EL ORÁCULO DE LAS VISIONES ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
¡Diez de marzo, amigos!
En pleno cumpleaños de Chuck Norris (82 añazos nos cumple ya, el mozo) no podíamos más que comentar una de sus películas. Una de las mejores según el público y la crítica, en una de esas raras ocasiones en que la opinión de ambos coincide. Y una de las más importantes para su carrera, como veremos al final.
En esta película, Norris (a nivel 3) es un ranger de Texas. Si de algo puede presumir Texas, es de tener las leyes más duras del mundo en lo que se refiere al maltrato animal y la protección de espacios naturales. Hay vastas regiones de Texas donde está totalmente prohibido edificar, e incluso adentrarse en ellas con vehículos a motor, y en las que manadas de caballos salvajes corren libremente como lo llevan haciendo desde que los españoles los trajeron desde Europa. Los rangers son los que se encargan de la protección de estas zonas, además de servir de refuerzo general a la policía contra los peores criminales del estado.
Comenzamos con la clásica escena de película de acción en la que lo primero que se nos muestra del protagonista, es que se trata de un tipo muy duro, para que nos vayamos haciendo la idea. McQuade se enfrenta él solo a una banda de ladrones de caballos salvajes. Mata a unos cuantos delincuentes, detiene al resto, y llega a la comisaría a tiempo de recibir otra bronca de su jefe por volver del desierto todo polvoriento y desaliñado.
Paralelamente a esto se nos presenta al que será el villano de la película, Rawley Wilkes (David Carradine), un traficante de armas que se hace pasar por empresario y mecenas. Wilkes patrocina una especie de feria de caballos a la que McQuade asiste junto a su hija Sally, Dakota (un ranger retirado) y su nuevo compañero de patrulla, Arcadio Ramos.
En la feria tiene su primer encontronazo con Wilkes, y conoce a una socia forzosa de este, Lola, con la que conecta al instante. Esa misma noche, Sally y su novio tienen la mala suerte de aparcar su coche en una zona aislada para… eeeh… mirar las estrellas, justo donde los hombres de Wilkes atacan un convoy del ejército para hacerse con las armas que transportan. Al descubrirlos, a Sally la despeñan por un barranco y termina en el hospital. Su novio no tiene tanta suerte. Esto es también un recurso muy típico de las películas de acción: convertir algo que debería ser trabajo en un asunto personal. Da una mayor carga dramática a la historia e implica más al público.
A medida que McQuade avanza en la investigación del caso y en su relación con Lola, los hombres de Wilkes matan también a un tipo al que había detenido para interrogarlo (no es una gran pérdida, creedme), a su amigo Dakota, y a su perro. ¡A su perro! La película puede no ser muy original en ese aspecto, pero lo compensa estando muy bien hecha. Y en lo que respecta a Dakota, he de decir que lo matan unos pocos días después de jubilarse en lugar de unos pocos días antes, que es lo normal en todas estas historias.
Aunque oficialmente se lo aparta del caso, un agente federal llamado Jackson lo recluta para llevar a cabo una operación clandestina contra Wilkes. El actor que interpreta a Jackson, por cierto, se llama Leon Isaac Kennedy. Huy, casi, casi…
La operación es un fracaso y el asunto se convierte al fin en una guerra abierta entre McQuade y Wilkes. Este rapta a su hija y se la lleva a uno de sus escondrijos en el desierto, una pequeña fortaleza llena de matones.
Un socio de Wilkes le traiciona para quedarse con todo el negocio, y revela a McQuade donde retienen a su hija. Él pretende ir a rescatarla solo, pero no puede evitar que Arcadio y Jackson se le peguen por el camino. Esto nos lleva a la esperable gran escena final en la que los tres caballeros arrasan la fortaleza, matan a todos los hombres de Wilkes (recibiendo su dosis de heridas en el proceso), y rescatan a Sally. Tambien vemos al fin el combate cuerpo a cuerpo entre McQuade y Wilkes que llevamos esperando desde el inicio de la película, y asistimos a la innecesaria muerte de Lola cuando esta trata de proteger a su nuevo amor. Excepto quizá por esto último, todo termina más o menos como se esperaba que terminase.
Lo dicho, no es una película especialmente original en lo que a argumento se refiere, pero lo mismo se puede decir de la casi totalidad de películas de acción, peleas y tiroteos. Cuando una fórmula funciona, lo peor que se puede hacer es cambiarla. Siempre habrá tiempo para eso cuando deje de funcionar. Lo que hace destacar a esta película sobre otras de su estilo, es que está muy bien hecha.
Tenemos a Chuck Norris y a David Carradine en sus mejores épocas. La acción está muy equilibrada con los diálogos y ni una cosa ni la otra se alarga tanto como para llegar a cansar. La relación entre McQuade y Lola es apresurada, porque toda la trama transcurre en unos pocos días y hay que abreviar, pero resulta más natural que de costumbre, y por momentos llegas a creértela.
Hasta los personajes secundarios como el ranger retirado, el jefe gruñón, el hippy drogadicto y proxeneta al que interrogan, o el risueño y ludópata socio de Wikes, están tan trabajados que solo se diferencian de los protagonistas en que tienen menos tiempo en pantalla.
Ahora bien, el motivo por el que esta película fue especialmente relevante en la carrera de Norris no es por la calidad de la misma, sino porque dio pie a la serie Walker Texas Ranger. La serie se extendió de 1993 a 2001 y renovó el interés por este actor, del que ya hacía tiempo que no se hablaba. En un principio, esta serie iba a ser la continuación de McQuade, lobo solitario, retomando el personaje y construyendo la serie en base a la película. Hubo problemas con la cesión de derechos, no se llegó a un acuerdo, y cambiaron unas cuantas cosas para que no se les pudiera acusar de plagio. Personalmente, aun con sus altibajos, la serie me pareció muy entretenida, la sucesora espiritual de El Equipo A en lo que a series de acción se refiere, solo que en esta ocasión a los criminales sí se los mataba.
Puedes ver otra película de Norris pulsando aquí.
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