EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.

Saludos, luchadores del espacio.
Reseñamos otro de los libros de La Saga de los Aznar, a ver si nos ponemos al día con ellos. Este es una continuación directa de la novela anterior, comenzando apenas unos pocos minutos después de cuando concluyó Motín en Valera.
La mayor parte de los exiliados forzosos del Valera han muerto en el ataque con una bomba atómica llevado a cabo por los thorbod. Miguel Ángel y un puñado de hombres que le acompañaba han logrado apoderarse de dos pequeñas naves de combate de estos y ahora están buscando a los supervivientes del ataque, que suponen ocultos en la selva. Los acompaña Amatifu, la reina de las amazonas esclavistas. Ella ha sido abandonada por su tribu de mujeres guerreras cuando estas huyeron en desbandada debido a los movimientos de las tropas thorbod, por lo que ahora se ha apegado a Miguel Ángel.
La nave en la que viajan Amatifu, Miguel Ángel y parte de los hombres de este localiza el punto en el que se refugiaron los supervivientes, un antiguo bunker anti bombardeo de los thorbod, oculto en la espesura. Descienden para inspeccionar a pie los alrededores y se topan con un dantesco espectáculo. La entrada al lugar está alfombrada de restos humanos recientes: extremidades cortadas o arrancadas, costillares mordisqueados… todo apunta a alguna clase de ceremonia caníbal. Los autores son un grupo de hombres planta, de los cuales los exiliados todavía no tenían noticia. Los hombres planta son una evolución de la vida vegetal a una forma más compleja, en la que cierta especie de árboles ha adquirido capacidad locomotora y manipuladora. Raíces y ramas se han especializado y adaptado para hacer funciones análogas a, respectivamente, piernas y brazos. Estos seres miden entre tres y cinco metros de altura y algunos de ellos emplean larguísimos sables cuyo origen es aún más incierto que el de ellos mismos. La mayoría de estas armas hace mucho tiempo que ni tan solo se limpian ni afilan. Los propios hombres planta se comportan como animales de muy baja inteligencia, y parecen incapaces de hacer lo mínimo por mantener en buen estado esas armas, nos digamos ya por fabricarlas, pero las espadas están claramente adaptadas a su tamaño.
Introduje en un programa de dibujos de IA todas las descripciones que el texto hace de ellos y estas son un par de las interpretaciones de su aspecto que hizo.
Los exiliados logran rechazar el primer ataque de hombres planta gracias a las armas de fuego y eléctricas que arrebataron a los thorbod. Sin embargo estas son escasas y de un uso limitado: las primeras dependen de su munición de micro proyectiles atómicos cuyo suministro es finito. Las segundas tienen un efecto mucho más reducido en la naturaleza vegetal de estos seres que si su origen fuera animal.
Del millón y medio original de exiliados, en el bunker (una pequeña ciudad subterránea, en realidad) hay menos de cinco mil. Han sobrevivido por pura casualidad al inesperado ataque thorbod por encontrarse lejos del poblado minando hierro. Cientos más murieron al ser devorados por los hombres planta, puesto que carecían de armas para enfrentarse a ellos más allá de herramientas de construcción.
El plan inmediato de Miguel Ángel es poner sobre aviso a Redención de la vuelta a las andadas de los thorbod. El problema es una vez más la relatividad temporal. Las dos naves que han arrebatado a los thorbod tardarían unos cuarenta años en llegar a Redención, pero no hay modo de almacenar en ellas provisiones y recursos suficientes para mantener con vida ni a una sola persona todo ese tiempo. Un viaje hasta los mundos del antiguo imperio nahumita solo les llevará dos años, y allí podrán recibir de sus aliados naves mejores con las que cubrir el viaje a Redención. El viaje a los mundos nahumitas es mucho más corto, pero debido a la diferencia del tiempo relativo entre estos y en el que se encuentran ahora, dos años de ida y quizá uno de vuelta en una nave más rápida representarán varios siglos para los que dejen atrás. Por tanto, si aquellos que partan hacia el sistema de Nahum logran su objetivo, deberán a continuación poner rumbo directamente a Redención olvidándose de los que quedaron en los planetas del exilio.
