EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, luchadores del espacio.
Hoy toca
otro de los libros de La saga de los Aznar. El número 21, titulado El azote
de la humanidad, una clara referencia a los pérfidos thorbod.
A modo de pequeño recordatorio, el libro anterior terminó
con los exiliados del autoplaneta Valera partiendo al fin del mundo en el que
fueron abandonados. Del aproximadamente millón y medio de personas que el Valera
abandonó en aquel mundo sin nombre, al que sus colonos forzosos bautizaron como
Exilio, quedan con vida menos de cuatro mil.
Estos supervivientes lograron localizar una
base thorbod, asaltarla y apoderarse de uno de sus cruceros de combate. En su
precipitación por partir cuanto antes de Exilio y dar la voz de alarma a la Tierra
sobre la existencia de los thorbod, a los que se creía extintos, no toman
algunas precauciones básicas como repartirse entre más de una nave, o utilizar
el armamento de estas para destruir el resto de naves de la base (o a toda la
base, ya puestos) antes de partir de ella.

Al inicio de
esta novela esas tres mil ochocientas personas llevan dos años viajando
completamente hacinadas en una nave preparada para una dotación mucho menor,
con reservas de alimentos mínimas y sin la posibilidad de hacer cosas tan
básicas como darse un baño o reponer su vestuario, reducido a andrajos. En
estas condiciones de hambre, insalubridad y hacinamiento han logrado llegar a
las inmediaciones del sistema Nahum, donde esperan conseguir ayuda de los
aliados que dejaron atrás. Sin embargo el sistema Nahum es también el objetivo
de las tropas thorbod que estaban estacionadas en Exilio, y estas partieron de
allí un año antes de que pudieran hacerlo los humanos. Es posible que todo el
sistema haya caído ya ante ellos, y lo que encuentren no sea más que media
docena de mundos conquistados donde el enemigo ya se ha establecido.
Afortunadamente
para ellos sus aliados están todavía plantando una feroz resistencia contra los
thorbod. Varios de los mundos han caído ante la bestia gris, pero aún
quedan algunos que resisten. Los thorbod están utilizando como infantería a sus
hombres planta, unas tropas de choque completamente desconocidas para los
mundos del sistema Nahum, a las que los protagonistas se enfrentaron en el
libro anterior.
La nave de
los supervivientes de Exilio logra establecer comunicación con uno de los
planetas que todavía resisten, y estos les proporcionan unas coordenadas de
aterrizaje en una zona segura. A bordo de la nave, uno de los científicos (un
anciano llamado Valdivia) informa a Miguel Ángel de algo en lo que ha estado
trabajando últimamente. Dada la limitación extrema de recursos con las que
cuentan todo su trabajo es teórico, pues no dispone de la capacidad de probar
nada, pero está totalmente convencido de que sus cálculos y teorías son
correctas. Su descubrimiento, contado muy básicamente (el autor dedica cinco
páginas completas a detallar todos los pormenores del mismo) es un tipo de
energía que permite reducir cualquier objeto inerte a un tamaño mínimo, para
luego devolverlo al tamaño original cuando reciba cierta señal con otro tipo de
energía que anula el efecto de la primera.
Valdivia le habla entusiasmado a
Miguel Ángel de todas las aplicaciones prácticas de su invento: transportar
todo un ejército autómata de miles de robots en una pequeña cajita que cabría
en un bolsillo y poder desplegarlos en cualquier lugar. Transportar docenas sino cientos de naves dentro de una caja de zapatos de modo que cada nave pudiese
contener a su vez una flota entera de naves de su mismo tamaño o mayores. Armas
del tamaño de ametralladoras montadas en el fuselaje de las naves que
disparasen ráfagas de torpedos miniaturizados al tamaño de balas, lo que en la
práctica equivaldría a tubos lanza torpedos capaces de disparar ráfagas de cientos
de torpedos atómicos por minuto que antes de llegar hasta el enemigo
recuperarían su tamaño normal provocando su daño habitual. Técnicamente,
incluso edificios prefabricados enteros y funcionales podrían almacenarse en
diminutas capsulas que alguien podría guardar en su bolsillo, junto con vehículos
y meses o años de provisiones o arsenales completos. Lo único que esta energía
no podría reducir de tamaño serían seres vivos, puesto que la extrema
modificación de sus átomos los mataría. Salvo por este último detalle es casi
la misma explicación que nos daría Isaac Asimov sobre las aplicaciones de la
energía reductora en la novela Viaje Alucinante de 1966, once años
posterior a El azote de la humanidad.
