EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, luchadores del espacio.
Tenemos que ponernos al día con La Saga de los Aznar. El siguiente título de la colección es El hombre de titanio según la portada, pero es Hombres de titanio según el texto del interior y así es como aparece también en la mayoría de listas de títulos. Probablemente las portadas de estos libros se imprimieron con el título mal y no se consideró necesario cambiarlas. En los años 70 no se daba tanta importancia a estas imperfecciones, y el margen de beneficio de los bolsilibros no era tan grande como para que la editorial pudiera permitirse descartar y rehacer así como así un lote entero de portadas.
Continuamos directamente con la trama iniciada en ¡Luz sólida! en la que los humanos, estando en el pináculo de su poder, sufrieron una derrota naval sin precedentes. Más tarde lograron hacerse con una muestra de la tecnología de la luz sólida sadrita, base de la superioridad bélica de estos alienígenas.
Esta novela comienza con Miguel Ángel Aznar llegando a la casa del profesor Castillo para informarle de primera mano del logro. Su visita tiene un segundo motivo, además de ese: Polonia Castillo, la hija del profesor. Polonia siempre ha sido el gran amor inalcanzable de Miguel Ángel, y a lo largo de los años ella le ha dado largas de forma ambigua para no dejarle claro si estaba interesada en él o no. Miguel Ángel ha decidido hacerle una pedida de mano formal, y la lleva a acabo tras pormenorizar todo lo relativo a su participación en la obtención de la tecnología de la luz sólida.
Espera que esta notable hazaña, vital para la supervivencia de la humanidad en la próxima e inevitable guerra contra los sadritas, le haga ganar puntos ante ella. Pero la respuesta de Polonia (que insiste en llamarle “Miguelito” para ridiculizarle) es la peor posible: todas las ocasiones anteriores en que ella le dio esperanzas y le dio a entender que consideraría el casarse con él más adelante eran falsas. Polonia nunca estuvo interesada en él como pareja, pero la insistencia del joven soldado la divertía y halagaba. Simplemente estuvo jugando con él. ¡Por personas así es por las que te planteas si vale la pena salvar a la humanidad! Furioso y con el corazón roto, Miguel Ángel abandona la casa de los Castillo de malas maneras.
Por otro lado, el profesor Valera ha estado haciendo cábalas sobre el interés que puedan tener los hombres de titanio en el Sistema Solar, ya que por su propia biología las radiaciones del Sol les resultan absolutamente letales. La conclusión a la que llega es que si tienen verdadera intención de prosperar, los hombres de titanio deben alterar el Sol transformándolo de una estrella amarilla a una totalmente ultravioleta, siguiendo el proceso contrario al que la propia humanidad empleó para extinguir a los hombres de silicio del subsuelo de Redención en División Equis. Proceso contrario… pero mismo resultado y además a gran escala: la muerte de todas las formas de vida nativas del Sistema Solar.
Tras su infructuosa visita a casa de Polonia, a Miguel Ángel le espera otro varapalo. Tan pronto como abre la puerta de la casa de su padre, este le cruza la cara de un bofetón por haber tomado parte en la misión de Urano en contra de su voluntad. Su madre le echa la bronca tanto a él por desobedecer a su padre, como al padre por golpear al hijo, y el autor nos mete aquí un pequeño drama familiar. Miguel Ángel padre, sin embargo, es un militar veterano y tras golpear a su hijo por arriesgar su vida le pide emocionado todo tipo de detalles sobre la operación.
En los días siguientes la tecnología de la luz sólida sadrita es replicada con éxito a toda prisa, pero se tardarán al menos seis meses en equipar con ella a una parte significativa de la flota. Medio año durante el cual los terrestres, de algún modo, tendrán que lidiar con sus incómodos vecinos. Y los científicos reclaman algunos sadritas vivos para poder experimentar con ellos.
