EL GRAN BAZAR
Bienvenidos, amigos coleccionistas.
El objeto que he traído hoy es una polvorienta barca funeraria egipcia tallada en piedra, que nuestro Supervisor General adquirió en una visita relámpago que tuvo ocasión de hacer al Valle de los Reyes.
Las barcas tenían una “importancia estratégica” en los ritos funerarios de esta cultura, debido a que, durante su viaje por el inframundo (su transición al Más Allá), se creía que los espíritus de los muertos debían cruzar una serie de cámaras subterráneas plagadas de peligros. Una de esas cámaras la llenaba un gran lago de fuego poblado de horribles criaturas. Si no se disponía de una barca para cruzarlo debía darse un gran rodeo atravesando por varias otras grutas laberínticas, cada una con sus propios monstruos o desafíos.
Al igual que todas las religiones, la egipcia tenía también su parte de negocio. El desafío que representaba cruzar ese infierno subterráneo que era el inframundo parecía insuperable, y fracasar en el intento significaba no acceder al Más Allá y desaparecer para siempre. Debido a esto los sacerdotes desarrollaron una serie de cánticos y conjuros que los egipcios podían comprar en vida, y cuya posesión otorgaría a sus espíritus una serie de poderes, aliados o salvoconductos una vez murieran para facilitar esta importante transición.
El famoso Libro Egipcio de los Muertos es una recopilación de todos esos conjuros, o al menos, de todos los que han perdurado hasta hoy en día. Los egipcios ahorraban una buena parte de sus sueldos para ir comprando uno a uno los conjuros que creyeran más útiles, y que habían de permitirles desde transformarse en diversas criaturas a regenerar extremidades amputadas, repeler ciertos tipos de monstruos, etc… Todo ello, naturalmente, una vez estuvieran en el Inframundo, puesto que no tenían efecto mientras estuvieran vivos. Uno de estos conjuros proporcionaba al espíritu una barca con su tripulación en cuanto llegara hasta la caverna del lago de fuego.
Para los egipcios, lo que estaba escrito o dibujado en este mundo era real en el otro. Los faraones eran enterrados junto con barcas de madera desmontadas, como parte de su ajuar funerario en el que también había armas y alimentos. Otros ciudadanos más humildes se tenían que conformar con pergaminos donde se nombrara o aparecieran dibujos de estos objetos, pero a la hora de la verdad su valor era el mismo. Un dibujo de una barca hecho por un sacerdote o un conjuro donde se hablase de esta, proporcionaba una barca “auténtica” al espíritu, llegado el momento.
En muchas ocasiones, el viaje en barca de los muertos se daba en ambos mundos. Mientras el espíritu del difunto iniciaba su tránsito hacia el Más Allá, su cuerpo era trasladado a su lugar de reposo en una barca, en el mundo real. Se consideraba que el agua del Nilo era un reflejo del cielo y viceversa. Por tanto, trasladando al cadáver en una barca a través del Nilo se facilitaba de algún modo el tránsito que este debería hacer por el Más Allá.
Las estatuillas de barcas, como la que tenemos aquí, eran una variante del conjuro o dibujo. Esta en particular no se trata de una antigüedad, pero sí está tallada a mano en piedra, a imitación de como se hacían en el pasado. La figura tiene una eslora de 28 cm, y una altura de 12 hasta la punta de las orejas del chacal que descansa (o quizá vigila) sobre el toldo.
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