El profesor
Valdivia tiene sin embargo fama de estar loco, y las condiciones de pésima
alimentación y nula capacidad para comprobar su trabajo (lo que presenta a Miguel
Ángel es un montón de garabatos sobre papel, y cálculos hechos con una simple
calculadora de mano) le hacen quedar como un tonto fantasioso. Únicamente la
hija de Valdivia, una jovencita morena y delgaducha llamada Carmencita, tiene
una fe absoluta en el trabajo de su padre.
Miguel Ángel
tenía la intención de aterrizar su crucero thorbod, rebautizado como Esperanza,
en Noreh, el mundo nativo de los nahumitas y planeta capital del sistema. Sin
embargo, una comunicación proveniente del planeta Bagoah le informa que el
imperio nahumita ha renacido. Amber, la esposa de Miguel Ángel a la que esté
repudió y envió de vuelta a su mundo antes de ser exiliado junto con el resto
de los Aznar por los Valeranos, restauró el imperio nahumita a su regreso.
Debido a la relatividad temporal, lo que para la princesa Amber fueron cuatro
años de ausencia para los habitantes de Noreh fue más de un siglo.
Los nahumitas
que quedaron en el planeta pacificado por los valeranos mantuvieron durante
todo ese tiempo una imagen idealizada del antiguo dictador que les gobernaba y
que fue derrocado por los humanos. La sociedad que estos les impusieron, en la
que eran iguales al resto de habitantes del sistema, era algo que los
orgullosos nahumitas consideraban degradante. Educados desde siempre en la idea
de que los nahumitas eran los dueños legítimos de todo cuanto existía,
incluidos otros seres vivos, estos seguían considerándose amos y señores del
universo por derecho de nacimiento. Se veían a sí mismos como superiores a
cualquier otra raza, que debía ser o bien esclavizada si les resultaba útil o
bien extinguida en caso contrario. La llegada de la hija y por tanto heredera
legítima de su idealizado líder puso en pie de guerra a la población de Noreh.
El querer
igualar y tratar en las mismas condiciones a todos los habitantes del sistema
hizo que los valeranos permitieran a los nahumitas (al igual que a todas las
otras razas y mundos) tener su propia armada y sus propias tropas, y esto se
reveló luego como un grave error. Envalentonados por el providencial y para
ellos milagroso regreso de la única superviviente de su perdida y gloriosa dinastía
de gobernantes, los nahumitas iniciaron una guerra contra el resto de
desprevenidos planetas del sistema. Estando en eso fue cuando tuvo lugar la
llegada de la armada thorbod, que se encontró no con un sistema de mundos dispuesto
a plantarles cara unidos, sino con uno que ya había perdido gran parte de su
flota y tropas luchando entre ellos.
Con gran
pesar, puesto que Miguel Ángel sigue hasta cierto punto enamorado de Amber y
estaba seguro de que podría cambiar antes o después su altanera y elitista
actitud, ordena poner rumbo a Bagoah, donde aún le quedan aliados. Si bien este
desarrollo de los acontecimientos entristece a Miguel Ángel y supone un duro
revés para sus generales, que contaban con que al menos la capital del sistema estuviese aun libre de enemigos, no son tan malas noticias para Amatifu. La
dura pero enamorada amazona que acompañó a Miguel Ángel fuera de Exilio no ha
perdido la esperanza de que este le corresponda algún día. Hasta ahora no lo ha
hecho porque seguía teniendo en su mente la imagen idealizada de la hermosa
Amber, pero la revelación de que ahora es una enemiga más y no una posible
aliada supone en cierto modo un alivio para Amatifu ya que aumenta las
posibilidades de que Miguel Ángel se fije en ella.
Mientras su
nave se dirige a Bagoah tienen la oportunidad de echar un buen vistazo a la
flota principal thorbod. Esta se compone de unas dos mil naves nodrizas de 30
km de eslora y forma piramidal, aunque su base es ligeramente curva. Analizando su forma y tamaño llegan a la conclusión que el autoplaneta que orbitaba
a Exilio como una pequeña luna en realidad eran estas dos mil naves piramidales
acopladas como una esfera. Se trata de una obra de ingeniería colosal, una
forma de crear de modo totalmente artificial un auto planeta como el Valera sin
depender de tener el golpe de suerte que supuso encontrar este mundo hueco
caprichosamente creado por la naturaleza enteramente de dedona.
