EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, ávidos lectores.
Emilio Salgari concibió El Corsario Negro como una obra independiente y completa, pero las ventas fueron tan buenas que su editor le obligo a darle una continuación. Una continuación, además, que tuviera un final más al agrado del público, en lugar de una de las conclusiones trágicas que eran por aquella época la firma de Salgari.
Así pues, Salgari
escribiría en 1901 la obra que nos ocupa. Hay muchos detalles que hacen
sospechar que la empezó con bastante desgana, pero mejora a medida que avanza, probablemente porque (quizá sin pretenderlo) él mismo fue implicándose en la trama. Esta es la edición de Orbis,
que dividió el texto en dos partes. La primera parte mantuvo el título de La
reina de los caribes. La segunda, que comentaremos otro día, recibió
el de La venganza de Wan Guld.
El Corsario Negro
y sus compañeros, Carmaux, Wan Stiller, y Moko, desembarcan de noche en Puerto
Limón (Costa Rica) y se adentran furtivamente en la ciudad. Van en busca de don
Pablo de Ribeira, el administrador de Wan Guld. Tras localizar su casa y entrar
en ella a la fuerza, don Pablo les revela que él recibe correspondencia de su señor desde Veracruz (México) y
allí le envía también los documentos y cuentas pertinentes. Don Pedro también
da otra información a Emilio: dos días después de la toma de Gibraltar, un barco
avistó entre las olas del temporal un sencillo bote que no consiguió recoger,
en cuyo interior se acurrucaba una mujer rubia, dejándose arrastrar por el
viento y las olas.
Mientras los piratas interrogan a don Pedro, corre la voz de su presencia en el puerto y la guardia de la ciudad toma las calles. Cuando intentan volver a su barco, el Rayo, Emilio y sus hombres son atacados por la milicia española. Emilio queda gravemente herido y los piratas, incapaces de alcanzar la costa, se refugian de nuevo en la casa de don Pedro.
Los piratas se
atrincheran allí, y una joven criada india de don Pedro, llamada Yara, se encarga de
curar las heridas de Emilio y se compromete a hacer de buena fe todo lo
posible por salvarles. A cambio, le pide a Emilio que la ayude su
vez a cumplir una venganza que ella tiene pendiente.
Tras varios rifirrafes con la milicia, los piratas logran volver a bordo del Rayo, llevando a Yara con ellos. A la salida del puerto, un par de barcos de guerra tratan de cerrarles el paso. Los piratas se libran de ellos lanzándoles un brulote improvisado, en una de esas escenas navales magistralmente narradas, propias de Salgari.
Para los
que no conozcan el término, un brulote es un barco viejo al que se carga de
material inflamable y/o explosivo y se envía contra otro barco o grupo de
estos con una tripulación mínima. Sería el equivalente náutico a un kamikaze con
la salvedad que, tras bloquear el timón y prender la mecha cuando el choque es
ya inminente, la tripulación del brulote aún tiene una pequeña posibilidad de
salvarse lanzándose al mar. Los que hayáis visto la serie Juego de
Tronos (concretamente el ataque de la flota de Stannis
Baratheon contra Desembarco del Rey) seguro que tendréis una imagen muy
clara del daño que un brulote es capaz de hacer contra un enemigo desprevenido.
Superado este escollo, Emilio de Roccanera reúne a sus aliados piratas. Entre todos suman una
flota de dieciséis buques y unos mil trescientos hombres, menos de la mitad de lo que calculan preciso para tomar el fuerte de Veracruz a las bravas con garantías de éxito. Durante el
viaje Emilio ha tenido tiempo de conocer mejor a Yara, que resulta ser la hija de un
jefe nativo. Su tribu fue exterminada por los hombres de Wan Guld, y
ella, uno de los pocos supervivientes, fue esclavizada y entregada como regalo
a don Pedro. La forma en que se volcó en ayudar a Emilio en Puerto Limón se
debió a que vio en ello su oportunidad de vengarse al fin de Wan Guld. Y aunque es ella quien aparece en la portada del libro, y resulta que fue una princesa
entre su gente, no es “la reina de los caribes” a la que hace alusión el
título.
Puesto que un
ataque directo al fuerte de Veracruz parece demasiado arriesgado, el Rayo se adelanta al
resto de la flota para preparar el terreno. Antes de que puedan ganar la costa,
tendremos ocasión de asistir a otro grandioso combate naval en el que maderos,
aparejos y cuerpos ensangrentados saltan en pedazos al tenebroso son de los
cañones.
Emilio, junto a
sus tres compañeros habituales y Yara, que les hace de guía, desembarcan en la
costa, a cuatro días de viaje por la jungla hasta Veracruz. El autor
recurre a otra de las particularidades de su obra: capítulos enteros
dedicados a explicarnos, por boca de los personajes, la geografía, flora,
fauna, y hasta el clima de la zona. Esto puede resultar extraño hoy en día, que
parece que ya lo hemos visto todo, pero en 1901 el cine (inventado solo cinco
años antes) era todavía muy rudimentario. La radio era algo
experimental y no había llegado aún al gran público. Y por descontado, televisión
e internet no existían. Si añadimos a esto que la gente carecía de la enorme
capacidad para viajar que tenemos actualmente, todo lo que nos contaban en
estos capítulos resultaba tan desconocido, emocionante y sorprendente como la
mejor escena de abordaje.
El libro termina aquí. Me parece un mal punto para el corte, pero está claro que la
división de Orbis se hizo guiándose únicamente por el número
de páginas. Personalmente habría concluido esta primera parte con el desembarco
de los piratas en la costa o con la llegada a Veracruz, en lugar de dejarlo
justo a medio camino de estos dos puntos.
En unos días
tendremos lista la reseña sobre la segunda parte, La venganza de Wan Guld.
La regina dei Caraibi.
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