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miércoles, 3 de enero de 2024

CHARLIE Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATE

 EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS                                                                                 ¡ALERTA DE EXPOILERZ!                                                                                              

                                             Presentado por… el profesor Plot.

 

Saludos, ávidos lectores.

Después de devorar todos los bombones del Calendario de Adviento y de todos los turrones que nos hemos zampado estas navidades, y estando a pocos días de rematar el asunto con el Roscón de Reyes, nos hemos sentido al fin lo suficientemente hiperazucarados como para leer este libro. Es uno de los más conocidos de su autor, el inglés Roald Dahl.

El protagonista es un chaval llamado Charlie, que pertenece a una familia muy pobre pero muy unida. Viven en una cabaña de madera con más agujeros en las paredes que ventanas, prácticamente se visten con remiendos, y comen lo más barato que hay en el mercado. Lo que para la mayoría de la gente son cosas comunes, para ellos son lujos inalcanzables. Tan solo hay una cosa, una sola, en la que la familia se gasta el dinero sin que sea algo absolutamente imprescindible, y es en comprarle una chocolatina al año a Charlie. Esta chocolatina, que para Charlie es un valioso y anhelado manjar, representa para él todo aquello de lo que carece, como una pizca de alegría y esperanza condensada en una tablita masticable y envuelta en brillante papel de colores. A Charlie le basta con estar con los suyos y tener el pequeño lujo de su chocolatina anual para ser feliz y no perder sus esperanzas en un futuro mejor. 

Las chocolatinas preferidas de Charlie son las de Wonka, un misterioso personaje, medio inventor loco y medio mago, cuya inmensa fábrica no cesa de producir dulces a pesar que hace mucho tiempo que nadie ha visto entrar o salir ni un solo trabajador de ella. Un día el sr. Wonka sorprende al mundo con un insólito anuncio: ha ocultado cinco Billetes Dorados en su última remesa de chocolatinas. Estas entradas permitirán a los cinco afortunados que las encuentren acceder a su fábrica en una visita guiada, y a la salida, recibir un suministro de por vida de todos los productos Wonka habidos y por haber. La única restricción es que deben ser siempre menores de edad quienes oficialmente presenten el Billete Dorado y sean por tanto los receptores del regalo, aunque estos podrán acceder a la fábrica acompañados de sus correspondientes padres o tutores. 

Naturalmente, Charlie fantasea con encontrar uno de esos Billetes, pero ¿qué posibilidades tiene de obtenerlo, habiendo en circulación millones de chocolatinas, de las cuales él solo puede comprar una? Cuatro de los Billetes acaban en poder de hijos de ricachones o empresarios que pueden permitirse el comprar camiones enteros de estas chocolatinas. El último de ellos termina por azares del destino en las mugrosas y desnutridas manitas de Charlie, justo el día antes de que finalice el plazo para presentarlo. 

Así pues, Charlie y uno de sus abuelos acceden a la fábrica junto con otros dos niños, dos niñas, y los correspondientes padres de estos, y son recibidos por el sr. Willy Wonka en persona. Este los lleva a recorrer el edificio, que más que una fábrica parece otro mundo: habitaciones que contienen praderas donde absolutamente todo, desde las rocas a las flores, es comestible. Un rio de chocolate líquido que es posible navegar en un barco de caramelo. Un ascensor transparente que parece ser capaz de ir en cualquier dirección y llegar a cualquier sitio. Sectores atendidos por pigmeos de solo 20 cm de altura, y otros donde los trabajadores son ardillas perfectamente organizadas...

Mucho de lo que produce la fábrica son productos aun experimentales de propiedades increíbles, como un caramelo que jamás se acaba o un chicle que reúne los sabores y proteínas de una comida completa de varios platos. Todo el lugar es caótico, extravagante, y parece saltarse alguna que otra ley física fundamental. El edificio en sí es como una extensión de la mente del propio sr. Wonka y su particular concepto de cómo debería ser la realidad. 

Este paseo por el País de las Maravillas personal del sr. Wonka se cobra unas cuantas víctimas. Con la excepción de Charlie, los otros cuatro ganadores de los Billetes Dorados van sufriendo extraños y grotescos (aunque en ultima instancia inocuos) accidentes que les obligan a abandonar el tour. Cuando solo queda Charlie, el sr. Wonka le revela el verdadero motivo de todo ese asunto. Él no tiene hijos ni planea tenerlos, y quiere alguien a quien legar su fábrica, y ese afortunado es Charlie. De este modo, Charlie y por ende toda su familia pasan de la extrema pobreza a una situación muy acomodada, como los nuevos dueños de la fábrica de chocolates Wonka. 

