parecer, esas treinta monedas quedaron malditas por ser usadas para vender a Jesús, y la única forma de eliminar esta maldición es darles un buen uso. A lo largo de la historia algunas personas intentaron depurarlas, empleándolas para buenas obras. Taylor lleva su moneda, que al parecer es la única de las treinta que aún circula por el mundo, a un joyero para que la funda y fabrique con ella una pequeña cruz.
Mike y Antonia, que ya habían coincidido con anterioridad por motivos de trabajo y se habían echado el ojo mutuamente, terminan por enamorarse y prometerse. También Taylor y Norma dan muestras más que evidentes de una atracción reciproca. La posibilidad de una boda entre Antonia y otro hombre hace que Sixtus decida poner fin a la vida de ambos, narcotizándolos y llevándolos hasta la higuera para que esta los mate. Taylor y Norma conseguirán salvar a ambos y, mientras Taylor se parte la cara a golpes con Sixtus, Norma introduce el siclo de plata convertido en cruz en uno de los huecos del tronco de la higuera. Esto la destruye inmediatamente, provocando en Sixtus un envejecimiento acelerado que también acaba con él, disipando además la maldición de la última moneda, al haber sido empleada esta para combatir a las fuerzas del mal.
El bosque recupera su perdída alegría, los animales y aves que siempre lo habían evitado regresan a ocuparlo, pierde su mala fama entre los lugareños, y tenemos no una sino dos bodas al final. Y he de decir que me ha gustado mucho la forma en que está escrito y como se narran los acontecimientos. La verdad es que para ser un bolsilibro, muy cortito, pasan un montón de cosas y no se nota un apresuramiento a la hora de describir los hechos. Incluso los acontecimientos a largo plazo, como el enamoramiento de los personajes o la investigación sobre la moneda, tienen su proceso y dan una verdadera sensación de llevarse a cabo de forma lenta y natural.
La capacidad de síntesis, el contar mucho en muy poco texto (pero contarlo bien) es algo que aprecias cada vez más después de muchos años soportando libros (o series) con capítulos enteros de relleno, cuya única función es alargar más y más la trama pero sin hacerla avanzar.
Puedes ver otro libro de este autor pulsando aquí.
El bosque siniestro. 1981. Clark Carrados [Luís García Lecha] (texto). E. Martín (portada). Selección Terror nº 417. Editorial Bruguera S.A.
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