A su llegada
a Bagoah, que se le describió como un puerto seguro en el que refugiarse, encuentran
que este ha sido reducido a un infierno atómico cubierto por los hongos de las
explosiones nucleares y barrido por vientos radioactivos que vuelven su
superficie completamente inhabitable. Los habitantes de Bagoah se han refugiado
en ciudades subterráneas a gran profundidad. Una gigantesca compuerta permite
el acceso de naves completas hasta esas ciudades y es brevemente abierta para
permitir el paso (tanto literalmente como de forma figurada) a la Esperanza. Allí Miguel Ángel y su cortejo de científicos
y generales, todos ellos sucios, andrajosos y apestando a sudor y hacinamiento,
son recibidos por una delegación de hombres y mujeres cargados de medallas,
enfundados en impecables uniformes de gala y perfumadas y enjoyadas ropas
dignas de la realeza. Pese a este contraste de atuendos, sus anfitriones no
dudan en abrazar efusivamente a los recién llegados. No los conocen puesto que
el tiempo ha pasado para ellos al igual que ha pasado para los nahumitas, pero
también en Bagoah hay historias convertidas ya casi en leyendas sobre los
humanos del Valera que les liberaron de la tiranía del Gran Tass. Para ellos
los andrajosos, apestosos y esquelético recién llegados son héroes de leyenda, y como a
tales les reciben.
Entre sus
anfitriones está el presidente Cloris, un anciano en las últimas etapas de su
vida que resulta ser el hijo del Duque Cloris y la princesa Ondina, que aún eran
apenas un par de jovenzuelos cuando el Valera dejó atrás el sistema de Nahum. Éste
les informa que su capacidad de resistencia ha llegado al límite. Da su propio
planeta y el resto del sistema prácticamente por perdido y no pone objeciones
en ceder parte de sus ya mermadas fuerzas a Miguel Ángel y los humanos para que
hagan su viaje a la Tierra. De hecho, puesto que ya está convencido de que van a
ser derrotados, la llegada de Miguel Ángel no como Salvador sino como refugiado
le resulta igualmente providencial. La intención del presidente Cloris era
evacuar del planeta a todos los niños y los jóvenes para que se establecieran
en otro mundo, solo que no sabían dónde enviarlos puesto que no tienen noticia
de otros mundos habitables fuera de su propio sistema. Pero ahora los humanos
que pretenden poner rumbo a la Tierra pueden llevárselos con ellos para que se
establezcan allí o en algún otro de los mundos que éstos conocen, como Redención.
Los
exiliados valeranos pasan algunos días reponiendo fuerzas como invitados de
honor. Miguel Ángel está amargado por el hecho de haber llegado en el momento
de mayor necesidad de sus aliados a pedirles ayuda en lugar de dársela, pero no
cuenta con medios para ser el salvador que quizá sus anfitriones esperaban. Aun
así asume que su papel en toda esa tragedia será el de llevarse con él a los
niños del planeta para que la raza bagoahita no se extinga.
Mientras los
preparativos de esta evacuación se llevan a cabo y las fuerzas thorbod siguen
haciendo estragos entre la debilitada armada que defiende el planeta, Miguel
Ángel recuerda repentinamente las teorías y desvaríos del profesor Valdivia. La
situación es tan desesperada que decide darle crédito por primera vez. En la Esperanza
no tenían los medios para probarla, y sus anfitriones actuales quizá no puedan
poner a su servicio instalaciones o recursos para ello puesto que necesitan
hasta el último gramo de metal y hasta la última chispa de energía que sean
capaces de generar para mantener la frágil resistencia de la que todavía son
capaces.
Cuando trata de reunirse con Valdivia descubre que este ya ha movido
ficha en ese sentido por su propia cuenta. Valdivia y Carmelita llevaron su
proyecto, su montón de fantasiosas ideas y su legajo de folios apergaminados
emborronados a mano hasta un científico bagoahita que si confía a sus
teorías. De hecho, casi antes de que Miguel Ángel planteé a alguna de las
autoridades de Bagoah el dar crédito a las teorías de Valdivia estas ya han
sido puestas en marcha. La miniaturización de la materia resulta ser una
realidad.
