Comunicado del Supervisor General.
Cambiamos de libro para empezar ahora con este, que recopila cinco historias de terror de diferentes autores. Es cortito, apenas ciento cincuenta páginas, así que no creo que nos lleve más de un par de sesiones si el gatito lo permite.
Cuando empezamos con esto de reseñar los libros “a plazos” el gatito permanecía inmóvil casi todo el tiempo que pasábamos haciéndole compañía porque estaba todavía débil, y aprovechábamos para leer. Ahora no para un segundo, y le ha dado por morder los dedos de los pies. Cuando se calma ya es casi hora de salir de su habitación de cuarentena para dedicarnos a otra cosa, así que estas entradas probablemente estarán más espaciadas en adelante.
La tumba de los vivos (George Edson). El joven y enamorado Neil ha pagado a un hombre para que le lleve en su barca hasta la isla de los Herndon. La mujer que llena sus pensamientos y su corazón (Ann Herndon, que aparentemente le correspondía) se ha recluido de forma repentina en aquel aislado lugar sin darle ninguna explicación.
El hombre de la barca le advierte que no va a quedarse a esperarlo. Regresar será cosa suya, si logra hacerlo, puesto que la isla tiene mala fama. Se dice que los Herndon son muertos vivientes, que no viven en una casa sino en una tumba, y que aquellos ajenos a la familia que llegan hasta la isla nunca vuelven a ser visto. No vivos, al menos.
Desoyendo estas siniestras advertencias, Neil desembarca en la isla y se presenta en la mansión de los Herndon. Allí conoce a la familia de Ann, que si bien no son muertos vivientes como afirman los lugareños, si tienen un aspecto decididamente horripilante. La familia parece atacada por una serie de desgracias hereditarias: deformidades, ataques de epilepsia, y propensión a la esquizofrenia y la locura homicida. No es bienvenido, y de hecho es Ann quien más insiste en que se marche. Pero una tormenta que llevaba toda la tarde gestándose estalla al fin haciendo el barqueo hasta el continente demasiado peligroso. El patriarca de la familia le permite quedarse a dormir allí, y le indica que cuando termine la tormenta un sirviente le llevará a tierra en un bote que utilizan regularmente para aprovisionar sus despensas.
Durante la noche Neil no logra conciliar el sueño. El lugar es siniestro. No solo a la mansión se le ha dado aspecto de mausoleo, sino que huele como tal, como si en algún lugar de la casa se amontonaran cadáveres descompuestos. Mientras dormita, más que duerme, Neil ve de refilón una silueta humana junto a su cama, que huye al ser descubierta. Se levanta precipitadamente y sale al pasillo a buscarla. Lo que encuentra es a uno de los miembros de la familia, una anciana, salvajemente apuñalada en el suelo del salón. Uno tras otro los miembros de la familia van siendo asesinados, y todo apunta a que la responsable podría ser la propia Ann.
Pero no os preocupéis. Ann termina siendo inocente y resulta estar libre de todas las enfermedades que aquejaban al resto de la familia. Los asesinos eran en realidad dos, un miembro de la familia como mente planeadora y un pobre trastocado como mano ejecutora. El problema de depender de trastocados para que asesinen por ti, es que nunca puedes estar seguro de hasta dónde llega su nivel de trastoque. La mano que mata termina volviéndose contra el cerebro que planea cuando todo parecía pedido para Neil y Ann. Sacando partido del cambio de situación ambos logran huir de la isla tras dar buena cuenta de los verdaderos culpables.
La historia empieza pareciendo una copia de La caída de la casa Usher y me preocupaba que se redujera a eso pero hacia el final cambia de dirección y encuentra su propio rumbo.
El árbol sangrante (Paul Erns). Ed Lang está preocupado por la salud de uno de sus cerezos. El árbol, que era el preferido de su padre, el que este escogía para tumbarse a su sombra cuando se permitía un descanso, parece estar enfermo. El padre de Ed desapareció en las montañas y fue dado por muerto hace algún tiempo, y debido a ello la gente del lugar se compadece por la obsesión de Ed por salvar su árbol preferido.