Esto es algo que me gusta mucho de La Saga de los Aznar. No solo los humanos, sino todas las razas inteligentes que desarrollan el viaje espacial, al enfrentarse a las descomunales distancias y los cambios de relatividad temporal del universo, adoptan una especie de mentalidad racial que antes no tenían. Los individuos pasan a ser conscientes de lo poco que importan sus vidas individuales comparadas con el conjunto de su especie. Los tripulantes de las naves parten dejando atrás a sus seres queridos sabiendo que jamás los volverán a ver, pero lo hacen porque que eso es lo mejor para todos en conjunto. En el universo de La Saga de los Aznar casi todas las despedidas al partir son definitivas.
Hay otro asunto a resolver. Miguel Ángel no cree que los thorbod hayan abandonado por completo ese mundo. Sospecha que deben tener una base oculta en el lugar. Esta sospecha se ve reforzada por el descubrimiento (incrustadas en las nucas de varios de los hombres planta que han matado) de unas cajas metálicas que parecen ser un rudimentario sistema de control. Si los thorbod han encontrado la forma de controlar a los hombres planta podría bastarles con hacer que aquellos con el implante anduvieran todos a la vez en una dirección para que el resto simplemente les siguiera. Algo similar a una estampida en la que cada animal se mueve sin saber a dónde va, sin pensar, simplemente siguiendo a los que van delante de él.
Debatiendo sobre esto, los científicos y militares que forman el consejo de Miguel Ángel llegan a la conclusión de que se trata de una mejora respecto a los ejércitos de infantería autómata que tanto humanos como thorbods o nahumitas emplean. La infantería autómata precisa de ser construida y mantenida, y a cambio tiene la ventaja de ser absolutamente controlable hasta extremos suicidas si es preciso. Los hombres planta, con su limitada comprensión de lo que están haciendo y pudiendo ser dirigidos en masa de un lado a otro, añaden a esta involuntaria lealtad el que no es necesario fabricarlos ni repararlos, puesto que ellos simplemente crecen. Cada uno de ellos genera en su cuerpo semillas de las que con el tiempo se formarán otros hombres planta que también seguirán a la masa dirigida allá donde vaya.
Y al contrario que los autómatas, los hombres planta están vivos. Tienen la capacidad natural de todos los seres vivos de curar los daños sufridos. Dada su naturaleza arbórea, incluso las extremidades perdidas se reponen tras el crecimiento de nuevas raíces y ramas. Y mientras que entre guerra y guerra la infantería autómata simplemente es desactivada y almacenada, los hombres planta se reparan y multiplican por sí solos continuamente. Las espadas que se han visto en manos de varios hombres planta probablemente sean de fabricación thorbod. Cuando los thorbod necesitan a los hombres planta para una guerra, no tienen más que capturar a varios de ellos colocándoles los aparatos de control y aprovechando para entregarles un lote de espadas nuevas recién afiladas. Una vez los desmovilizan, estos siguen utilizando las espadas hasta que estas pierden su filo o se rompen, ya que son incapaces de fabricarlas o repararlas.
Aquí el texto menciona otras dos ocasiones en las que la humanidad ha tenido encuentros con hombres planta. La primera de ellas son los monstruos vegetales que encontraron en Venus de los que ya hablamos en El planeta misterioso. Pero la segunda es una ocasión en la que se nos dice que la humanidad regresó a la Tierra tras el bombardeo atómico global de los nahumitas que tuvo lugar en Guerra de autómatas. Este regreso no se ha visto en ninguno de los libros comentados hasta el momento y no nos hemos saltado ninguno, por lo que debe ser algo que aparecía en los libros originales que se eliminó en la reescritura general que se hizo de ellos, y se olvidó cambiar en el texto de este.