Además de su malograda base en Urano, los sadritas han ocupado una base humana abandonada en Oberón, y es allí donde va a tener lugar la siguiente cumbre diplomática humano-sadrita. Esto supone una pequeña ventaja para los terrestres, ya que se conservan los planos de la base y al menos no andarán por ella a ciegas. Se ha decidido que a la delegación diplomática oficial la acompañe un grupo de comandos para infiltrarse en la base. De este modo, el comando viajará en la misma nave de la delegación diplomática, a la que los sadritas ya esperan y han autorizado a aproximarse. Miguel Ángel padre formará parte de la delegación diplomática que se entrevistará con los sadritas, mientras que Miguel Ángel hijo liderará el comando. También varios de los supervivientes de la anterior misión en Urano son reclamados para formar parte de esta, al contar ya con experiencia previa combatiendo a los sadritas.
Este comando incluye, contra la voluntad de Miguel Ángel hijo, a Polonia y otro cientifíco como asesores. El plan es lanzar a los comandos por una portilla de bombardeo como si fueran proyectiles poco antes de que la nave diplomática autorizada aterrice en Oberón. Los comandos van enfundados en armaduras de combate modificadas para imitar a los cuerpos robóticos de los sadritas y así pasar desapercibidos entre ellos una vez estén dentro de la base. La nave siembra a los comandos en una zona donde quedan literalmente hundidos varios metros en el suelo, justo en el momento que esto sea más difícil de detectar. Luego sigue su aproximación al punto designado para tomar tierra, y allí desembarca al cuerpo diplomático.
Los humanos no son los únicos que tenían intenciones ocultas para esta reunión. Los sadritas capturan a la delegación diplomática y los llevan a rastras a sus laboratorios para descuartizarlos y experimentar con ellos. Básicamente es la misma intención con la que ha sido enviado el comando: capturar algunos sadritas para entregárselos a sus científicos y que éstos pudiesen estudiarlos. Y me ha gustado mucho el detalle de que siendo dos razas tan biológicamente diferentes tengan una mentalidad tan similar. La crueldad disfrazada de practicidad no depende de razas ni formas.
Los equipos de comunicaciones de las armaduras del comando siguen recibiendo las conversaciones de los delegados, y así es como se enteran de lo que les está ocurriendo. Miguel Ángel hijo se ve entonces en la tesitura de tener que decidir entre dar prioridad a rescatar a la delegación (de la que forma parte su padre) y cumplir su misión. Y como buen militar que es, elige la misión, porque de ella depende el futuro de toda la humanidad.
Surgiendo de las fosas creadas por el impacto de sus armaduras de combate contra la superficie de Oberón, cual si se trataran de almas en pena saliendo de sus sepulcros, los hombres y mujeres del comando avanzan hacia la base. La superficie del satélite carece de atmósfera y está expuesta directamente al vacío del espacio y al cero absoluto (uno de los conceptos que mi generación aprendió viendo Caballeros del Zodíaco). Una vez dentro de la base, en la que se cuelan forzando una serie de compuertas secundarias no vigiladas, el comando busca su oportunidad de capturar algunos sadritas. Los hay a montones fuera de sus cuerpos robóticos, y apoderarse de algunos sería fácil si no fuera porque también hay otros montados en ellos. Al estar reaprovechando una instalación humana muchos de los mecanismos y dispositivos solo pueden ser manejados pilotando sus robots de tamaño y diseño humanoide.
El grupo de comandos es demasiado pequeño para organizar una batalla a gran escala con las tropas robotizadas que pueda haber en la base, así que se limitan a deambular por ella aguardando una mejor oportunidad. Esta se presenta cuando logran colarse en un amplio montacargas en el que hay varias docenas de sadritas a pie (o quizá sería más adecuado decir a tentáculo). Estos no se alarman pues confunden a los humanos con los miembros de su raza que van pilotando robots por estar encargados de manipular los mecanismos. Pero cuando el montacargas se mueve, los comandos aprovechan el lapso entre plantas para embutir unos cuantos de ellos en sacos y aplastar al resto, haciendo una matanza entre la masa pulposa.