La realidad, como nos enteramos a poco que la historia avanza, es otra. Ed mató a su padre para quedarse con sus tierras y su dinero, y contó a todo el mundo que había marchado a las montañas y ya no regresó. En la aislada región nadie le cuestionó y el papeleo necesario para dar por muerto al viejo Lang y tramitar la herencia fue expedido por las autoridades locales sin que nadie sospechara de Ed.
El motivo por el que Ed se ha obsesionado con la enfermedad del árbol, es que es allí donde enterró al desaparecido viejo Lang. Cavó una tumba entre sus raíces como una ironía, para lo cual tuvo que romper parte de estas. Ahora parece que el espíritu de su padre y el de su árbol preferido estuvieran conectados, y al haber sido asesinado el primero, el segundo estuviera agonizando. A Ed le aterra la idea de que el cerezo muera, porque todo el mundo cuestionará que no lo arranque y lo desarraigue entero (que es lo normal en tales casos para dar un nuevo uso a esos metros de tierra) porque implicaría volver a dejar a la vista y manipular el cadáver. Un cadáver que ya lleva tanto tiempo entre las húmedas raíces que no debe ser nada agradable de ver.
Ed se va obsesionando con el tema hasta el punto que cualquier movimiento que hagan las ramas debido al viento lo interpreta como un intento voluntario de agarrarlo por parte del árbol, y sin darse cuenta empieza a referirse al cerezo como “Papá”. Cuando ya no aguanta más esa situación, toma un hacha y la emprende a golpes con el tronco, de un modo tan desaforado que se engancha con las ramas, tropieza con las raíces, y cae cuan largo es al suelo… clavándose en un ojo uno de los huesos quebrados de su padre, al que el crecimiento de las raíces había sacado a la superficie. El hueso llega hasta el cerebro y lo mata en pocos segundos.
En los días siguientes el árbol, que ya parecía condenado a secarse, reverdece lleno de una nueva vitalidad.
El asesino de la muerte púrpura (Francis James). Algo despierta a Helen en plena noche. Una forma monstruosa la espía a través de una ventana, oculta por la oscuridad y la lluvia. Helen salta espantada de la cama, y su feroz perro, siempre alerta, salta a través de la ventana destrozando el cristal con su peso para llegar hasta aquello que amenaza a su humana.
Segundos después la forma monstruosa huye, mientras el perro se hincha hasta el triple de su tamaño en medio de una terrible agonía. Es otra víctima de El asesino de la muerte púrpura, un misterioso psicópata que está matando gente al azar por toda la ciudad. Sus victimas se hinchan hasta la deformidad en pocos segundos, su piel se vuelve morada y se asfixian hasta morir con la tráquea completamente cerrada.
Helen es periodista y su novio es detective. Es por tanto una de las personas más al tanto de todo lo relacionado con el caso. El asesino de la muerte púrpura ha matado ya a más de cuarenta personas, incluidos niños pequeños, desde que empezó a actuar hace tan solo una semana.
Sin su perro guardián y con una ventana rota ya no siente su casa como segura, y Helen corre bajo la lluvia tratando de llegar a la comisaría de su novio. Entra en un taxi que aguarda en su parada, pero cuando le habla al conductor se da cuenta que este es un cadáver morado y abotargado cuya hinchada lengua asoma grotescamente por la boca. Echa a correr de nuevo, dándose cuenta que el asesino la sigue: un hombre deforme y jorobado de rostro cerúleo y colmillos afilados. Lo que la salva es la aparición de un coche patrulla que pone en fuga al misterioso asesino.