El caso es que las dos naves arrebatadas a los thorbods son enviadas con una tripulación escogida a los mundos de Nahum. Los exiliados, unos cuatro mil quinientos ahora, quedan por segunda vez abandonados a su suerte. Sin embargo ahora tienen un objetivo más allá de la sola supervivencia. Miguel Ángel y sus generales creen tener evidencias de que hay una base e incluso toda una factoría thorbod oculta en el planeta. Nunca se sentirán seguros viviendo allí sabiendo que comparten mundo con la bestia gris. Así pues su desarrollo como sociedad va a estar totalmente enfocado a localizar y destruir esa base thorbod. Para ello necesitan trasladarse al asentamiento principal de las amazonas, pues cuenta con que la presencia de Amatifu aún tendrá peso entre ellas. Este campamento está en las montañas, lejos de los bosques que son el dominio de los hombres planta. Ir hasta allí, sin embargo, implica atravesar más de trescientos kilómetros de bosque a pie.
Aquí hay que ceder un poco en el tema de la verosimilitud. Disponiendo de dos platillos volantes thorbod capaces de alojar (incómodamente) a un centenar de pasajeros cada uno aunque sea de pie y apretados, lo lógico hubiese sido llevarlos primero. Trescientos km en un vehículo volador de esas características es algo que puede cubrirse en cuestión de minutos. Probablemente llevaría más tiempo el embarcar y desembarcar a toda esa gente que lo que ocupe el trayecto en sí. Aun teniendo que hacer varios viajes, cuatro mil quinientas personas contando con dos de esos vehículos, llevando un centenar cada uno cada pocos minutos, es algo que solo habría retrasado la partida de las naves hacia los mundos nahumitas en unas horas como mucho.
Pero los protagonistas deben afrontar dificultades para que esto sea una historia de aventuras. Cruzar la selva a pie les lleva cinco semanas, muriendo más de doscientos de ellos por los continuos ataques de los hombres planta. Los primeros días los rechazan con facilidad utilizando la munición de las ametralladoras atómicas, que es capaz con una sola ráfaga de devastar una línea de varios kilómetros de bosque, junto con todo lo que contenga. Pero la munición se agota muy rápidamente y deben ser cautelosos al usarla ya que no cuentan con ninguna forma de protegerse o librarse de la radiación que provocan los micro proyectiles al detonar.
A medida que las municiones se agotan y que los escasos víveres y medicinas que traían con ellos también lo hacen, el número de bajas se incrementa notablemente. Y llega un momento en que se ven luchando contra los hombres planta únicamente a base de antorchas, hachas y machetes. Finalmente logran llegar hasta Auyé, la aldea de las amazonas. Al principio estas (que siguen aceptando la autoridad de Amatifu sobre ellas) encuentran desagradables a los exiliados valeranos. El que entre ellos hombres y mujeres tengan un mismo estatus y se traten con cordialidad les resulta repugnante, puesto que en su sociedad los hombres son todos esclavos. Y aunque en principio Miguel Ángel no quiere cambiar el modo de vivir de las nativas de un día para el otro, reorganiza todo el poblado para que sea más eficiente. Esto hace que algunas de las amazonas se escandalicen. Son incapaces de entender cosas como qué ahora, los hombres (que siguen ocupándose de los trabajos más duros y peligrosos como la minería y la forja) tengan derecho a comer más y mejor que ellas a pesar de… Bueno, a pesar de ser hombres, y por tanto esclavos.
Gracias a los cambios que introducen los exiliados valeranos, en el plazo de un año en el asentamiento de las amazonas ya disponen de máquinas. Aunando el trabajo en las minas de los esclavos para la obtención de hierro y carbón de huya, y los conocimientos en fundición y mecánica de los exiliados, tornos, ruedas hidráulicas, dinamos, prensas y laminadoras comienzan a ser producidas en serie, toscas pero eficaces. Poco después las máquinas comienzan a ser alimentadas con energía eléctrica obtenida de los saltos de agua de las montañas, y la producción de piezas se acelera aún más al automatizarse. El fin último de todo esto es la fabricación de armas de fuego automáticas, lanzallamas y explosivos, pero también se especializan algunas máquinas para producir mejores herramientas, armas blancas y ropa. Todos estos adelantos en tan poco tiempo, comparada con la nula progresión de las amazonas a lo largo de los siglos, hace que Amatifu considere a Miguel Ángel como poco menos que un dios.
