EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, observadores terrícolas.
Quizá ya os hayáis enterado que vuestro planeta va a ser visitado por el C/2023 Tsuchinshan-Atlas, conocido popularmente como el cometa del siglo. En teoría se podrá ver desde hoy hasta pasado mañana, mirando al este antes de que salga el Sol. Y luego otra vez desde mediados de octubre hasta el fin del mes, mirando hacia el oeste una vez anochezca, aunque dependerá mucho de la geografía y contaminación lumínica de donde se encuentre cada observador.
Si por lo que sea no tenéis la oportunidad de verlo, no os preocupéis. Viaja a unos 290.000 kilómetros por hora, por lo que volverá a pasar cerca de la Tierra dentro de unos 80.000 años (siglo más o menos) así que os bastará con esperar ese poquito para tener otra oportunidad de darle un vistazo.
Para conmemorar el paso de Tsuchinshan-Atlas por las inmediaciones de la Tierra, hemos estado buscando en nuestra colección algo que tuviera que ver con cometas o al menos con meteoritos, y lo que tenemos más a mano en este momento es El color de fuera del espacio (también titulado a veces El color que cayó del cielo) un relato del maestro de Providence que no deja en muy buen lugar a estos elementos de la naturaleza. Seguro que después de leerlo, todo cometa que no choque con la Tierra os cae mejor. Este libro incluye también La noche del océano y los fragmentos descartados de La sombra sobre Innsmouth, que comentaremos en otra ocasión.
Lovecraft escribió este relato en 1927, pero está ambientado en 1882. Está narrado en primera persona por un agrimensor al que se le ha encargado un informe sobre unos terrenos de Nueva Inglaterra, la antigua granja de los Gardner, en la que años atrás un meteorito se estrelló cerca del pozo. Todo el relato es la información que ese narrador va reuniendo sobre el suceso hablando con los lugareños, aquello que en su momento no trascendió a la prensa. En un principio los lugareños achacan la desoladora esterilidad de la granja de los Gardner a la maldición de una bruja, pero el agrimensor va recopilando comentarios y atando cabos hasta llegar a una conclusión mucho más aterradora.
Por lo que se nos cuenta, el meteorito era de una naturaleza muy extraña. Su aspecto era pétreo pero su consistencia blanda y su olor sumamente desagradable, como si estuviera compuesto de cieno compacto, o como si se tratase de una gran bola de carne en descomposición. El calor de la reentrada no lo destruyó, pero la atmosfera sí parecía afectarle negativamente, desintegrándolo a un ritmo acelerado. Algunos científicos de la universidad de Arkam trataron de tomar muestras, pero un examen prolongado se reveló imposible. Los fragmentos del meteorito parecian evaporarse al estar expuestos al aire, destruyendo en el proceso cualquier material con el que se les pusiera en contacto, como los recipientes en los que se intentó transportarlos o conservarlos. Las pruebas a las que se lo sometieron en el laboratorio revelaron que en realidad era un metal, pero de una naturaleza completamente desconocida.
Cuando las muestras terminaron por desaparecer los investigadores volvieron a la granja de los Gardner a por más, solo para comprobar que el meteorito se había reducido mucho de tamaño. Al golpearlo con una piqueta reventaron un glóbulo blando que había quedado al descubierto al ir evaporándose las capas exteriores. De este glóbulo brotó algo que no era ni un vapor, ni un gas, ni unas partículas, ni tan solo una luz… es algo que solo supieron describir como un color. Uno extraño, indefinible, que se difuminó en el aire.
A partir de ese momento la flora del terreno fue alterándose. Cambios menores al principio, y que en primera instancia parecían a mejor. Las hojas eran más verdes, las frutas crecían más grandes y con un aspecto magnífico. Pero cuando llegó el momento de recolectarlas resultaron incomibles. Toda la fruta tenía un sabor repugnante y enfermizo y la cosecha entera tuvo que ser desechada. También el sabor del agua del pozo cambió, y las plantas e incluso el propio suelo empezaron a brillar levemente en la oscuridad.
La esposa del granjero no tardó en mostrar signos de demencia y comenzó a desplazarse a cuatro patas. Su marido la encerró el la buhardilla y no permitía a ningún médico visitarla. Coincidiendo con esto, los perros y gatos de la granja escaparon, como presintiendo que se acercaba un desastre. Todos los vecinos evitaban a la familia Gardner, puesto que estos parecían indiferentes a todo: se alimentaban de sus propias frutas y hortalizas putrefactas y del agua infecta de su pozo, lo que parecía volverles cada vez más insensibles. Descuidaron el mantenimiento de la granja hasta el punto que su casa empezó a caerse a pedazos. Los animales enfermaban y algunos tuvieron que ser abatidos a tiros por volverse peligrosamente violentos o por lo extremo de sus mutaciones. Y los árboles del terreno agitaban las ramas incluso sin un ápice de viento que pudiera moverlas.