Esto se nos muestra con una escena algo cómica en la que Carmencita
coloca sobre una mesa una pequeña araña robot que parece de juguete. A
continuación, con un aparato que emite una luz especial la amplía hasta su
tamaño real de unos seis metros de altura, hundiendo la mesa en el proceso. Mientras Carmencita,
Valdivia, Miguel Ángel, un alto cargo del ejército bagoahita y un científico de
éstos discuten sobre las aplicaciones prácticas de esto, la araña, falta de
instrucciones, vuelve a su programación base y se dedica a inspeccionar los
alrededores en busca de posibles amenazas. Pero habiendo sido diseñada para la
lucha en terreno abierto le resulta imposible cruzar las puertas tamaño humano
de la habitación en la que se encuentra, y empieza a derribar los muros del edificio
uno tras otro provocando escenas de pánico entre los sirvientes.
Finalmente
se acuerda dedicar a toda la maquinaria bélica del planeta a la producción de
torpedos autómata y máquinas reductoras de tamaño, y equipar las pocas naves de
combate que aún les quedan con cañones automáticos en lugar de tubos lanza
torpedos. Estos cañones dispararán ráfagas de balas-torpedo lanzándolas a
millares contra la flota nahumita en lugar de disparar los torpedos robot en
packs de docenas como es habitual. Habiéndose alejado lo suficiente de las
naves bagoahitas, estas balas-torpedo volverán a su tamaño real antes de impactar a sus objetivos.
La consigna
de las tropas bagoahitas, que hasta ese momento había sido “Resistir hasta el
final” cambia ahora a “Resistir dos meses más, pues tras estos llegará la
victoria”, tal es la fe que tienen en esta nueva arma. Sin embargo resistir dos
meses más estando la guerra ya prácticamente perdida es todo un desafío. Miguel
Ángel no cree posible que las mermadas fuerzas de Bagoah resistan tanto tiempo
contra la aplastante superioridad thorbod, y necesitan ese tiempo para fabricar
las suficientes máquinas reductoras y los suficientes torpedos autómatas como
para cambiar el rumbo de la guerra. Esto le lleva a tomar la decisión mostrar el
descubrimiento a Amber, la princesa-emperatriz de los nahumitas, y técnicamente
todavía su esposa. Aunque ahora son enemigos, Miguel Ángel todavía quiere
mostrarse ante ella como un salvador. También necesita coordinar con ella los
esfuerzos de la guerra para que su armada, que actualmente es la única con un
mínimo de posibilidades de plantar cara a los thorbod, entretenga a estos
durante los próximos dos meses dándoles tiempo a ellos a ultimar los
preparativos. Espera también conseguir de sus almacenes una gran cantidad de
materiales de los que ellos mismos van escasos.
Este
encuentro presenta varios problemas. Por una parte hay que burlar el cerco que
la flota thorbod tiene entorno a Noreh, tanto a la ida como a la vuelta. También
está el hecho de que no saben que esperar de Amber y los nahumitas, ya que es
probable que estos simplemente los ejecuten nada más verlos. Pese a que
tácticamente parece un error revelarles la existencia de este arma a los
innobles y traidores nahumitas, Miguel Ángel lo considera su mejor opción. Sus
aliado bagoahitas, teniendo en cuenta todo lo que le deben, toman la decisión
de permitírselo.
Romper el
bloqueo thorbod resulta realmente sencillo, puesto que para su viaje emplean la
Esperanza, la nave que arrebataron a los thorbod en Exilio. Estos se dan cuenta que la nave
que se mueve entre sus filas no les pertenece pese a su diseño y enlazan con
esta para interrogar a sus ocupantes, pero son ignorados. Tampoco pueden
disparar contra ella porque los torpedos autómata que emplean están programados
para no impactar por error a las naves de su propia flota, y al ser disparados
contra una nave thorbod, la evitarían. Los torpedos que disparen contra ellos
deben ser reprogramados para no reconocer a esa nave thorbod en particular como
tal, pero esto lleva tiempo y la Esperanza simplemente cruza las filas thorbod
sin que nadie dispare contra ella.
Ellos sí podrían disparar sus torpedos
autómata contra las naves thorbod que les rodean, pues se han rearmado con torpedos
bagoahitas que no reconocen a las naves thorbod como aliadas. Sin embargo, de
convertirse en una amenaza para la flota thorbod estos sin duda preferirían
sacrificar a una de sus naves haciéndola embestir a la Esperanza de forma que
ambas quedaran destruidas antes que permitir que ésta se paseara disparando
indiscriminadamente contra ellas. Los thorbods, extrañados por la presencia de
la Esperanza pero por naturaleza carentes de imaginación o iniciativa, la dejan
pasar limitándose a informar a sus líderes sobre la extraña situación.
