EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, ávidos lectores.
Admitidlo… echabais de menos a Berna, claro que sí. ¿Quién puede resistirse a su universo compuesto casi exclusivamente por mujeres despampanantes, héroes perfectos, villanos feos y estúpidos, tramas lineales, desenlaces predecibles y chistes sin la más mínima gracia?
Un momento... dicho así no suena tan bien. Digamos entonces que vamos a repasar otro de los bolsilibros de Berna para tratar de entender por que eran tan populares. Hoy toca Y la Tierra quedó paralizada, título probablemente inspirado en The Day the Earth Stood Still (El día que la Tierra quedó paralizada), conocida en España como Ultimátum a la Tierra. Afortunadamente para el mundo del cine, el bolsilibro que nos ocupa no tiene nada que ver con esa excelente película.
Nuestros protagonistas son Lex Shilton y Diliana Birkin. No vale la pena describirlos porque todos los personajes de Berna son casi idénticos en carácter (hasta emplean las mismas expresiones) y casi idénticos también físicamente. Si habéis leído las anteriores reseñas que hemos hecho de libros de Berna, ya sabéis como son.
La historia empieza con Lex pasando la noche con una stripper que ha conocido poco antes. Han acordado hacer el amor hasta que amanezca. El problema es que no amanece. Pasan de las siete de la mañana, de las ocho, de las nueve… A las diez de la mañana, y siendo todavía noche cerrada, Lex comienza a sospechar que está pasando algo raro. Nuestro genio de la deducción se levanta para echar un buen vistazo por la ventana y entonces alguien llama al timbre. Sin tomarse la molestia en vestirse, abre la puerta de su apartamento para encontrarse con Diliana, una ex amante histérica a la que le falta tiempo para echar de la casa a la stripper, a pesar que ni es su casa ni actualmente mantiene una relación sentimental con Lex.
Solucionado este asunto, Diliana informa a Lex que lo que está ocurriendo es que la Tierra ha detenido súbitamente su movimiento de rotación. De ocurrir esto de verdad, la energía cinética acumulada haría que todo aquello que alzara más de un metro del suelo, desde árboles a edificios y montañas se desgajaran y salieran disparados a gran velocidad (hacia el este, concretamente), para ser a continuación barridos y sumergidos por una sola y gigantesca ola formada por toda la masa marina del planeta. Y por descontado, ningún ser vivo sobreviviría a ser lanzado por los aires a unos mil setecientos kilómetros por hora, pero por que arruinar un “buen” argumento con detalles como ese. Si la realidad y la credibilidad fueran tan importantes para disfrutar de un libro o película, la ciencia ficción, la fantasía y las autobiografías no tendrían seguidores.
Diliana hace una propuesta a Lex: colaborar para ser los primeros en averiguar cómo y porque la Tierra se ha detenido, y volverse inmensamente famosos por ello. ¿Y por que ambos están capacitados para averiguar esto? ¿Son físicos? ¿Astrónomos? ¿Geólogos? No, son periodistas. Y además Lex, como casi todo civil en las historias futuristas de Berna, tiene una nave espacial propia y un par de pistolas láser a mano. Así pues, ambos se montan en la nave de Lex y hacen algo que a nadie más se le había ocurrido hasta ese momento: comprobar si hay alguna nave o artefacto extraño cerca de la Tierra que pueda ser el responsable de lo ocurrido. Y efectivamente, ahí está una gran nave en la órbita de la Tierra que ningún gobierno ni astrónomo del mundo ha detectado o se ha molestado siquiera en buscar. Los intrépidos periodistas abordan la nave solo para ser detenidos inmediatamente por sus tripulantes, un montón de tipos con fusiles láser, que los llevan ante su líder.
Este es un tal Vladimir Bogatirov (definitivamente, tiene nombre de malo) que ha engañado a un ingenuo científico loco para que detenga la rotación del mundo usando una máquina de su invención. Tras una breve conversación y unos cuantos puñetazos, Lex termina en una celda y Diliana en el dormitorio de Vladimir. Pero el villano no contaba con los celos de Verena, su cómplice y amante. Ésta, viendo que Vladimir se ha encaprichado con otra mujer, libera de su celda a Lex y lo guía hasta los aposentos del villano. Unos cuantos puñetazos más, un tiroteo con pistolas y fusiles láser para recordarnos que estamos en el futuro, y listo.
Vladimir y casi todos sus hombres terminan muertos, la Tierra recupera su movimiento rotatorio, al científico y a Verena se les perdona todo, y Lex y Diliana se reconcilian y retoman su antigua relación. Lo más original de toda la historia es que a pesar de tardar menos de veinticuatro horas en resolver el caso, cuando se apoderan de la nave y de la máquina esperan a que transcurra un día completo desde que se conectó para apagarla. Hacen esto para no tener que tomarse la molestia de ajustar sus relojes y horarios. Y aquí de verdad no sabría decir si Berna pensó que esto tenía sentido o si pretendía ser otro de sus chistes, pero es lo único que me ha parecido realmente gracioso.
Y esto ha sido Y la Tierra quedó paralizada. A veces tengo que buscar la forma de resumir lo mas posible la trama de un libro para no alargar demasiado la reseña y hacerla tediosa. En este caso he tenido que esforzarme por alargarla y que no quedara demasiado corta, pero de verdad que no hay mucho más que contar. El bolsilibro tiene ochenta y siete páginas (de la mitad de un tamaño cuartilla) y no exagero si os digo que aproximadamente cincuenta de esas páginas son de relleno,
Puedes seguir repasando la fascinante (a su modo) obra de Berna pulsando aquí.
Y la Tierra quedó paralizada. 1984. Josep Berna [José Luis Bernabeú] (texto) Almazán (portada). Héroes del espacio nº 224. Editorial Bruguera S.A.
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