Se disponen a abandonar la base cuando reciben un comunicado de Miguel Ángel padre, al que ya daban por muerto. Al parecer los sadritas lo han dejado para el final y ha tenido la oportunidad de ponerse en contacto con ellos. No para pedir que lo rescaten, sino para informarse del progreso de la misión. Pero para Miguel Ángel hijo la misión ya está cumplida y su padre vuelve a ser la prioridad. Delega el mando en el siguiente soldado del escalafón para que el comando lleve a los científicos y los prisioneros sadritas a un lugar seguro mientras él trata de rescatar a su padre. Todos los soldados se niegan a obedecerle, y solo Polonia y el otro científico afirman querer abandonar la base cuanto antes. Miguel Ángel hijo los despacha con tres de los soldados como escolta y va con el resto en busca de su padre.
Los sadritas ya están alerta por la presencia de intrusos en la base, y grupos de ellos enfundados en robots humanoides se enfrentan al comando. Es un combate muy desigual porque el piloto del robot solo ocupa la cabeza de este, siendo el resto mecanismos que pueden quedar dañados pero seguir funcionando como conjunto. En la práctica, solo se “mata” a los sadritas acorazados acertándoles en la cabeza del robot, que es donde se ubica el piloto. En cambio, a los sadritas les basta con acertar un disparo de luz sólida en cualquier parte del cuerpo de un comando para romper la estanqueidad de su traje y exponerlo a la atmósfera de la base, letal para los humanos. Los humanos compensan esto con su movilidad, más natural al estar vistiendo armaduras en lugar de pilotando vehículos. Consiguen rescatar a Miguel Ángel padre con una sola baja, la de un soldado que es alcanzado en una pierna y se desangra dentro de la armadura al mismo tiempo que se asfixia al escapar el oxígeno contenido en esta.
Los comandos abandonan la base, y al hacerlo se encuentran con los restos de los científicos y los soldados que los escoltaban, aparentemente interceptados y abatidos por otros sadritas. La muerte de Polonia duele a Miguel Ángel hijo mucho menos de lo que él mismo había supuesto. De hecho, lamenta más la pérdida de los tres soldados que le asignó como escolta, a los que apenas conocía, que la de ella. El grupo abandona al fin la base, pero ya no cuenta con una nave con la que volver, puesto que los sadritas no permitirán despegar de nuevo a la nave de la delegación diplomática sin destruirla. Su plan inmediato es acampar durante algunos meses en alguna gruta o cráter olvidado de Oberón empleando equipos que han traído miniaturizados con ellos, que incluyen un búnker estanco, provisiones y renovadores de oxígeno. Y esperar… esperar a que se les presente alguna oportunidad de salir con vida del satélite.
Este no es solo un episodio más dentro de La Saga de los Aznar, sino la verdadera presentación de los sadritas. Sí, es cierto que ya nos los encontramos en la novela anterior y fuimos testigos en ella de su aterrador poder bélico, pero es en esta en la que nos presenta la magnitud de su raza. En las novelas anteriores hemos visto como los thorbod, nahumitas e incluso los propios humanos han devastado y despoblado planetas enteros, combatido razas enemigas hasta su extinción, y cambiado el ecosistema de un mundo para adaptarlo a sus necesidades. Pero los sadritas son capaces de llevar esto más allá de una simple aniquilación planetaria o terraformación. Su plan de cambiar la naturaleza de la estrella central de un sistema solar implica que los sadritas no pretenden solo expandirse por el cosmos, sino rehacerlo a su medida.
Y nos mezclan todo esto con los dramas amorosos y familiares del protagonista, contraponiendo la épica cósmica con la pequeñez e insignificancia de los dramas personales. Es un recordatorio de que la futura supervivencia de la humanidad dependerá tanto de su capacidad de actuar como conjunto que de la relevancia que se de a las vidas individuales. Y a la voluntad y capacidad de seguir adelante pese a las pérdidas, tanto en el sentido global como en el personal. Es algo que el autor (que recordemos que vivió una guerra en sus propias carnes siendo niño) ya tenía claro en 1957, y que mucha gente ni se ha planteado aún a día de hoy.
¡Próximamente en sus kioscos, Ha muerto el Sol! Hasta que esté disponible, puedes repasar la saga desde el inicio pulsando aquí.
El hombre de titanio. 1975 (reescritura del texto original de 1957). George H. White [Pascual Eguídanos]. La saga de los Aznar nº 25. Editorial Valenciana S. A.
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