Miguel Ángel
y sus acompañantes llegan así a presencia de la princesa (ahora emperatriz)
Amber. Son exhaustivamente registrados en busca de armas por su guardia real. Al
no encontrar ninguna permiten que únicamente Miguel Ángel se entreviste con la
emperatriz. Amber se muestra desde el primer momento estúpidamente altiva y
orgullosa. Vive en una fantasía de empoderamiento en la cual es dueña del
universo y todo lo que está ocurriendo no es más que un pequeño contratiempo.
Amber da
por sentado que los thorbod serán derrotados, que sus tropas los barrerán en
cualquier momento para después conquistar el resto del sistema y a continuación
todos los otros mundos que existan. Grita alocadamente consignas vanas como “Nahum
será un imperio o no será nada” y sus delirios de grandeza son más que
evidentes.
Viendo que Miguel Ángel no se inclina ante ella atemorizado y que
incluso le habla con el desprecio que merece, Amber monta en cólera y ordena a
sus hombres que lo torturen hasta la muerte. Dándose cuenta finalmente que sus
pretensiones de establecer una alianza u obtener algún tipo de ayuda de ella
son inútiles, Miguel Ángel se arranca una condecoración que lucía al pecho y la
roja al suelo. Esta condecoración, del tamaño de una nuez, era en realidad una
de las arañas mecánicas del ejército autómata reducida de tamaño.
Obedeciendo a
un plan preprogramado, la araña crece inmediatamente hasta su tamaño real
desatando el caos dentro del palacio. Todo el séquito que le acompaña tiene cada
uno de ellos una araña robot camuflada bien como una medalla, bien como una
hebilla del cinturón. Enfrentados a media docena de arañas robot la guardia
real nahumita, tradicionalmente armada con sables, no puede hacer nada contra
ellos. Las arañas autómatas, si bien se manejan por sí solas siguiendo unas
pautas de actuación básicas, disponen también de un compartimento donde
un soldado puede introducirse y manejar la araña manualmente.
Habiendo
previsto ya una posible reacción similar a esta por parte de la princesa Amber
todos en el grupo desprenden sus arañas robots miniaturizadas, y las lanzan al
suelo haciéndolas crecer de inmediato. El chisporroteo verdoso y el rápido
aumento de tamaño de los objetos hace que los guardias, quizá pensando que se
trata de algún tipo de explosivo, se alejen de ellos dando a Miguel Angel y los suyos la
oportunidad de introducirse en las arañas. Una vez en el interior de estas
colosales máquinas de guerra fuertemente blindadas y artilladas no les resulta
difícil abandonar el palacio arrasando con todo a su paso.
De hecho, antes de
tomar tierra pero estando ya cerca de esta, la Esperanza liberó a su paso un
centenar de arañas robots reducidas al tamaño de guisantes que quedaron
sembradas por un amplia extensión de terreno. Ahora todas esas arañas han
recuperado su tamaño normal creando un ejercito de arañas de guerra, despejando
los alrededores de la nave posada de las tropas nahumitas que la vigilaban.
Tras volver sanos
y salvos a la Esperanza, parten del planeta dejando atrás a las arañas
autómata, que se dedican a seguir destruyendo todo lo que pillan por medio
hasta ser ellas mismas destruidas. La Esperanza vuelve a cruzar la línea de
naves thorbod… que siguen sin reaccionar, a la espera de instrucciones precisas
de sus líderes, pero son un obstáculo insalvable para posibles perseguidores
nahumitas.
De regreso a
Bagoah y habiendo concentrado allí las flotas supervivientes de los otros
mundos aliados, se ultiman los preparativos para la batalla contra los thorbod. El estallido de ira que la visita de Miguel Angel provocó en Amber hace que esta redoble los enfrentamientos contra los thorbod, dándole así sin saberlo el tiempo que este necesitaba. Las pocas naves con las que cuenta Bagoah son equipadas con los torpedos autómata miniaturizados.
Esto permite a cada nave no solo transportar varios miles de veces más torpedos
de los que corresponden, sino dispararlos en rápida sucesión y poner en vuelo
muchos más de lo que la cadencia de fuego de los tubos convencionales permite, haciendo
insuficiente cualquier contramedida que se emplee contra ellos.