Uno tras otro los tres hijos de los Gardner enloquecieron y murieron o simplemente desaparecieron dejando atrás restos inclasificables. Ammi, el único de sus vecinos que aun trataba de mantener un cierto contacto con ellos fue espaciando cada vez mas sus visitas, repugnado por el olor y la insalubridad de toda la granja. En una de sus visitas subió a la buhardilla a comprobar como se encontraba la Sra. Gardner y lo que vio allí arriba le horrorizó de tal modo que se sintió moralmente obligado a matar a aquello en lo que la mujer se había convertido. A lo poco que quedaba de ella. El Sr. Gardner mientras tanto no hacía mas que delirar mientras agonizaba, convertido en algo amorfo, que terminó por morir y deshacerse.
Ammi huyó horrorizado del lugar, pero regresó con las autoridades para dar fe de todo lo ocurrido allí. Policías y científicos tuvieron la ocasión de ver con sus propios ojos como por la noche el color brotaba del pozo, pero no esparciéndose en todas direcciones como una luz, sino desbordando la boca del pozo, derramándose desde ella como algo denso. Vieron los árboles aparentemente secos retorcer sus ramas como si fueran tentáculos, extendiéndolas hacia el cielo, como tratando de llegar hasta él. Todos abandonaron precipitadamente la granja cuando el color empezó a cubrir la propia casa, y desde cierta distancia vieron como este se acumulaba hasta parecer estallar y salir disparado hacia el espacio, dejando solo unos pocos acres de tierra reseca, gris y privada de toda vida, incluso de insectos.
El informe del agrimensor concluye diciendo que a pesar de que esto último ocurrió varios años atrás el lugar no ha recobrado la normalidad. El suelo no ha reverdecido, y su esterilidad parece extenderse lentamente un año tras otro a las tierras colindantes. Los animales evitan el lugar, y los habitantes de los alrededores tienden a abandonar sus granjas debido a una serie de pesadillas persistentes y una desagradable sensación de rechazo que no pueden definir. Es como si aquello que contaminó la granja y luego aparentemente la abandonó hubiera dejado tras de si un rescoldo. Quizá un nuevo color gestándose en el pozo y en los terruños.
Y el caso es que no llegamos a saber que es el color. Quizá simplemente es todo aquello que nos resulta desconocido, aquello que los sentidos convencionales no son capaces de percibir correctamente. Es lo imposible y lo incomprensible, una advertencia llegada del espacio para dejarnos claro que no todo lo que vamos a encontrar en él se ajusta a las leyes naturales que ya conocemos, y que pueden haber otras leyes mucho más complejas de las que todavía no sabemos nada. El color parece corromper y aniquilar todo lo que toca, pero ¿y si estuviera tratando de adaptar el lugar en el que ha caído a lo que considera normal? ¿Y si desde su perspectiva no lo está destruyendo sino mejorando? Esto implicaría una mente consciente detrás del color, pero si bien esto sería una idea interesante, en mi opinión no se trata de eso, porque lo más terrible del relato es precisamente que no hay un plan detrás de todo lo que ocurre.
En otros relatos del horror cósmico lovecrafniano el responsable de todo es una criatura, un grupo de ellas, o un culto humano o semi humano, pero en todo caso hay una conciencia y una intención moviendo los acontecimientos en una dirección determinada y persiguiendo un fin concreto con ello. Aquí no. En El color de fuera del espacio todo se siente accidental. Los humanos afectados no son ni un sacrificio ni alguien a quien se elimina por meter las narices donde no debía. El universo y sus horrores son completamente indiferentes ante la presencia humana. Lo que cae en la granja de los Gardner y muta su tierra, sus animales y a ellos no tiene una mente consciente ni un objetivo. No viene a conquistar ni a alimentarse, simplemente cae en el lugar sin escogerlo y modifica el entorno del mismo modo que una semilla arrastrada por el viento trata de arraigar en el suelo en el que finalmente se detiene, sea cual sea, sin elegirlo ni llegar hasta él de forma expresa, y sin importarle lo que ya esté creciendo en él. Hay lectores que consideran que el color sí tiene mente y consciencia, pero yo no lo veo así. De hecho, creo que pretender ver una mente consciente con un plan tras lo que ocurre en la granja de los Gardner es vulgarizar el relato, quitarle todo su valor convirtiéndolo en una historia de monstruo suelto más.