Los exiliados siguen careciendo de medios para fabricar armas láser o reponer la munición atómica que han gastado, pero sí producen cantidades masivas de balas destripadoras con cartuchos de latón. Todo esto cambia de forma indirecta el equilibrio de poder en Auyé. Las mujeres siguen negándose a trabajar y a considerar a los hombres como sus iguales, pero se acostumbran rápidamente a las ventajas que traen consigo las máquinas y la electricidad… que solo sus hombres, en su condición de esclavos, han aprendido a manejar y mantener. Cuando Miguel Ángel decide que ya están lo suficientemente armados e informa a Amatifu que van a ir en busca de la base thorbod, esta decide ir con él. Miguel Ángel trata de deshacerse de ella porque se da cuenta que la admiración de esta ha terminado por convertirse en amor, y no está la situación como para tener que lidiar también con eso. Sin embargo Amatifu no da su brazo a torcer y termina agarrándose a él con uñas y dientes, casi literalmente.
La expedición parte llevando a Amatifu como guía y cómo identificadora de los hombres planta, que se camuflan fácilmente entre el frondoso bosque. Para los exiliados valeranos estos seres son difíciles de distinguir de verdaderos árboles cuando se encuentran inmóviles, con sus cabezas ocultas por las ramas y hojas de los árboles cercanos. Los exiliados tienen una idea aproximada de dónde pueda encontrarse la base thorbod debido a unas anotaciones que encontraron en un mapa recuperado de uno de los platillos volantes que capturaron a estos. Las anotaciones coinciden además con el cráter de un volcán, y los generales de Miguel Angel consideran que el interior de un volcán apagado sería un buen lugar para hacer que una industria pasara desapercibida, ya que la propia chimenea del volcán se podía utilizar para liberar el humo de las plantas de fundición y factorías, dando la impresión de que se trata de un volcán activo.
Durante el trayecto por la jungla la expedición es atacada repetidamente por grupos de hombres planta, a los que se enfrentan con explosivos, lanzallamas, y las ametralladoras alimentadas con munición convencional. Esta última arma es la más común. También la menos efectiva contra los hombres planta, salvo si se les acierta en los bulbosos ojos, pues el único órgano realmente vital de estas criaturas parece estar en el interior de su cabeza.
Tras varias semanas de penosa marcha la expedición llega hasta la ladera del volcán. Un examen de las cenizas que lo rodean comprueba que estas tienen un alto índice de radiactividad, lo cual confirma sus sospechas. Investigando por los alrededores encuentran una pequeña entrada que les lleva al interior de este. Allí descubren una gigantesca explotación minera de dedona. Pese a que las instalaciones son claramente de diseño thorbod no encuentran presencia de estos en las cavernas. Todos los trabajadores son hombres planta a los que se ha enseñado a hacer movimientos repetitivos y mecánicos en el manejo de vagonetas y perforadoras. En cuanto los hombres planta los ven, se lanzan inmediatamente a atacarles.
Los humanos descubren durante este enfrentamiento algo que hasta ese momento no se habían si quiera planteado: los hombres planta son sordos, pues únicamente aquellos que los ven reaccionan ante su presencia. En varias ocasiones los combates, tiroteos y explosiones se suceden sin que grupos de hombres planta que están de espaldas a la acción sean conscientes de esta y se limiten a seguir con su trabajo mecánicamente, mientras que los que sí pueden ver directamente a los intrusos se abalanzan contra ellos. Muchos de los hombres planta son destruidos antes de llegar a ser conscientes de la presencia de los humanos, y aquellos que sí reaccionan contra ellos lo hacen desarmados, puesto que a los que hay en el interior del volcán no se les han entregado los largos sables con los que cuentan los que pululan por el exterior.