Los efectos son
devastadores. Tanto la flota thorbod como la nahumita a continuación son
arrasadas en tiempo récord. Miles de naves quedan reducidas a brasas medio
fundidas que se enfrían rápidamente derivando en el espacio. Un crisol atómico
que consume a ambas flotas casi instantáneamente. La capacidad de reducir los
torpedos no solo libra a las naves de vanguardia de la necesidad de retroceder
para rearmarse, sino que vuelve inútil cualquier intercambio de disparos. Por
cada torpedo que es capaz de disparar una nave thorbod o nahumita, una nave bagoahita
pone en vuelo en el mismo tiempo a un centenar de estos. Cuando las oleadas de
torpedos se cruzan una con otra, la oleada bagoahita simplemente sigue su
camino sacrificando uno de sus torpedos por cada torpedo rival que derriba, apenas
sin acusar pérdidas mientras que toda la oleada de sus adversarios desaparece
en un fogonazo.
Los thorbods, eminentemente prácticos, se retiran con las
tropas supervivientes dejando abandonados a su suerte a los hombres planta que enviaron a invadír las superficies de los planetas arrasados. Los nahumitas, bajo el
mando de Amber, se empecinan en enviar todas sus reservas a proseguir una lucha
que claramente no pueden ganar. Cuando toda su flota ha quedado reducida a
polvo cósmico, una llamarada recorre Noreh consumiendo todo el oxígeno,
incluido el que forma parte integral del agua. Atmósferas y mares se
volatilizan instantáneamente, y toda la población, todo animal, toda planta,
todo insecto… toda vida desaparece en un breve fogonazo. Amber ha hecho detonar
una bomba W en su propio mundo.
Lo que queda
tras esto es simplemente la reconstrucción que sigue a cada guerra. En Noreh no
sólo no queda vida sino que el propio planeta será inhabitable durante millones
de años. Un mundo muerto que ninguno de sus antiguos rivales tiene interés en
reclamar. Junto con un pequeño grupo, enfundados en trajes anti radiación y con
cascos de respiración, Miguel Ángel baja al planeta y llega a pie hasta el
antiguo palacio real. Sentado en el trono de su derrumbado imperio, el cadáver
congelado de Amber sostiene aún su cetro y luce su corona, que ya no confieren
gobierno sobre nada. Al tomar estos elementos como botín de guerra, la mano y
cabeza del cadáver se desprenden con un crujido y ruedan por el suelo, seguidos
por el resto del cuerpo congelado. Miguel Ángel deja la corona como trofeo en
Bagoah para que sus habitantes recuerden siempre el peligro que supone
endiosarse hasta esos niveles. El cetro se lo lleva con él en su camino de
regreso a la Tierra para que le sirva a sus descendientes como recordatorio de
lo mismo. Al inicio de este viaje de décadas le propone matrimonio a Carmencita
y esta acepta sin dudarlo.
Aquí nos
olvidamos de la valiente Amatifu, que no solo puso su vida en juego por Miguel Ángel
en la novela anterior sino que también abandonó todo lo que conocía para seguir
junto a él, pero por la que este no ha llegado a sentir verdadero amor en
ningún momento. Este es un tema muy recurrente del autor, el de personajes te
lo dejan todo en un intento de formar parte de la vida de otros que terminan
por olvidarse de ellos. Es simplemente algo que ocurre en la vida real, algo
que quizá también el autor vivió siendo el mismo quien lo hizo o sabiendo que
alguien lo había hecho por él. Amatifu se convierte así en uno más de los
personajes abandonados por el autor que tienen su momento de importancia pero a
los que no se les da una conclusión y simplemente pasan antes o después a
formar parte de la masa de individuos anónimos cuyo final no conocemos. No he
leído el siguiente número, pero teniendo en cuenta que en este Amatifu ya no
tenía ninguna relevancia y que ni tan solo se la nombra en el final, dudo que
vaya a aparecer en el siguiente.
¡Próximamente en sus kioscos, El coloso en rebeldía! Hasta que esté disponible, puedes repasar la saga desde el inicio pulsando aquí.
El azote de la humanidad. 1974 (reescritura del texto original de 1955). George H. White [Pascual Eguídanos]. La saga de los Aznar nº 21. Editorial Valenciana S. A.