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lunes, 4 de septiembre de 2023

LA CONQUISTA DE UN IMPERIO

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, luchadores del espacio.

La Saga de los Aznar deja momentáneamente de lado su tono profundamente militarista para abrazar la clásica aventura espacial estilo Flash Gordon, y se produce el primer relevo generacional. 

Durante cuarenta y tres años, el Rayo, al mando de Miguel Ángel Aznar de Soto y tripulado por los últimos terrícolas y venusianos libres, ha vagado por el espacio en busca de un nuevo hogar. Algunos mundos que resultaban óptimos fueron descartados por encontrarse demasiado cerca del Sistema Solar, bajo el domino thorbod. Otros, similares en condiciones a la Tierra pero mucho mayores, resultaron inhabitables por su excesiva gravedad. El tiempo se les acaba puesto que tras tantos años de funcionamiento ininterrumpido, la planta atómica del Rayo está casi agotada.

Aunque Miguel Ángel sigue ostentando el rango de comandante tiene ya unos sesenta años, más de la mitad de los cuales los ha pasado a bordo del Rayo. Las derrotas sufridas, la ansiedad, las continuas decepciones y la presión del mando le han vuelto “un viejo quemado y gruñón” a ojos de las nuevas generaciones, nacidas en el Rayo, que jamás han conocido la guerra. A efectos prácticos, las riendas del Rayo las lleva ahora Fidel Aznar, un hijo que Miguel Ángel tuvo con Lola Contreras una vez ya iniciado el viaje. Al profesor Steffanson no se le nombra, y dada la avanzada edad que ya tenía en el título anterior, debemos suponer que murió de vejez.  

El Rayo ha estado canibalizando el uranio de sus propias naves de combate y misiles atómicos para alimentar su reactor, y aun así la producción de energía está empezando a escasear. También las reservas de provisiones están casi agotadas, y la tripulación se alimenta básicamente a base de una pasta que se confecciona tratando químicamente los minerales obtenidos de pulverizar los asteroides con los que se cruzan. La situación está llegando a un punto casi insostenible, cuando descubren la que será la segunda cuna de la humanidad. 

Al aproximarse a otro planeta similar a la Tierra pero el doble de grande, los operarios del Rayo descubren que la gravedad del mundo no les afecta del modo previsto. El planeta ya había sido descartado por su tamaño, pero al pasar cerca de este para dejarlo atrás comprueban que su gravedad es similar a la de la Tierra. Es aparentemente el mundo ideal: con agua, vegetación, márgenes de temperatura y una gravedad compatibles con la vida humana. El planeta es bautizado como Redención, y todos los recursos que quedan en el Rayo se vuelcan en establecerse en él.   

Además de por vegetación y animales, Redención resulta estar habitado por una raza inteligente, tan asombrosamente parecidos a los humanos que son físicamente indistinguibles de estos. Esto era una idea muy extendida en la ciencia ficción antigua: en distintos mundos con las mismas condiciones de gravedad, temperatura, iluminación, etc., la vida debía desarrollarse de forma muy similar, pues la vida evoluciona para adaptarse al medio. Formas de vida nacidas en diferentes mundos necesitarían, a igual volumen de luz, órganos sensoriales iguales o muy similares a los ojos. A igual gravedad, tendrían mismos o muy similares sistemas de locomoción basados en extremidades o movimiento segmentado, etc. Que en un planeta casi idéntico a la Tierra la vida se desarrollase prácticamente igual que en esta, es la explicación de porque en la ciencia ficción de los 60-80 era tan común encontrar planetas habitados por trogloditas humanos y dinosaurios.

Al explorar Redención, los tripulantes del Rayo encuentran en una isla a dos grandes grupos de nativos combatiendo entre ellos. Parecen estar sumidos en un equivalente a la Edad de Bronce de la Tierra. Luchan empleando armas blancas, petos y cascos cerrados similares a los de los troyanos. El descenso de una nave auxiliar del Rayo interrumpe la matanza que los nativos estaban llevando a cabo entre ellos. El primer intento de los terrestres de entablar contacto termina con los nativos echándoseles encima, tratando de matarlos. Las armaduras de combate de los terrestres son impenetrables para las armas de los nativos, a los que llamaremos amintuitas, ya que ellos se refieren a su isla como Amintu. Los terrestres se retiran llevándose con ellos a cinco amintuitas prisioneros. O, para ser precisos, abducidos, ya que en Redención ellos son los alienígenas. 

Al quitarles los cascos y petos, descubren que uno de los cinco guerreros es en realidad una mujer. Fidel se muestra instintivamente protector con esta, llamada Woona, al ver que los médicos de la nave tratan a los amintuitas como poco más que animales salvajes. Se ocupa personalmente de enseñarle su idioma y aprender el de ella, al tiempo que le muestra y trata de explicar la tecnología del Rayo.

Los terrícolas establecen bases y explotaciones mineras en Redención. Desembarcan colonos y maquinaria pesada de construcción y los cinco amintuitas, una vez debidamente instruidos, son devueltos con los suyos para que hagan de puente cultural entre ambas razas.  

Se organiza una cacería en la que participan tanto Fidel como Woona, para alimentar con carne real a los tripulantes después de mucho años de hacerlo con comida sintética. Durante esta, son atacados por unas criaturas a las que Woona llama moany (“esferas”, en su lengua). Se trata de seres con forma esférica, de más de metro y medio de diámetro, dotados de cuatro brazos terminados en pinzas. La criatura (demostrando una inusitada resistencia a la rociada de balas que recibe) se lanza sobre el grupo de caza rodando sobre sí misma, mutila a uno de los hombres con las pinzas y comienza a devorarlo inmediatamente. Woona logra ponerlo en fuga cortándole dos de las pinzas con un machete, y les explica que la única forma de matarlos es esa. Lo que parecen pinzas son en realidad las bocas de los moany, y al privarles de todas ellas terminan por morir de hambre pasado un tiempo. Cortar solo algunas únicamente lo limita un tiempo, ya que continúa alimentándose por las bocas restantes hasta que las que ha perdido le vuelven a crecer. 

Los moany forman parte del ecosistema de Redención, pero sus ataques se multiplican tras la llegada de los humanos y parecen concentrarse en sus asentamientos, como si su repentina presencia los azuzara. Investigando esta nueva amenaza y analizando las leyendas de los amintuitas sobre los moany, los terrícolas llegan a la conclusión que Redención es un planeta con un interior hueco. Esto explicaría su baja gravedad, y al mismo tiempo, la existencia de un gigantesco ecosistema subterráneo basado en el silicio y no en el carbono, ya que de eso parecen estar compuestos los moany.  

El libro concluye cuando el primer asentamiento humano queda firmemente establecido, se pacta una alianza con uno de los líderes amintuitas, y se establece una prospección de uranio con el que alimentar la planta atómica del Rayo. La exploración de ese misterioso ecosistema subterráneo basado en el silicio queda para el siguiente título de la saga.

¡Próximamente en sus kioscos, El reino de las tinieblas!

La conquista de un imperio. 1974 (reescritura del texto original de 1954). George H. White [Pascual Eguídanos]. La saga de los Aznar nº 7. Editorial Valenciana S. A. 

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