Uno de los agentes del coche patrulla es Jim, su novio. La lleva a un hotel para ocultarla, pero al parecer el asesino los ha seguido. Mientras están en la recepción en espera que les tomen nota, uno de los presentes cae al suelo retorciéndose e hinchándose entre atroces espasmos. La gente hecha a correr despavorida, y aquí pasa algo que rompe por completo toda la tensión que el autor había logrado crear hasta ese momento; Sabiendo que el asesino está entre el gentío, Jim y Helen corren hacia el mostrador de recepción, y medio agachados rellenan con los datos de ella el libro de registro, porque a pesar de todo el lugar debe parecerles lo bastante seguro. Una vez hecho esto Helen toma la llave de su habitación y sube a ella sola mientras Jim se vuelve a la comisaría… dejando a la vista de todos el libro de registro donde han anotado la habitación en la que va a estar. No me parece la mejor forma de proceder, pero en fin…
Helen pasa un día encerrada en la habitación del hotel, hasta que recibe una llamada del propio asesino, en la que este le dice que tiene a Jim en su poder y lo matará a no ser que la policía deje de acosarle. La joven decide entonces salir a la calle y exponerse como cebo, puesto que está claro que el asesino sabe donde está y probablemente la estará vigilando. Y efectivamente, a poco que se aleja de las calles más céntricas y transitadas se da cuenta que alguien la sigue. Logra darle esquinazo y cuando el asesino la pasa de largo es ella quien empieza a seguirlo a él, con la esperanza que lo lleve hasta su escondrijo, donde debe tener a Jim.
Siguiendo al tipo se adentra en un almacén abandonado. Lleva con ella un pequeño revólver que le dio Jim para que se protegiera, y está a punto de disparar contra un grupo de policías que también está ahí buscando al detective. Entre los policías está el teniente Stevens, amigo y superior de Jim, y el doctor Anderson, un experto en venenos que está convencido que el asesino emplea para sus crímenes una variante reconcentrada de veneno de serpiente que de algún modo administra a larga distancia.
Helen se une al grupo y todos avanzan juntos en la penumbra del almacén, hasta que uno de los policías cae al suelo retorciéndose e hinchándose. Stevens es el siguiente. Nadie sabe cómo ni desde donde el asesino les está disparando su veneno. El grupo se dispersa y el asesino aprovecha que Helen se queda sola para atraparla y encerarla junto a Jim.
El asesino revela entonces ser el doctor Anderson. Oculta su rostro bajo una máscara monstruosa y la joroba es falsa, una vejiga de plástico colocada en su espalda, bajo la ropa, que puede hinchar y deshinchar rápidamente a conveniencia. Ha matado a los policías moviéndose entre ellos mientras estos buscaban a un alejado tirador, dándole la espalda al verdadero asesino al que creían uno de los suyos. Ahora se dispone a acabar con Jim más no con la guapa Helen, para la que tiene otros planes inmediatos.
Pero el villano oculto ya ha revelado su identidad e intenciones, por lo que su papel en la historia está condenado a terminar en breve. Helen se lanza sobre él defendiéndose a si misma y a su hombre con uñas y dientes, y Jim hace lo propio cargando contra Anderson con la cabeza, puesto que sigue con los brazos atados a una silla. Entre los dos lo machacan lo suficiente como para dar a Helen la oportunidad de empuñar de nuevo su revólver y coser a tiros al Asesino de la muerte púrpura. ¡Así aprenderá a no matar perros! … ni humanos, claro, también está muy mal eso de matar humanos…
Hasta aquí hemos llegado hoy con el libro, y solo nos queda menos de un tercio de las páginas para leerlo entero. Os habréis fijado que por ahora todas las historias han terminado bien. Me parece el remate perfecto para un historia de sangre y muerte, por supuesto. Veremos si las que quedan siguen el mismo patrón.
Mientras el gatín termina su comida, puedes ver la reseña de los otros relatos del libro pulsando aquí.
Paroxismos de terror. 1975 (fecha de la recopilación). Varios autores. Biblioteca Oro nº 38. Editorial Molino.
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