La historia me ha gustado mucho porque tiene ese toque ingenuo y libre de los cuentos antiguos en los que los autores escribían lo que les venía en gana, tal como iba surgiendo de su imaginación, con poco o ningún filtro. De hecho, algunas editoriales han reescrito partes del libro para “adaptarlo a las mentalidades modernas”, cambiando los pigmeos africanos por unos duendecillos de un país imaginario, por ejemplo. 

Considero que este tipo de cosas son siempre un error, se mire por donde se mire. Además del atropello y la falta de respeto que suponen a la obra original del autor, destruyen el valor didáctico que se puede extraer de leer los libros tal como fueron escritos, siendo conscientes así de lo que se consideraba normal en su época. Afortunadamente ésta ha resultado ser una edición honesta, con el texto original e íntegro de la obra, además de repleta de ilustraciones. Por cierto, que a partir de ahora, en los libros que tengan ilustraciones interiores elegiremos una representativa para mostrarla, porque muchas veces (como en este caso) el ilustrador de la cubierta y del interior tienen estilos completamente diferentes. 

Para terminar, algo curioso sobre el autor, es que fue piloto de combate en la Segunda Guerra Mundial. De él se ha dicho que derribó al menos cinco aparatos enemigos, incluyendo un bombardero, probablemente matando a sus pilotos en el proceso. También estuvo a punto de morir él mismo cuando su avión se estrelló, fracturándose el cráneo y quedando ciego una larga temporada. De hecho, al finalizar la guerra, Roald Dahl era uno de los tres únicos supervivientes de su promoción de dieciséis pilotos. Y treinta años después de pasar por ese infierno escribió esto, una fantasía sobre un niño que lo único que necesita para ser feliz es estar con su familia y poder hincar el diente a un trocito de chocolate de vez en cuando. 

No puedo más que preguntarme si es también así como se sentía él mismo cuando, encerrado en la cabina de su avión, volaba rumbo a la batalla. O si cuando regresaba de ella mientras que algunos de sus compañeros no lo hacían, experimentaba algo parecido a haber sido premiado con el Billete Dorado de la supervivencia en alguna extraña y macabra lotería.

Puedes ver la continuación de este libro pulsando aquí.   

Charlie and the Chocolate Factory. 1964. Roald Dahl (texto) Faith Jacqes (ilustraciones interiores) Jesús Sanz (portada). Publicado en 1993 por Editorial Santillana. 

5 comentarios:

  1. Menos mal que has aclarado lo del ilustrador, porque esa portada es horrenda... Las de interior no están mal, pero donde estén las de Quentin Blake, que se quiten todas las demás. Ya no puedo disociar la pareja Dahl-Blake.
    Muchos de sus libros tienen inspiración en su propia vida, así que es posible que mientras volara fuera pensando cosas... Te recomiendo su "autobiografía", aunque me queda la segunda parte, "Volando solo", que precisamente va desde poco antes de entrar en el ejército. Así es posible que salgamos de dudas 🙂

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    1. Precisamente ha sido la enorme diferencia de calidad entre las ilustraciones interiores y la portada de este libro lo que me ha decidió a mostrar también alguna ilustración interior de los libros que comente a partir de ahora. Y el caso es que entendería que se hiciera al revés, dotando al libro de una portada mucho mas trabajada que las ilustraciones interiores, para llamar la atención, pero a lo de poner una mala portada en un libro bien ilustrado por dentro, no le veo el sentido.
      El único otro libro que tengo de este autor es el de "Charlie y el gran ascensor de cristal", que continúa la historia de "Charlie y la fábrica de Chocolate". Trataré de conseguir esas biografías.

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    2. Buen resumen. Yo he leído las dos partes (el ascensor de cristal es bastante mala, no está, ni de lejos, a la altura) y me quedan las biografias entre otros títulos de Roald Dahl. En el reto de este año quiero utilizar, así es posible, esos libros pendientes que marmota, tú y tu hermana ya habéis comentado. A ver dónde cuelo Boy y alguno más que tengo en la estantería.

      Lo de los cambios tiene que ver con los herederos, que, no ven amenazados sus ingresos. Quién sabe qué hubiera hecho Roald.

      Saludos,
      Juan

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    3. Sí, el ascensor de cristal tampoco me gustó, ya pasa al absurdo, mientras que la fábrica es más mordaz.

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    4. Vaya, se me quitan las ganas de leerlo después de ver vuestras opiniones. Pero por otra parte es el mejor momento para hacerlo, con el de "La fábrica..." todavía fresco en la cabeza, así que le daré una oportunidad.

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