Los exiliados valeranos partieron del campamento de las amazonas sin intención de regresar a él. Contaban con encontrar la base thorbod y apoderarse en ella de suficientes naves para abandonar todo el planeta. Esto significa que entre ellos hay igualmente personal civil y niños pequeños que avanzan siguiendo al primer grupo de soldados que van abriendo paso. Es una invasión insólita en la que la vanguardia avanza sin saber a dónde, explorando al mismo tiempo que combate contra cada oponente que les sale paso. Y los que les siguen no son una verdadera retaguardia de refuerzo y apoyo, sino más bien un grupo de refugiados al que los que combaten en primera línea deben proteger.
La toma de la base no puede llevarse a cabo de forma lenta y escalonada para garantizar la seguridad de estos civiles, ya que se sospecha que además de los hombres planta puedan haber sistemas de seguridad pasivos que hayan dado la alarma a tropas thorbod acuarteladas en algún otro lugar del planeta. Como el avance debe ser constante y más hombres planta siguen apareciendo de todas partes, se entregan los explosivos que quedan a los civiles de la retaguardia con instrucciones de que los últimos vayan arrojándolos a sus espaldas por donde vayan pasando. De esta forma logran crear una cortina de explosiones que frena el avance de los hombres planta que aparecen de otros lugares de la fábrica y se lanzan a perseguir al grupo mientras este avanza sin cesar.
Llega un momento en el que todos los hombres planta del interior del volcán (varios miles de ellos) acometen a los humanos de forma simultánea y ordenada, y queda patente que han pasado de reaccionar por instinto a actuar coordinados por una mente superior. En algo ya más parecido a una huida hacia adelante que una invasión, los atacantes siguen internándose en el volcán para no ser arrollados por la incontenible marea de hombres planta, que ya no retroceden ni ante explosiones ni ante las olas de fuego de los lanzallamas, y se abalanzan contra los humanos de forma suicida.
Es así como logran llegar hasta la antigua caldera ya muerta del volcán. Allí se encuentra la base thorbod como tal. Decenas de platillos volantes flotan en el aire formando hileras y columnas, y cinco grandes cruceros de combate recién fabricados aguardan a ser estrenados. Los primeros humanos en acceder a este lugar son recibidos con ráfagas de ametralladoras atómicas manejadas por un grupo de thorbods, pero pronto se ve que estos son pocos y desorganizados, y la resistencia que presentan es más testimonial que efectiva. La base es tomada tras un breve tiroteo, pero que basta para provocar una masacre entre los humanos.
Las balas atómicas de los thorbod estallan como granadas al impactar. Cada una de ellas puede acabar fácilmente con media docena de humanos y herir a otros tantos mientras que la munición de estos es convencional. Y los thorbod, como ocurre con los hombres planta, tienen un solo órgano realmente vital, alojado en su duro cráneo. Pero a medida que el combate se alarga los invasores humanos logran hacerse con unas cuantas cajas de munición atómica para equilibrar el combate. Cuando los pocos defensores thorbod de la base son eliminados, el enorme hangar está alfombrado de cadáveres despedazados por las ráfagas de munición explosiva, y saturado de radiación.
Dueños ya de la base, todos los supervivientes (unos tres mil ochocientos, de los cuatro mil quinientos que iniciaron la expedición) abordan uno de los cruceros de combate. La tecnología thorbod tiene pocos secretos para los humanos, y los pilotos que hay entre ellos logran hacerse con los mandos del aparato y ponerlo en movimiento en un tiempo récord. El crucero sale disparado del cráter del volcán abandonando la base devastada, el planeta, y a sus terribles hombres planta.
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El enigma de los hombres planta. 1974 (reescritura del texto original de 1955). George H. White [Pascual Eguídanos]. La saga de los Aznar nº 20. Editorial Valenciana S. A.
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