Se ha fantaseado mucho sobre invasiones alienígenas. Hay montones de películas y libros que describen a los humanos enfrentándose por cualquier medio posible a una inteligencia extraterrestre. Aquí no hay esa inteligencia. Lo que ocurre no siente un odio hacia los humanos a los que destruye. Es como un terremoto, algo contra lo que no se puede combatir, solo sufrir sus consecuencias, tratar de sobrevivir a ellas, y a la larga estudiar el fenómeno para reaccionar mejor cuando se repita. Y eso es precisamente lo que lo hace más terrible.
A los sectarios y profundos se les puede combatir y matar con armas convencionales, tal como hace la Armada al final de La sombra sobre Innsmouth (1931). Determinados monstruos cósmicos, incluso dioses, pueden ser repelidos con amuletos o cánticos mágicos, como ocurre con Ghatanothoa en Más allá de los eones (1935). El propio Cthulhu es lo suficientemente vulnerable al daño físico como para partirle el cráneo en dos de un fuerte golpe como ocurría en el relato La llamada de Cthulhu (1926), en el que un barco lo arrolla cuando estaba emergiendo del mar y lo descalabra. Pero al carecer tanto de sustancia física como de mente, alma o intención, el color es inmune a todo. Tratar de acabar con él es como intentar asustar al viento amenazándolo con un palo, o tratar de matar a una ola del mar disparándole con una pistola: el propio concepto de lo que se pretende hacer es erróneo.
Este relato ha tenido varias adaptaciones cinematográficas. Las dos consideradas más importantes son Granja maldita (1987) con Wil Wheaton y El color que cayó del cielo (2019) con Nicholas Cage. La primera está más enfocada al terror visceral y repulsivo, es más explícita. La segunda es el caso contrario. Menos orgánica y más atmosférica, centrándose más en unas alteraciones temporales y dimensionales (que no aparecen en el relato original) que en los cambios físicos que el color provoca. Ninguna de las dos es realmente fiel al relato, y aunque la segunda puede ser mejor en general como película, creo que falla en lo esencial. No muestra a el color como algo accidental y carente de intenciones, sino que se da a entender que llega a la Tierra invocado por una bruja adolescente que tiene como libro de cabecera una copia del Necronomicón, lo que me parece una banalización del mito. Ambas versiones son interesantes a su manera.
A medio camino entre una y otra estaría Aniquilación (2018) basada en una novela de Jeff VanderMeer que a su vez parece basada en el relato de Lovecraft. En Aniquilación, un meteorito impacta en la base de un faro y de éste surge algo llamado el brillo, que comienza a modificar la existencia a su alrededor. Incluso podríamos hablar de una adaptación parcial en el videojuego Resident Evil 7. Es cierto que en el videojuego lo que provoca la demencia y mutación de la familia Baker es un vertido químico en las inmediaciones de su granja, que contamina sus tierras y por ende a ellos, pero el proceso degenerativo que sufren no es muy diferente al provocado por el impacto del meteorito a los habitantes de la granja Gardner. Y me da la impresión que en ese sentido el juego está fuertemente inspirado en este relato, del mismo modo que se inspira mucho en La Matanza de Texas.
Y bueno, creo que eso es todo lo que teníamos que decir sobre este relato, o al menos todo lo que nos da tiempo a escribir hoy. Si tenéis oportunidad de ver al Tsuchinshan-Atlas saludadle con la mano al pasar. Siempre es mejor llevarse bien con los vecinos del espacio que chocar con ellos.
Puedes ver otro libro relacionado con Lovecraft pulsando aquí.
The Colour Out of Space. 1927. H.P.Lovecraft. Integrado en El color de fuera del espacio, publicado en 2004 por Editorial EDAF.
Uff, Lovecraft, maestro del misterio, de los sobrenatural, lo pagano y de los cultos prohibidos. Lo descubrí tarde, pero me ha hecho pasar entretenidas tardes de lecturas terroríficas. Sus mitos de Cthulhu, son legendarios...
ResponderEliminarSin duda Lovecraft fue uno de los grandes revolucionario del género del terror. No recuerdo donde leí que él mismo consideraba "El color de fuera del espacio" uno de sus mejores relatos.
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